Christopher L. Kukk, en su libro “The compassionate achiever. How helping others fuels success” que estamos comentando, plantea que no existe un solo abordaje para lograr ser compasivo pero que existen una serie de competencias que hay que dominar. Estas son:
I.-
Escuchar para aprender sobre el problema o reto. Escuchar,
el primer paso para cultivar la compasión, es un acto sencillo que se puede
presentar de diversas maneras. Escuchar desde esta perspectiva tiene menos que
ver con la cantidad de información recibida que con nuestra concentración en lo
que estamos escuchando. También, implica el arte de hacer preguntas. Las
preguntas correctas conducen a respuestas que fortalecen nuestro aprendizaje.
Igualmente importante es escuchar lo que no se dice. Los silencios en ocasiones
nos van a decir más que las palabras y sonidos que escuchamos.
II.-
Comprender para conocer cuáles son las opciones que pueden ayudar.
La definición de compasión consta de dos partes y lograr entender es la meta de
la primera. No implica sólo conocer los hechos o tener una información sino
saber cómo esas piezas de conocimiento encajan
o no lo hacen entre sí. Comprender es conocer conceptos y hechos mediante
el examen y el estudio de los mismos desde todos los distintos ángulos, contextos, disciplinas,
procesos y perspectivas posibles. Ser conscientes del contexto en el que una
idea surge tiene casi tanta importancia como la idea en sí misma.
La inteligencia
emocional juega un papel fundamental en el desarrollo de la comprensión por lo
que intentar excluir las emociones en los procesos de toma de decisiones y
resolución de problemas va a entorpecer nuestra habilidad para conseguir
comprender.
III.-
Identificar, desarrollar y conectar las capacidades necesarias para resolver
los retos o problemas. Encontrar formas para variar
nuestra perspectiva sobre una situación puede conducir a oportunidades
inesperadas.
IV.-
Actuar para resolver el reto o problema.
La segunda parte de la definición de compasión es la acción. Encontrar formas
para vencer nuestro temor o reticencias a actuar así como el desarrollo del
sentido de responsabilidad ayudan a promover la acción. La idea de la inacción,
paradójicamente, en ocasiones, es la mejor opción para solucionar un problema,
como por ejemplo, seguir el camino pasivo de Mahatma Gandhi. En el caso de la
compasión actuar para resolver incluye tanto la acción como la inacción.
I.-
ESCUCHAR PARA APRENDER SOBRE EL PROBLEMA O RETO.
La sabiduría y la
compasión comparten un primer paso: la escucha. La compasión crece cuando
hablamos menos y escuchamos más. La mayor parte de las personas oyen, pero las
que son compasivas escuchan para aprender y aunque esto es necesario no resulta
suficiente. Oír es un acto pasivo, no centrado de detectar sonidos y no
necesariamente incluye la comprensión de lo que se oye. Podemos oír palabras
sin captar su significado. Escuchar para aprender, también llamada escucha
activa o atenta, es una actividad por la que nos centramos en detectar y
entender el significado de los sonidos que recibimos.
Esta forma de escuchar
es crucial para poder solucionar diversos tipos de problemas de forma
compasiva. Bernard Mayes, por ejemplo, comprendió su poder para prevenir
suicidios antes de que lo hiciesen los expertos médicos, al crear en 1962 la
primera línea telefónica abierta y permanente de prevención del suicidio en San
Francisco, consiguiendo que el número de suicidios en esta ciudad haya
decrecido en un 50%.
Escuchar para aprender
es un paso clave, también, para resolver conflictos. Sirve para conectar con la
persona que está hablando y para construir puentes basándose en el respeto y la
preocupación por el otro. Un estudio realizado en 2012 por Mila Hakanen y Aki Soudunsaari encontró que la escucha genuina es un requisito para generar
confianza, tan importante como la
comunicación abierta y rica y es esencial para construir equipos de alto
desempeño.
El autor recomienda
desarrollar las siguientes habilidades para mejorar nuestras capacidades de
escuchar para aprender: centrar nuestra atención, saber cuándo y cómo hacer
preguntas y descubrir el significado del silencio.
1.-
CENTRAR NUESTRA ATENCIÓN. Los líderes que tienen éxito y las
personas verdaderamente compasivas saben cómo maximizar sus capacidades de
escucha centrando su atención. Kukk plantea que existen tres formas básicas de
mejorar nuestra capacidad de concentración:
a).-
Pensar. Supone que cuando estamos escuchando nos centramos
en averiguar lo que la otra persona realmente nos está queriendo decir no lo
que suponemos o esperamos que nos diga y que no estaremos pensando en lo que
vamos a responderle.
Escuchar no tiene que
centrarse en nosotros, los oyentes, sino en el orador para poder llegar a comprenderle. Cuando no escuchamos a los demás, aunque les
oigamos, inevitablemente vamos a estar creando problemas.
El autor sugiere, para
practicar la escucha activa: escuchar o ver un programa de radio o de
televisión en el que alguien esté exponiendo ideas contrarias a las nuestras en
un tema específico sin distraer nuestra atención (nos va a ayudar a aprender a
silenciar nuestra voz interior de creencias e ideas preconcebidas) o andar o
utilizar el transporte público mientras escuchamos una serie de canciones se
intentar recordar, posteriormente, el nombre de las canciones que hemos
escuchado en el orden correcto ( es una forma de practicar el concentrarnos en
lo que hemos escuchado mientras suceden cosas a nuestro alrededor).
b).-
Actuar para mejorar la escucha. El
simple acto de mirar al otro mientras nos habla incrementa nuestro nivel de
comprensión al ayudarnos a escuchar cada palabra que tengan que decir y
transmite al orador la sensación de que nos importa lo que está diciendo. El
autor recomienda seguir las siguientes sugerencias:
·
Eliminar distracciones.
·
No responder al teléfono o contestar
correos mientras estamos escuchando a otra persona.
·
No interrumpir para dar nuestra
opinión o un consejo.
·
Cerrar los ojos si la conversación es
telefónica para eliminar distracciones visuales.
c).-
Reproducir o recordar lo que hemos escuchado. Si
queremos asegurarnos que hemos comprendido bien lo que nos han transmitido
debemos:
· - Parafrasear. Ofrece ventajas al que
escucha porque le permite comprobar, al repetir las ideas básicas de lo oído,
si ha interpretado correctamente el mensaje y para el orador puede ser de
utilidad porque al escuchar al otro contar la historia con otras palabras puede
contemplar la situación desde otra perspectiva y encontrar la solución que
buscaba. El autor recomienda al parafrasear que:
Comencemos
diciendo: “Si te he entendido correctamente ….”, esta frase tiene dos efectos:
por un lado si hemos cometido errores al parafrasear es responsabilidad nuestra
y por otra parte pone el énfasis en lo que el orador ha querido decir y no en
lo que creemos que quiere decir.
No
empezar diciendo: “Creo que lo que quieres decir es …..”
Introducir
palabras que haya dicho el orador para mostrar que hemos escuchado atentamente.
No
introducir ninguna frase que implique un juicio, como por ejemplo: “Creo que
estás dejando que tus sentimientos interfieran en la forma en que estás
contemplando el problema cuando dices…….”. El propósito de parafrasear es
repetir no reprochar.
· - Preguntar. Revisar a través de hacer
preguntas puede cambiar la visión del problema tanto para el orador como para
el oyente. Las preguntas pueden servir para eliminar malentendidos y para
revelar enfoques no examinados de un problema. Algunas preguntas que podemos
hacer son, por ejemplo: ¿Estás diciendo que ….?, ¿Qué quieres decir con …..? o
¿Por lo que acabo de escuchar están
ocurriendo muchas cosas. Cuáles crees que son los aspectos principales que nos
van a conducir al centro de la cuestión?
Existe
la creencia de que para escuchar debemos mantenernos callados pero el oyente
compasivo sabe que al escuchar para aprender tiene que saber preguntar, ya que
permitir que la incertidumbre sobre lo que una persona ha querido decir en una
conversación puede terminar originando confusiones y problemas.
2.- SABER CUÁNDO Y CÓMO HACER
PREGUNTAS. Uno de los factores claves para hacer
una buena pregunta se encuentra en la apertura. El rango en el que una pregunta
sea abierta o cerrada va a afectar al detalle de la respuesta.
Las
preguntas se pueden asimilar a las fotografías de la escucha, porque pueden
captar así como reflejar la esencia de lo que se está pensando o sintiendo en
determinado momento. Cuando queremos abordar un tema complicado compasivamente
tenemos que tener en cuenta que una pregunta mal planteada sirve para
desconectar a las personas unas de otras y genera reticencia para continuar la
conversación, mientras que si está bien hecha conecta a las personas y facilita
un camino para continuar con la discusión.
Las
personas verdaderamente compasivas contemplan los problemas mezclando preguntas
tanto abiertas como cerradas en función del tipo que consideran que es más
eficaz para entender el problema y de la
posición del orador. Por ejemplo, en ocasiones la persona está tan centrada en
el problema o en lo que percibe como tal que no consideran otras posibilidades
o perspectivas, por lo tanto es más adecuado utilizar preguntas abiertas del
tipo: ¿Qué ha ocasionado el problema?, seguido de ¿Qué otras causas han podido
contribuir al problema?. De esta forma ayudamos a la persona a que piense en
otras explicaciones y percepciones.
Si,
por el contrario, la persona se siente perdida en un problema puede tener
dificultades para concentrarse y las preguntas cerradas pueden ayudar a hacerlo.
Una pregunta como ¿Piensas que una causa es más importante que otros? sirve
para estrechar el campo de atención.
3.- DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DEL
SILENCIO. Los silencios en el curso de las conversaciones
frecuentemente son considerados como algo negativo que hay que evitar a toda
costa. Un estudio encontró que la mayor parte de las personas rompen el
silencio en menos de cuatro segundos, fundamentalmente porque están tratando de
vencer una sensación de inseguridad o satisfacer la necesidad de aceptación
social. El oyente compasivo, por el contrario ha aprendido a leer, entender e
interpretar los silencios entre palabras como una parte importante de la
conversación.
Escuchar
para aprender implica tanto estar atento a lo que se dice como identificar lo
que no se dice a través de los silencios. Existen dos razones principales para
tener en cuenta el silencio en una conversación cuando escuchamos para
aprender. Éstas son:
a).-
El silencio nos ofrece la oportunidad de incrementar nuestra conciencia del momento
presente y de confirmar lo que se está
diciendo y cómo se está diciendo.
b).-
El silencio está lleno de significado.
Los
silencios o pausas, según muestran las investigaciones sobre neurociencia en
relación con la música ayudan a agudizar nuestra atención ya que permite al
oyente la oportunidad de reenfocar su atención. Estudios recientes han
encontrado que las pausas musicales tienen un mayor efecto en el cerebro que
los sonidos que emanan de los instrumentos musicales.
Para
ser un oyente atento debemos permitir los silencios e incluso fomentarlos, pero
esto puede resultar ser un reto ya que nuestra cultura no valora el estar
callado. Mark Twain, por el contrario mantenía que” si tuviésemos que hablar
más que escuchar tendríamos dos bocas y un oído”.
Cuando
crece el silencio la observación se convierte en una parte importante de la
escucha. Interpretar las pausas en la conversación incluye la lectura de:
a).-
Las microexpresiones faciales. Éstas son las expresiones que duran sólo una
fracción de un segundo y se presentan cuando una persona, conscientemente o no,
intenta ocultar un sentimiento.
b).-
El lenguaje corporal. Muchos agentes de la contrainteligencia para incrementar
sus habilidades en este campo juegan a
“Dos verdades y una mentira”. En este juego una persona dice dos verdades y una
mentira y la otra debe averiguar cuál es la mentira. La cara y las manos van a
dar muchas pistas, por ejemplo si una persona incrementa el número de veces que
se toca la cara mientras habla o responde a una pregunta normalmente es una
señal de que se encuentra en una situación de estrés y por tanto mintiendo.
Otro signo de que se está ocultando algo ocurre cuando se tocan la garganta como
si la estuvieran cubriendo para evitar decirnos algo.
Comprender
el contexto y el entorno en el que se produce el lenguaje verbal es tan
importante como los movimientos en sí mismos. Por ejemplo, las pupilas se
dilatan cuando una persona está interesada en lo que está escuchando y se
contraen al ir perdiendo interés pero la iluminación del lugar en que tiene
lugar juega un papel ya que si es muy luminoso las pupilas se van a ir
dilatando.
Nuestras
ideas preconcebidas o percepciones sobre lo que la otra persona puede estar
sintiendo o pensando pueden crear un
ruido que interfiere en nuestra habilidad para interpretar el silencio, ya que
pueden hacer que malinterpretemos lo que estamos escuchando. Cada uno de
nosotros percibimos el mundo de una forma distinta y estas ideas preconcebidas
pueden alterar y distorsionar lo que vemos y oímos.
Diversas
investigaciones en el campo de la psicología y neurociencia han mostrado que lo
que experimentamos y percibimos en un momento dado no depende únicamente de lo
que nos dicen nuestros sentidos sino, también, de los conocimientos que tenemos
y de las emociones que estamos sintiendo en ese instante. Nuestras experiencias
y creencias previas pueden enturbiar lo que pensamos que acabamos de oír hasta
el extremo de que no seamos capaces de distinguir fácilmente lo que recordamos
que se ha dicho y las construcciones que hemos creado basadas en asociaciones y
conocimiento. Las personas tendemos a recordar lo que esperamos recordar. Por
ejemplo, se ha comprobado que tendemos a llegar a conclusiones o a juicios
sobre otras personas en aproximadamente 100 milisegundos basándonos simplemente
en sus miradas.
La
práctica de una escucha basada en las técnicas de mindfulness es una forma de
evitar todas esas ideas y de centrarnos en el orador, ya que promueven la
atención en el momento presente sin emitir juicios.
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