Nicholas Epley, en su libro “Mindwise. How we understand what others think, believe, feel and want” que estamos comentando, plantea que, normalmente, estamos muy centrados en nosotros mismos y pensamos que los demás también lo están en nosotros. Ésta es la primera trampa en la que caemos cuando queremos entender a otras personas. Para evitarla debemos ser capaces de ir más allá de nuestras creencias, actitudes, experiencias, emociones, conocimientos y perspectivas visuales para reconocer que los otros pueden ver el mundo de forma diferente a la nuestra. Como defendía Galileo, si queremos tener una visión real del mundo tenemos que mirar en la dirección adecuada y visualizarlo con la lente correcta.
Entender que los demás
pueden tener distintos puntos de vista a los nuestros es algo que vamos
aprendiendo al madurar. En la infancia estamos muy centrados en nosotros
mismos. Jean Piaget sentaba a seis niños pequeños en un lado de un modelo
compuesto por tres montañas y les preguntaba lo que una muñeca colocada en el
lado opuesto podía ver. La respuesta, casi unánime, era que ésta podía ver lo
que ellos podían ver. Crecer implica aprender, a veces dolorosamente, que
nuestra perspectiva del mundo puede ser única y que los otros no tienen por qué
compartirla.
Aunque las teorías de
Piaget sobre que los niños son más egocéntricos que los adultos son correctas, los
psicólogos piensan actualmente que estaba equivocado al menos en un aspecto
crítico: Piaget pensaba que los cambios durante el desarrollo reflejaban una
especie de metamorfosis y que los adultos superaban el egocentrismo y éste rara
vez resurgía. La realidad muestra que muchos de los reflejos y reacciones
observadas en los niños que se supone que se superan con la edad están
presentes en los adultos. Los instintos de la niñez no tienen por qué
desaparecer, pero si son matizados por el pensamiento más reflexivo de los
adultos. Por ejemplo cuando compramos un regalo para nuestra pareja sabemos que
debemos considerar sus gustos más que los nuestros, aunque las investigaciones
demuestran que nuestras preferencias van a modelar los regalos que vamos a
elegir.
La buena noticia es
que, lo anteriormente expuesto, muestra que nuestras mentes se mantienen, al
menos en estos aspectos, siempre jóvenes. La mala noticia es que los errores
infantiles pueden reproducirse en la edad adulta, especialmente en dos formas
sutiles:
1.-
Cada persona puede estar prestando atención a cosas distintas.
La información recibida puede interpretarse de forma diferente en función de
los aspectos en que nos centremos.
Una consecuencia de
estar en el centro de nuestro propio universo es sobreestimar nuestra
importancia en el mismo. En estudios realizados con parejas en los que se les
pedía su valoración de su implicación en determinadas tareas se ha comprobado
que tendemos a sobrevalorar nuestras aportaciones y éstas no suelen coincidir con
la opinión de la otra parte de la pareja. Pensar que los demás tienen que concedernos más crédito que el que nos dan es
sólo una pequeña parte de nuestras tendencias egocéntricas. En casos extremos podemos caer en la paranoia
y creer que los demás están pensando en nosotros, hablando sobre nosotros y
prestándonos atención cuando no lo están haciendo. Todos hemos experimentado
esta sensación en alguna ocasión: si hemos resbalado en el hielo y nos hemos
caído podemos habernos sentidos más dolidos por la vergüenza que por el daño
que nos hemos podido hacer.
Esta es la causa por la
que hablar en público con frecuencia es considerada por las personas como una
de las experiencias más terroríficas. Epley, junto a Tom Gilovich y Ken Savitsky, durante varios años han estudiado la reacción de las audiencias ante
distintas experiencias embarazosas. En todos los casos analizados los que eran
sometidos a estas situaciones sobreestimaban la dureza de los juicios de los
demás al evaluarles.
Es importante que no
olvidemos el siguiente dicho popular: “Sé quién eres y dí lo que piensas porque
aquellos a los que les moleste no importan y a aquellos a los que no les
molesta son los que importan”.
2.-
Cada persona puede estar prestando atención a la misma cosa pero evaluándola de
forma distinta. Un miembro de Al Qaeda al ver las
torres ardiendo del World Trade Center evaluaría el hecho de forma diferente
que un ciudadano de Estados Unidos. Cada persona posee una perspectiva única
del mundo, fruto de la lente creada por nuestras creencias, actitudes,
conocimientos y emociones a través de la cual interpretamos el mundo. Esta
lente puede diferir de la de los demás ocasionando que podamos mirar al mismo
objeto u hecho e interpretarlo de forma muy distinta a la de los demás.
El mirar a través de
una lente significa, también, que resulta complicado saber cuando nuestra
propia visión está distorsionada por ella. Al leer una noticia podemos pensar
que el periódico tiene determinados sesgos cuando en realidad los prejuicios
pueden existir sólo en nuestra mente.
Otro fenómeno,
relacionado con el problema de la lente, que puede aparecer, es lo que los psicólogos llaman la “maldición
del conocimiento”. El conocimiento es una maldición porque una vez lo poseemos
no podemos imaginar cómo es el no tenerlo. La lente del experto funciona como
un microscopio que nos permite captar detalles sutiles que un novato no puede
ver, pero estrechando nuestro foco de forma que podemos llegar a perder la
visión más global y hacer que tengamos dificultades para comprender la
perspectiva del novato. Para corregir
esta lente primero tenemos que ser conscientes de su influencia. El problema
está en saber discernir cuando estamos siendo afectados por el factor “experto”
y cuando no, para darnos cuenta de que lo que está claro para nosotros puede no
ser obvio para los demás.
Todos nosotros somos
expertos en algún área, pero todos somos expertos en nosotros mismos. Vivimos,
trabajamos, dormimos con nosotros todos los días. Nadie en el mundo sabe tanto sobre
nosotros como nosotros, lo que explica el por qué en muchas ocasiones tenemos
dificultades para comprender lo que los demás piensan de nosotros. No resulta
imposible saber lo que los demás piensan de nosotros pero requiere que
utilicemos la misma lente que los otros están utilizando para evaluarnos. Éstos
generalmente nos conocen menos por lo que tenemos que abandonar la lente
microscópica con la que nos miramos y pensar cómo la otra persona nos evaluará
comparándonos con otros, no cómo lo hará considerando nuestro pasado.
El autor plantea que si
queremos vencer el “problema de la lente” no lo haremos intentando imaginar la
perspectiva de la otra persona, sino sintiendo y viviendo esa perspectiva o
hablando directamente con alguien que ha estado en ella.
Otra trampa en la que,
según Epley, caemos cuando queremos entender a los demás es EL USO Y ABUSO DE LOS ESTEREOTIPOS, entendidos
éstos como el conjunto de creencias sobre las características de un grupo.
Estas creencias no surgen de la nada sino que reflejan los esfuerzos de nuestra
mente para extraer tendencias medias de un mundo complicado, utilizando
nuestras observaciones y las de los demás para hacer inferencias sobre las
mentes de los demás.
Los estereotipos más
usuales con frecuencia nos acercan a los pensamientos de los demás al
identificar aspectos comunes medios de los grupos pero originan numerosos
errores también. Raramente son completamente exactos o inexactos.
Los fallos más
frecuentes que cometemos al utilizar estereotipos son:
1.-
Obtener información escasa. Estadísticos brillantes
pueden parecer estúpidos si realizan análisis con datos incompletos. Cada uno
de nosotros contacta con un número limitado de personas, escucha fragmentos
seleccionados de información de distintas fuentes y habla con un pequeño grupo
de amigos que suelen opinar de manera similar a nosotros. Peor aún, algunas de
nuestras creencias sobre los demás proceden no de la observación directa sino
que son aprendidas a través de historias narradas por nuestra familia, amigos o
conocidos. Nuestra mente analiza, después, esta serie de datos que pueden no
ser muy exactos.
En general los
estereotipos suelen ser más acertados cuando hemos tenido una experiencia
directa con un grupo ( por pertenecer a él, por ejemplo) o si tenemos en cuenta
comportamientos visibles y no actitudes, creencias o intenciones. Los
estereotipos sobre grupos mayoritarios tiende a ser, también, más exactos que
sobre los minoritarios, ya que facilitan más evidencias que se pueden observar.
Por el contrario la comunicación con personas por vías que ofrecen muy escasa
información tales como twitter, los mensajes por móvil o el correo electrónico
generan los entornos perniciosos en los que los estereotipos erróneos pueden
persistir con más fuerza. Cuanto menos sepamos, más confusión crearán los estereotipos. Esto que parece obvio desde
un punto teórico es difícil de reconocer en nuestra vida diaria porque no
sabemos qué datos nos faltan. Si consideramos un estereotipo común como es el
que las mujeres son más emocionales que los hombres, parece que se confirma ya que las mujeres
sonríen, lloran y ríen con más frecuencia que los hombres. Parece que sienten
con más fuerza que los hombres. Pero la realidad es que no tenemos un acceso
directo a las mentes del hombre o mujer medio para saber si esto es cierto o lo
que estamos es observando una manifestación externa de unos sentimientos. Las
investigaciones analizando la actividad cerebral muestran que los hombres y las
mujeres observando las mismas escenas muestran las mismas reacciones
emocionales y de similar intensidad. En lo que difieren es en la expresión
externa de sus emociones, por lo que los
observadores interpretan que las mujeres sienten con más profundidad porque
están mostrando más emociones. Los estereotipos nos confunden en este caso
porque están basados en expresiones externas que podemos ver y no en
experiencias que se mantienen invisibles.
2.-
Definir a los grupos por sus diferencias. El estar
expuestos a más evidencias podría llegar a equilibrar nuestros estereotipos si
prestásemos la misma atención a toda la evidencia que tenemos ante nosotros. Lo
que ocurre es que normalmente no lo hacemos y tendemos a ignorar algunas
informaciones. Las similitudes son aburridas, mientras que las diferencias son
más interesantes. Somos conscientes de los grupos, con frecuencia, cuando
detectamos diferencias: hombres y mujeres, ricos y pobres, jóvenes y ancianos,
…Detectar estas diferencias entre los grupos no tiene por qué ser un problema a
la hora de utilizar estereotipos pero el definir los grupos por sus diferencias
sí lo puede ser, ya que , en estos casos podemos tender a exagerar la
diferencia entre los grupos cuando la realidad no está clara o a intentar que
todos los casos que puedan ser considerados “borderline” se estrujen para
intentar adaptarlos a la definición que hemos hecho del grupo o a interpretar
erróneamente la magnitud de las diferencias.
Cualquier estudiante en
una clase sobre negociación aprende que el secreto para resolver disputas está
en reconocer que los otros puede ser que no tengan intereses completamente
opuestos a los nuestros y que tenemos más intereses comunes de los que creíamos
y que esta circunstancia obliga a que debamos discutir abiertamente cuáles son
los intereses de todas las partes, identificar coincidencias y posteriormente
contemplar soluciones integradoras que maximicen los beneficios para todos los
implicados. Lamentablemente las negociaciones sobre nuestras diferencias
raramente finalizan de forma tan sensata. Cuando los grupos se definen por sus
diferencias, el conflicto surge por las diferencias que imaginamos, suponemos o
esperamos de los demás ya que no tenemos en cuenta las genuinas diferencias que
realmente existen que suelen ser más moderadas. Cuando los grupos son definidos por sus diferencias, las
personas piensan que tienen menos en común con las personas de otras razas,
géneros, religiones, que lo que realmente tienen y en consecuencia, pueden
llegar hasta evitar hablar con ellas.
3.-
La incapacidad de captar de forma directa las verdaderas causas de los
elementos diferenciadores de un grupo. Ignorar las diferencias
reales de un grupo es tan erróneo como exagerarlas. El problema está, con
frecuencia, en explicar la razón de esas diferencias., ya que podemos
identificarlas correctamente, con su magnitud exacta pero podemos equivocarnos
a la hora de explicar sus causas.
Excelente blog, los intivamos a ver los articulos de nuestro espero puedan servirles de algo http://noalcomunismonialcapitalismo.blogspot.com/2015/03/cuando-se-acaba-el-liderazgo.html
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