Christian Smith, profesor de sociología en la Universidad de Notre Dame y Hilary Davidson, profesora en el departamento de sociología de la Universidad de Notre Dame, en su libro “The paradox of Generosity. Giving we receive, grasping we lose”, presentan el resultado de cinco años de trabajo dedicados a la “Iniciativa sobre la ciencia de la generosidad”, un estudio nacional sobre el grado de generosidad de los habitantes de Estados Unidos y su repercusión en sus vidas.
La generosidad es
paradójica. Aquellos que dan, reciben a su vez. Es un hecho sociológico. Un
proverbio hindú dice: “Aquellos que dan tienen todo, aquellos que retienen no
tienen nada”, otro hebreo mantiene que:”Un hombre da generosamente, pero gana
más al hacerlo, otro no lo hace y termina empobrecido” o las enseñanzas de Buda
nos transmiten la idea de que:”El dar trae felicidad en todas las etapas de la
acción”.
El término
“generosidad” deriva del latín “generosus”, que significa “de noble cuna”.
Hasta el siglo dieciséis se utilizó para describir a alguien de noble linaje.
Durante el siglo diecisiete se introdujeron algunos matices y se paso a emplear
como nobleza de espíritu, como cualidades admirables, como galantería, valor,
coraje, fortaleza, amabilidad o sentido de justicia, que no tenían que depender del origen
familiar de la persona que las poseía. Se amplió el significado, en esta época
y pasó a ser usado para describir tierra fértil, colores vibrantes y otras
acepciones similares.
En el siglo
dieciocho continuó evolucionando para
describir la liberalidad en la cesión de dinero o bienes a otros y la actitud
abierta de dar. Como vemos, hasta tiempos recientes la generosidad se
consideraba como una característica especial que se encontraba en personas
especiales que destacaban por sus altas cualidades o por su bondad. Era más un
ideal al que aspirar que una obligación que todos los seres humanos debían
practicar, con lo que podían encontrar excusas para no hacerlo.
Los autores describen
la generosidad como: “la virtud de dar
cosas buenas a los demás libremente y en abundancia”. Esta definición incluye tanto actitudes
como acciones: por un lado implica una disposición para dar y por otro la
práctica de dar, así como el matiz que hace alusión a que lo que damos tienen
que ser beneficiosos para el que lo recibe.
La generosidad no
significa lo mismo que el puro altruismo, ya que las personas pueden ser en
parte generosas por razones que sirvan a
sus propios intereses al tiempo que los de los demás.
LA
PARADOJA DE DAR Y RECIBIR
Puede parecer obvio que
dar dinero de forma generosa supone una pérdida. Lo mismo ocurre cuando donamos
nuestro limitado tiempo, atención o energía para atender las necesidades de otro. Puede parecer que quien se beneficia
no es el que da, ya que se queda con menos recursos para cuidar de sí mismo,
por lo que tendría un coste neto para
esa persona que supondría un balance negativo al “perder” no sólo los recursos
que entrega sino, también, los “costes de oportunidad”.
La realidad es
paradójica. La generosidad no se comporta generalmente de forma que tu ganas yo
pierdo, sino como un juego de ganar-ganar. En lugar de producir pérdidas netas
cuanto más dan las personas generosas más reciben. En ocasiones pueden ser más
bienes como los que han donado (dinero, tiempo, atención,…), pero con más
frecuencia lo que reciben es más valioso que lo que han dado: felicidad, salud,
la satisfacción de tener un propósito en su vida y el crecimiento personal. Se
dice que el dinero no puede comprar la
felicidad, pero ésta puede ser el resultado no de gastar el dinero en nosotros
mismos, pero sí consecuencia de emplearlo para ayudar a los demás.
Los autores, en su
estudio, analizaron el efecto de la práctica de la generosidad (no de las
iniciativas aisladas) sobre lo que ellos consideran los cinco factores que
intervienen en el bienestar de las personas y descubrieron que en relación con:
I.-
LA FELICIDAD. La práctica de la generosidad hacia los
demás de formas variadas está asociada positivamente con un mayor nivel de
felicidad. La relación es clara y estadísticamente significativa. Se estudiaron
distintos comportamientos:
a).-
La donación voluntaria de dinero. El 38% de los
encuestados que dicen que donan un 10% de sus ingresos reconocen que se sienten
muy felices (esta respuesta es independiente del nivel de ingresos).
b).-
El trabajo como voluntario. Los resultados de la
encuesta muestran que aquellos que se sienten muy felices suelen trabajar como
voluntarios, dedicando el tiempo y los conocimientos a ayudar a los demás de
forma altruista, una media de 5.8 horas al mes y los que se consideran muy
infelices no sobrepasan los 36 minutos.
El tipo de generosidad
que resulta más gratificante es la relacional, que implica ser generosos con
nuestras emociones y atenciones en las relaciones con los demás. Para valorar
su existencia se hicieron las siguientes preguntas:
¿Cuándo uno de mis
seres queridos necesita mi atención, procuro realmente dedicarles el tiempo y
prestarles la ayuda que necesitan?
¿Soy reconocido por mis
amigos y mi familia como alguien que siempre encuentra tiempo para dedicar
atención a sus problemas?
¿Soy el tipo de persona
dispuesta a hacer un esfuerzo adicional para ayudar a los demás?
¿Cuándo la familia o
amigos sufren alguna experiencia difícil procuro ser amable con ellos?
¿En mis relaciones
personales con los demás soy muy generoso?
¿Me hace muy feliz dar
a otras personas para que puedan satisfacer sus necesidades?
¿Es tan importante para
mí la felicidad de los que me rodean
como la mía?
¿Mis decisiones con
frecuencia se basan en la preocupación por el bienestar de los demás?
¿Estoy dispuesto a
arriesgarme a que hieran mis
sentimientos en el proceso de ayudar a alguien que lo necesite?
¿Procuro que mis amigos
y familiares sean conscientes de lo mucho que les quiero y aprecio?
Los encuestados que
practicaban los niveles más altos de generosidad relacional eran los que se
manifestaban más felices.
Otro tipo de
generosidad que analizaron es la que los autores llamaban “de vecindad” y
aunque se centra, también, en las relaciones, lo hace menos en las emociones y
atenciones personales y más en la hospitalidad, amabilidad, ayuda para realizar
tareas y otras expresiones y comportamientos que se esperan de un buen vecino.
Utilizaron 6 preguntas para conocer la frecuencia en un año en la que el
entrevistado había:
Visitado a un familiar
o recibido visitas de familiares.
Invitado a amigos a su
casa.
Cuidado los hijos de
otras personas.
Vigilado la casa o las
propiedades de amigos cuando éstos viajaban.
Ayudar a un amigo o a
un vecino haciendo algún trabajo en casa de éste.
Más de la mitad (52%)
de los encuestados que practicaban este tipo de generosidad se consideraban muy
felices.
En su trabajo Smith y
Davidson encontraron que existían cuatro actividades “generosas” que no
muestran una significación estadística con la felicidad. Éstas son: donar
sangre al menos una vez al año, dejar posesiones personales, ser donante de
órganos y legar nuestro dinero o posesiones a organizaciones no lucrativas. Las
dos últimas parece ser que por estar ligadas a acontecimientos una vez fallece
el donante y no a prácticas habituales.
II.-
LA SALUD FÍSICA.
La felicidad no es el
único resultado positivo que buscamos en la vida. El bienestar físico es otro
factor básico que casi todas las personas valoran. Los resultados de la
investigación muestran que existen las mismas correlaciones positivas que se
encontraron en el caso de la felicidad y que, por ejemplo, el 47% de los que donan un 10% de sus
ingresos de forma rutinaria sienten que tienen muy buena salud.
III.-
UN PROPÓSITO EN LA VIDA.
Otro bien básico es que
nuestra vida tenga un sentido. Pocas personas piensan que es bueno vivir sin
una dirección y un propósito que alcanzar. Éste nos va a dar claridad y nos va
a centrar para que encontremos el significado de nuestras vidas y el valor de
nuestra contribución al mundo.
En la encuesta se
preguntó a los participantes el grado en que estaban de acuerdo o desacuerdo
(con 7 posibilidades) con las siguientes afirmaciones:
1.- No tengo claro lo
que quiero conseguir con mi vida.
2.- Algunas personas
vagan sin sentido por la vida, pero yo no soy una de ellas.
3.- Mi vida con
frecuencia parece que carece de metas claras o de una dirección marcada.
Los resultados
mostraron de nuevo que, cuanto más generosos eran los encuestados en sus
prácticas, mayor bienestar experimentaban en sus vidas personales al tener un propósito
claro en las mismas y ser enriquecidas por dicha actitud.
Los investigadores
también estudiaron la relación existente entre la generosidad y el interés por
el crecimiento personal y la evitación de la depresión. Los hallazgos mostraron
que los más generosos sufrían menos episodios depresivos y se preocupaban más
por su desarrollo.
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