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miércoles, 30 de mayo de 2018

CLAVES PARA CONSTRUIR UN LIDERAZGO RESILIENTE


Jesse Sostrin en strategy+business del pasado 22 de mayo plantea que la resiliencia es un acto de desafío. Un momento de resiliencia es nuestra oportunidad de encararnos con la adversidad y decir: “Hoy no. No voy a  paralizarme o a reducir mi potencial para sacar el máximo provecho de esta oportunidad”.

Desafortunadamente, para muchos líderes sometidos a un cambio constante, a la ambigüedad creciente y a la complejidad del mundo de las organizaciones actuales mes la adversidad la que toma el control y les dice: ”Sí. Voy a cambiar tus planes, voy a interferir en tus progresos, voy a hacer que te cuestiones tus metas y me aseguraré de boicotear tu seguridad en el camino”.

La buena noticia es que la resiliencia es una capacidad que puede ser desarrollada a través de la observación intencionada y la práctica. Sostrin propone seguir estas tres estrategias para lograrlo:

1.- Diseñar un plan. Nuestra propia resiliencia influye en todo en nosotros desde en  nuestra capacidad de resolver problemas e innovar hasta en nuestro bienestar físico, mental y emocional. La resiliencia es como una supercompetencia que interviene en otras de las que necesitamos para trabajar y liderar bien.

Una vez que hemos internalizado la importancia de construir y mantener nuestra propia resiliencia debemos diseñar un plan para manifestarla y deberemos trabajar en él de forma constante.

Existen diversos enfoques que nos ayudan a entender la naturaleza de la adversidad y nuestra respuesta ante ella. Entre ellos está el “Cociente de Adversidad” desarrollado por PaulG. Stolz que mide nuestra resiliencia en función de la fortaleza de 4 factores que son:

a).- El control o grado en que pensamos podemos influir en lo que va a ocurrir.

b).- La decisión personal de hacer algo, aunque sea mínimo, para mejorar la situación.  

c).- El alcance o grado en que la adversidad puede extenderse a otras facetas de nuestra vida o de la situación ( el trabajo afectando la vida personal, por ejemplo).

d).- El tiempo que percibimos que la situación se puede prolongar.

Debemos comenzar por ser conscientes de nuestra respuesta en el momento en el que surge la adversidad y trabajar estas cuatro dimensiones, una a una, para asegurarnos de que no perdemos la oportunidad de mejorar la situación.

2.- Vencer la batalla interna. Tim Gallwey desarrolló el concepto del “juego interno” en su trabajo con atletas y líderes de diversos sectores, al descubrir que el desempeño se ve enormemente influido por la forma en la que las personas gestionan sus patrones mentales en los momentos de acción críticos.

Todos los líderes experimentan una batalla interna entre los pensamientos destructivos y constructivos, actitudes y creencias que sutilmente, pero poderosamente, modelan sus comportamientos y en última instancia sus desempeños. La adversidad es una de las fuerzas predominantes en ese juego.

Por ejemplo cuando nuestro patrón mental produce ruido en forma de dudas, creencias limitantes, falta de concentración  o destellos de miedo, éste interfiere en nuestros procesos conscientes de toma de decisiones. Si queremos enfocar nuestro juego interno correctamente deberemos acallar este ruido y reducir su interferencia para recobrar el control y restaurar la integridad de nuestro diálogo interno que nos conducirá a realizar mejores actuaciones. Pero si la adversidad incrementa nuestro sentido de urgencia y confusión las interferencias de nuestra mente ansiosa pueden sabotear rápidamente aquello que estamos intentando conseguir.

3.- Controlar las microadversidades. Las grandes adversidades son las que suelen llamar la atención: “nuestra compañía acaba de venderse”, “Nuestro competidor consiguió el encargo”, “ a un compañero le han diagnosticado una enfermedad grave”,… Aunque éstas tienen el potencial para reformular el enfoque de nuestras vidas no son necesariamente el mejor punto para comenzar a construir nuestra resiliencia. La mejor estrategia consiste en equilibrar  y abordar las microadversidades diarias( rechazaron una de mis ideas, mi jefe me ha encargado un proyecto que no me gusta demasiado,….) para ir incrementando nuestra resiliencia y encontrarnos en una mejor posición cuando surja una adversidad más importante



domingo, 27 de mayo de 2018

EL ENORME PODER DE PENSAR COMO UN NIÑO


Paul Lindley en “Little wins. The huge power of thinking like a toddler” reivindica la necesidad de volver a nuestra primera infancia para recuperar comportamientos y actitudes que nos permitirán transformar la forma en que trabajamos y vivimos.

Richard Branson en la introducción plantea, en este sentido, que los niños ven lo mejor de las personas y del mundo que les rodea, por lo que debemos aprender mucho de este entusiasmo que muestran y  de cómo los inexpertos e inocentes contemplan el mundo y navegan a través de sus obstáculos. Destaca cómo aunque caen y se golpean una y otra vez sus egos no se sienten afectados ni su deseo de seguir intentándolo disminuye. Caen, se recuperan y continúan. Es fácil sentirnos agobiados por los factores estresantes en la madurez y desechar de forma deliberada la energía de la juventud, pero al hacerlo cometemos un grave error ya que no es malo ser un niño en nuestro corazón ya que éstos miran al mundo con asombro y con curiosidad y con frecuencia ven oportunidades donde los adultos ven obstáculos.

La visión común que todos tenemos es que los adultos representan lo más alto del desarrollo mental y físico y que los niños pequeños están en un impasse, desarrollando lentamente las habilidades y madurez necesarias para vivir de forma independiente, pero olvidamos que éstos últimos muestran una creatividad, determinación, ambición y sociabilidad que puede ser la envidia de muchos profesionales de altos vuelos, ya que son requisitos necesarios para triunfar.

¿Qué es lo que ocurre para que perdamos esa habilidad, que tenemos tan desarrollada en la primera infancia, de pensar de manera diferente? Las investigaciones de Alison Gopnik sugieren  que una de las razones de ese incremento de la conformidad  puede estar en la forma en la que el cerebro madura, equipandonos con la habilidad tanto para pensar de manera lógica como para tender a inhibir otro tipo de razonamientos. Esto último se refuerza, inevitablemente al ir aumentando nuestra conciencia sobre el mundo que nos rodea, la percepción creciente de que existen determinadas formas de hacer las cosas, de que existen convenciones que hay que seguir y personas que van a juzgar lo que digamos y hagamos, con lo que la confianza necesaria para ser creativos y la determinación para seguir a nuestros instintos disminuyen.

Al ir aprendiendo a organizar nuestros pensamientos y a buscar soluciones racionales podemos olvidar, fácilmente, lo que era explorar el mundo a través del juego y de la imaginación. Sir Ken Robinson en su famosa charla TED mantenía que: “ no crecemos hacia la creatividad, sino que la perdemos o, mejor, dicho, nos educan para que prescindamos de ella”.



Lindley propone que “crezcamos hacia abajo” para cambiar la forma en que pensamos para volvernos más abiertos, curiosos, creativos, ambiciosos, claros en nuestro lenguaje, juguetones y sociables y para ello recomienda seguir nueve pasos a través de nueve comportamientos:

I.- TENER CONFIANZA

Como adultos tendemos a angustiarnos a la hora de tomar decisiones difíciles, a buscar todas las seguridades y a apostar sobre seguro. Vemos el mundo como un paisaje lleno de complejidad e incertidumbre mientras que para los niños pequeños es un lugar de claridad y sencillez. Su perspectiva es confiada y desinhibida. Todos comenzamos nuestra vida de esta forma pero con el paso del tiempo y con la conciencia de los que nos rodean, de lo que puedan pensar, de las consecuencias de nuestros actos hemos ido erosionando esta confianza.

II.- SER CREATIVOS

Los niños pequeños son grandes experimentadores, están constantemente probando nuevas cosas. Desafían las convenciones porque no saben que existen y en algunas ocasiones al hacer las cosas de forma diferente, al probar aquello que parece natural e interesante consiguen algo que siguiendo las reglas nunca habrían alcanzado.

III.- IMPLICARSE EN PROFUNDIDAD

Los bebés y niños pequeños no dudan cuando quieren hacer algo. Se lanzan a ello, intentando subir más alto, correr más rápido o comer más de lo que seguramente son capaces de hacer. Su ambición no está limitada por el miedo al fracaso, van a por las cosas y si fallan aprenden rápidamente lo que han hecho mal. Son más ambiciosos, adaptables y resilientes, atributos que necesitamos recuperar en nuestra edad adulta.

IV.- NO RENDIRSE NUNCA

Los niños pequeños muestran una gran determinación porque no tienen más remedio que tenerla. Si se rinden la primera vez que se caen cuando están aprendiendo a andar nunca lo lograrían. Para ellos su minúsculo mundo es todo lo que conocen y se centran y son egoístas al elegir sus metas y perseguirlas. Una pequeña cantidad de ese egoísmo con moderación y en el momento adecuado se necesita casi siempre para triunfar.

5.- LLAMAR LA ATENCIÓN

Si es necesario utilizan cualquier medio para captar la atención de quienes les rodean, son maestros en ello y en conseguir transmitir su mensaje, al tiempo que aprenden rápidamente cuál es la estrategia más eficaz con cada persona y cómo escoger el método para cada ocasión.

6.- SER HONESTOS

Como adultos muchas veces tenemos dificultades para decir lo que realmente pretendemos, para evitar herir los sentimientos de otras personas  o evitar la crítica, con lo que al final disfrazamos el significado de lo que intentamos decir. La confusión y la desconfianza suelen ser el resultado. Los niños pequeños no se preocupan por esto y dicen exactamente lo que tienen en sus mentes, ya que todavía no han aprendido a mentir con lo que sabemos a qué atenernos con ellos.

7.- MOSTRAR SUS SENTIMIENTOS

No hay duda nunca de  si están tristes, felices, cansados o aburridos, por ejemplo, ya que lo manifiestan claramente. Sus emociones son clave para comunicarse con el mundo. Al crecer vamos aprendiendo a enmascarar nuestros sentimientos y a no compartir nuestras emociones. El riesgo que corremos es perder la habilidad de mostrar a los demás que nos importan.

8.- DIVERTIRSE

Para los bebés y niños pequeños todo tiene la potencialidad de convertirse en una aventura, sea una visita al parque, conocer a una nueva persona o un nuevo juguete. Exploran el mundo a través de la imaginación y el juego y tienen muy claro qué es lo que no les interesa. Si no es divertido y no van a disfrutar no lo van a hacer.

9.- RELACIONARSE CON LOS DEMÁS

Los niños pequeños están fascinados por el mundo que les rodea y por las personas en particular. Instintivamente quieren interactuar con otros, son confiados y tienen gran habilidad para hacer nuevos amigos.

Analizando cada comportamiento con mayor profundidad Lindley plantea con respecto a:

I.- TENER CONFIANZA

Como niños en la primera infancia decidíamos con rapidez, nos marcábamos unos retos y los perseguíamos con tenacidad. Teníamos confianza en lo que éramos y en lo que queríamos hacer, sin preocuparnos por lo que pensasen los demás, independientemente de si estábamos equivocados o no.
Con los años la distancia entre lo que pensamos y lo que hacemos se amplía porque empezamos a preguntarnos si podemos ofender con lo que hacemos, si los demás estarán en desacuerdo o si nuestra idea es mala. El resultado es que nos sentimos menos dispuestos a probar cosas nuevas y a experimentar. Tememos las consecuencias de hacer el ridículo más que los beneficios de compartir y explorar. Podemos seguir teniendo muchos pensamientos interesantes pero nos sentimos menos tentados a compartirlos y  a  actuar.

 Si queremos “crecer hacia abajo” deberemos desechar muchas de las inhibiciones que hemos ido adquiriendo con la edad, sin perder el sentido común, pero sin paralizarnos por un exceso de precaución. Las personas que tienen éxito son aquellas que cuando ven algo mal lo señalan y cuando ven una oportunidad la aprovechan.

En este apartado para “crecer hacia abajo” Lindley recomienda:

a).- Claridad y certidumbre en la toma de decisiones: jugamos con un determinado juguete o lo apartamos, nos gusta un apersona y queremos ser sus amigos o la ignoramos, aceptamos un nuevo trabajo o lo rechazamos,…

b).- Escuchar a nuestro instinto. Experiencias como la de Polaroid o Mr. Man nos muestran que las ideas a veces surgen de una perspectiva simple, la misma que teníamos cuando éramos pequeños y nos planteábamos preguntas tontas, tomábamos decisiones rápidas y seguíamos nuestro instinto sin pensar en por qué lo hacíamos. Como adultos no podemos volver a ese estado de inocencia pero si podemos intentar ver las cosas de la forma más directa y sincera posible.


Puede resultar extraño defender la idea de la simplicidad cuando parece que nuestras vidas cada vez son más complejas e interconectadas, pero precisamente por este abarrotamiento y desorden por lo que necesitamos trabajar duro para conseguir hacer que las cosas sean más sencillas para nosotros.
Si somos capaces de aprender a escuchar y confiar en nuestro instinto, de tener más confianza en nuestras ideas y de utilizar la información de que disponemos para aclarar y no confundir a nuestras decisiones, habremos dado un pequeño paso para “crecer hacia abajo”.

Por tanto, no tenemos que olvidar que:

1.- Tomar una decisión suele ser mejor que no tomarla. Evidentemente es recomendable minimizar el riesgo pero no tenemos que pretender que existe, objetivamente,  una respuesta correcta. Hay que tomar una decisión y comprometernos con ella.

2.- Cuando tomamos grandes decisiones con frecuencia lo haremos contando con una información imperfecta, por lo que debemos dejar que el instinto juegue también un papel.

3.- Es conveniente resistirá a la tentación de convertir una decisión difícil en una compleja. Normalmente podremos encontrar un abordaje sencillo si somos capaces de descartar todo el ruido que interfiere debido a nuestra preocupación por lo que las demás personas puedan pensar y hacer. Si queremos facilitar las cosas para nosotros deberemos preguntarnos si:

a).- ¿Queremos hacerlo?

b).- ¿Pensamos que es lo correcto?

c).- ¿Podemos vivir con las consecuencias?


sábado, 26 de mayo de 2018

CUMPLEAÑOS


Hoy Hablemos de Liderazgo cumple  7 años y vamos a celebrarlo con dos charlas TED que nos nos recuerdan el poder de la determinación y de la superación si queremos tener éxito en todas las facetas de nuestra vida.


miércoles, 23 de mayo de 2018

¿QUÉ HACER CON LOS “BULLIES” EN EL TRABAJO?


Manfred Kets de Vries, profesor de Desarrollo de Liderazgo y Cambio Organizacional en INSEAD, en INSEAD Knowledge del pasado 16 de mayo, plantea que, aunque tendemos a considerar a los “bullies” como algo del pasado, cuando éramos niños, desafortunadamente algunos de ellos mantienen sus actitudes y comportamientos en la edad adulta. Aunque puede existir sólo una fina línea divisoria entre un jefe duro y uno abusivo cuando nos referimos a “bullying” generalmente nos estamos refiriendo a un abuso físico o emocional repetido en el tiempo. Los “bullies” deliberadamente manipulan, denigran, intimidan, controlan y desautorizan a sus víctimas. En la época actual su ámbito de influencia aumenta ya que su campo de actuación se ha extendido al ciberespacio.

Para averiguar si trabajamos para un “bully” podemos hacernos las siguientes preguntas:

1.- ¿Con frecuencia me siento intimidado, criticado e insultado?

2.- ¿Han existido ocasiones en las que me ha humillado delante de mis compañeros?

3.- ¿Mis esfuerzos son constantemente menospreciados?

4.- ¿Temo ir al trabajo?

5.- ¿Trabajar para mi jefe me hace sentir enfermo?

Si las respuestas a estas preguntas son afirmativas existen grandes posibilidades de que estemos trabajando para un abusador.

Según una encuesta realizada por el “Workplace Bullying Institute” el 19% de los adultos estadounidenses han experimentado abusos en el trabajo y otro 19% los han observado, por lo que se puede considerar que el abuso se ha convertido en una epidemia silenciosa que causa problemas de salud relacionados con el estrés, que pueden llegar a conducir hasta el suicidio.

La personalidad del abusador puede estar relacionada con el desorden de personalidad narcisista, por lo que éste piensa que se merece un tratamiento especial. Como frecuentemente carecen de empatía y remordimientos en algunos casos se les atribuyen  características psicopáticas. Más  aún a la mayoría de ellos se les puede incluir dentro de los tipos de personalidad autocrática con su fuerte necesidad de control y dominación de los demás.

Se piensa que se comportan de la forma que lo hacen por su necesidad de llamar la atención para sentirse importantes. Suelen ser inseguros y con frecuencia ven a las demás personas  como amenazas o pueden estar proyectando sus propios sentimientos de vulnerabilidad hacia sus víctimas y para evitar sentirse avergonzados o humillados  por sus propias limitaciones, avergüenzan y humillan a los demás.

A pesar de la alta prevalencia de abusos en el trabajo las encuestas muestran que la mayoría de los directivos no hace nada cuando este comportamiento es identificado. Puede ser por qué muchos “bullies” pueden estar situados en las cúpulas directivas, pero hasta cuando éste no es el caso parece ser que existe una aceptación tácita, negación o racionalización ante los abusos.

En ocasiones, esto último, ocurre porque se piensa que contribuyen en gran medida a la productividad de la organización y son tolerados mientras lo hagan.

Los ejecutivos que se dan cuenta de los riesgos que suponen y quieren hacer algo se encuentran ante un desafío ya que puede resultar complicado que desaprendan algo que se ha convertido en un comportamiento arraigado.

Si se utiliza el coaching para intentar gestionar a los abusadores los coaches deben ser conscientes de que éstos manifiestan escasa empatía y autocrítica por lo que modificar su conducta resulta difícil. Los coaches pueden comenzar por plantear discusiones superficiales sobre acciones sencillas que necesitan modificarse antes de explorar las dinámicas subyacentes a los comportamientos disfuncionales.

Igualmente complicado resulta abordar cualquier plan de tratamiento, por ejemplo se puede intentar el  enfoque del “palo y la zanahoria” transmitiendo al “bully” las consecuencias que pueden tener para él el mantener su forma disfuncional de relacionarse con los demás.

Si nos encontramos en la situación en que somos nosotros los acosados por un “bully”, el autor propone que la estrategia más sabia consiste en evitarlos completamente, pero que si esa no es una opción no hay que seguirles el juego y no dejar que nos afecten emocionalmente. Si ven que no reaccionamos existe la posibilidad de que nos dejen en paz. Si a pesar de todo persiste el acoso podemos marcarles límites y comunicarle que todas sus acciones van a ser registradas y documentadas para solicitar algún tipo de acción disciplinaria contra ellos. En estos casos es muy importante demostrar cómo el abuso está interfiriendo negativamente en la productividad de las personas que trabajan en la organización y que el “bully” va a terminar, si no lo es ya, siendo una carga para la misma.

Es conveniente, también, procurar crear una red de apoyo para incrementar nuestra confianza en nosotros mismos y nuestra resiliencia, ya que los “bullies” son expertos en minar la autoestima de sus víctimas. Por último si se observa que estos comportamientos se alientan desde la dirección puede ser aconsejable en cuanto se pueda el abandonar el ambiente tóxico, ya que si permanecemos en él terminaremos enfermando.

Independientemente de lo que los “bullies” intenten hacernos no debemos olvidar las sabias palabras de Eleanor Roosevelt, cuando decía que : “Nadie, sin nuestro consentimiento, puede hacer que nos sintamos inferiores”.






domingo, 20 de mayo de 2018

¿QUIÉNES SOMOS? EL EGO. LA "ILUSIÓN DEL YO"


Mo Gawdat en “Solve forhappy. Engineer your path to glory” plantea que una vez que, como ya hemos visto en una entrada anterior, no somos nuestra voz interior tenemos que preguntarnos quiénes somos en realidad, para seguir en nuestro camino de búsqueda de la felicidad.

Esta es una de las preguntas más importantes que nos podemos hacer. Dedicamos nuestra vida, normalmente a servirnos: comprando cosas, luchando, argumentando, amando, alimentándonos, trabajando  y aprendiendo en la mayor parte de las ocasiones a satisfacer necesidades de una imagen de nosotros, una persona, que ni remotamente, con frecuencia, se parece al nuestro verdadero ser. Por esta razón nuestras verdaderas necesidades frecuentemente nunca son satisfechas, ya que ni siquiera son reconocidas ni identificadas.

La ilusión del ser es una de las ilusiones que todo tipo de expertos de distintas disciplinas como teólogos, filósofos o psiquiatras han tratado de descifrar y a pesar de ello la mayor parte de las personas seguimos llevando varias máscaras, unas encima de otras.

Esta ilusión comienza con la creencia de que somos nuestra forma física, en un nivel más profundo nos identificamos con una persona que no tiene que ser como realmente somos (nuestro ego) y luego en una capa más profunda nos sentimos confundidos sobre cuál es nuestro lugar en el mundo. Como en el caso de una muñeca rusa quiénes somos en realidad se encuentra escondido bajo capas de ilusiones que tienen que ser destapadas una a una. Cuando lo hagamos descubriremos  primero  quienes no somos, para posteriormente al ir apartando capas llegaremos a la que es sólida y real, aquella que supera los tests de percepción y permanencia.

La prueba de la percepción se basa en una sencilla relación sujeto-objeto. Si somos el sujeto capaz de observar los objetos que nos rodean no podemos ser los objetos que estamos observando.

El test de la permanencia, por otra parte, se apoya en el hecho de la continuidad. Si una cualidad o una descripción  que podemos asociar con nosotros mismos cambia mientras nosotros permanecemos sin cambios esa cualidad no somos nosotros. Si antes soy profesor y ahora escritor ambos son estados cambiantes  y ninguno de ellos representa nuestro yo permanente.

En la entrada anterior vimos como no somos nuestros pensamientos y ahora lo podemos reafirmar a través de los dos tests mencionados:

a).- Nuestros pensamientos no sobreviven al test de percepción. Si somos nuestros pensamientos entonces cómo podemos observarlos. El hecho de que los podamos observar es una evidencia de que son una entidad distinta.

b).- Nuestros pensamientos no sobreviven al test de la permanencia ya que no dejamos de existir en los breves momentos en que dejamos de pensar.

Tampoco somos nuestro cuerpo. Éste es el avatar físico que nos lleva a través del mundo físico, es un vehículo o contenedor, nada más. Asimismo no somos ni nuestras emociones, ni nuestras creencias, ni nuestro nombre, tribu o familia, ni nuestros logros o posesiones. Nuestro yo real lo descubrimos cuando en silencio observamos todo lo que nos rodea y dentro de nosotros. Somos el observador. Aquel que es capaz de ver. Por ejemplo la ilusión que nos lleva a proteger todas las posesiones que tenemos es un intento de nuestro yo físico de controlar el mundo físico que le rodea. Nuestro yo real no se ve afectado por este estrato físico y por todo lo que contiene, por lo que una repentina pérdida de estatus no nos importaría tanto ya que nos identificaríamos con nuestro yo real y no con la ilusión temporal de lo que somos. Al no temer la pérdida y sin preocupaciones por nuestro futuro comprenderíamos que nada nos puede dañar.

Para lograr alcanzar el estado de gozo ininterrumpido debemos aceptar que todo lo que existe en el mundo físico eventualmente va a desaparecer y deteriorarse pero que nuestro yo real se va a mantener serenos y no va a verse afectado. La conexión con ese yo real para ver a través de las ilusiones del mundo físico nos ofrece una experiencia única de paz y felicidad.

Al tratar de establecer quién no somos destapamos una serie de máscaras que utilizamos para crear una identidad. Estas máscaras representan un estrato de la ilusión del yo y se pueden agrupar dentro de una palabra: ego.

Ego no en el sentido de arrogancia sino en el sentido de identidad: la forma en que nos vemos a nosotros mismos y en la que creemos o nos gustaría que los demás nos viesen.

Todos nacemos sin un ego. Comenzamos nuestra vida sin un sentimiento de nuestro ser como una identidad separada del resto del mundo. Dedicamos nuestras pocas horas de vigilia inmersos totalmente en el momento presente. Cuando empezamos a jugar primero cogemos un juguete y luego lo dejamos para ir a por otros sin ningún pensamiento negativo en nuestras cabezas. La serenidad se interrumpe temporalmente si tenemos hambre o si nos sentimos solos pero una vez que el motivo de irritación desaparece la calma vuelve.

La siguiente etapa de nuestro desarrollo nos trae un cambio fundamental que se inicia cuando percibimos que las personas que nos cuidan asocian un nombre a las cosas que nos rodean. Tan pronto cuando somos capaces de controlar nuestro procesador del lenguaje para producir nuestra primera palabra vemos como todos nos felicitan por ello lo que lleva a que nuestro cerebro sea consciente de que nombrar las cosas nos genera halagos por lo que  acelera el proceso y aprendemos a decir más palabras y llega el momento en que decimos nuestro nombre y ya tenemos una identidad y empezamos a pensar ya en nosotros añadiendo a nuestro vocabulario palabras como yo, mi  o mío. En este momento el proceso se ha completado y nuestro ego ha nacido.

A partir de entonces nos volvemos posesivos y empezamos a asociarnos con objetos con el fin de crear una identidad más amplia. El niño inocente que se contentaba con jugar con cualquier cosa empieza a tener su juguete favorito y si este desaparece sentirá dolor y llorará. El tiempo dedicado al juego servirá tanto para construir nuestra identidad como para jugar. Determinados juguetes se convierten en indispensables para que nos sintamos felices no porque sea más divertido jugar con ellos sino porque son parte de una identidad que nos hace sentirnos completos.

La situación empeora cuando comenzamos a comparar nuestra identidad basada en yo, mi y mío con las identidades de los que nos rodean. Ser “menos” que otros nos duele. Aunque tengamos nuestro juguete favorito el hecho de no poseer el de nuestro amigo hace que nos sintamos inferiores a éste y empezamos a despreciar a nuestro juguete y pedimos que nos compren el otro, enfadándonos si nos dicen que no. Suplicamos e insistimos hasta que lo conseguimos para abandonarlo después rápidamente cuando otro objeto vuelve a captar nuestra atención. El niño feliz y sereno que simplemente disfrutaba del momento con aquello que tenía a su disposición se ha esfumado ante la constante necesidad de definir una identidad en continua evolución.

Las cosas se tornan más interesantes cuando el cerebro va más allá del mundo físico de los juguetes hacia lo intangible. Entonces somos conscientes de que determinados actos son socialmente aceptables y que al realizarlos recibimos halagos y felicitaciones, al tiempo que otros son censurados por lo que tendemos a hacer más de los primeros. Comenzamos a construir nuestra persona, la imagen de cómo queremos que nos vean para encajar y ser aceptados, sin importar quiénes somos realmente en nuestro interior. Lo fundamental es lo que parece que somos y nuestra atención se centra, para siempre, en nuestra imagen y no en nuestra realidad.

Nuestra adicción a mantener nuestra imagen se mezcla con la adicción a que nos presten atención al coste que sea. Estas crisis de identidad se intensifican en la adolescencia cuando nuestras inseguridades y presiones para encajar están a su máximo nivel. Nos alejamos más y más de nuestra verdadera naturaleza y nos acercamos a la naturaleza aceptada por nuestro grupo.

En la edad adulta nos convertimos en personas serias que tratan de no mostrar sus emociones en el trabajo para procurar encajar en nuestro ambiente y así procuramos mantener nuestro ego intacto. Una vez que hemos comenzado a utilizar máscaras para reforzar nuestro ego pasamos el resto de nuestra vida desempeñando roles que responden a la imagen que se espera de nosotros. Si no lo hacemos nuestra vida puede ser complicada. Existen, por ejemplo, roles asociados a la edad, por lo que las expectativas de comportamiento de un joven son distintas de las de alguien de edad más avanzada.

En un mundo sin egos donde no fuese importante cómo somos percibidos podríamos dedicarnos a ser nosotros y a obtener los mejores resultados independientemente de cómo nos perciban los demás.
Para cada rol existe una apariencia, una forma de vestir, un grupo de afines, un enemigo a odiar, temas que son tendencia para discutir, expresiones faciales que fingir y preocupaciones comunes que compartir. Es fácil aprender la imagen que se asocia al rol y nuestras identidades asumidas se van convirtiendo en nuestra vida y creemos en ellas, en ocasiones más que los demás para los que las fingimos.

El ego no siempre responde a la vanidad. Con frecuencia las imágenes que construimos para nosotros mismos son negativas. La “víctima”, por ejemplo es un tipo de ego muy común que hace que pensemos que el mundo está siempre en contra nuestra y que estamos destinados a sufrir, recorriendo un triste camino si dejamos que nuestros egos nos hagan sufrir.

Si queremos ser el niño sin ego que fuimos debemos comenzar a remover las capas que han ido ocultando quien somos realmente. Como en el caso de una muñeca rusa debemos ir eliminado cada capa y máscara una a una intentando distinguir nuestro yo real de los roles que hemos ido asumiendo con los años hasta encontrarle. Tendremos que ver todo lo que hacemos diariamente o los papeles que diariamente interpretamos y que sólo están al servicio de nuestro ego y suprimirlo. Observaremos, entonces, lo poco que tendremos que cargar una vez que nos hemos liberado de todas las imágenes que intentábamos constantemente mantener y lo ligeros que nos sentimos sin ellas.

Tratar constantemente de obtener la aprobación de nuestra imagen escogida es una batalla perdida porque nuestro yo real no es lo que el ego pretende ser. Esta realidad hace que siempre nos sintamos infelices ya que siempre vamos a estar buscando la siguiente cosa para completar esa imagen con la esperanza de que de esta forma los demás crean que somos realmente así. Otras razones por las que no va a funcionar son:

a).- Los demás raramente van a aprobar nuestro ego porque van a estar más ocupados y preocupados por su propio ego que por el nuestro. La supervivencia de su ego con frecuencia depende de la comparación con el nuestro y de que si nosotros somos menos ellos son más. Desaprobar al otro es la forma más sencilla de sentirnos superiores ya que no requiere el trabajo duro necesario para ser mejores, sino sólo pensar que los demás son peores que nosotros. Todos lo hacemos. Algunos de manera silenciosa en sus juicios y otros públicamente. Las personas nos desaprobarán no porque nos estén evaluando sino porque están evaluándose a sí mismas.

b).- Los demás no van a aprobar nuestro yo real sino nuestro ego.

Por tanto, como nunca vamos a agradar a todo el mundo lo mejor es que seamos nosotros mismos independientemente de lo que los demás puedan decir y que nos queramos a nosotros mismos.

Otro aspecto que no debemos olvidar es la parte más profunda de la Ilusión del yo ya que es la que nos produce el mayor dolor y la que con más frecuencia evita que resolvamos la ecuación de la felicidad. Comienza cuando creemos que somos el centro del universo y que las cosas buenas nos pasan porque las hemos ganado y las malas sólo para molestarnos. Nada hay más lejos de la verdad. Con el paso del tiempo vamos viendo que hasta a nivel individual nada es totalmente malo.

Tenemos que ampliar nuestro punto de mira y analizar el mismo hecho desde diversos ángulos. Por ejemplo comprar un nuevo coche puede ser bueno pero desprendernos del dinero que cuesta puede ser malo.

Bueno o malo son dos etiquetas  que utilizamos cuando nuestras mentes son incapaces de captar la complejidad de la red de perspectivas que componen nuestras experiencias. Si conseguimos mirar más allá de un único punto de mira encontraremos lo bueno en lo que nos parece malo. Cualquier hecho va a contener algo que cumple nuestras expectativas y que va a permitir que funcione nuestra ecuación de la felicidad y esta perspectiva optimista nos va a hacer felices. Nuestro ego hace que vayamos por el mundo pensando que todo se refiere a nosotros, pero debemos ser conscientes que nos somos la estrella de la película y que la mayor parte de las cosas que ocurren a nuestro alrededor no tienen que ver con nosotros. Existen infinitas películas distintas. En ellas si tenemos algún papel será secundario. Nos puede ayudar a ser felices si somos capaces de empezar a ver nuestra vida de esta forma. Contemplemos una noche estrellada y recordemos que su belleza reside en los billones de estrellas  brillando y que de ellas nosotros sólo somos una parte minúscula.

miércoles, 16 de mayo de 2018

CÓMO COLABORAR CON UN PERFECCIONISTA


Alice Boyes en hbr.org del pasado 11 de marzo plantea que puede ser agotador trabajar con un perfeccionista, ya que aunque es bueno trabajar con compañeros a los que les preocupe la calidad del trabajo, Los perfeccionistas van más allá y sus implacables estándares pueden ocasionar estrés innecesario, conflicto y el incumplimiento de las fechas límites de entrega de proyectos o de finalización de tareas debido a su incapacidad de priorizar lo importante de lo accesorio.

La autora recomienda 5 sugerencias para poder colaborar de forma más productiva con ellos:

1.- Identificar el tipo de perfeccionista. Según la experiencia de Boyes existen dos tipos:

a).- Los que se caracterizan por evitar comenzar las tareas. Las fechas límites desencadenan su ansiedad por hacer las cosas perfectamente y por tanto prefieren no comenzar o retrasar todo lo posible  un nuevo proyecto.

b).- Los obsesivos que tienen problemas para dar por finalizada una tarea.

Ambos tipos tienen problemas para marcar prioridades y luchan para distribuir su tiempo en relación con lo que es más importante y comparten el hábito de expandir el ámbito de sus proyectos.

En el caso del primer tipo si queremos ayudarles lo que tenemos que hacer es aclarar cuál es la tarea a realizar y desmenuzarla en componentes más pequeños. En el segundo caso podemos centrarnos en priorizar los elementos de la tarea e insistir para que los respeten.

Como los perfeccionistas tienen problemas para determinar cuáles son los límites lógicos para una tarea agradecerán que alguien lo haga por ellos.

2.- No permitir que mantenga expectativas irreales. Los perfeccionistas tienden a equiparar tiempo con calidad, por lo que debemos ser cuidadosos al explicarles que no queremos dedicar más tiempo a un proyecto. El objetivo es explicarles cuál es el coste de oportunidad de dedicar un  tiempo excesivo a detalles que no tienen mucha importancia.

3.- Apoyar a los procesos que sirven para que el equipo se centre en el objetivo central. Un problema de los perfeccionistas es que llegan a perder de vista cuál es el objetivo principal. Aunque es la responsabilidad del líder del equipo el desarrollar los procesos y mantener a todos los miembros del equipo  centrados en las prioridades clave existen algunas cosas que cualquiera independientemente de su nivel jerárquico puede hacer para intentar ayudar. Por ejemplo, durante las reuniones de equipo pueden preguntar:

a).- ¿Existe alguna forma más sencilla para alcanzar esta meta?

b).- ¿Podemos disminuir la cantidad de tiempo que estamos dedicando?

c)._ ¿Cuál es el coste de oportunidad de dedicar un tiempo extra en esta tarea en lugar de en otra?

En los proyectos en los que trabajemos con un perfeccionista también podemos intentar crear una lista de chequeo básica para ayudar a que el equipo mantenga su organización, aliviar ansiedades sobre lo que se tiene que hacer o se ha hecho ya y asegurarnos de que no olvidamos nada importante.

4.- Marcar límites. Las expectativas irreales de los perfeccionistas pueden ocasionar que el resto de miembros del equipo sientan que su tiempo no se está valorando adecuadamente. Puede ser el caso del perfeccionista que se siente agobiado y manda un excesivo número de correos al resto del equipo. La tentación está en ignorarlos o responder de forma brusca pero es mejor intentar marcar límites y por ejemplo no responder si los manda por la noche o en fin de semana o hacerlo una vez al día.

5.- Promover sentimientos de seguridad a través de la influencia mutua. Ésta se produce cuando un miembro del equipo permite que otro influya en su forma de pensar y viceversa. Es un factor importante para generar seguridad en una relación.  Si los hábitos de un perfeccionista nos irritan debemos tratar de llegar a un compromiso e identificar elementos de sus rutinas que pueden ser útiles que incorporemos a la nuestra. Si queremos que alguien acepte nuestra forma de actuar debemos  mostrarles que nosotros también estamos dispuestos a adaptarnos a la suya.

Cuando las personas sienten seguridad en una relación es más fácil que reciban feedback. Existen muchas maneras de demostrar a los compañeros de nuestro perfeccionista que le consideramos muy bien y que confiamos en sus capacidades y talento. Los perfeccionistas necesitan saber que nuestra opinión general sobre ellos es positiva y que lso pequeños errores no van a influir.



domingo, 13 de mayo de 2018

LA IMPORTANCIA DE LOS BUENOS COMIENZOS


En su libro “When. The scientific secrets of perfect timing”, que estamos comentando, Daniel Pink plantea la importancia que en nuestra vidas tienen los comienzos, los finales y los puntos intermedios.

I.- COMIENZOS
En la mayor parte de nuestros esfuerzos debemos estar alertas al poder de los comienzos. Aunque no siempre podemos elegir cuando comenzar una tarea podemos ejercer alguna influencia sobre los comienzos y una considerable influencia en las consecuencias de los que no podemos considerar como ideales. La receta es clara: en la mayor parte de nuestros empeños debemos ser consciente del poder de los comienzos y procurar que sean los adecuados y si no lo conseguimos tenemos que procurar comenzar de nuevo.

El autor propone tres claves para conseguir que sean exitosos:

1.- Comenzar en el momento adecuado. Por ejemplo se ha podido observar a través de diversos estudios que el rendimiento académico es menor si se comienzan las actividades antes de la 8 y media  de la mañana. La Academia Americana de Pediatría recomienda que los colegios e institutos no empiecen sus clases antes de las 8 y media de la mañana.

2.- Volver a comenzar en el caso de que nuestras resoluciones no las hayamos cumplido tomando como punto de referencia una fecha determinada. El primer día del año es lo que los científicos sociales llaman un punto de referencia temporal. Al igual que los seres humanos nos apoyamos en ellos para navegar a través del mundo espacial: “para llegar a casa debo torcer  a la izquierda al llegar a la gasolinera….”, también los utilizamos en los aspectos temporales y por ejemplo algunas fechas concretas pueden actuar como la gasolinera.. destacan entre el resto de los días y su preeminencia nos van a permitir encontrar nuestro camino.

Para establecer un nuevo comienzo las personas utilizamos dos tipos de puntos de referencia temporales:

a).- Sociales. Son aquellos que todos compartimos: los lunes, el comienzo de un mes, el inicio de las vacaciones,…

b).- Personales. Son individuales: los cumpleaños, aniversarios, fechas de cambios de trabajo,….
Ambos sirven a dos propósitos:

Primero: permiten a las personas abrir “cuentas mentales” nuevas. Este periodo nuevo ofrece la oportunidad de volver a comenzar relegando el pasado, desconectándonos de los errores o incumplimientos  cometidos y nos permite que volvamos a tener confianza en nosotros mismos. Fortalecidos por esta nueva seguridad sentimos que vamos a ser capaces de comportarnos mejor que en el pasado.

Segundo: nos facilita el que podamos ver “el bosque”, al interrumpir la atención en las minucias cotidianas y favorecer el que tengamos una visión más completa de nuestras vidas y nos enfoquemos más en alcanzar nuestras metas. Si pensamos en los puntos de referencia espaciales de nuevo podemos observar cómo podemos conducir de forma automática durante horas sin darnos cuenta de lo  que nos rodea pero las luces d elos letreros de la gasolinera de repente captan nuestra atención. Lo mismo ocurre con las fechas de comienzo nuevas. Daniel Kahneman distingue  entre el pensamiento rápido que nos lleva a tomar decisiones basadas en el instinto y distorsionadas por nuestro prejuicios cognitivos y el pensamiento lento en el que las decisiones se apoyan en la razón y están guiadas por deliberaciones cuidadosas. Los puntos de referencia temporales enlentecen nuestro pensamiento permitiendo que deliberemos a más alto nivel y que tomemos mejores decisiones.

Las implicaciones de este efecto del “comienzo nuevo y original” son personales y sociales. Los individuos que han comenzado inadecuadamente un nuevo trabajo, proyecto o iniciativa para mejorar la salud o el aspecto, por ejemplo, pueden rectificar y alterar su curso utilizando un punto de referencia temporal para comenzar de nuevo.

Hengchen Dai, Katherine Milkman y Jason Riis han encontrado en sus estudios que el imbuir a un día normal con un significado personal genera el poder de activar nuevos comienzos. Investigaciones recientes han mostrado, también, que los equipos pueden utilizar esta técnica. Por ejemplo un equipo ha podido comenzar el año con malos resultados y en lugar de esperar al segundo trimestre para comenzar de nuevo puede encontrar un momento que tenga un significado especial, como el aniversario del lanzamiento de un producto clave, para volver a comenzar sin esperar. Por tanto, el generar nuestros puntos de referencia temporales, especialmente aquellos que tienen un significado personal, nos facilita la recuperación de malos comienzos y la posibilidad de comenzar de nuevo adecuadamente.

3.- Comenzar juntos.  Es el caso de situaciones que demandan para su solución un abordaje colectivo y no individual, porque el resultado de no intentar una corrección para todo un grupo va a ser que se van a ir produciendo malos comienzos para todos.Útil, por ejemplo en el caso de incorporaciones a puestos de trabajo en los que, como puede ser el caso de los residentes éstos se incorporan a un equipo de profesionales con experiencia y no en un momento, como pueden ser las vacaciones, en que se encuentren solos sin apoyo. De esta forma en lugar de convertir un mal comienzo en un problema inevitable para un individuo se aborda como un problema evitable para un equipo o grupo.

Pink considera que la mejor forma de recuperarnos de un mal comienzo es evitarlo y que la mejor técnica para hacerlo es a través de realizar un “premortem” que consiste en analizar cuáles pueden ser las causas de que un proyecto fracase, visualizando el escenario "futuro” y preguntarnos a nosotros mismos y a nuestro equipo qué es lo que fue mal ( escasez de recursos asignados, demasiadas o pocas personas asignadas, falta de liderazgo, ….). Al imaginar los fallos antes de que se produzcan, al reflexionar sobre lo que pudo ocasionar ese mal comienzo, podemos anticipar algunos de los problemas potenciales y evitarlos una vez que se inicie el proyecto real.

El autor ofrece las siguientes recomendaciones sobre cuándo debemos procurar ir los primeros y cuándo no:

A.- COMENZAR LOS PRIMEROS:

a).- Si participamos en una votación las investigaciones demuestran que los votantes seleccionan, normalmente,  el primer nombre de la lista.

b).- Si no somos la única opción y otra persona u organización está realizando ya el trabajo al que aspiramos el ser los primeros puede ayudar que  los que tienen que tomar la decisión  nos contemplen con una mirada más fresca.

c).- Si existen relativamente pocos candidatos (cinco o menos) ser el primero nos puede ayudar al tener la ventaja del “efecto primario”,  que consiste en la tendencia que tienen las personas a recordar la primera parte de una serie mejor que lo que vienen después.   

d).- Si nos entrevistamos para un puesto en el que existen muchos buenos candidatos. Uri Simonsohn y Francesca Gino examinaron más de 9000 entrevistas de acceso a MBA y encontraron que los entrevistadores con frecuencia sumen que un pequeño número de candidatos representan a todo el espectro y si encuentran a varios buenos aspirantes en el inicio del proceso tienden a ser  más exigentes y a buscar más fallos en los que entrevistan más tarde.

B).- NO COMENZAR LOS PRIMEROS:

a).- Si eres la elección  por defecto  o predeterminada es mejor no ser el primero en ser examinado ya que los “jueces” tienden a conformarse con este tipo de aspirantes cunado están cansados y no al inicio de las sesiones.

b).- Si existen muchos candidatos, no necesariamente  buenos, ser de los últimos puede conceder una pequeña ventaja   y ser el último una gran ventaja. Al comienzo de una competición Adam Galinsky y Maurice Sweitzer han observado que los jueces suelen tener unos estándares idealizados de excelencia que van siendo más realistas mientras ésta avanza, lo que favorece a los competidores finales, que tienen además la ventaja añadida de ver lo que han hecho los que les han precedido.

c).- Si el entorno es incierto no ser el primero puede ser beneficiosos porque permite ir viendo cuáles son las expectativas del que tiene que tomar la decisión.

d).- Si los candidatos son mediocres ir al final permite ver cómo podemos resaltar nuestras fortalezas.
En relación con los comienzos Pink destaca, también, la importancia de tener una buena entrada cuando iniciamos un nuevo trabajo y para ello propone las siguientes recomendaciones basadas en distintas investigaciones:

1.- Comenzar antes de empezar. Michael Watkins sugiere escoger un día y momento determinados para visualizarnos a nosotros mismos “tranformandonos” en nuestro nuevo rol, para de este modo abandonar el pasado y construir una nueva imagen de nosotros.

2.- Dejar que nuestros resultados hablen. Un nuevo trabajo puede ser abrumador porque requiere que nos hagamos un lugar dentro de la jerarquía de la organización. Muchas personas tienden a hipercompensar esta inquietud inicial procurando reafirmarse  demasiado pronto y demasiado rápidamente. Esto puede ser contraproducente, por ejemplo un estudio de Corinne Bendersky sugiere que con el tiempo los extrovertidos pierden puestos en el estatus del equipo. Por tanto, al principio debemos concentrarnos en obtener pequeños logros significativos y cuando hayamos ganado un determinado estatus por medio de la excelencia de nuestro trabajo podremos sentirnos libres para ser más asertivos.

3.- Almacenar nuestra motivación. El primer día de nuestro nuevo rol nos sentiremos llenos de energía, pero qué pasa cuando ha transcurrido un mes. La motivación se presenta en oleadas por lo que B. J. Fogg recomienda aprovechar las ventajas de estas “olas de motivación” para sobreponernos a los momentos de depresión, organizando el trabajo de forma que éstas fases nos afecten menos.

4.-  Mantener la moral mediante pequeños éxitos. Comenzar un nuevo trabajo no es similar a recuperarnos de una adicción pero programas como Alcohólicos Anónimos pueden aportarnos algunas ideas, ya que, por ejemplo, no piden que sus miembros adopten la sobriedad para siempre desde el primer momento sino que les piden que la mantengan de 24 en 24 horas, lo que pueden considerarse como pequeños éxitos. Teresa Amabile tras examinar 12.000 anotaciones diarias de cientos de trabajadores encontró que el factor motivador más importante era el progresar en un trabajo que tenga un sentido. Los éxitos no tienen que ser muy grandes para  tener un sentido. Al comenzar un nuevo trabajo debemos marcarnos unas metas pequeñas pero que tengamos muchas posibilidades de alcanzar y celebrarlas cuando las logremos. Nos ofrecerán la motivación y energía  necesarias para acometer desafíos más complicados.