Sabina Nawaz en hbr.org
del pasado 1 de septiembre plantea que es tiempo de que dejemos de decir la
frase: “No me traigas problemas, tráeme soluciones”, ya que aunque los defensores de este enfoque crean
que reduce las quejas, que mejora la motivación y el desarrollo profesional,
que ayuda a que los trabajadores gestionen y que impulsa las carreras, el
responder a este reto puede ser complicado.
No todos los problemas
tienen soluciones sencillas. Abordar la complejidad de muchos asuntos puede
requerir la participación de numerosos profesionales con talento que aporten
diversos puntos de vista. Adam Grant opina que el pensamiento centrado
exclusivamente en la búsqueda de soluciones no conduce a una cultura de defensa
y no de indagación en la que cada persona afronta la situación encerrada en su
forma de resolver el problema y lucha por esa solución en particular en lugar
de considerar perspectivas múltiples.
El enfoque de “tráeme
una solución” puede originar que los profesionales se bloqueen y se callen por
miedo, florezca una cultura de intimidación y prevenir que algunos problemas
afloren hasta que se hayan convertido en crisis.
Muchos directivos, a
pesar de sus contraindicaciones, continúan diciendo esta frase porque así
aspiran a evitar una cultura de quejas, pero el hecho de comunicar los posibles
fallos de una iniciativa no es quejarse. Si se presentan de forma adecuada se
contribuye a crear un entorno en el que los profesionales se encuentran seguros
e informan de las malas noticias con prontitud facilitando al líder un tiempo
precioso para evitar las crisis.
La autora propone para
que los directivos animen a sus equipos a comunicar los problemas de forma
productiva que éstos:
1.- Creen un entorno de
seguridad para que los profesionales no teman informar de las malas noticias.
Bill Gates, en su libro “Business at the speed o thought” mantiene que una de
sus principales tareas como director
general era escuchar las malas noticias para poder actuar y solucionarlas.
Discutir los problemas con los colaboradores puede servir a contemplarlos desde
una nueva perspectiva.
2.- Pidan que se
informe de problemas reales no de quejas. Los profesionales deben aprender a
distinguir entre plantear una preocupación válida y quejarse. Las quejas suelen
expresarse como verdades absolutas, utilizando términos como “siempre” o
“nunca”, en lugar de apoyarse en hechos concretos, con frecuencia tienen
villanos (ellos) y héroes (nosotros) y no suelen ahondar más allá de la
superficie del problema. Presentar el
estado del problema, por otra parte, facilita datos objetivos, examina los
factores y causas subyacentes del mismo y revela el rol de cada profesional en
su aparición, incluido el del que lo presenta y al reconocer la parte que
juegan en el mismo sabremos que está abierto a ser parte de la solución y no se
limita a culpar a los demás.
3:- Encuentren al
profesional adecuado para resolver el asunto. Cuando un colaborador nos plantea
un problema debemos considerar su alcance y la habilidad de la persona que lo
presenta para resolverlo. Si pensamos que de forma individual puede responder
al reto posiblemente lo único que necesiten es contar con nuestra aprobación
para hacerlo o con ayuda para ver cómo enfocar la situación de forma que se
amplíen las posibles soluciones.
Si, por el contrario,
el tamaño del problema supera su habilidad para solucionarlo puede darse el
caso de que otro profesional sea el más adecuado para abordarlo o sea necesario
contar con la colaboración con personas de otros departamentos. En algún caso
el problema puede ser tan importante que el directivo debe mantenerse
involucrado.
Por tanto, dependiendo
de la situación podemos pedir al profesional que responda al reto o agradecerle
por haber planteado el problema y asignar su solución a la persona más
apropiada o al grupo o grupos más indicados para hacerlo.
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