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domingo, 20 de febrero de 2022

LA ARISTOCRACIA DEL TALENTO

 


Adrian Wooldridge, en “The aristocracy of talent. How meritocracy made the modern world”, plantea que la meritocracia o la idea de que las personas deben avanzar en función de sus talentos y no de su nacimiento, aunque inicialmente parecía un concepto novedoso al final del siglo veinte se convirtió en la ideología que regía en el mundo. Pero actualmente parece que está siendo atacada desde todos los frentes.

El término meritocracia fue inventado en1958 por el sociólogo británico Michael Young y ha logrado ser muy popular. Una sociedad meritocrática combina  cuatro cualidades relevantes:

a).- Se enorgullece del grado en que las personas pueden salir adelante en la vida gracias a sus talentos naturales.

b).- Procura garantizar  la igualdad de oportunidades al facilitar educación para todos.

c).- Prohíbe la discriminación en función de raza o género o cualquier otra característica irrelevante.

d).- Adjudica los trabajos en función de una competición abierta y no de nepotismo.

La idea de la meritocracia está moldeando la sociedad de arriba hacia abajo. Una parte creciente de las grandes fortunas en la actualidad están en manos de personas con gran capacidad intelectual, como son los caso de Bill Gates , Mark Zuckerberg, George Soros o Jeff Bezos.

La creencia de Bill Clinton, por ejemplo, de que existe una conexión estrecha entre las retribuciones recibidas y el aprendizaje cada vez es más acertada. En los Estados Unidos un joven graduado universitario gana un 63%  más, de media, que un graduado en bachillerato. Estas cifras son el doble de las que existían en 1980 y están en continuo crecimiento.

Por otro lado, la idea de la meritocracia está siendo cuestionada por una gran variedad de críticos que denuncian a esta ideología como una trampa, tiranía o instrumento de la opresión de la raza blanca. Las críticas proceden de una gran diversidad de fuentes, desde académicos de élite a populistas iracundos.  Se alimenta de algunas de nuestras ansiedades más profundas sobre todo, desde, por ejemplo, las injusticias raciales hasta los efectos psicológicos de la hipercompetitividad.

Los teóricos del racismo se muestran muy hostiles ante la idea de la meritocracia, que consideran que es una forma de justificar las desigualdades sociales tratándolas como inequidades naturales. Rechazan la base intelectual de la meritocracia y el hecho de que los individuos sean juzgados como individuos en lugar de como  miembros de un grupo étnico. Para ellos el legado de la esclavitud y el colonialismo está presente en casi todo lo que hacemos, la identidad racial impregna todo y la “ceguera” ante el color no solo es imposible sino que al negar la realidad, constituye una forma de racismo en sí misma. La única forma de crear un futuro mejor consiste en la lucha colectiva para alcanzar fines colectivos.

Los populistas conservadores pueden estar en el lado opuesto ideológicamente de los anteriores pero comparten su feroz hostilidad hacia la meritocracia. Critican que la llamada élite cognitiva ha  hecho un trabajo desastroso cuando han tenido la oportunidad de liderar el mundo.

Muchas de las críticas más acervas de la meritocracia vienen del mismo corazón de la meritocracia. Daniel Markovits en su libro “The meritocracy trap” argumenta que el mérito no es más que una farsa, ya que la meritocracia se ha convertido en lo contrario de lo que se pretendía que fuera. Es una forma de transmitir privilegios heredados de una generación a otra a través del mecanismo de la educación de élite. Miembros de la élite dedican millones para adquirir ventajas educativas para sus hijos, mientras que los niños más pobres se ven atrapados en colegios de baja calidad.

Michael Sandel en su libro “The Tyranny of Merit” presenta un mensaje del mismo tipo. Para él la meritocracia es tóxica ya que transmite el mensaje a los que están en un lugar bajo que merecen su suerte, con lo que les minusvaloran como seres humanos.  

Tras estas quejas late cierta verdad. Los críticos tienen razón cuando alegan que la teoría de la meritocracia puede ser, con frecuencia, un disfraz para mantener privilegios de clase. Los niños privilegiados que cuentan con padres que les apoyan y atienden buenos centros educativos tienen más posibilidades de desarrollar todo su potencial que los niños de entornos pobres.

También tienen los críticos razón cuando defienden que la meritocracia supone estar sometido a una inflexible supervisión. La mayoría de los profesionales pasan su vida en una cinta rodante interminable como prisioneros. Sus primeros 25 o 30 años están dedicados a superar exámenes, estudiando en universidades de prestigio, para encontrar un hueco en compañías  de renombre y pasar los siguientes 25 a 30 años intentando obtener promociones, gustar a sus jefes y hacerse un nombre. Asimismo al ir envejeciendo vuelcan sus obsesiones meritocráticas en sus hijos.

Estos hechos plantean una serie de preguntas:

1.- ¿Cuál puede ser exactamente el problema con la idea de la meritocracia?

Puede ser que parece que apoya el estatus quo como critican desde la extrema izquierda o será que mantiene a todos en un estado de ansiedad perpetua como critican los defensores de ideas comunitarias.

2.- ¿Los problemas de la meritocracia están inherentes en la idea de lo que supone o son consecuencia del fracaso de implementar la meritocracia de la forma adecuada?

Los profesores Markovits y Sandel están preocupados porque piensan que la meritocracia está ejerciendo una presión intolerable para triunfar. Pero pueden existir otras explicaciones para esta presión como la moderación en el crecimiento económico que incrementa la competencia por los trabajos más deseables o el incremento continuo de los conocimientos que deben ser dominados que fuerza a los profesionales a trabajar cada vez más para mantenerse actualizados.

3.- ¿Existe un sistema mejor para organizar el mundo?

La pregunta relevante no es si la meritocracia tiene defectos sino si tienen menos defectos que las otras alternativas posibles. Sus defensores no argumentan que sea perfecta sino que realiza un mejor trabajo cuando las alternativas de reconciliar diversos bienes que inevitablemente están en tensión unos con otros como puede ser el caso de justicia social y eficiencia económica o aspiraciones individuales y oportunidades limitadas.

Una de las razones por las que el actual debate sobre la meritocracia es tan frustrante es porque nos falta perspectiva histórica. La historia de la meritocracia revela tres aspectos vitales para entender nuestra situación actual:

I.- LA MERITOCRACIA ES UNA IDEA REVOLUCIONARIA

Durante miles de años la mayor parte de las sociedades han estado organizadas de acuerdo con los principios opuestos de la meritocracia: las personas heredaban sus puestos en órdenes sociales fijos. El mundo estaba gobernado por dinastías reales. Los cargos apetecibles se compraban y vendían como muebles y el nepotismo era una forma de vida. La posibilidad de ascenso social no se fomentaba y en ocasiones se encontraba fuera de la ley.

La idea de la meritocracia estaba en el centro de las cuatro grandes revoluciones que crearon el mundo moderno: la Revolución Francesa se dedicó al principio de “una carrera abierta a los talentos”, la Revolución Americana proponía la idea de que se debía permitir a las personas vivir, tener libertad y ser felices sin las restricciones de una sociedad feudal, la Revolución Industrial significó una liberación y la revolución Liberal que surgió en Gran Bretaña pero tuvo mucha influencia en la clase social media europea, introdujo la competencia abierta en el corazón de las administraciones públicas y de los sistemas educativos.

La meritocracia transformó la sociedad occidental al reformar la forma en la que la sociedad asignaba los puestos principales y la naturaleza de la educación enfatizando la importancia de las capacidades intelectuales, eliminando las prerrogativas derivadas del nacimiento en determinadas circunstancias sociales. Alexis de Tocqueville escribió que ” Parece claro que la principal fuente de disparidad en la fortuna de los hombres se encuentra en la mente”. La aceptación de esta fuente clave de disparidad por la sociedad supuso una revolución intelectual al rechazar la ética aristocrática por una basada en la meritocracia.

En una sociedad meritocrática:

a).- Las personas son sobre todo individuos responsables de su suerte, mientras en la sociedad aristocrática lo que importaba eran las relaciones de las personas con la familia y la tierra.

b).- Las personas son juzgadas en base a sus cualidades personales.

c).- Es un honor no tener antepasados ilustres.

En su inicio las clases trabajadoras asumieron sus principios para probar que eran igual de buenas que sus supuestos “mejores” sociales.

II.- LA MERITOCRACIA ES UNA IDEA VERSÁTIL

Todos podemos estar de acuerdo en lo que significa en términos generales: permitir que las personas se eleven tanto como sus esfuerzos y talentos les lleven. Pero en la práctica  vemos que la idea de talento ha cambiado con el tiempo. Hasta principios del siglo veinte tenía connotaciones morales además de intelectuales. En el siglo veinte con la aparición del concepto de cociente intelectual y de la tecnocracia se valoraron más las capacidades técnicas.

Existen diversos tipos de meritocracia. Entre ellos tenemos:

a).- Política. Defiende que el principio del mérito debe aplicarse en el corazón del régimen político. Platón soñaba con un estado en el que las personas con más talento gobernasen.

b).- Tecnócrata. Enfatiza a importancia del experto técnico, llegando hasta la exclusión de otros aspectos como el carácter o  la virtud.

c).- Académica. Se centra en los resultados académicos.

III.- LA MERITOCRACIA ES CAPAZ DE AUTOCORREGIRSE

Precisamente por su capacidad revolucionaria y su versatilidad. La aristocracia del talento solo puede sobrevivir si está reclutando constantemente talento de toda la sociedad y degradando a los miembros de la élite que carecen de él. Debe ser reconocida cuando incomoda al estatus quo, pero si distorsiona los principios de la meritocracia para utilizarlos como una forma de atrincherar la  posición en la élite de la sociedad de determinados individuos debe ser cuestionada.

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