David B. Yoffie y Michael A. Cusumano en “Strategy Rules. Five timeless lessons from Bill Gates, Andy Grove y Steve Jobs” plantean como Gates, Grove y Jobs se convirtieron en unos maestros estrategas centrándose en el seguimiento de 5 reglas. La primera analizada en una entrada anterior es: Mirar hacia delante, razonar hacia atrás. Las siguientes son:
II.- HACER GRANDES
APUESTAS, SIN ARRIESGAR LA ORGANIZACIÓN
Los grandes estrategas hacen aquello que no es obvio, lo complicado y lo
contraintuitivo para lograr alterar el entorno competitivo a su favor, pero
siempre sin poner a sus organizaciones en riesgo de colapso. Con frecuencia
esto implica hacer grandes apuestas, ya sea en forma de grandes compromisos
financieros o de maniobras competitivas tales como el ataque a todos los
líderes del sector. La escala de estas apuestas puede intimidar a colegas y
socios al tiempo que a la competencia pero si se ejecutan con destreza pueden
obtener grandes resultados.
En este sentido las decisiones de Gates, Grove y Jobs reflejaban 4
principios que les ayudaron a tener éxito:
1.- Hacer grandes
apuestas para cambiar el entorno. En su caso en relación con las nuevas
tecnologías, en liderazgo de mercado y para cambiar la estructura de la
industria.
2.- No apostar la
organización. Las grandes apuestas son probablemente las actuaciones estratégicas más
importantes que puede realizar el director general pero no siempre son
ganadoras. Hasta los mejores estrategas cometen errores ya que, en ocasiones,
el futuro no se manifiesta de la forma que esperamos. Por tanto, se deben
asumir riesgos dentro de un rango que, en caso de pérdidas éstas sean aceptables.
Para ello se debe procurar:
a).- Seleccionar bien el momento.
b).- Diversificar el riesgo.
c).- Mantener la apuesta durante un tiempo
3.- Estar dispuestos a canibalizar
nuestro negocio. Presenta distintos obstáculos tanto externos como internos ya que puede
suponer el abandonar una situación de éxito por un futuro desconocido,
arriesgar ventas muy ventajosas por otras con márgenes inciertos. También crea
ganadores y perdedores dentro de la organización como si un equipo desarrolla
un nuevo producto que hace que las ventas de otro anterior desarrollado por
otro grupo decaigan.
Enfrentados a estos retos muchos directivos encuentran excusas para evitar
la canibalización. Por el contrario los grandes estrategas abrazan y buscan formas
de acelerar estos procesos. Por ejemplo, en Intel hacer que tus propios
productos se vuelvan obsoletos es uno de los principios de la estrategia de la
compañía. Siempre será mejor que seamos nuestro propio sustituto e ir
controlando el ritmo de canibalización.
4.- Cortar las pérdidas. Si algo va mal y las cosas no salen como
esperamos debemos estar en disposición de admitir los errores y detener las
pérdidas.
III.- CONSTRUIR
PLATAFORMAS Y ECOSISTEMAS, NO SÓLO PRODUCTOS.
La estrategia opera en diversos niveles. Comienza por definir la
proposición de valor singular de la organización, su posición en el mercado y
sus ventajas competitivas, pero si se quieren convertir en auténticos maestros
de la estrategia los directivos tienen que ampliar su forma de pensar.
Construir una ventaja competitiva que sea duradera, al menos por unos años,
requiere influir en el entorno más allá de los límites de la propia
organización. Los grandes estrategas, especialmente aquellos que trabajan en el
sector tecnológico, no intentan construir solo grandes productos u organizaciones. Su meta suele ser construir
amplias plataformas que generen un gran ecosistema de socios comprometidos en
ofrecer productos complementarios e
innovación en los servicios. La ventaja de las plataformas es que tienen la
capacidad de unir a individuos o grupos para un propósito común, normalmente mediante
el acceso a recursos compartidos.
Con relación a esta regla los autores hacen las siguientes consideraciones:
1.- Pensar en
plataformas no en productos. Éstas son más valiosas por el poder de
las innovaciones complementarias y de los efectos en la red. Por ejemplo un
efecto en la red sencillo se produce cuando el valor de un producto crece con
el número de personas que lo utilizan, como es el caso de Facebook. Cuantos más
usuarios más atractiva resulta la plataforma para la introducción de productos
complementarios o innovadores, para los anunciantes,…
Gates, Grove y Jobs fueron conscientes a diferentes niveles y momentos que
cultivar socios externos era mejor que intentar abordar toda la innovación
potencial ellos mismos. Bill Gates ha sido criticado con frecuencia por no
haber sido un auténtico visionario y que Microsoft ha sido un seguidor muy
hábil más que el inventor de productos rompedores. Pero a la hora de considerar
la importancia del ordenador personal y del software, así como de las
plataformas, de las innovaciones complementarias y de los efectos en la red,
siempre ha estado a la cabeza.
2.- Pensar en
ecosistemas, no sólo en plataformas. La prosperidad de las plataformas de
negocios depende no sólo de las fortalezas de los propios productos sino,
también, de las innovaciones que realicen otras empresas, en ocasiones serias rivales.
Por ejemplo, Microsoft, Intel y Apple depende mucho de los complementos. Si
otros socios en el ecosistema no desarrollan nuevo hardware alrededor DOS y Windows o desarrollan aplicaciones de
software que utilicen el sistema operativo de Microsoft, los consumidores no
tendrían muchos estímulos para compras nuevos ordenadores o actualizar sus sistemas operativos y la demanda de Windows se
estancaría.
3.- Desarrollar algunos
de los complementos. Pocas de las organizaciones que forman parte de plataformas se apoyan
completamente en sus socios de ecosistema para conseguir innovaciones
complementarias. Terceras partes no siempre tienen la capacidad de ofrecer los
nuevos servicios o productos en el tiempo adecuado. Esta dinámica genera el
problema en el que sin unos complementos críticos los consumidores no comprarán
una nueva plataforma y sin la promesa de altas cifras de venta las terceras
partes puede que no inviertan en los complementos necesarios. La estrategia,
por tanto en negocios ligados a plataformas puede requerir, en ocasiones, la
inversión en algunos nuevos complementos para mantener el mercado funcionando,
procurando evitar ocasionar conflictos con los socios.
4.- Evolucionar e
inventar nuevas plataformas para evitar la obsolescencia, afrontando el “dilema
del innovador”: cómo preservar lo que es importante para los consumidores
actuales sin caer en la obsolescencia.
IV.- EXPLOTAR LA
INFLUENCIA Y EL PODER. UTILIZAR TÉCNICAS DE JUDO Y SUMO.
Los grandes estrategas tienen la capacidad de convertir la visión e ideas
de alto nivel en tácticas, acciones y organizaciones que llegan al consumidor y
superan a la competencia.
Tanto Gates como Grove y Jobs han sido maestros de lo que se pueden
considerar como tácticas de judo y sumo. Éstas últimas como su nombre puede
indicar se apoyan fundamentalmente en el poder y tamaño de la organización y
entre ellas tenemos a monopolizar los proveedores, comprar a los competidores y
hundir los precios. Las tácticas judo, por el contrario requieren sutilezas,
agilidad y la habilidad de superar en astucia
a los competidores. Los autores han identificado tres principios
inspirados en el judo y uno en el sumo que han intervenido en el éxito de los
tres empresarios. Éstos son:
1.- Mantenerse bajo el
radar. Ser subestimado puede ofrecernos una ventaja crítica al entrar en un nuevo
mercado. Hablar sobre nuestras ideas en una fase demasiado temprana puede ser
un error garrafal. Mantener un perfil bajo y evitar a los competidores es con
frecuencia un mejor enfoque. Drew Fudenbergg y Jean Tirole la llaman la “estrategia
del cachorro”, en ella el objetivo es parecer lo más inofensivo posible para
que los competidores más fuertes no se enteren de nuestra presencia o decidan
ignorarnos y así no conozcan nuestras verdaderas intenciones.
2.- Procurar tener a
nuestros enemigos cerca. Cooperar con los competidores puede fortalecer
nuestra posición y limitar su espacio de maniobra, al tiempo que podemos
posponer o neutralizar sus intentos de atacarnos. El objetivo se centra en
acercarnos y controlar la relación para que nuestro oponente tenga más
dificultades para “derribarnos”.
3.- Incorporar e ir más
allá de las fortalezas de los competidores. Una tercera táctica consiste en copiar a
la competencia. La imitación suele considerarse como un signo de debilidad o de
ausencia de creatividad o la admisión de un fracaso, pero las experiencias de
Gates, Grove y Jobs demuestran que una de las mejores formas de responder a un
desafío consiste en incorporar las fortalezas de los oponentes y superarlas.
4.- No tener miedo a
demostrar nuestro poder y utilizar nuestra fortaleza al tratar tanto con los
competidores como con los clientes, socios y proveedores, pero siempre
respetando las normas.
Combinar las tácticas de judo y sumo no es sencillo porque reflejan
diferentes patrones mentales. Las primeras requieren una flexibilidad mental,
la habilidad de alcanzar compromisos y la disciplina necesaria para dejar a un
lado el orgullo corporativo y seguir el camino marcado por un competidor. Las
segundas, por otro lado, requieren sobre todo dureza, ya que es solo una ligera
exageración decir que los practicantes de sumo miden su éxito por el miedo que
inspiran.
V.- MODELAR LA ORGANIZACIÓN ALREDEDOR DEL ANCLAJE PERSONAL DEL DIRECTIVO.
La estrategia sin la ejecución es tan
inútil como la ejecución sin estrategia. Conseguir que ambas sean las adecuadas
es una tarea retadora pero tanto Gates, como Grove y Jobs lo lograron en altos
niveles. Los tres tenían debilidades como líderes y se beneficiaron de la ayuda
y apoyo de sus equipos ejecutivos y del resto de sus profesionales. Sus
fortalezas les facilitaron a cada uno de ellos unos anclajes personales que
moldearon la forma en que sus organizaciones evolucionaron. Los tres
coincidieron en prestar una extraordinaria atención a detalles claves y a
operaciones y productos críticos mientras delegaban aquellas áreas con las que
no estaban muy familiarizados. Cada uno
de ellos fue imperfecto como líder pero al mismo tiempo fueron eficaces y
demostraron el valor de seguir cuatro principios, en grados distintos y con
enfoques diferentes. Éstos son:
1.- Conocerse a sí mismo, con todos los defectos. Para convertir las
ideas y valores en acción el alto directivo necesita sentir pasión, confiar en
sí mismo y centrarse. También, necesita contar con una base sólida de
conocimiento y competencia para que pueda diseñar la organización y reunir un
equipo directivo. Juntos todos estos aspectos constituyen el anclaje personal
que va a definir el valor distintivo que cada líder va a aportar a la
organización.
El primer paso para identificar ese
anclaje consiste en conocerse a sí mismo, lo que requiere una evaluación
sincera tanto de las fortalezas como debilidades.
2.- Prestar una atención extraordinaria a los detalles, pero selectivamente.
El anclaje personal del líder contribuye a centrar y dar una dirección no sólo
a la estrategia de la organización sino
a su evolución. Un líder sin un sentido claro de la dirección que tiene que
seguir puede obsesionarse con minucias que pueden ser irrelevantes para el
cliente y para el negocio. Gates, Grove y Jobs, lograron evitar caer en esta
trampa y aprendieron a confiar en sus instintos para identificar lo que realmente
era importante para sus organizaciones. Prestaron mucha atención a los detalles
pero de forma selectiva y en el proceso impregnaron a sus organizaciones de esa
disciplina.
3.- No perder nunca de vista al entorno sin olvidar los detalles, para ello se debe
marcar la dirección desde la cúpula de la
organización, sin olvidar que los
directivos deben dedicar tiempo para pensar, aprender nuevas cosas y completar
su formación.
4.- Conceder poder a los profesionales que tienen el conocimiento. Gates, Grove y Jobs se
asociaron con ejecutivos clave que complementaban sus competencias. Para ello
no sólo se preocuparon de reclutar ejecutivos de “altos vuelos” sino, también,
de seleccionar a los mejores y más brillantes para los trabajos a todos los
niveles. Procuraban conocer la opinión, tanto positiva como negativa, no sólo de sus más directos colaboradores,
sino de los que consideraban como expertos de cada tema independientemente del
lugar jerárquico que ocupasen en sus organizaciones
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