El tercer capítulo del
libro “Thinking, fast and slow” , que venimos comentando, lo dedica Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía, a lo que él llama el “controlador perezoso” de nuestra mente.
El sistema II tiene una
velocidad natural. Dedicamos alguna energía mental a pensamientos dispersos y a
monitorizar lo que pasa a nuestro alrededor incluso cuando nuestra mente no
está haciendo nada en particular, pero lo hacemos con poco esfuerzo. Por ejemplo
es agradable pasear y pensar al mismo tiempo, pero en casos extremos ambas
actividades pueden competir por los recursos limitados del sistema II. Si
estamos paseando con un amigo y éste nos pide que calculemos 23x78 mentalmente
nos detendremos para realizar esta operación.
Para la mayoría de las
personas, en la mayor parte de las ocasiones, el mantenimiento de una línea de
pensamiento coherente y el compromiso ocasional con un esfuerzo mental requiere
también de autocontrol. Afortunadamente no siempre sentimos aversión por el
trabajo cognitivo y podemos dedicar muchos esfuerzos durante largos periodos de
tiempo sin tener que recurrir a la fuerza de voluntad para hacerlo. El
psicólogo Mihaly Csikszentmihaly ha estudiado en profundidad este estado de atención
“sin esfuerzo” y lo llama un estado de “flujo”. Las personas que perciben esta
sensación de “fluir” la describen como un estado de concentración sin esfuerzo
tan profundo que pierden el sentido del tiempo, de ellos mismos y de sus
problemas, al tiempo que tienen una gran sensación de gozo. Numerosas
actividades pueden producirla desde pintar, hacer algún deporte, jugar al
ajedrez,,,, Al “fluir” separamos claramente las dos formas de esfuerzo: la
concentración en la tarea y el control deliberado de la atención. En este
estado mantener la atención en las actividades absorbentes no requiere un
esfuerzo de autocontrol, ya que estamos disfrutando, con lo que se liberan
recursos para dirigirse a la tarea a realizar.
Al ser el autocontrol y
el esfuerzo cognitivo dos formas de trabajo mental numerosos estudios
psicológicos han demostrado que las personas a las que se les plantea
simultáneamente una tarea cognitiva y una tentación, tienen más posibilidades
de caer en esta última. La evidencia sugiere que el sistema I tiene más
influencia en el comportamiento cuando el sistema II está ocupado. Lo mismo
ocurre con la tendencia a efectuar elecciones egoístas, a utilizar lenguaje
sexista o a realizar juicios superficiales en situaciones sociales, ya que el
control de los pensamientos y de los comportamientos es una de las funciones
que desempeña el sistema II.
Diversos experimentos
realizados por el psicólogo Roy Baumeister y sus colaboradores han demostrado
de forma concluyente que todas las variantes de esfuerzo voluntario, ya sean
cognitivas, emocionales o físicas, consumen energía mental. El autocontrol o un
esfuerzo de voluntad consume energía, como hemos visto, por lo que si nos hemos
tenido que esforzar para hacer algo estaremos menos dispuestos a ejercitar el
autocontrol cuando surja un nuevo reto. Al fenómeno se le conoce como “depleción
del ego”. La lista de situaciones que
pueden agotar nuestro autocontrol es variada. Todas se caracterizan por
plantear algún tipo de conflicto y por la necesidad de suprimir una tendencia
natural. Entre ellas tenemos el hacer elecciones que generen algún tipo de
conflicto, tratar de impresionar a los demás, inhibir respuestas emocionales a
una película, canción,.., o responder
amablemente a una persona que se ha portado mal con nosotros.
Los tipos de
indicadores de esta “depleción” son también numerosos y diversos. Nos podemos
encontrar desde el abandono de la dieta, el consumo compulsivo e impulsivo, la
reacción agresiva ante la provocación o el bajo o deficiente desempeño en
tareas cognitivas o en la toma de decisiones lógica.
La “depleción del ego”
supone en parte una pérdida de motivación, por lo que si se quiere conseguir
vencer sus efectos se tienen que buscar fuertes incentivos para hacerlo.
El hallazgo más
sorprendente, según Kahneman, de los estudios de Baumeister es el hecho de que
una actividad mental que requiere mucho esfuerzo consume grandes cantidades de
glucosa. Cuando estamos inmersos en un razonamiento cognitivo complicado o en
una tarea que requiere autocontrol la glucemia disminuye. Una atrevida
implicación de esta idea es que los efectos de la “depleción del ego” pueden
revertir con la ingesta de glucosa. Baumeister y sus colaboradores han
comprobado esta hipótesis en numerosos experimentos.
El autor menciona un
estudio recientemente publicado en “Proceedings of the National Academy of
Sciences” en el que se analizaban las sentencias de 8 jueces en relación con la
concesión de libertad provisional. Dichos jueces se dedicaban en exclusiva a
esta tarea y se comprobó que las sentencias eran favorables en un 35% de los
casos pero que seguían un ritmo horario. Después de las horas de comida de los
jueces se aceptaban las propuestas en un 65% de los casos, pero iba
descendiendo la cifra conforme pasaban las y se denegaban casi en su totalidad
cuando se acercaba la hora de la comida. La fatiga y el hambre probablemente
influían en estos últimos resultados.
Como hemos visto una de
las funciones principales del sistema II es monitorizar y controlar los
pensamientos y acciones “sugeridos” por el sistema I, permitiendo, en algunos
casos, su expresión directa en el comportamiento y en otros suprimiéndoles o
modificándoles. El autor pone como ejemplo una adivinanza sencilla:
Un bate y una bola
cuestan 1.10$.
El bate cuesta un dólar
más que la bola.
¿Cuánto cuesta la bola?
Una cifra, viene
normalmente a nuestra mente ( a la mia por ejemplo): 10 centavos. Ésta sería la respuesta intuitiva,
pero es errónea. Si sumamos si la bola cuesta diez centavos, el bate debe
costar 1.10$ con lo que el coste total sería 1.20$. La solución correcta es 5
centavos. Podemos pensar que la respuesta intuitiva también apareció en la
mente de los que acertaron con la cifra adecuada, pero fueron capaces de
resistir a la intuición. Su sistema II
se esforzó y rechazo la respuesta fácil. Miles de estudiantes universitarios
han contestado a esta adivinanza y los resultados son sorprendentes. Más del
50% de los estudiantes de Harvard, Princenton y el Instituto Tecnológico de
Massachusetts a los que se les planteó fallaron en la respuesta. En
universidades con requisitos de acceso menos selectivos más del 80% de los
participantes en el estudio se equivocaron. Esto ocurre porque muchas personas
muestran un exceso de confianza en sus intuiciones y aparentemente encuentran
todo tipo de esfuerzo cognitivo al menos ligeramente incómodo y lo evitan
siempre que pueden.
Diversas
investigaciones han intentado examinar la conexión entre el pensamiento y el
autocontrol. En uno de los estudios más famosos de la historia de la psicología
Walter Mischel y sus estudiantes plantearon un cruel dilema a un grupo de niños
de 4 años. Se les daba la posibilidad de elegir entre una recompensa pequeña
(una galleta Oreo) a la que podían acceder en cualquier momento o una recompensa mayor (dos galletas) si eran
capaces de esperar durante 15 minutos en condiciones difíciles. Éstas
consistían en permanecer solos en una habitación cerrada en la que se
encontraba una mesa con dos objetos: una galleta y una campana que el niño
podía hacer sonar en cualquier momento para que entrase el investigador. Los
niños eran observados a través de un espejo y grabados. El 50% de los niños,
aproximadamente, consiguieron resistir a la tentación intentando mantenerse
distraídos. Posteriormente, transcurridos más de 10 años se analizó lo que
había sucedido con los niños. Los que habían resistido mostraban mayor nivel de
control en tareas cognitivas y especialmente en la habilidad de relocalizar su
atención de forma eficaz. Cuando pasaron a ser jóvenes adultos tenían menos
posibilidades de caer en problemas de drogadicciones. Una diferencia
significativa en sus aptitudes intelectuales se evidenció: los niños que
mostraron más autocontrol a los 4 años puntuaban significativamente más alto en
los tests de inteligencia.
Otro grupo de
investigadores de la Universidad de Oregon exploraron la relación entre control
cognitivo e inteligencia de diversas maneras, incluyendo el intento de aumentar
la inteligencia al mejorar el control de la atención. Para ello durante cinco
sesiones de 40 minutos de duración
expusieron a niños con edades comprendidas entre 4 y 6 años a diversos juegos
de ordenador especialmente diseñados para demandar atención y control.
Encontraron que entrenando la atención no sólo mejoraba el control ejecutivo
sino que, también, lo hacían los resultados de varios tests de inteligencia no
verbal y estas mejoras se mantenían durante meses.
Keith Stanovich en su
libro “Rationality and the reflective mind” plantea que existen dos partes en
el sistema II a las que considera como dos mentes distintas:
a).- La mente
algorítmica que se ocupa del pensamiento lento. Es la responsable de los
resultados en los tests de inteligencia, pero no es inmune a los prejuicios.
b).- La mente reflexiva.
Si falla tenemos el pensamiento perezoso y la racionalidad se resiente como
hemos visto con la adivinanza del bate y la pelota.
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