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domingo, 3 de octubre de 2021

CLAVES PARA SUPERAR LOS PREJUICIOS Y LOS ESTEREOTIPOS

 


Adam Grant en “Think again. The power of knowing what we don´t know”, que estamos comentando, plantea la necesidad de disminuir nuestros prejuicios por medio de la desestabilización de los esterotipos.

Doris Kearn Goodwin, por ejemplo, cuenta  que “Odiaba a los  Yankees con todo mi corazón, hasta el punto de tener que reconocer en mi primera confesión que deseaba el daño de otros, especialmente que deseaba que muchos Yankees neoyorquinos se rompiesen los brazos y piernas”. Las rivalidades no se producen solo en los deportes. Una rivalidad existe cuando experimentamos una especial animosidad hacia un grupo que consideramos que compite con nosotros por recursos o que pensamos que amenaza nuestras identidades. En el campo empresarial tenemos, por ejemplo, el caso de la rivalidad entre Adidas y Puma que ha sido tan intensa durante generaciones que familias se han auto - segregado basándose en su lealtad a estas marcas, llegando a ir a distintos bares y tiendas y hasta negándose a relacionarse con personas que trabajasen para la firma rival.

Al arraigarse los estereotipos y profundizar los prejuicios no solo nos identificamos con nuestro grupo sino que nos desidentificamos con nuestros adversarios, definiendo al final quiénes somos por quiénes no somos.  No solo predicamos las virtudes de nuestro grupo sino que fomentamos nuestra autoestima al enjuiciar los vicios de nuestros rivales.

Cuando las personas tienen  prejuicios hacia un grupo rival con frecuencia están dispuestas a hacer lo que sea para elevar su propia grupo y socavar a sus rivales, aunque esto implique hacer daño  o actuar incorrectamente.

Durante décadas los psicólogos han encontrado que las personas somos capaces de sentir animosidad hacia otros grupos aunque las fronteras entre ellos sean triviales. Por ejemplo en un estudio realizado entre estudiantes en el que debían elegir entre una hamburguesa y un perrito caliente y dependiendo de la respuesta asignar un dinero, se encontró que éstos estaban dispuestos a sacrificar un dólar para los que estaban de acuerdo con ellos con tal de asegurarse que los que estaban en desacuerdo recibiesen menos dinero (  el 29% eligió dar tres dólares a los que estuviesen de acuerdo y 4 a los que estuviesen en desacuerdo, mientras el 71% prefería dar 2 dólares a los que estaban de acuerdo con ellos y 1 a los que estuviesen en desacuerdo).

En toda sociedad humana las personas se sienten motivadas a buscar un sentido de pertenencia y de estatus. La identificación con un grupo nos permite cumplir estos dos requisitos al tiempo que nos convertimos en parte de una  tribu y nos sentimos orgullosos cuando dicha tribu triunfa. En estudios ya clásicos realizados en entornos universitarios en Estados Unidos los investigadores encontraron que después de que un equipo deportivo ganase los estudiantes solían vestir prendas con el logo de su universidad y si perdía no lo hacían y hablaban de que el equipo había perdido en lugar de “hemos perdido”. Las rivalidades se desarrollaban con más frecuencia entre equipos que se encontraban cercanos geográficamente y que competían regularmente, obteniendo resultados similares.

El autor, junto a Tim Kundro, ha realizado una serie de experimentos, con apasionados seguidores de los Yankees y los Red Sox,  para ver qué es lo que puede hacer que los fans repiensen sus creencias sobre sus rivales más acérrimos. Para intentar identificar sus estereotipos se les pidió que cada uno  destacase las tres cosas más negativas que encontraban en sus rivales. Casi todos utilizaron las mismas palabras para describirles, quejándose de sus acentos, sus barbas y su tendencia a oler como “palomitas pasadas”.

Una vez que nos hemos formado este tipo de estereotipos, por razones mentales y sociales, es muy difícil desmontarlos. El psicólogo George Kelly mantenía que nuestras creencias son como lentes de protección ante la realidad. Las utilizamos para que el mundo tenga un sentido y poder navegar por lo que nos rodea. Una amenaza a nuestras opiniones fractura nuestras gafas dejando nuestra visión borrosa. Por tanto es natural que nos pongamos en guardia como respuesta y nos mostremos especialmente hostiles cuando tratamos de defender opiniones que, en nuestro interior, sabemos que son falsas. En lugar de probar otro par de gafas diferentes nos convertimos en contorsionistas mentales, revolviéndonos y moviéndonos hasta que encontramos un ángulo de visión que mantenga nuestras opiniones intactas.

Socialmente existe otra razón por la que los estereotipos son tan adherentes ya que tendemos a interactuar con personas que los comparten. Este fenómeno se llama “polarización grupal”. Esta polarización se suele reforzar por la conformidad: los miembros periféricos se adaptan y obtienen estatus al seguir el liderazgo del miembro del grupo más prototípico , que con frecuencia defiende las ideas más extremas.

Diversas evidencias demuestran que cuando los equipos tratan de minimizar una rivalidad recordando a sus fans que es solo un juego, éstos sienten que su identidad está siendo devaluada y se tornan más agresivos.

Grant propone una serie de hipótesis para desmontar este patrón:

I.- AMPLIAR LAS MIRAS

Un equipo de psicólogos ha estudiado los efectos del espacio exterior en nuestro espacio interior, comprobando los cambios sufridos por más de 100 astronautas por medio de entrevistas, encuestas y análisis de sus autobiografías. Tras volver del espacio los astronautas se centran menos en los logros individuales y en la felicidad personal y se preocupan más por el bien colectivo.

Esta reacción se conoce como el “efecto  perspectiva” (overview effect): cuando llegas a contemplar la tierra desde el espacio exterior te das cuenta que compartes una identidad común con todos los seres humanos. Existe cierta evidencia de que la identidad común puede construir puentes entre rivales. Por ejemplo en un experimento se asignaron aleatoriamente a los seguidores del equipo de futbol Manchester United una breve tarea escrita. Luego se preparó una emergencia en la que un corredor con la camiseta del principal equipo rival se caía y gritaba de dolor sujetándose la pierna. La prueba consistía en ver si los fans se detendrían a ayudarle. Si previamente éstos habían escrito por qué amaban a su equipo  solo ayudaban el 30%, pero si habían escrito sobre lo que tenían en común con otros seguidores de fútbol, el 70% se detenía. Cuando se repitió el estudio con los fans de los Red Sox y los Yankees para ver si se producía esa identidad común como fans de equipos de beisbol los resultados fueron distintos ya que los seguidores de ambos equipos no mostraron una mayor tendencia a ayudar, salvo que existiese un peligro real.

II.- CONOCER A NUESTROS “ENEMIGOS”

La psicología de la paz se centra en humanizar a la otra parte. Hace unos años el psicólogo y superviviente  del Holocausto Herb  Kelman, se planteó cuestionar algunos de los estereotipos detrás del conflicto palestino – israelí intentando enseñar a ambas partes a entender y empatizar entre sí. Diseñó workshops de resolución de problemas interactivos en los que líderes influyentes palestinos e israelíes hablaban “off the record” sobre caminos hacia la paz. Durante años se reunieron para compartir sus propias experiencias y perspectivas, reconocer sus necesidades y miedos y explorar soluciones novedosas para el conflicto. Con el tiempo estos encuentros no solo sirvieron para romper estereotipos sino, también, para fomentar la creación de amistades para toda la vida.

El problema con que se enfrentó Kelman es que se conseguía confiar en los rivales que estaban al otro lado de la mesa pero se mantenían los estereotipos sobre el grupo. En un mundo ideal conocer a miembros individuales de un grupo debería servir para humanizar a todo el grupo, pero con frecuencia llegar a conocer mejor a una persona solo establece que ésta es diferente del resto de su grupo. Cuando nos encontramos con miembros de un grupo que desafían un estereotipo nuestro primer instinto no es considerarlos como ejemplos de lo que es su grupo y repensar el estereotipo sino verlos como excepciones y aferrarnos a nuestras creencias.

III.- REFLEXIONAR SOBRE LA ARBITRARIEDAD

La cronología de un estereotipo puede ser, por ejemplo, la siguiente.

1.- Tener una experiencia: Un niño con una cresta en el pelo me robó la bicicleta.

2.- Crear un estereotipo. Los niños con crestas son ladrones.

3.- Tener una nueva experiencia: Un niño con una cresta en el pelo fue agradable conmigo.

4.- Cuestionar el estereotipo: ¿Quizás los niños con crestas en el pelo no son tan malos?

5.- Cuestionar los estereotipos en general: No podemos juzgar a un niño por su pelo.

Al estudiar cómo se podría lograr un cambio en las perspectivas de los seguidores de equipos deportivos el autor ha comprobado que lo que importa es la reflexión sobre la arbitrariedad de su animosidad y no el pensar en las cualidades positivas de los rivales. Independientemente de que pudiesen considerar razones para que les gustasen sus rivales los fans mostraban menos hostilidad cuando reflexionaban sobre lo  absurda que era su rivalidad.

Fuera del entorno de un laboratorio desmantelar los estereotipos y disminuir los prejuicios rara vez ocurre de la noche a la mañana. Aunque las personas no estén en guardia levantan sus defensas enseguida en cuanto sienten que sus actitudes están siendo cuestionadas. Para llegar a ellas se necesita algo más que decirles que sus opiniones son arbitrarias. Una buena estrategia consiste en pedirles que piensen en lo que podrían creer si viviesen en una realidad alternativa. Esto es lo que se llama pensamiento contrafactual, que en psicología implica imaginar cómo las circunstancias de nuestra vida se podrían haber desarrollado de forma diferente.

Cuando somos conscientes de que entonces seguramente habríamos mantenido otros estereotipos podemos estar dispuestos a revisar y actualizar nuestras opiniones. Para activar este tipo de pensamiento podemos hacer preguntas del tipo: ¿Qué estereotipos diferentes tendríamos si hubiésemos nacido siendo negros, asiáticos o hispanos?, ¿Qué opiniones tendríamos si hubiésemos crecido en una ciudad o en una granja, o en una cultura en otro lugar del mundo?¿A qué creencias nos aferraríamos si hubiésemos vivido en el siglo XVIII? Esta clase de preguntas contrafactuales invitan a las personas a explorar los orígenes de sus propias creencias y a reconsiderar sus posturas en relación con otros grupos.

Las personas se sienten más humildes cuando reflexionan sobre cómo circunstancias diferentes les podrían haber llevado a mantener creencias distintas. Pueden concluir pensando que algunas de sus convicciones son demasiado simplistas y que deben cuestionar algunas de sus opiniones negativas, lo que puede incrementar su curiosidad sobre alguno de los grupos que han estereotipado y acabar descubriendo algunos aspectos comunes inesperados.

En ocasiones abandonar nuestros estereotipos implica darnos cuenta de que muchos de los miembros de un grupo odiado no son tan terribles como pensamos. Esto suele ocurrir cuando les conocemos personalmente. Durante más de 50 años los científicos sociales han evaluado los efectos de los contactos intergrupales. En un meta – análisis de más de 500 estudios con más de 250.000 participantes  la interacción con miembros de otro grupo reducía los prejuicios en un 94% de los casos.

 

 

 

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