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domingo, 1 de mayo de 2022

EL JUEGO INFINITO

 


Simon Sinek en “The infinite game”  plantea que muchas de las  pruebas a las que se enfrentan las organizaciones existen simplemente porque sus líderes juegan  con un patrón mental finito en un juego que es infinito. Sus organizaciones tienden a irse quedando atrás en lo referente a la innovación, esfuerzo discrecional, moral y por tanto en el desempeño.

Los líderes que abrazan un patrón mental infinito, en cambio, construyen organizaciones más fuertes, innovadoras e inspiradoras. Sus profesionales confían unos en otros y en sus líderes, contando con la resiliencia para prosperar en un mundo en cambio constante, mientras sus competidores se van quedando atrás.

En el curso de la historia humana hemos podido contemplar los beneficios del pensamiento infinito en numerosas ocasiones. El ascenso de las grandes sociedades, los avances en la ciencia y la medicina y la exploración del espacio son ejemplos de lo que ocurre cuando grandes grupos de personas  eligen colaborar , unidas por una causa común , sin un fin claro en el horizonte, porque sentían que estaban contribuyendo a algo mayor que ellas mismas, algo que aportaría un valor que trascendería sus propias vidas.

Actuar con una visión infinita y a largo plazo no es sencillo, necesita mucho esfuerzo. Como seres humanos tenemos la tendencia natural a buscar soluciones inmediatas a los problemas incómodos y a priorizar los éxitos rápidos para que nuestras ambiciones avancen. Tendemos a contemplar el mundo en términos de éxitos y fracasos, de ganadores y perdedores. Esta perspectiva puede funcionar a veces en el corto plazo, pero como estrategia para que las organizaciones operen puede traer graves consecuencias en el largo plazo. Los grandes líderes son los que piensan más allá del corto plazo, que son conscientes de que no tienen que centrarse en lo cercano o en la siguiente elección sino en el porvenir de las nuevas generaciones.

Existen dos tipos de juegos: finitos e infinitos. Los primeros son jugados por jugadores conocidos y existe un objetivo bien conocido que cuando se alcanza finaliza el juego. El futbol, por ejemplo, es un juego finito: los jugadores visten uniformes, son fácilmente identificables y  existen una serie de reglas y personas que garantizan su cumplimiento. Todos los jugadores están de acuerdo en jugar conforme a las reglas establecidas y aceptan penalizaciones si no las acatan y en que el equipo que marque más goles gana. En los juegos finitos existe siempre un comienzo, un aparte media y un final.

Los juegos infinitos son jugados por jugadores conocidos y desconocidos, No existen unas reglas acordadas aunque puedan existir leyes que gobiernen cómo se comportan los jugadores, dentro de unos amplios límites los jugadores pueden operar como quieran. La forma en que cada jugador escoge jugar depende de él y si quieren romper las convenciones pueden, así como pueden cambia rla forma de jugar en cualquier momento, por cualquier razón.

Los juegos infinitos tienen horizontes temporales infinitos y cómo no existe una línea final marcada no existe el concepto de ganador. El objetivo primario consiste en continuar jugando para perpetuar el juego.

El mundo de la empresa es un ejemplo de juego infinito. Podemos no conocer a todos los jugadores y otros nuevos se pueden ir incorporando en cualquier momento. Todos los jugadores establecen sus propias estrategias y tácticas y no existe un conjunto de reglas fijas con las que estén todos de acuerdo, más allá de las legales y éstas varían según los países. A diferencia de en un juego finito no existe un comienzo, intermedio o final predeterminado en el mundo de los negocios. Aunque muchos de los jugadores puedan acordar determinados intervalos de tiempo para evaluar su desempeño en relación al de los demás, por ejemplo el año fiscal, éstos representan marcadores en el curso del juego, ninguno señala el final del juego.

Aunque muchas compañías están jugando en un juego en el que no pueden ganar, demasiados líderes continúan jugando como si sí pudieran hacerlo, afirmando que son los mejores o que son el número 1. Para una empresa el ser el número puede estar basado en el número de clientes a los que sirven, para otra puede estar en relación con los beneficios, desempeño en bolsa, número de empleados o de oficinas que tienen en el mundo.  En los juegos infinitos existen múltiples métricas por lo que nunca se puede elegir un ganador.

En un juego infinito el verdadero valor de la organización no se puede medir por el éxito que haya obtenido basándose en métricas arbitrarias en periodos de tiempo arbitrarios. El verdadero valor se mide por el deseo que otros tienen de contribuir en la capacidad d esa organización para seguir teniendo éxito, no solo durante el tiempo que estén presentes, sino más allá de éste. Mientras un líder con un patrón mental finito trabaja para obtener algo de sus empleados, clientes y accionistas para alcanzar unas métricas arbitrarias, el líder con patrón mental infinito trabaja para asegurar que sus empleados, clientes y accionistas permanezcan inspirados para  que continúen contribuyendo con su esfuerzo y sus inversiones. Los jugadores en un juego infinito quieren dejar las organizaciones en mejor estado que las encontraron.

Según James Carse un líder con mentalidad finita juega para acabar el juego; para ganar. Y si quieren ser los ganadores tienen que existir los perdedores. Juegan para ellos mismos y quieren derrotar a los demás. Todos sus planes y movimientos los realizan con una mentalidad de ganar. Los jugadores de un juego infinito, por el contrario, juegan para seguir jugando, lo que implica construir una organización que pueda sobrevivir a sus líderes. Por ejemplo mientras un líder de mentalidad finita hace productos que piensa que puede vender a las personas,  el líder de mentalidad infinita se centra en productos que las personas quieran comprar. El primero pone el foco principalmente en cómo la venta de los productos puede beneficiar a la compañía mientras el segundo  lo pone en cómo los productos pueden beneficiar a aquellos que los compran.

Al estar jugando con un final en mente los jugadores de mentalidad finita, según Carse, no quieren sorpresas y temen cualquier tipo de disrupción. Las cosas que no pueden predecir o no pueden controlar pueden alterar sus planes  e incrementar sus posibilidades de perder. El jugador de mente infinita espera las sorpresas, hasta se regocija con ellas y está preparado para ser transformado por ellas. Buscan la libertad de jugar y están abiertos a cualquier posibilidad que les mantenga dentro del juego. En lugar de ver formas para  reaccionar a lo que ya ha pasado, quieren encontrar cómo hacer algo nuevo. Una perspectiva infinita nos libera de quedarnos atascados en lo que los demás hacen, lo que permite tener una visión más amplia. Por ejemplo en  lugar de reaccionar pensando en cómo la tecnología puede alterar nuestros modelos de negocio, hacerlo centrándonos en cuáles pueden ser las aplicaciones de esa nueva tecnología.

Grandes productos fracasan todo el tiempo, por múltiples razones y entre ellas hay que considerar la forma en que las compañías son lideradas. Los líderes con mentalidad finita priorizan las comparaciones y el ganar por encima de todo, por lo que establecen estrategias y estructuras que les ayuden alcanzar metas finitas y con este patrón mental fuertemente arraigado en casi todos los aspectos de la organización se produce una visión en túnel. El resultado es que los profesionales en la misma se centran excesivamente en lo urgente a expensas de lo importante. Los ejecutivos instintivamente comienzan a responder a los hechos conocidos en lugar de explorar o adoptar posibilidades desconocidas. En ocasiones los líderes llegan a obsesionarse tanto con lo que la competencia está haciendo, creyendo equivocadamente que deben reaccionar ante cualquier movimiento de ésta, que se vuelven ciegos ante los conjuntos de mejores opciones que podían fortalecer sus propias organizaciones.

Cunado los líderes mantienen un patrón mental finito o ponen demasiado énfasis en los objetivos finitos pueden llegar a ser los números 1 en una serie de métricas arbitrarias en un periodo de tiempo arbitrario, pero esto no quiere decir que están haciendo  lo que deben para asegurar que la compañía se va a mantener durante el máximo tiempo posible. De hecho, frecuentemente, las cosas que hacen dañan a la compañía y pueden acelerar su desaparición.

Al centrarse estos líderes en el corto plazo con frecuencia emplean estrategias o tácticas que les permiten obtener los resultados buscados a costa, por ejemplo, de reducir las inversiones en investigación y desarrollo, reducción extrema de costes ( despidos frecuentes, materiales de peor calidad , etc ). Estas decisiones sacuden violentamente la cultura de la organización y los profesionales empiezan a darse cuenta de que nadie está seguro y como respuesta adoptan una forma de trabajo que les permita su autopreservación, por ejemplo acumulando información, escondiendo lo errores y operando con mayor cautela y evitando los riesgos. Para protegerse a sí mismos no confían en nadie. Otros adoptan la mentalidad de la supervivencia del más fuerte y sus tácticas se vuelven agresivas.

Existen tres factores que tenemos que considerar cuando decidimos cómo liderar:

a).- No podemos elegir si un determinado juego es finito o infinito.

b).- Podemos elegir si queremos o no queremos participar en él.

c).- Si decidimos participar podemos elegir si jugamos con un patrón mental finito o infinito.

Si seleccionamos el infinito debemos seguir cinco prácticas esenciales:

1.- Defender una causa justa.

2.- Construir equipos que tengan confianza.

3.- Analizar a los principales rivales.

4.- Prepararnos para la flexibilidad existencial.

5.- Demostrar el coraje para liderar.

Mantener un patrón mental infinito es muy duro y lo normal es que en ocasiones nos desviemos del camino. Somos humanos y falibles, caemos víctimas de ataques de codicia, miedo, ambición, ignorancia, presiones externas, intereses contrapuestos, ego, etc. Para complicar las cosas aún más los juegos finitos son seductores, pueden ser divertidos y excitantes y hasta adictivos. Como en las apuestas cada ganancia, cada gol, libera un chute de dopamina en nuestros cuerpos, animándonos a seguir jugando de la misma forma, para intentar volver a ganar. Debemos ser fuertes para resistir la tentación.

No podemos esperar que un líder lidere con un patrón mental infinito perfecto o que pueda mantener siempre ese patrón mental. Tal como es más fácil centrarnos en un a meta finita y fija que en una visión infinita del futuro, es más fácil liderar una compañía con un patrón mental finito, especialmente en tiempos complicados.

Independientemente de la forma en que elijamos jugar es esencial que seamos honestos con nosotros mismos y con los demás sobre cuál ha sido nuestra elección. Solo cuando los que nos rodean lo sepan podrán ajustar sus expectativas y comportamientos en consecuencia. Tienen derecho a saber cómo vamos a jugar para poder tomar decisiones inteligentes sobre si quieren trabajar con nosotros, comprar nuestros productos o invertir en ellos. Si ven que hemos adoptados las cinco prácticas del líder con patrón mental infinito podrán tener la confianza de que estamos centrados en el camino que vamos a seguir y comprometidos en el cuidado de los demás durante el mismo. También podrán confiar en que lucharemos para resistir las tentaciones del corto plazo y actuaremos éticamente mientras contribuimos a que nuestra organización pueda sobrevivir y prosperar durante mucho tiempo.   

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