Boris Groysberg, Jeremiah Lee, Jesse Price y J. Yo-Jud Cheng en la edición de enero –febrero de Harvard Business Review plantean que la cultura y la estrategia son dos de las palancas primarias que los líderes encuentran a su disposición en su cruzada permanente para mantener la viabilidad y eficiencia de sus organizaciones.
La estrategia dota de una
lógica formal a las metas de la organización y orienta a las personas alrededor
de las mismas, mientras que la cultura
expresa esas metas a través de los valores y creencias y guía la actividad por
medio de suposiciones compartidas y de normas de grupo.
La estrategia facilita la
claridad y el foco hacia la acción colectiva y para la toma de decisiones. Se
apoya en planes y elecciones para movilizar a las personas y se puede imponer,
con frecuencia, a través de recompensas concretas por la consecución de
objetivos y de consecuencias negativas si no se alcanzan. Idealmente,
incorpora, también, elementos adaptativos que pueden analizar el entorno
externo y detectar cuándo son necesarios cambios para garantizar la continuidad
y el crecimiento.
La cultura por el
contrario es una palanca más escurridiza porque suele apoyarse en
comportamientos no hablados y patrones mentales y sociales. Pero puede ser
gestionada. El primer paso, el más importante, que los líderes pueden dar para
maximizar su valor y minimizar sus riesgos es ser plenamente consciente de cómo
funciona.
La cultura se puede
considerar como el orden social tácito de una organización, que modela los
comportamientos y actitudes de muchas formas. Las normas culturales definen lo
que es aceptable y lo que no lo es dentro de un grupo. Cuando está
adecuadamente alineada con los valores personales puede liberar una enorme
cantidad de energía hacia un propósito compartido y favorecer el crecimiento de
la organización. La cultura puede, también, evolucionar de forma flexible y autónoma
en respuesta a las oportunidades y demandas cambiantes.
Los autores han
identificado cuatro atributos universalmente aceptados que son:
1.- El hecho de
compartir. La cultura es un fenómeno grupal que reside en los comportamientos,
creencias y valores compartidos. Se suele experimentar a través de las expectativas y normas de un grupo, de sus
reglas no escritas.
2.- La generalización. La
cultura se filtra por los distintos niveles de la organización. Se manifiesta a
través de comportamientos colectivos, rituales de grupo, símbolos visibles,
historias y leyendas. Otros aspectos de la cultura no son visibles tales como
los patrones mentales, las motivaciones, las creencias no verbalizadas y lo que
David Rooke y William Torbert llaman “ lógicas de la acción”, que son modelos
mentales que explican cómo interpretar y responder ante el mundo que nos rodea.
3.- La larga duración y
permanencia. La cultura puede guiar los pensamientos y acciones de los miembros
del grupo en el tiempo. Se desarrolla por medio de hechos críticos en la vida
colectiva y el aprendizaje del grupo. Su permanencia se explica en parte porque
las personas se sienten atraídas por organizaciones cuyas características son
similares a las suyas y éstas, a su vez, tienden a seleccionar a individuos que
parece que “encajan” en ellas y aquellos que no son capaces de hacerlo terminan
abandonando. De esta forma la cultura se puede convertir en un patrón social
que se auto –refuerza que se vuelve resistente al cambio y a las influencias
externas.
4.- Su carácter
implícito. A pesar de su naturaleza subliminal las personas responden y la
reconocen de forma instintiva. Actúa como una forma de lenguaje silencioso.
Los autores han
encontrado, también, que existen dos dimensiones principales que son independientes
del tipo de organización, tamaño o situación geográfica que son:
A).-
LAS INTERACCIONES ENTRE LAS PERSONAS. La orientación de la
organización en relación a las interacciones y coordinación de sus miembros
puede ir de un espectro que abarca desde un elevado nivel de independencia
hasta un alto nivel de interdependencia. Las culturas que apuestan por lo
primero dan un gran valor a la autonomía, la acción individual y la competitividad.
Por el contrario las que se apoyan en la interdependencia enfatizan la
integración, la gestión de las relaciones
y la coordinación de los esfuerzos dentro del grupo. Las personas en
estas culturas tienden a colaborar y a contemplar el éxito a través de los ojos
del grupo.
B).-
LA RESPUESTA AL CAMBIO. Mientras algunas culturas dan gran
importancia a la estabilidad, priorizando la consistencia, la predictibilidad y
el mantenimiento del estatus quo, otras apuestan por la flexibilidad, la
adaptabilidad y la receptividad ante el cambio. Las primeras tienden a seguir
las reglas, a utilizar estructuras de control a reforzar la jerarquía y a
luchar por la eficiencia. Las segundas tienden a priorizar la innovación, la
apertura, la diversidad y la orientación a más largo plazo.
Si queremos entender la
cultura de una compañía debemos determinar cuál es su situación con respecto a
estas dos dimensiones. Teniendo en cuenta las mismas se pueden distinguir ocho
tipos principales de culturas, según se centren en:
1.-
La empatía. Lo más importante son las relaciones y
conseguir la confianza mutua. Los entornos de trabajo son cálidos, donde las
personas se ayudan unas a otras. Los profesionales se sienten unidos por un
sentimiento de lealtad y los líderes promueven la sinceridad, el trabajo en
equipo y las relaciones positivas.
2.- Un propósito.
Lo fundamental es el idealismo y altruismo. El entorno de trabajo es un lugar
tolerante y compasivo donde los profesionales tratan de actuar para mejorar el
futuro del mundo y por tanto se sienten unidos por el enfoque en la
sostenibilidad y las comunidades globales y los líderes enfatizan los ideales
compartidos y la contribución a una causa importante.
3.- El aprendizaje.
En estas organizaciones el foco se encuentra en la exploración y en la
creatividad. El entorno de trabajo es innovador y abierto y en él los
profesionales pueden ofrecer nuevas ideas y explorar alternativas, estando
unidos por un sentimiento de curiosidad. Los líderes promueven la innovación,
el conocimiento y la aventura.
4.- La diversión.
Se expresa a través de la diversión y el entusiasmo. El entorno de trabajo es
un lugar agradable donde los profesionales tienden a hacer aquello que les hace
felices, sintiéndose unidos por el sentido del juego y los líderes fomentan la
espontaneidad y el sentido del humor.
5.- Los resultados.
En este caso lo que se persiguen son los logros y los éxitos. El entorno de
trabajo está orientado a los resultados y centrado en los méritos donde los que
trabajan en él aspiran a obtener muy altos desempeños. Los profesionales se
unen por la motivación de triunfar y los líderes fomentan el cumplimiento de
objetivos y el alcanzar las metas.
6.- La autoridad.
Se define por la fuerza, la firmeza y la audacia. El entorno de trabajo es un
lugar competitivo donde los que trabajen en él intentan obtener ventajas
individuales. Los profesionales están unidos por un fuerte control y los
líderes enfatizan la autoconfianza y la dominancia.
7.- La seguridad. Se
define por la preparación y la cautela. El entorno de trabajo es un lugar
predecible donde las personas que trabajan en ellos son conscientes de los
riesgos y piensan las cosas cuidadosamente. Los profesionales se sienten unidos
por el deseo de sentirse protegidos y de anticiparse a los cambios y los líderes
destacan la importancia de la planificación previa y del enfoque realista.
8.- El orden.
Se basa en el respeto, la estructura y las normas compartidas. El entorno de
trabajo es un lugar metódico donde los profesionales acatan las reglas y desean
encajar, estando unidos por la cooperación. Los líderes enfatizan los
procedimientos compartidos y las costumbres mantenidas en el tiempo.
Hay
estilos como los caracterizados por seguridad
y orden que pueden coexistir en
una organización, mientras que otros como seguridad y aprendizaje es más
complicado que se den de forma simultánea.
Cada
estilo tiene sus ventajas e inconvenientes:
FOCO
EN
|
VENTAJAS
|
INCONVENIENTES
|
La
empatía
|
Incremento
del compromiso, de la comunicación, de la confianza y del sentido de
pertenencia
Favorece
el trabajo en equipo
|
El énfasis excesivo en el consenso puede
reducir la exploración de distintas opciones, reducir la competencia y
enlentecer la toma de decisiones
|
Un
propósito
|
Aumenta la apreciación de la diversidad,
la sostenibilidad y la responsabilidad social
|
La importancia excesiva que se concede a
un propósito a largo plazo y a los ideales puede interferir en el abordaje de
asuntos actuales y que demandan una respuesta inmediata sin dilaciones.
|
El
aprendizaje
|
Incremento
del aprendizaje organizacional, de la innovación y de la agilidad
|
Un énfasis excesivo en la exploración de
nuevas posibilidades puede conducir a una falta de consideración de las
ventajas ya existentes.
|
La
diversión
|
Aumenta
la moral, el compromiso y la creatividad de los profesionales.
|
El énfasis excesivo en la autonomía y el
compromiso puede ocasionar una falta de disciplina y crear posibles problemas
de cumplimiento de normas.
|
Los
resultados
|
Mejora
en la ejecución y en los logros
|
El énfasis excesivo en conseguir
resultados puede conducir a brechas en la comunicación y colaboración y a
generar niveles altos de estrés y ansiedad en los profesionales.
|
La
autoridad
|
Incremento
de la rapidez en la toma de decisiones y en la respuesta a las amenazas o crisis
|
Un énfasis excesivo en una autoridad
fuerte puede llevar a conflictos y a crear un entorno de trabajo considerado
inseguro por los profesionales.
|
La
seguridad
|
Mejora
en la gestión de riesgos y en la
estabilidad
|
Un énfasis excesivo en la estandarización
y formalización poder generar un exceso de burocracia, inflexibilidad y la
deshumanización de los entornos laborales.
|
El
orden
|
Incremento
de la eficiencia operacional, reducción de conflictos y una mayor conciencia
social.
|
El énfasis excesivo en las reglas y
tradiciones puede reducir el individualismo, constreñir la creatividad y
limitar la agilidad organizacional.
|
Aunque
cada estilo puede ser beneficiosos las restricciones naturales y las demandas
en competición fuerzan a realizar elecciones complicadas sobre qué valores
enfatizar y cómo se espera que se comporten las personas. Es frecuente, por
ejemplo, encontrar culturas que fomentan los resultados y la empatía pero esta
combinación puede ser confusa para los profesionales, que no saben si se espera
de ellos que maximicen sus metas individuales y luchen por los resultados a
cualquier precio o si deben trabajar en equipo y promover la colaboración y los
éxitos compartidos. La naturaleza del
trabajo en sí, la estrategia de negocio o el diseño de la organización pueden
dificultar el que los profesionales estén igualmente enfocados a los resultados
y a la empatía.
Por
el contrario una cultura en la que lo importante es el orden y la empatía
estimula un entorno de trabajo en el que el trabajo en equipo, la confianza y
el respeto son fundamentales. Los dos estilos se refuerzan mutuamente lo cual
puede ser beneficioso pero, también, presenta sus desafíos. Las ventajas son
una fuerte lealtad, la retención del talento, ausencia de conflicto y altos
niveles de compromiso. Los retos son la tendencia hacia el pensamiento grupal,
la excesiva dependencia en la toma de decisiones consensuada, el evitar las
situaciones complicadas y un sentimiento muy arraigado de “nosotros versus los
demás”. Los líderes más enfocados en los resultados y el aprendizaje pueden
encontrar esta combinación de orden y empatía muy restrictiva cuando buscan
innovar y cambiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario