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domingo, 23 de junio de 2019

CÓMO CONSEGUIR QUE NOS AYUDEN


Heidi Grant en “Reinforcements. How to get people to help you”, que estamos comentando plantea que con frecuencia resulta muy difícil percibir cuando una persona necesita ayuda, por lo que recomienda seguir los siguientes 4 pasos cuando queramos conseguir que nos presten ayuda:

PASO 1: CONSEGUIR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE SEA  CONSCIENTE DE QUE PODEMOS NECESITAR SU AYUDA

El principal obstáculo con el que nos podemos encontrar es que las personas no prestamos atención a todo lo que nos rodea, incluyendo a los que tenemos a nuestro alrededor. Somos selectivos y nos centramos fundamentalmente en aquella información que parece relevante para nuestros propios objetivos, lo que conduce al fenómeno de la “ceguera por falta de atención”, cuyo ejemplo más famoso es el test del gorila. Otros estudios han mostrado que cuando las personas se centran en una determinada meta o tarea o cuando se produce  una elevada carga de percepciones (por ejemplo muchos sonidos compitiendo por nuestra atención) aparece este tipo de ceguera. Por este motivo en entornos muy ruidosos o concurridos, como las grandes ciudades, las personas tienen más dificultades para identificar cuándo alguien necesita ayuda y a prestarla.

En ocasiones no es el entorno externo el que interviene sino que el problema procede del interior de la persona. Por ejemplo, diversos estudios muestran que las personas con estados de ánimo negativos  ansiosos, frustrados, deprimidos) prestan menos atención a los que les rodean y a sus necesidades.

Se ha comprobado, también, que las personas que ocupan una posición de relativo poder sobre otras, como los directivos sobre sus colaboradores, desvían su atención de los menos poderosos hacia sus propios fines, con lo que las personas a las que normalmente acudiríamos primero a pedir ayuda porque tienen supuestamente más poder para hacerlo son las que menos van a percibir nuestros problemas.

PASO 2: LOGRAR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE CREA  QUE REALMENTE  DESEAMOS QUE NOS AYUDEN

El obstáculo principal que podemos encontrar en este paso es que las personas no leemos la mente. En ocasiones no ofrecemos nuestra ayuda no porque no hayamos notado que la persona necesita nuestra ayuda sino por un fenómeno que los psicólogos conocen como “inhibición de la audiencia” o temor de parecer ridículos delante de otras personas. En el caso de la ayuda existen dos fuentes fundamentales de inhibición:

1.- Nos preocupa haber malinterpretado la situación  y que nos podamos sentir avergonzados si nos hemos equivocado: “puede que la persona esté haciendo el muerto y no flotando inconsciente en el agua”.

 En estos casos las personas para determinar si la necesidad de ayuda es genuina solemos mirar a nuestro alrededor y ver cómo están reaccionando los demás. Si vemos que se están preparando para entrar en acción o se muestran preocupados validamos nuestra percepción de que algo no va bien. Pero si no reaccionan nosotros tampoco lo haremos.

2.- Sabemos que las personas pueden ser desagradables si les ofrecemos ayuda no solicitada, porque el hecho que alguien esté teniendo dificultades no tiene que significar que no puede superar las situaciones por sí mismo. Aunque sea evidente y no existan dudas de que una persona puede beneficiarse de nuestro apoyo no tiene por qué implicar necesariamente que lo desee.

Independientemente de la preocupación porque el “beneficiario” quiera resolver su problema por su cuenta existen, también, normas o reglas no escritas sociales que pueden influir en cómo se puede percibir el ofrecimiento de ayuda y que éste sea bienvenido. Quizás la más conocida es la “norma de la privacidad familiar” que hace que procuremos evitar inmiscuirnos en cuestiones que consideramos domésticas, como por ejemplo entre parejas o padres e hijos.

Estas dos fuentes de inhibición ocasionan obstáculos importantes para una potencial ayuda, por lo que si necesitamos ayuda debemos eliminarlos y la mejor forma de hacerlo es pidiendo ayuda directamente.

La mayor parte del comportamiento prosocial acontece como respuesta a requerimientos específicos de asistencia. En el entorno laboral se ha demostrado que entre el 75% y el 90% de la ayuda que los compañeros se prestan entre si responde a peticiones directas.

PASO 3: CONSEGUIR QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE OFREZCA SU AYUDA ASUMA QUE  TIENE LA RESPONSABILIDAD DE HACERLO

El obstáculo más importante con que podemos encontrarnos en este paso es que las personas tendemos a preguntarnos que si muchas otros  pueden prestar su ayuda por qué tenemos que ser nosotros los que tengamos que hacerlo. Latane y Darley en sus investigaciones han encontrado que no es la ignorancia o la insensibilidad lo que frena a la hora de ofrecer ayuda, sino que es la existencia de muchas personas que potencialmente pueden ayudar. Acuñaron el término de “difusión de la responsabilidad” para representar esta situación. Numerosos estudios han apoyado esta idea de que cuantas más personas pueden ayudar menos lo hacen.

Por tanto, Grant recomienda que cuando busquemos apoyo debemos evitar que se genere esta confusión adjudicando a nuestro benefactor claramente la responsabilidad de ayudarnos.

PASO 4: ASEGURARNOS DE QUE LA PERSONA QUE QUEREMOS QUE NOS AYUDE PUEDE FACILITAR LA AYUDA QUE NECESITAMOS

Un obstáculo importante que puede surgir es que existan compromisos distintos que compiten entre sí. Las personas muy ocupadas suelen  rechazar una petición de ayuda directamente sin pararse a considerar si pueden ajustar sus prioridades y encajar el nuevo compromiso. No lo hacen por pereza o egoísmo sino porque sus mentes están tan ocupadas que su atención se ve limitada. La autora recomienda que en estos casos si queremos pedir ayuda:

1.- Debemos ser muy explícitos a la hora de detallar qué es lo que pedimos y qué esfuerzo le va a suponer al que nos va a ayudar.  

2.- Tenemos que pedir algo que la persona pueda asumir considerando sus otros compromisos.

3.- Debemos estar dispuestos a aceptar que la ayuda que vamos a recibir sea distinta de la que solicitamos.

Como conclusión tenemos que tener en cuenta que para facilitar su ayuda nuestro benefactor debe ser consciente de nuestra necesidad y de que deseamos su ayuda, lo que podemos facilitar si formulamos peticiones de ayuda directas y explícitas, así como razonables y claras y dirigidas fundamentalmente a un individuo y no a un grupo.

Pedir ayuda puede ser complicado no sólo porque tenemos que tener en cuenta lo que decimos y hacemos sino porque también se refiere a lo que no hacemos ni decimos. Grant sugiere que no perdamos de vista a las formas más comunes que utilizamos para pedir ayuda y que pueden resultar contraproducentes. Destaca las siguientes:

A).-  FORZAR EXAGERADAMENTE LA EMPATÍA. Ésta es un factor motivador muy potente para ayudar. Surge cuando percibimos que alguien tiene una necesidad, cunado valoramos su bienestar y, sobre todo, cuando incorporamos su perspectiva imaginando lo que debe ser estar en su lugar. Se genera en esencia al menos un sentimiento temporal de reciprocidad colectiva, por la que  creemos que tenemos que ayudar porque tenemos cosas en común con esa persona.

En el caso de la empatía el sentimiento de reciprocidad se basa en una experiencia compartida imaginaria. Entendemos lo que debe suponer estar en el arcén  de una autovía por una avería y nos mostramos dispuestos a parar para ayudar. Un aspecto de la empatía positivo es que al estar basada en la imaginación podemos sentirla por personas a las que no conocemos, en situaciones en las que nunca hemos estado.

En su justa medida buscar provocar empatía puede resultar una forma eficaz de obtener apoyo. Si nos pasamos se puede volver en contra neutra. Por ejemplo decir que compartimos el dolor puede funcionar hasta el momento en que éste sea muy grande y la persona afectada se puede cerrar e intentar huir de nosotros sin ayudarnos.

B).- PEDIR DISCULPAS PROFUSAMENTE. Si recibimos una petición de ayuda acompañada de disculpas continuas nos sentimos incómodos y puede hacer que percibamos que la solicitud es en realidad una imposición y que tenemos que hacer lo que nos piden no porque queramos sino porque debemos hacerlo.

Las disculpas que acompañan una petición de ayuda sutilmente parecen implicar que no estamos en el mismo equipo porque si no por qué estamos disculpándonos y en este sentido minan la identidad compartida del mismo, incrementando la distancia entre sus miembros y cortando los sentimientos de conexión.

Si por el contrario, pedimos ayuda porque hemos metido la pata o hemos cometido errores y necesitamos ayuda para solucionar la situación si debemos pedir disculpas por haber ocasionado el problema.

En general debemos evitar disculparnos por pedir ayuda, en lugar de ello podemos hacer una petición y ofrecer nuestro agradecimiento cuando alguien nos ayude.

C).- UTILIZAR JUSTIFICACIONES PARA DESCARGAR NUESTRA RESPONSABILIDAD. Con frecuencia aquellos que piden ayuda están tan ocupados intentando establecer que no son débiles o aprovechados que trasladan el foco del que ayuda hacia sí misamos. Dicen cosas como: “Normalmente no soy el tipo de persona que pide ayuda” “No pediría tu ayuda  si tuviese otra alternativa” o “Odio tener que pedirte esto”.

El impulso para actuar así es razonable ya que pedir ayuda nos incomoda, pero utilizar este tipo de comentarios empeoran la situación ya que por ejemplo, no voy a obtener mucha satisfacción al ayudarte si sé que odias pedírmelo y que te sientes mal por hacerlo.

Por tanto, aunque nos sintamos incómodos al solicitar ayuda hacerlo de forma positiva y relajada preocupándonos menos por nosotros y más por cómo estamos haciendo que se sientan los demás.

D).- RECALCAR EN EXCESO LO MUCHO QUE VA A DISFRUTAR LA PERSONA QUE QUEREMOS NOS AYUDE. “Te va a encantar”, “Verás que bien lo pasamos”,… No tenemos nunca que intentar convencer a los demás de que ayudarnos les va a resultar muy gratificante, ya que puede entenderse como una forma de manipulación y control que puede disminuir el sentimiento de autonomía de quien queremos nos ayude y por otra parte, supone una presunción de cómo me tengo que sentir lo que puedo interpretar como una limitación de mi libertad.

Es correcto destacar los beneficios que la ayuda puede producir siempre que sepamos hacerlo de forma sutil, por ejemplo a través de afirmaciones generales: “donar es una forma de dar algo a la comunidad”, pero no hay que mezclar razones egoístas  con las altruistas porque la manipulación será particularmente evidente.

E).- DESCRIBIR LA AYUDA NECESARIA COMO UN FAVOR MÍNIMO. De esta forma estamos intentando disminuir la incomodidad que sentimos al pedir un favor, como por ejemplo cuando decimos” Te importa dejar este paquete en la oficina ya que te pilla de paso”. Lo que ocurre es que al minimizar nuestro requerimiento estamos minimizando la ayuda que nos dan y los sentimientos positivos que se generan en el que nos ayuda y por otro lado si calculamos mal la entidad del favor puede ser malinterpretada la petición y entenderse como una falta de consideración.

F).- RECORDAR A LOS DEMÁS QUE NOS DEBEN UN FAVOR. En ocasiones podemos sentir la tentación de recordar a los demás las veces que les hemos ayudado en el pasado. El problema es que aunque debido al sentimiento de reciprocidad la respuesta normalmente va a ser positiva puede favorecer que el que reciba el requerimiento se sienta controlado. La reciprocidad funciona mejor cuando las acciones de ayuda son lo más equitativas posible, también deben ser cercanas en el tiempo salvo que el favor hay sido muy grande y deben poder encuadrarse dentro de uno delos tres tipos de reciprocidad identificados por los psicólogos: personal, relacional o colectiva.

Un aspecto importante de la reciprocidad es que si tenemos que recordar a alguien que nos debe un favor es porque no siente que nos lo debe.

G).- COMENTAR LO MUCHO QUE SU AYUDA NOS VA A BENEFICIAR. Con frecuencia cometemos el error de expresar gratitud centrándonos en cómo nos sentimos y lo felices que estamos por la ayuda recibida en lugar de centrarnos en el benefactor. Sara Algoe, Laura Kurtz y Nicole Hilaire en sus investigaciones han encontrado dos tipos de expresión de gratitud:

a).- La que elogia al otro y reconoce y valida el carácter o las competencias del que da.

b).- La que se refiere al auto beneficio al describir cómo el receptor se siente mejor debido a la ayuda recibida.

La primera se relaciona fuertemente con emociones positivas mientras la segunda no. Es importante tenerlo en cuenta porque los seres humanos tendemos a ser muy egocéntricos y solemos hablar de nosotros mismos aunque deberíamos estar pensando en y hablando de los demás. Por tanto cuando recibimos ayuda y apoyo de alta calidad queremos resaltar cómo nos hace sentir y asumimos que el que nos ayuda lo que desea escuchar es que nos ha ayudado a ser felices, olvidando que aunque esto sea verdad la motivación para ayudar está íntimamente ligada al deseo de ser buenas personas y ser admirados por ello. Los que ayudan quieren verse y que se les considere desde un prisma positivo y esto es difícil si no dejamos de hablar de nosotros mismos.

Por tanto, cuando pidamos ayuda debemos centrarnos en las cosas que refuerzan el comportamiento de ayuda: el sentimiento de ser parte de un propósito compartido, un sentido positivo de identidad y la habilidad para ver la eficacia de nuestra ayuda a través de la acción.



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