En una entrada anterior hemos empezado a analizar las ideas que
plantea Adam Grant, en su libro "Give
and take" (“Dar y tomar”), sobre la necesidad, para tener éxito en
todas las facetas de nuestra vida, de que no nos centremos exclusivamente
en nosotros sino que nos preocupemos también por los demás. Grant
distingue dos tipologías situadas en los extremos del espectro de la
reciprocidad en el trabajo: donantes y receptores o "tomadores" y presenta, en el libro
mencionado, distintos aspectos del comportamiento y actuaciones de cada estilo.
Ya hemos visto como cada estilo desarrolla sus propias redes sociales y las
interacciones que crean y vamos a seguir con:
II.- EL
EFECTO PROPAGACIÓN. COLABORACIÓN Y LAS DINÁMICAS DE DAR Y RECIBIR
RECONOCIMIENTO.
Liz Wiseman en “Multipliers” distingue entre “genios” y “fabricantes de genios”.
Los primeros tienden a ser receptores, que para promocionar sus propios
intereses “chupan y agotan” la inteligencia, energía y capacidades de los
demás. Los segundos, por el contrario, tienden a ser donantes y utilizan su
inteligencia para ampliar las competencias de los demás.
Los
receptores pueden tener una capacidad especial para generar ideas
creativas y defenderlas ante la posible oposición. Al poseer una enorme
confianza en sus propias opiniones se sienten libres de las ataduras de
la aprobación social que constriñe la imaginación de muchas personas.
Parecería, por tanto, que el secreto para ser creativo sería ser receptor. Pero
esta hipótesis no es del todo cierta, ya que los donantes, no sólo se
ocupan de desarrollar su creatividad, sino la de los que les rodean.
Nuestro
éxito rara vez depende exclusivamente de nuestro trabajo. Se tiene que apoyar
con gran frecuencia en el de los demás. Grant pone como ejemplo un estudio
realizado por Robert Huckman y Gary Pisano en el que estudiaron los
resultados obtenidos por 203 cirujanos cardíacos al realizar la técnica de
bypass coronario. Descubrieron que el factor que más influía en éstos era el
lugar donde se llevaba a cabo la intervención. El equipo quirúrgico era
fundamental, conocer a sus componentes y sus hábitos y formas de trabajo era
determinante para obtener buenos resultados, por lo que si el cirujano
cambiaban de centro se podían resentir los resultados. Otra investigación
realizada por Boris Groisberg, esta vez entre analistas financieros durante nueve
años mostró que cuando las “estrellas” cambiaban de empresa su desempeño bajaba
y se mantenía más bajo al menos durante los cinco años siguientes. Esto no
ocurría si se trasladaban con su equipo. En ambos casos se demuestra que
tanto los cirujanos cardíacos como los analistas “estrella” dependían
fuertemente de colaboradores que les conocían bien o que tenían un alto nivel
de desempeño por ellos mismos.
A los
receptores no les gusta aceptar este hecho, ya que suelen pensar que son
superiores y por tanto tienden a separarse de los demás. Creen que si dependen
mucho de los demás serán vulnerables y podrán ser superados.
Los
donantes, en cambio, desechan la creencia de que la interdependencia es
sinónimo de debilidad. La contemplan más como una fuente de fortaleza, ya que
aúna las habilidades de múltiples personas para lograr algo mejor.
Una
característica que define la forma en la que los donantes colaboran es que
asumen las tareas que van a redundar en el mejor interés del grupo y no
necesariamente las que sean más beneficiosas para sus intereses personales.
Esto hace que los equipos obtengan mejores resultados. Diversos estudios
demuestran que cuantas más “donaciones” se produzcan en un equipo mejor será la
cantidad y calidad de los productos y servicios que genere éste. Pero no sólo
se beneficia el grupo en su conjunto ya que las investigaciones muestran
que las personas que dedican su tiempo y conocimiento habitualmente a ayudar a
sus compañeros terminan teniendo más posibilidades de promoción y de altas
retribuciones en diversos sectores que van desde la banca a distintas
industrias.
Existe
un término que se utiliza para describir esta conducta y es “comportamiento de expedición”. Fue
acuñado por el National Outdoor Leadership School norteamericano que facilita
formación en condiciones extremas en la naturaleza a distintos colectivos,
incluidos, por ejemplo los astronautas de la NASA. Esta conducta conlleva
el poner la misión y las metas del grupo por delante de las nuestras y siendo
generosos y desprendidos, mostrar el mismo nivel de preocupación por los demás
que el que sentimos por nuestro propio bienestar. John Kanengieter ,
profesor de liderazgo en dicha escuela de negocios, añade que: “no es un juego
de suma cero; cuando das ganas más como respuesta”. Por ejemplo al estar
mostrando que su principal objetivo es el beneficio del grupo, los donantes
obtienen el respeto de sus colaboradores.
En un
artículo considerado como un clásico el psicólogo Edwin Hollander argumentaba
que, cuando las personas actúan generosamente en grupo ganan “créditos de
idiosincrasia” que serían impresiones positivas que se acumulan en las mentes
de sus miembros. Como muchas de sus integrantes van a pensar y actuar con el
estilo intermedio que hemos visto entre donante y receptor, al trabajar en un
equipo llevarán un registro de los créditos y débitos de cada uno de sus
miembros. Cuando uno de ellos gane sus “créditos de idiosincrasia” va a obtener
por parte de los integrantes que tienen estos rasgos intermedios la licencia
para desviarse y salirse de las normas del grupo, siendo recompensados así por
sus sacrificios.
Otras
investigaciones, realizadas por el autor y distintos colaboradores, muestran
que los donantes reciben un crédito extra cuando ofrecen ideas que cuestionan
el status quo. Cuando los receptores presentan sugerencias de mejora sus
compañeros las reciben con escepticismo, dudando de que las verdaderas
intenciones no sean la obtención de un beneficio personal para el que las
propone. Pero cuando las ideas, aunque puedan ser consideradas amenazantes, son
planteadas por los donantes sus colegas escuchan, están más predispuestos a
considerarlas y les reconocen sus buenas intenciones ya que piensan que
están motivadas por un genuino deseo de contribuir al bien del equipo.
Un
fenómeno que se suele producir en entornos de colaboración es el que se conoce
como “prejuicio de la responsabilidad”
y consiste en exagerar nuestras aportaciones en relación a las contribuciones
de los demás. Es un error ante el que se muestran especialmente
vulnerables los receptores y viene motivado parcialmente por el deseo de vernos
y ser vistos de forma positiva. Otro factor que influye es la “discrepancia de
información”, ya que tenemos un mayor conocimiento de cuáles son nuestras
aportaciones. Vemos todos los esfuerzos que dedicamos a una determinada tarea
pero sólo contemplamos parcialmente los de los demás.
Este
prejuicio es el origen de muchos fracasos en la colaboración entre personas y
en concreto entre miembros de los equipos. Las relaciones profesionales se
desintegran si pensamos que nuestros compañeros no nos están concediendo el
crédito que merecemos por nuestras intervenciones o ellos no están realizando
la parte que en justicia les corresponde. En el caso de los receptores al ser
su motivación el recibir más que lo que dan cuentan minuciosamente cada
contribución que hacen, para así defender que ellos realizan “la parte
del león”.
Una
técnica que se puede utilizar para intentar neutralizar este prejuicio consiste
en centrar nuestra atención en las aportaciones de los demás. Para ello podemos
recogerlas en una lista antes de analizar nuestra contribución. Distintos
estudios han mostrado que cuando los profesionales piensan en toda la ayuda que
han recibido de sus jefes, antes de pensar en cómo contribuyen ellos, su
estimación se duplica.
Los
donantes no tienen dificultades para reconocer el trabajo que realizan los
demás. En un estudio realizado por el psicólogo Michael Mc Call éste pedía a
los participantes que cumplimentasen una encuesta en la que se intentaba medir
si eran donantes o receptores y se les pedía que tomasen decisiones formando
parejas sobre la importancia de diferentes objetos para sobrevivir en el
desierto. Aleatoriamente les dijo al 50% de las parejas que habían fallado y al
resto que habían acertado. Los receptores culparon a sus parejas de los fallos
y reclamaron el crédito de los éxitos. Los donantes procuraron asumir y
reconocer su intervención en el fracaso y les dieron a sus parejas el mayor
crédito por los éxitos. Estos últimos tratan de crear en sus equipos el sentido
de lo que es conocido como “seguridad psicológica” y que consiste en la
creencia de que puedes asumir riesgos sin ser penalizado o castigado. Diversas
investigaciones como por ejemplo la de la profesora de Harvard Business School,
Amy Edmonson, muestran que en un entorno de seguridad psicológica las personas
aprenden e innovan más. El aspecto negativo que algunos directivos piensan que
tiene el enfoque de la seguridad psicológica es que los profesionales pueden
entender que al tolerar los errores se les está mandando el mensaje de que no
pasa nada si los cometen y en determinados entornos, como por ejemplo el
sanitario esto puede resultar peligroso. el estudio de Edmonson, en 8 unidades
de un hospital demostró que esta hipótesis no es cierta ya que en las unidades
en las que no existía esta sensación de "seguridad psicológica" los
profesionales ocultaban sus errores para no ser castigados y no aprendían de
los mismos. En las que tenían un alto nivel de la misma la notificación de los
fallos permitía corregirlos y evitar que volviesen a ocurrir.
Otro
aspecto que es importante considerar al analizar los estilos de colaboración es
el de las "lagunas en la
perspectiva": cuando no estamos experimentando, con intensidad, un
determinado estado físico o psicológico tendemos a subestimar el grado en el
que nos puede afectar. Por ejemplo la evidencia muestra que los médicos suelen
creer que sus pacientes están sufriendo menos dolor del que manifiestan. Al no
estar ellos padeciendo esos dolores no pueden ponerse en el lugar del enfermo.
Los
receptores suelen ser más propensos a estas "lagunas", mientras los
donantes son más capaces de ponerse en el lugar de los demás e intentar
contemplar los hechos y situaciones desde la perspectiva de los otros.
Normalmente
diversas investigaciones muestran que cuando queremos tener en cuenta las
perspectivas de los demás tendemos a mantenernos dentro de nuestro propio marco
de referencia y nos preguntamos: "¿Cómo me sentiría yo en esa
situación"? Para poder ayudar realmente a los demás debemos salir del
mismo y preguntar "¿Cómo se sentirá el afectado en esa situación?".
Esta habilidad de imaginar las cosas desde la perspectiva de los demás en lugar
de quedarnos atascados en las nuestras es un signo distintivo de los donantes
que tienen éxito a la hora de colaborar.
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