Adam Grant, en la edición de marzo de Harvard Business Review, plantea que es posible lograr que todo tipo de organizaciones sean creativas y cuáles pueden ser las claves para lograr crear una cultura en la que se estimule la innovación.
Pone el ejemplo de la Armada
norteamericana como organización que en principio parece excesivamente
burocrática ya que se aceptan y siguen las órdenes sin cuestionarse y se
mantiene anclada en las tradiciones y tecnologías aunque éstas hayan quedado ya
obsoletas. Tras unos meses trabajando en ella, Grant comprobó que bullía de
originalidad. Se había creado un importante grupo de innovación y el
departamento de Defensa instaló una sede en Silicon Valley para mantenerse
actualizados en relación con las últimas tecnologías. Sorprendentemente estos
cambios no procedieron de los niveles más altos de la jerarquía, sino que
fueron iniciados en la base por un grupo
de jóvenes oficiales, veinteañeros o treintañeros.
Un joven aviador, Ben Kohlmann,
considerado como problemático, herético y radical encendió el interés creando
la primera célula de innovación rápida, una red de pensadores originales que
colaboraban para cuestionar creencias largamente mantenidas y para generar
nuevas ideas. Para empezar a formar el equipo buscó a las ovejas negras, a los
profesionales con una historia de disconformidad con lo establecido. Eran lobos
solitarios y muchos de ellos tenían una historia de insubordinación. Kohlman se
dio cuenta de que si quería alimentar y mantener la innovación a todos los
niveles de la Armada necesitaba algo más que unos lobos solitarios. Empezó,
mientras trabajaba como instructor y director de vuelo a construir una cultura
de no conformidad. Convenció a los líderes con experiencia de la necesidad de
extender la red y reclutó a soldados que nunca habían mostrado ningún interés
por cuestionar el status quo y los expuso a nuevas formas de pensamiento,
visitando centros de innovación de sectores ajenos a las Fuerzas Armadas, como
Google y les recomendó numerosas lecturas sobre el tema. Organizó sesiones
presenciales y online de debate y discusión de ideas y consiguió que, por
ejemplo, se utilizase la impresión en 3-D en los barcos. De esta forma logró
que se fuesen formando nuevas células de innovación a lo largo de toda la
organización. Kohlmann dice que: “La cultura es la reina. Cuando las personas
descubren su voz no hay quien les pare”.
La mayoría de los líderes se equivocan a
la hora de crear una cultura de innovación porque piensan que lo van a
conseguir fichando a profesionales externos para que aporten ideas frescas y
energía a sus organizaciones. Es un enfoque equivocado porque asume que los
innovadores son bichos raros con un don especial. Las investigaciones sobre el
tema muestran, por el contrario, que la mayor parte de las personas son capaces
de tener ideas originales y novedosas y de resolver problemas siempre que sus
organizaciones no quieran que sean estrictamente conformistas.
Si todo el mundo piensa igual y se
atiene a las normas dominantes las organizaciones están condenadas a anquilosarse. Para evitar
esta inercia y promover la innovación los líderes deben apoyar el pensamiento
original, para de esta forma crear una cultura de no conformidad.
Grant propone como estrategias:
I.- FOMENTAR QUE
FLOREZCA LA INNOVACIÓN.
Los líderes deben dar a sus profesionales oportunidades e incentivos para
generar continuamente nuevas ideas, que cuestionen lo obvio. La evidencia
muestra que el ser prolífico incrementa la originalidad, porque aumenta las
posibilidades de encontrar soluciones novedosas. Los experimentos recientes de
los psicólogos Brian Lucas y Loran Nordgren muestran que las primeras ideas que
generan las personas son las más convencionales. Luego empezamos a pensar en
posibilidades menos convencionales.
En las organizaciones la clave se encuentra en saber cuando tenemos ya
suficientes alternativas. Existe evidencia de que no se maximizan las
posibilidades hasta que no tenemos aproximadamente 200 ideas a valorar. Aunque
pueda parecer que esta cifra tiene sentido los directivos no suelen llegar a
ella porque temen que el tiempo empleado en pensar y en presentar nuevas ideas
evitará que los profesionales se centren y sean eficientes.
Grant sugiere una serie de ideas para ayudar a los profesionales a generar
cantidad y variedad de ideas sin sacrificar la productividad diaria o causar
burnout:
a).- Pensar como el
enemigo. Investigaciones recientes muestran que las organizaciones con frecuencia se
atascan porque adoptan una actitud defensiva para prevenir la competencia. Si
queremos pensar de forma diferente y generar nuevas ideas pasar a la ofensiva
con propuestas más arriesgadas que la competencia que les permitan perseguir
nuevas oportunidades, por ejemplo.
b).- Pedir ideas a los
profesionales individualmente no a los grupos. Numerosas
investigaciones muestran que se obtienen mejores ideas si las personas trabajan
independientemente que a través de una sesión de brainstorming grupal, ya que
algunas de las mejores nunca se van a compartir porque algunos miembros
monopolizan y dominan las conversaciones, otros se abstienen de intervenir para
no parecer ridículos y el grupo en su conjunto tiende a aceptar los gustos de
la mayoría.
La evidencia muestra que estos problemas se pueden evitar a través del
“Brainwriting”: los participantes en la sesión piensan y escriben sus ideas y
después son evaluadas las de cada uno de ellos por el grupo. Otra alternativa
para detectar las ideas más inusuales consiste en reuniones breves de una idea,
como ejemplo tenemos la experiencia de Anita Krohn Traaseth en la filial de
Hewlett Packard en Noruega que instauró reuniones de cinco minutos con todos
sus profesionales en las que les tenían que responder a las siguientes
preguntas: ¿Quién eres y qué haces en la empresa?, ¿Qué piensas que debería
cambiar y qué crees que se tiene que mantener? ¿En qué quieres contribuir
independientemente de tus tareas habituales? Tuvo tanto éxito generando ideas
que su iniciativa se incorporó a las filiales de HP en otros países.
b).- Volver a utilizar el buzón de sugerencias. Su origen se piensa
fue a principios del siglo XVIII cuando un “shogun” japonés colocó una caja en
la puerta de su castillo y recompensaba las buenas ideas que recibía por esta vía,
pero castigaba las críticas con la decapitación. En la actualidad ha caído en
desuso pero la evidencia muestra que es una buena herramienta porque facilitan
gran número de ideas. El mayor beneficio que aportan es que multiplican y
diversifican las ideas ampliando el horizonte de la innovación. El
inconveniente es que por su volumen es complicado detectar las que son válidas.
Se necesita un sistema de filtro y recompensar las buenas ideas para que los
profesionales sientan que sus ideas sirven para algo.
II.- DESARROLLAR UN
SISTEMA DE SELECCIÓN DE LAS BUENAS IDEAS
Es fundamental contar con las personas adecuadas para elegir cuáles son las
ideas a promover. Esta parte del proceso tiene que ser menos democrático y
meritocrático porque algunos votos tienen más significado que otros y por tanto
más peso. Las organizaciones si quieren generar continuamente ideas innovadoras
deben alcanzar un equilibrio en la búsqueda de cohesión cultural y disensión
creativa. Grant propone que los líderes para evitar centrarse en las malas
ideas y no desechar las buenas ideas:
1.- Se apoyen en
evaluadores expertos. Una minoría selecta puede valorar mejor las ideas que
pueden tener un mayor potencial. En una organización los evaluadores no deben
ser normalmente los directivos, ya que es posible que se quieran mantener en
los prototipos existentes ni los propios innovadores ya que intoxicados por sus
momentos “eureka” tienden a mostrar un
exceso de confianza en el éxito de sus
ideas. Las investigaciones sugieren que otros innovadores pueden ser los
mejores evaluadores de ideas originales. Son imparciales porque no están
juzgando sus propias ideas y están más dispuestos a dar una oportunidad a
posibilidades más radicales.
2.- Organicen
competiciones de ideas innovadoras. Si están bien diseñadas se pueden
conseguir gran número de ideas agrupadas por temas. Los profesionales suelen
emplear tiempo en preparar sus propuestas lo que incrementa su calidad, pero
este trabajo se realiza en un periodo muy concreto y limitado con lo cual no
tiene que interferir en sus tareas
habituales. Durante el proceso de selección los evaluadores revisan las
solicitudes, valoran su novedad y aportan sugerencias de mejora. Si los jueces
elegidos son los correctos estos torneos de innovación ayudan al aprendizaje.
Por tanto hay que pedir ideas para resolver problemas o buscar oportunidades y
luego introducir un riguroso proceso de valoración y feedback, para
posteriormente dotar a los ganadores de los recursos necesarios para poner en
práctica sus ideas.
II.- CULTIVAR TANTO LA
COHESIÓN COMO LA DISENSIÓN
Los líderes si quieren mantener en el tiempo una cultura de originalidad
deben seguir combatiendo contra las presiones contra la misma.
Distintos estudios sobre toma de decisiones en equipos de alto nivel
muestran que los equipos cohesionados no buscan el consenso más que otros, ni rechazan
más las opiniones divergentes ni caen víctimas con mayor frecuencia del
pensamiento grupal. De hecho los miembros de las culturas fuertes
frecuentemente toman mejores decisiones porque se comunican bien entre sí. En
el caso de las industrias maduras las investigaciones sugieren que cuando las
organizaciones ponen un gran énfasis en su cultura su desempeño es más estable.
El problema con este tipo de culturas es que pueden convertirse en
excesivamente homogéneas si no se les controla. Si los líderes continúan
atrayendo, seleccionando y reteniendo a personas de características similares
sacrifican la diversidad de pensamientos y valores y someten a sus
profesionales a una presión intensa para encajar. Esta uniformidad puede ser
ventajosa en entornos predecibles pero puede resultar negativa en mercados dinámicos
y volátiles.
Por tanto, para equilibrar una cultura fuerte es necesario contar con un
suministro mantenido de opiniones críticas, que aunque puedan ser equivocadas
sirven para estimular el pensamiento original y ayudan a encontrar soluciones
novedosas a los problemas. Los líderes deben promover la disensión como uno de
los principales valores y crear un entorno donde los profesionales puedan
compartir abiertamente sus opiniones críticas y son respetados por ello. Para
equilibrar la cohesión con la disensión Grant recomienda que los líderes:
1.- Establezcan
prioridades en los valores de la organización. Los valores deben seguir
un orden para que cuando los profesionales se enfrenten a distintos cursos de
acción sepan cuál es el más importante. Por ejemplo en Zappos.com se antepone
la satisfacción de sus empleados a la de los clientes. Una vez que se han
priorizado hay que continuar revisándolos y cuestionándolos.
2.- Soliciten problemas, no soluciones. Aunque a los líderes les guste que los
profesionales aporten soluciones, esto tiene una consecuencia: la indagación se
soslaya. Si se espera siempre que tengan respuestas preparadas llegarán a las
reuniones con el diagnóstico completado perdiendo la oportunidad de aprender de
otras perspectivas. En un estudio reciente que comparaba la toma de decisiones
en grupo de los estadounidenses y los alemanes se comprobó que los alemanes
emitían más juicios sobre problemas y menos sobre soluciones, mientras que los
estadounidenses querían encontrar soluciones rápidamente muchas veces sin un
análisis completo y profundo del problema.
Cuando los distintos miembros de un grupo tienen distinta información, como
es frecuente en las organizaciones, es más conveniente que afloren todos los
problemas antes de buscar soluciones.
3.- No designen
“abogados del diablo” sino que salgan a buscarlos. Un estudio de Charlan Nemeth muestra que asignar a alguien el rol de “abogado del diablo” no consigue
vencer el prejuicio de la confirmación. Para marcar una diferencia el “abogado
del diablo” debe ser capaz de mantener una perspectiva discordante, pero el
grupo debe creer que es sincera. En estos casos el grupo tenderá a buscar más
información contra la visión de la mayoría y muestran menos confianza en sus
preferencias iniciales. Los grupos con personas que disienten generan más y
mejores soluciones a los problemas. Abraham Lincoln pidió a sus rivales que
formasen parte de su gobierno.
4.- Fomenten el
feedback crítico. Muchos directivos terminan promoviendo la conformidad porque sus egos son
frágiles. Diversas investigaciones demuestran que la inseguridad hace que éstos
eviten buscar ideas y les lleva a responder de forma defensiva ante las
sugerencias. Los profesionales lo perciben y no plantean ideas nuevas para
evitar problemas. Una forma de superar esta barrera es animar a éstos a que
cuestionen las ideas de los directivos abiertamente para obtener un feedback
sincero y que estos últimos sean capaces de reconocer sus debilidades.
Si queremos que florezca una cultura de generosidad debe existir libertad
para que todos puedan contribuir con sus ideas más locas, reconociendo a los
profesionales que son capaces de colaborar, aunque no se puedan tener en
cuenta.
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