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domingo, 29 de julio de 2018

PENSAR COMO UN NIÑO IV. SOCIABILIDAD, DIVERSIÓN, JUEGO, HUMOR, SINCERIDAD,...


Paul Lindley, en su libro Little wins. The huge power of thinking like a toddler”, que estamos comentando,  propone que “crezcamos hacia abajo” para cambiar la forma en que pensamos para volvernos más abiertos, curiosos, creativos, ambiciosos, claros en nuestro lenguaje, juguetones y sociables y para ello recomienda seguir nueve pasos a través de nueve comportamientos. Los seis primeros, ya analizados en entradas anteriores son: TENER CONFIANZA, SER CREATIVOS, IMPLICARSE EN PROFUNDIDAD, NO RENDIRSE NUNCA, SER HONESTOS y LLAMAR LA ATENCIÓN

Los tres últimos pasos o recomendaciones son:

VII.- MOSTRAR LOS SENTIMIENTOS

Los niños pequeños no hacen nada para ocultar sus sentimientos por lo que podemos observar cada sentimiento por sus gestos o comportamientos. Esta conducta puede no ser la más adecuada en el trabajo  pero la situación opuesta también puede ser igualmente problemática ya que se caracterizaría por un ambiente en el que el silencio domina, los profesionales rara vez se comunican con sus compañeros y están deseando finalizar su horario laboral para poder marcharse.

El hecho es que no dejamos de experimentar sentimientos fuertes porque vayamos envejeciendo, pero nos enseñan y vamos aprendiendo a enmascararlos y ocultarlos ya que el autocontrol es algo que necesitamos aprender y que es bueno siempre que se utilice como un filtro y no como un corsé que nos limite.

Si queremos “crecer hacia abajo” debemos aceptar que nuestras emociones no van a desaparecer y que existe un coste al suprimirlas. En el trabajo éste se puede manifestar porque preocupaciones razonables no se van a mostrar, los profesionales van a estar poco dispuestos a compartir sus ideas y el descontento puede crecer. A nivel personal si pretendemos negar lo que realmente queremos hacer o no buscamos lo suficiente para encontrarlo nos arriesgamos a quedar atrapados en una vida en la que no nos vamos a sentir realizados.

La mayor parte de las personas deseamos tener un trabajo relacionado con algo que nos interese o importe y la mayor parte de los directivos quieren que sus profesionales se muestren apasionados con su trabajo y están llenos de ideas y entusiasmo. La única forma de conciliar ambas necesidades consiste en crear un entorno en el que las personas sientan que pueden decir lo que piensan y mostrar sus sentimientos.

Nigel Risner en su libro “It´s a zoo around here” plantea que el mundo es como un zoo de comunicación en el que cada individuo trata de hablar con su propio estilo y lenguaje y dependiendo de nuestro tipo de personalidad mostraremos los sentimientos de forma distinta. Clasifica a las personas en cuatro grupos: leones (visionarios y decididos), monos (extrovertidos y juguetones), elefantes (cuidadosos y analíticos) y delfines (solícitos y serviciales). Los leones serían cautelosos y directos, los monos cautelosos y directos, mientras que  los elefantes mostrarían sus sentimientos de forma cautelosa e indirecta y los delfines de manera abierta e indirecta. Según Risner un buen “responsable de zoo” (líder) puede marcar la diferencia al reconocer los distintos estilos de comunicación y aprovechar las posibilidades que la diversidad ofrece.

Lo que el modelo de Risner demuestra es que las personas estamos gobernadas por nuestras emociones y que necesitamos diferentes tipos de estímulo para dar lo mejor de nosotros. En lugar de intentar negar la importancia de los sentimientos y emociones debemos encontrar la forma de entenderlos y aprovecharlas, las nuestras y las delos demás. Los niños son especialmente buenos en esto. Un estudio de la Universidad de Washington ha encontrado que los niños comienzan a adaptar su comportamiento para responder a las emociones de los demás aproximadamente a los 15 meses y tienen una sensibilidad especial para detectar cuando algo no va bien y preguntar directamente cuál es la razón.

Como adultos con frecuencia no queremos considerar los sentimientos de los demás igual que hacemos con los nuestros, porque queremos evitar molestias, no sabemos que hacer o preguntar o qué hacer si pensamos que existe un problema. En estos momentos es recomendable recuperar a nuestro niño interior y optar por la ruta directa diciendo que queremos ayudar o preguntando qué les preocupa.

Lindley recomienda que no sólo trabajemos para mostrar nuestros sentimientos sino que tenemos que hacerlo, también, para entender los sentimientos de los demás y actuar con empatía.

VIII.- DIVERTIRSE

Para los bebés y niños pequeños todo tiene la potencialidad de convertirse en una aventura, sea una visita al parque, conocer a una nueva persona o un nuevo juguete. Exploran el mundo a través de la imaginación y el juego y tienen muy claro qué es lo que no les interesa. Si no es divertido y no van a disfrutar no lo van a hacer.

Un estudio realizado por The Chartered Institute of Professional Development encontró que de media trabajamos menos horas que en la década de los 90 del siglo pasado pero que nuestra percepción sobre la carga de trabajo y la intensidad del mismo se ha incrementado. Existen numerosos estudios que muestran que el estrés, la ansiedad y las enfermedades mentales están aumentando en los adultos y niños lo que parece reforzar la idea de  que nuestras actuales vidas digitales y conectadas son más estresantes que las de décadas pasadas.

Stuart Brown, psicólogo y experto en juegos y fundador del Instituto Nacional del Juego estadounidense cree que la deprivación del juego en la vida de los niños y adultos tiene efectos importantes. En los adultos, por ejemplo, favorece actitudes rígidas, inflexibles, carentes de humor  y cerradas a intentar cosas nuevas. Mientras que el juego favorece la capacidad de innovar y adaptarse a las circunstancias.

La paradoja de jugar  es que se define, como por ejemplo lo hace el Concise Oxford Dictionary,  como”implicarse en una actividad para disfrutar y con fines recreativos en lugar de con un propósito serio y práctico”, pero aunque no tenga un propósito claro tiene un significado importante. Mientras parece que no estamos haciendo nada trascendente estamos aprendiendo, descubriendo y experimentando cosas que tienen gran importancia. Mediante el juego cuando somos pequeños exploramos el mundo que nos rodea y aprendemos muchas cosas como cómo los objetos responden cuando los tocamos, empujamos o tiramos. Aprendemos a empatizar y vemos cómo nuestras acciones impactan en los demás. El juego se convierte en la herramienta que estimula la experimentación, la familiarización y el descubrimiento.

Como adultos si no estamos explorando nuevas áreas, aceptando nuevos retos y experimentando con la forma en que hacemos las cosas, jugando con objetos e ideas lo que estamos haciendo es inhibir nuestra capacidad para aprender y desarrollarnos.

El problema con que nos encontramos es que la diversión se suele equiparar con frivolidad: tiempo desperdiciado en lugar de aprovechado. Existe la sospecha generalizada de que si un grupo de profesionales se están divirtiendo charlando en horas de trabajo no están haciendo lo que deberían y están perdiendo el tiempo. Pero esas personas van a sentirse más felices y menos estresadas porque han podido disfrutar y expresarse libremente y como es sabido un grupo feliz es más productivo.

Lindley recomienda:

1.- Disfrutar del camino. Los resultados importan pero lo que aprendemos en el sendero para llegar a la meta también es importante. Es aconsejable adoptar la “mente del principiante” aprendiendo en el camino, abandonando nuestras concepciones previas de cómo se deben hacer las cosas.

2.- Ser creativos y para ello no dejar que nuestras prácticas o entorno de trabajo sea excesivamente rígidos. Debemos reservar tiempo para otros proyectos, distracciones y actividades fuera de las ordinarias que sean inspiradoras, así como crear un entorno de trabajo relajado e informal.

3.- Tener sentido del humor. Va a ser muy útil para diluir tensiones y para darnos ventajas en conversaciones profesionales, como en el caso de que exista un bloqueo.  Divertirse no tiene por qué ser una frivolidad, puede ser una parte importante del proceso de tener éxito, por ejemplo es una forma de unir a un grupo de individuos y convertirlos en un equipo de alto desempeño.

IX.- RELACIONARSE E INVOLUCRARSE CON LOS DEMÁS
Cuando éramos niños a veces nos mostrábamos sociables y otras egoístas, estábamos centrados en nosotros mismos pero también  deseábamos tener amigos. Diversos estudios han mostrado que a partir de los dos años los niños están dispuestos a trabajar juntos en lugar de individualmente para resolver problemas, motivados no sólo por la meta final sino, también, por la oportunidad de cooperar.

En general los niños pequeños están más abiertos a las nuevas relaciones que los adultos, cuando nuestros deseos de trabajar juntos se pueden ver empañados por las sospechas de ser explotados o por no querer compartir los créditos por la labor realizada.  

Lindley sugiere que:

1.- Al tratar de hacer algo nuevo o difícil comencemos por pensar qué tipo de ayuda podemos necesitar y quién nos la puede prestar, no temiendo hacerlo. Existen muchas personas que seguramente ya han hecho lo que queremos hacer y que tienen las respuestas correctas y los consejos adecuados.

2.- Entender a nuestros competidores y no considerarlos exclusivamente como antagonistas. Pueden llegar a convertirse en colaboradores. Debemos mantener una mente abierta y nos sorprenderemos de todos los aspectos comunes que vamos a encontrar.

3.- Cuando hagamos tratos no sólo debemos mirar los hechos y datos, es conveniente asegurarse de que existe un nivel de confianza y confort con la otra parte antes de sellarlos.

4.- Mantener una mente abierta porque muchas de las relaciones más importantes que vamos a mantener pueden proceder de los ámbitos más inesperados. Debemos estar abiertos a nuevas experiencias, nuevas personas y nuevas oportunidades.

El autor finaliza el libro resaltando lo mucho que podemos aprender de nosotros mismos, mirando al pasado para redescubrir los atributos que nos definían cuando éramos pequeños: el valor, la determinación, la creatividad, la curiosidad, el sentido del humor y la sociabilidad que teníamos cuando estábamos aprendiendo a andar, hablar y jugar. El mensaje que quiere transmitir es muy sencillo: “Nuestra sociedad no está formada por números, tecnología o información, sino por personas. Son las personas las que sueñan las ideas que cambian la forma en que vivimos, son las que construyen las relaciones y las redes para compartir dichas ideas y para aprender cómo desarrollarlas. Son las personas las que deciden, utilizando la lógica, las emociones, los hechos y los instintos, si correr riesgos para intentar cambiar algo haciendo que esas ideas cobren vida. Hasta en un mundo en el que la tecnología y las máquinas juegan cada vez un papel mayor son la humanidad y los instintos humanos los que más importan en nuestras vidas.”

Podemos convertirnos en esclavos de la tecnología que se supone que debe servir a nuestras necesidades o podemos parar y redescubrir lo que nos hace humanos en primer lugar. Los comportamientos y atributos que nos permiten adquirir nuevas habilidades, desarrollarnos y crecer. Los sentimientos de sorpresa y admiración que experimentamos cuando vemos, probamos, tocamos o escuchamos las cosas la primera vez.

La inocencia es quizás la mejor forma de describir la magia de la primera infancia y es la idea que une todos los atributos que hemos comentado. Inocencia implica honestidad y sencillez, habla de la capacidad de jugar y de la ausencia de malicia y escepticismo en nuestras relaciones con otras personas y con el mundo que nos rodea.



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