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miércoles, 23 de septiembre de 2020

QUÉ HACER CUANDO EL ESTRÉS NOS PONE EN “MODO SUPERVIVENCIA”

 


Renita Kalhorn en INSEAD Knowledge del pasado 15 de septiembre plantea que si pensamos que el estrés continuo es una situación inevitable y que es bueno para el desempeño nos equivocamos.

Los estudios de neurociencia han mostrado que cuando nuestra mente percibe amenazas en nuestro entorno social, por ejemplo a nuestro estatus o autonomía, reaccione exactamente de la misma manera que lo hace ante amenazas físicas: desencadena la respuesta al estrés de “lucha o huida”.

Ésta afecta a nuestro funcionamiento cognitivo de tres formas principales:

a).- Nos lleva a que nos centremos en exceso en esas amenazas percibidas con lo que nos distraemos o reaccionamos de forma exagerada ya que temiendo ser considerados débiles nos ponemos agresivos o a la defensiva.

b).- Alteramos nuestro pensamiento analítico, nuestra creatividad y nuestra capacidad de resolver problemas. Competencias cognitivas que son muy necesarias para los líderes.

c).- Generamos cortisol que disminuye la testosterona, la hormona que nos ayuda a reconocer las oportunidades y actuar en lugar de refugiarnos en el miedo y la indecisión.

Con la pandemia actual elevando los niveles de estrés resulta fundamental  que nunca que los líderes gestionen sus respuestas ante el estrés de forma que puedan tomar decisiones bien pensadas sobre lo que es más importante y no se encuentren en una situación de “modo de supervivencia”

Con frecuencia toleramos estar en estas situaciones porque pensamos que es el precio que hay que pagar por tener éxito y que la adrenalina generada por las grandes presiones sirven para evitar la procrastinación y movernos a la acción.

Los líderes suelen tener una alta tolerancia al estrés por lo que sobrestiman su capacidad de hacer frente a las tensiones y no reconocen que se encuentran en un “modo supervivencia” porque llevan mucho tiempo funcionando así. Su situación es la peor de ambos mundos ya que psicológicamente necesitan presiones externas para tener un mejor desempeño y esa misma presión afecta negativamente en sus posibilidades de funcionar de manera óptima.

Por tanto, es necesario utilizar un enfoque diferente. Las recomendaciones generales sobre gestión del estrés: dormir, hacer ejercicio, mindfulness, etc, aunque son un buen comienzo no abordan la causa raíz o los tres errores cognitivos que nuestra mente orientada a la supervivencia adopta de forma rutinaria: sobrestimar las amenazas, subestimar las oportunidades y los recursos.

La autora propone las siguientes recomendaciones:

1.- Dominar nuestras reacciones biológicas. El entorno social típico presenta  miles de microestresores que se mueven alrededor de lo que Karlhorn llama los “desencadenantes FASST”:

a).- Futuro: ¿Puedo predecir lo que va a pasar?

b).- Autonomía: ¿Tengo control sobre lo que hago?

c).- Estatus: ¿Cuál es mi posición relativa?

d).- Tribu: ¿Formo parte del grupo?

e).- Tiempo: ¿Tendré el tiempo suficiente?

Las pequeñas molestias que originan de estos desencadenantes, como por ejemplo un cambio de última hora en un programa de una actividad, pueden incrementar los niveles de cortisol y con el tiempo su impacto se acumula debilitando el sistema inmunitario e influyendo negativamente en nuestra capacidad de respuesta y desempeño en situaciones reales de crisis.

2.- Quemar la “grasa mental”. El pensamiento redundante y los hábitos emocionales como la procrastinación, el exceso de preocupación, el complacer excesivamente a los demás, deben eliminarse para poder efectuar cambios.

3.- Potenciar nuestros “músculos mentales”. Una vez los líderes han escapado de la vigilancia del “modo supervivencia y de auto protección” de sus mentes pueden encontrar el espacio para la reflexión y el pensamiento creativo y para expresar curiosidad, empatía y vulnerabilidad.

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