Adam Grant, en su libro “Give and Take” que estamos analizando, tras plantear cómo
los distintos estilos: donante/receptores desarrollan sus propias redes sociales y
las interacciones que crean y las dinámicas de dar y recibir
reconocimiento, pasa a describir el enfoque que ambos tienen a la hora de
detectar y potenciar el talento de sus colaboradores.
III.- BÚSQUEDA DEL DIAMANTE EN BRUTO.
Una
faceta que destaca en los donantes y que les ayuda a triunfar en el mundo
laboral es su capacidad de reconocer el potencial de los demás. Diversa
investigaciones han demostrado que las creencias pueden originar profecías
autocumplidas: por ejemplo, si los profesores piensan que sus alumnos tienen un
alto potencial tendrá unas expectativas muy altas sobre su desempeño y se
esforzarán más para desarrollar la confianza de los alumnos y su nivel de
aprendizaje. Se comunicarán mejor con ellos, les asignarán proyectos más
retadores y les facilitarán más apoyo y feedback.
Este
comportamiento se ha comprobado que se repite en otros sectores. La evidencia
muestra que las creencias de los directivos pueden catalizar muchas profecías
autocumplidas en distintos entornos. Brian Mc Natt, por ejemplo, realizó un
análisis exhaustivo de diecisiete estudios diferentes en distintos tipos de
organizaciones y con más de tres mil profesionales participando. Comprobó que
cuando a los directivos se les asignaban de forma aleatoria colaboradores que
se suponía que tenía un alto potencial. Éstos últimos demostraban que lo tenían
y florecían. Mc natt anima, por tanto, a los directivos a reconocer el poder y
la influencia que tienen el:
a).-
Tener un genuino interés y creer en el potencial de sus profesionales.
b).-
Apoyar a los demás para desarrollar su potencial y comunicarles sus creencias
sobre sus posibilidades, incrementando de este modo su motivación.
Los
receptores no suelen actuar de la forma anteriormente expuesta. No suelen tener
confianza en los demás. Como asumen que la mayor parte de las personas son
también receptores tienen unas expectativas bajas sobre el potencial de sus
compañeros y subordinados. Diversas investigaciones muestran que los receptores
dudan de las intenciones de los demás,
piensan que les pueden dañar, vigilan y buscan información para evitar esto y tratan
a los demás con desconfianza. Estas expectativas bajas desencadenan un círculo
vicioso que les lleva a intentar constreñir el desarrollo y la motivación de
los profesionales a su cargo. Aunque se sientan impresionados por las
capacidades y motivación de los demás, tenderán a ver a esas personas como
amenazas por lo que estará menos deseoso de ayudar en su desarrollo. Como
resultado de estos comportamientos y actitudes los receptores con frecuencia
evitan adoptar conductas de apoyo y colaboración que faciliten el desarrollo de
sus compañeros y subordinados.
Los
directivos que mantienen una actitud de equilibrio donante-receptora están
mejor equipados para inspirar profecías autocumplidas. Al valorar la
reciprocidad cuando un compañero o subordinado demuestra un alto potencial
procuran ayudar, animar y favorecer el
desarrollo de éste. El error que suelen cometer es que no adoptan una actitud
proactiva. Esperan a que los signos de alto potencial sean evidentes y, con
frecuencia, esperan a ofrecer su apoyo a que exista evidencia de ese potencial,
con lo que pierden la oportunidad de desarrollar a las personas que al
principio no muestran destellos de talento o de alto potencial.
Los
donantes no esperan a ver signos de alto potencial. Como suelen mostrarse confiados y optimistas respecto a las
intenciones de los demás, en sus roles como directivos se sienten inclinados a
ver el potencial que tienen todas las
personas y a intentar sacar lo mejor que cada una de ellas puede ofrecer.
La
mayoría de las organizaciones siguen un modelo básico de desarrollo de
liderazgo: identifican a las personas con alto potencial y se ocupan de
facilitarles el mentoring, apoyo y recursos necesarios para que puedan crecer y
alcanzar su máximo potencial. Para encontrar a estos profesionales se dedican
grandes cantidades de dinero para evaluar el talento. Pero la identificación de
éste puede ser un comienzo erróneo. Durante mucho tiempo los psicólogos
pensaban que en cualquier dominio el éxito dependía, primero del talento y en
segundo lugar de la motivación. En 1960 un psicólogo innovador, Raymond Cattell, desarrollo una teoría de la inteligencia en la que proponía que era
realmente el interés lo que mueve a las personas a dedicar su tiempo y energía
en desarrollar unas habilidades y conocimientos particulares. Actualmente
existe evidencia convincente de que el interés precede al desarrollo del
talento. La motivación es la razón por la
que las personas se ocupan de progresar en un área determinada.
Anders Ericsson, en un estudio, encontró que para ser experto en un dominio se
requieren al menos diez mil horas de práctica. Lograr despertar el interés para
que una persona esté dispuesta a dedicar tanto tiempo es una de las habilidades
que suelen tener los donantes. Al creer que cualquier persona tiene potencial
se centran en conseguir la motivación adecuada para que los demás quieran
dedicar sus esfuerzos a desarrollar sus competencias.
La
psicóloga Angela Duckworth plantea que hay que conseguir fomentar el coraje y perseverancia para lograr alcanzar
metas a largo plazo. Sus investigaciones demuestran que por encima de la
inteligencia y aptitud, las personas que muestran valor por su interés y empuje
consiguen mejores desempeños.
Naturalmente
el talento es importante, pero una vez tenemos una serie de candidatos que han
superado el umbral de potencial necesario el factor determinante es el coraje
con el que se comportan para alcanzar su potencial.
Los
donantes muestran gran capacidad para estimular este coraje en sus entornos y
para ello procuran lograr que las tareas a realizar sean más interesantes y
motivadoras.
Un aspecto que no hay
que olvidar es el riesgo de equivocarnos al invertir un exceso de tiempo y
recursos en el desarrollo de los profesionales y que la respuesta de estos no
sea la que esperamos. En este caso los donantes muestran menos reticencias en
reconocer su error y corregirlo.
Se puede producir el
fenómeno que Barry Staw, experto en comportamiento organizacional y profesor de
la Universidad de California en Berkeley, que ha dedicado su carrera
profesional al estudio de las causas por las que las personas tomamos malas
decisiones en las organizaciones, llama “escalada
de compromiso hacia una causa perdida”. En sus investigaciones ha demostrado
que una vez que las personas hemos realizado una inversión inicial en tiempo,
energía, recursos en una iniciativa, si ésta se tuerce corremos el riesgo de
incrementar nuestra inversión. Los economistas explican este comportamiento
utilizando un concepto que llaman “la
falacia de los costes hundidos” que consiste en que cuando estimamos el
valor de una inversión futura tenemos problemas para ignorar lo que ya hemos invertido en el pasado. Los “costes hundidos” son parte de la historia pero
otros factores pesan más a la hora de decidir, principalmente:
1.- El arrepentimiento
anticipado: “¿Me arrepentiré si no le doy otra oportunidad?”
2.- El deseo de
finalizar el proyecto: “Si continuo invirtiendo podré terminar el proyecto”.
3.- La amenaza al ego:
“Si no continuo invirtiendo me sentiré y quedaré como un tonto”. Es el factor
que tienen más peso a la hora de tomar una decisión y genera como respuesta que
las personas continúan invirtiendo con la esperanza de convertir el proyecto en
un éxito y demostrarse a ellos mismos y
a los demás que siempre habían tenido razón.
Las investigaciones
sugieren que debido a la especial susceptibilidad que tienen los receptores
ante la amenaza del ego son más vulnerables a la escalada del compromiso que
los donantes. En el ámbito de las decisiones a nivel organizacional el
responsable de una decisión puede ser
consciente de que la organización podría funcionar mejor si ésta al demostrarse
que es errónea se abandonase pero podría
tener un coste significativo a nivel
personal (pérdida de reputación, de posibilidades de promoción,….), por lo que
puede decidir “escalar su compromiso” para mantener la posibilidad de fracaso
oculta. Éste sería un comportamiento perfectamente “racional” para un receptor.
Los donantes por el
contrario se muestran primordialmente preocupados por la protección de las
personas y la organización, por lo que se muestran más proclives a reconocer
sus errores iniciales y disminuir su compromiso.
Otros estudios muestran
que las personas suelen tomar decisiones más acertadas y creativas cuando están
eligiendo pensando más en los demás que en ellas mismas, ya que se sienten
menos preocupadas por su ego y por los detalles minúsculos y tienden a ampliar
su perspectiva para lograr establecer las prioridades que realmente tienen
importancia para los demás.
Grant destaca que una
de las principales razones por las que los donantes son menos vulnerables que
los receptores/tomadores a “escalar sus compromisos” tiene que ver con su
respuesta al feedback, según demostraron Audrey Korsgaard, Bruce Meglino y
Scott Lester en una investigación que analizaba este aspecto. Los receptores
muestran más reticencias a afrontar la
realidad de que su elección inicial resulta
ser equivocada y tienden a minimizar la “información social” y el
feedback de desempeño que no reafirme la visión favorable que tienen de ellos
mismos. Los donantes, por el contrario,
se muestran más dispuestos a aceptar y actuar como respuesta a la “información
social”, sin evaluar cuidadosamente los efectos a nivel personal a los que se pueden tener que enfrentar.
Estos últimos se centran más en las consecuencias a nivel interpersonal y organizacional de sus
decisiones, admitiendo el posible golpe a su orgullo y reputación a corto plazo
con vistas a poder efectuar mejores elecciones a largo plazo.
Otro aspecto positivo
que resalta el autor de los donantes, fruto de sus investigaciones, es el hecho
de que debido a su dedicación a los demás están más dispuestos a trabajar más
duro y durante más tiempo que el estilo intermedio y los “tomadores”. Aunque la
tarea no sea placentera siguen esforzándose por su sentido de responsabilidad
hacia el grupo. Suelen obtener , también, mejores resultados por su mayor
receptividad a aceptar las recomendaciones de los expertos aunque vayan contra
sus propias ideas.
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