Roy Lilley, en “Dealing with difficult people. Fast, effective strategies for handling problem people” ,
plantea que determinadas personas complicadas son capaces de ocasionarnos
situaciones horribles y embarazosas que debemos estar preparados para superar y para ello tenemos que procurar
entender las razones por las que actúan así, para lo cual hay que utilizar abordajes
que se centren más en la razón y menos en las emociones.
La estrategia es
sencilla. No vamos a cambiar a una persona difícil siendo nosotros difíciles,
ya que no les importamos al preocuparse solo por ellos mismos. Por tanto
debemos decidir qué es lo que queremos obtener de nuestra relación con ella y
prepararnos a maniobrar para conseguir lo que deseamos.
Lilley destaca que
existen 7 tipos básicos de personalidad que se pueden considerar complicados y
difíciles de tratar. Éstos son:
TIPO
1: HOSTIL, BELIGERANTE, AGRESIVO Y OFENSIVO
Se reconoce por su
comportamiento atemorizante y suelen ser los bullies. En esta categoría tenemos
tres tipos de personalidades principales:
1.-
EL “TANQUE”: se caracterizan por atacar. Son abusivos,
intimidantes, abruptos y arrolladores. Cargan contra comportamientos
individuales y características personales. Bombardean con críticas y argumentos
incesantes. Con frecuencia obtienen sus objetivos a corto plazo pero con el
coste de pérdida de amistades y la erosión de las relaciones a largo plazo.
Robert Bransom , autor de
“Coping with difficult people” hace una serie de recomendaciones para tratar
con estas personalidades.
En este primer caso son:
1.- Dejarles tiempo para
que se calmen.
2.- No preocuparnos por
ser educados con ellos, captar su atención por ejemplo llamándoles por su
nombre o levantándonos o sentándonos de forma deliberada.
3.- Conseguir que se
sienten es una buena idea así como mirarles a los ojos.
4.- No argumentar con
ellos ni tratar de interrumpirles.
5.- Estar preparados para
ser amables.
2.-
EL “FRANCOTIRADOR”: prefiere un abordaje más protegido. Se
presentan como amistosos para atacar de una forma más sutil utilizando
indirectas. Utilizan las restricciones sociales para crear un lugar seguro desde
el que atacar por ira o envidia a sus víctimas. Compatibilizan sus misiles
verbales con gestos no verbales de juego y amistad, lo que ocasiona situaciones
en que cualquier represalia hacia ellos se puede interpretar como un acto
agresivo como si estuviésemos atacando y no defendiéndonos. Como en el caso del
“tanque” los “francotiradores” creen que poner a los demás en un mal lugar hace
que ellos destaquen positivamente.
Bransom propone:
1.- Facilitarles una
alternativa a sus desafíos, no centrándonos en sus puntos de vista sino
procurando involucrar a todos.
2.- Intentar solucionar
con prontitud todos los problemas que puedan surgir.
3.- Prevenir su actuación
fijando de forma regular reuniones para solucionar problemas.
3.-
EL “EXPLOSIVO”: sus pataletas pueden surgir de
conversaciones o discusiones que parece que comienzan de forma amistosa.
Normalmente estas rabietas aparecen cuando se sienten amenazados físicamente o
psicológicamente y la respuesta más frecuente es primero la ira seguida de la
culpabilización de los demás o la desconfianza.
En este caso Bransom recomienda:
1.- Dejarles tiempo para
que se tranquilicen.
2.- Si no lo hacen interrumpir sus pataletas con una
frase o palabra neutral como “para”.
3.- Mostrarles que les
tomamos en serio.
4.- Si es posible
procurar dedicarles un tiempo en privado.
TIPO
II: QUEJICA, GRUÑÓN Y AMARGADO
Los quejicas gimen y se
quejan exageradamente por todo pero nunca parece que puedan hacer algo para
cambiar la situación. Parece que disfrutan teniendo siempre algún motivo de
queja. Encuentran faltas en todo pero no buscan soluciones.
Las quejas constantes
pueden hacer que las personas que les rodean se pongan a la defensiva, mientras ellos creen que son
perfectos pero que no tienen poder para hacer nada por lo que tienen que
trasladar sus quejas a los que sí pueden hacer algo. Su actitud va acompañada
de un fuerte sentido de cómo piensan que tienen que ser las cosas y cualquier
desviación origina sus reproches. Las quejas son una forma de reafirmar que no
tienen el control ni son responsables de las cosas que se hacen mal reafirmando
su perfeccionismo.
Con estas personas
Bransom sugiere que:
1.- Escuchemos
atentamente a sus quejas y reconozcamos lo que dicen parafraseando sus
afirmaciones.
2.- No nos mostremos de acuerdo o nos disculpemos por sus alegaciones y evitar los argumentos ping- pong ( acusación
– defensa – acusación,…).
3.- Establezcamos y
reconozcamos los hechos sin comentarios.
4.- Intentemos ir hacia la
solución de problemas haciendo preguntas específicas e informativas.
5.- Si todo falla
preguntar al quejica cómo le gustaría que terminase la conversación.
TIPO
III.- SILENCIOSO, INDIFERENTE E
INSENSIBLE
Este tipo de personas
responde a las situaciones desagradables cerrándose y si les preguntamos qué es
lo que piensan contestarán con un gruñido.
Utilizan el silencio como
arma defensiva para evitar revelarse a sí mismos y posibles reprimendas. Por
otra parte se puede usar, también, como un mecanismo agresivo, ofensivo para
ocasionar daño al negar el acceso a nosotros. En ocasiones la falta de
respuesta es una señal de desconfianza lo que puede explicar la necesidad de
una actitud hermética o una forma de evitar la propia realidad, ya que las
palabras pueden revelar pensamientos o miedos del que habla.
Tratar con este tipo de
personas puede ser muy complicado por las barreras a la comunicación que construyen, que se
manifiesta también con un lenguaje corporal caracterizado por mirar fijamente,
con rabia, frunciendo el ceño y con los brazos cruzados reflejando incomodidad.
Bransom propone que en
nuestras relaciones con este tipo de personas:
1.- En lugar de intentar
interpretar lo que significa su silencia debemos tratar de que se abran.
2.- Hagamos preguntas
abiertas y esperemos pacientemente su respuesta.
3.- No llenemos sus
silencios con nuestras conversaciones.
4.- Reservemos tiempo para
procurar que nos respondan y si no lo hacen comentar sobre lo que está pasando
y terminar con una pregunta abierta. Si no responden volver a comentar lo que
está pasando y esperar otra vez.
5.- Si finalmente se
abren ser atentos y si no lo hacen terminar la reunión fijando una nueva fecha
e informarles de lo que pensamos hacer ya que la conversación no se ha podido
llevar a cabo.
TIPO
4: EXCESIVAMENTE AGRADABLE
Es la persona que siempre
se muestra razonable, sincera y dispuesta a prestar apoyo delante de nosotros
pero que luego no hace todo lo prometido. Quieren ser amigos de todos ya que
desean captar su atención, pero tienen un lado oscuro ya que tienden a aceptar
nuestros planes para luego dejarnos colgados.
Buscan desesperadamente
el ser queridos y aceptados por todos y por tanto dicen las cosas que piensan
que los demás quieren oír. También utilizan el humor para facilitar las
conversaciones con los demás. El problema es que nos llevan a pensar que están
de acuerdo con nuestras ideas y planes y luego su apoyo no se materializa.
Bransom recomienda que
ante este tipo de personas:
1.- Hagamos aflorar los
hechos que están evitando que el superagradable actúe.
2:- Les transmitamos que
les valoramos como personas.
3.- Les pidamos que nos
informen sobre las cosas que pueden interferir en el mantenimiento de una buena relación con ellos.
4.- Les pidamos que nos
digan cuáles son los aspectos de nuestro producto o servicio que piensan que no
son lo suficientemente buenos.
5.- Nos mostremos dispuestos
a llegar a compromisos y a negociar si surge un conflicto.
6.- Procuremos detectar si
tras su humor existen mensajes ocultos.
TIPO
5: EL NEGATIVO
Este tipo de persona
ejerce una influencia corrosiva en los equipos y puede resultar muy
desmotivadora a nivel individual. Se caracteriza por ser una personalidad que
no sólo se muestra en desacuerdo con cualquier sugerencia del equipo sino que
es la primera en criticar sus progresos. Aunque las críticas puedan ser
interpretadas como constructivas alteran el progreso en el entorno laboral y
pueden impactar de forma negativa en las relaciones interpersonales.
Una variante es la
formada por el grupo de los escépticos., que como los negativos dedican su
tiempo a destrozar y a encontrar fallos en todo lo que se dice.
Normalmente estas
personalidades surgen del sentimiento de que no tiene poder sobre sus propias
vidas y aunque sienten un tremendo resentimiento por la forma en que piensan
que les trata la vida creen que cualquier proyecto o tarea que no realicen
ellos va a fallar.
Ante un pesimista Bransom
sugiere:
1.- Estar alerta ante el
potencial existente en nosotros mismos y en nuestro equipo de ser arrastrados
por el desánimo.
2.- Procurar recordar
éxitos pasados a la hora de resolver problemas similares.
3.- No intentar argumentar
para sacarlos de su pesimismo.
4.- Cuando una
alternativa se esté considerando seriamente, plantear los aspectos negativos que
pueden surgir ante su implementación antes de que lo haga el negativo y estar
dispuestos a actuar anunciando nuestros planes para hacerlo.
TIPO
6: EL SABELOTODO
Sienten la necesidad imperiosa de ser reconocidos por
su capacidad intelectual. Son aburridos, pesados y tediosos y suelen ser
personas muy complejas que pueden llegar a comportarse como bullies. Parece que
están tan seguros de que siempre tienen razón que parece inútil argumentar con
ellos. Pueden ser muy persuasivos y les gusta comunicar como si estuviesen
hablando a un niño,, queriendo dominar las conversaciones y ser el centro de la
atención. El problema es que en muchas ocasiones no son expertos de los temas a
tratar y no les importa inventar datos para disimular su ignorancia.
Normalmente las personas
que se enfrentan a situaciones en que están involucrados los “sabelotodo”
experimentan una gran frustración que va a originar tensiones en el trabajo.
Las respuestas que
Bransom plantea ante este tipo de personalidades son:
1.- Prepararnos bien
revisando todos los datos pertinentes, comprobando su exactitud.
2.- Escuchar
cuidadosamente y parafrasear los puntos principales de sus propuestas para
evitar el exceso de explicaciones,
3.- Evitar afirmaciones
dogmáticas.
4.- Para mostrar nuestro desacuerdo
hacer preguntas en las que planteemos nuestras dudas y que sirvan para reexaminar los
planes.
5.- Como último recurso
pensar en subordinarnos para evitar la parálisis y con el fin de intentar
construir una relación de igualdad en el futuro.
6.- Si el sabelotodo no
se muestra amenazante o como un bully podemos plantear los hechos o las
opiniones alternativas de forma lo más descriptiva posible como nuestras
propias percepciones de la realidad y de manera que no se sientan mal por ser
cuestionados.
TIPO
7: EL INDECISO Y TITUBEANTE
Dentro de un indeciso se
encuentra un perfeccionista tratando de aflorar, pero que parece que no lo
consigue. Según Robert M. Bramson este tipo de personalidad puede aparecer de
dos formas:
a).- Las cosas se tienen
que hacer como ellos dicen o no se hacen.
b).- Plantean un exceso
de alternativas que dificultan que se pueda tomar una decisión.
Con frecuencia tienen
dificultades para comunicar sus pensamientos, necesidades u opiniones a
aquellos que les rodean y conviven mal con el estrés. Para poder gestionar el
estrés tienden a procrastinar lo que afecta negativamente a sus compañeros de
trabajo, que terminan perdiendo la ilusión y el compromiso con el proyecto o persona con lo que el equipo acaba
fracasando.
A pesar de su éxito a la
hora de evadir tomar decisiones se estresan por otras múltiples causas y son
maestros en comunicar sus decisiones por medios indirectos como el lenguaje
corporal. En ocasiones ocultan información porque no saben cómo puede ser
recibida por el equipo.
Bransom recomienda ante
este tipo de personas:
1.- Facilitar el que el
indeciso nos cuente sobre sus reservas o temor de posibles conflictos que están
evitando que tome decisiones.
2.- Procurar detectar
palabras indirectas, titubeos y omisiones que pueden ofrecer pistas sobre áreas
problemáticas.
3.- Cuando haya aflorado el problema ayudarles a resolverlo
con una decisión.
4.- En ocasiones su
reservas estarán relacionadas con nosotros, Si este es el caso debemos
reconocer cualquier problema pasado y proponer un plan para solucionarlo
pidiendo ayuda si es necesario.
5.- Si no somos parte del
problema debemos concentrarnos en ayudar al indeciso a que examine los hechos
para buscar soluciones alternativas con un orden de prioridad.
6.- Apoyar al indeciso
después de que parezca que ha tomado una decisión para que la lleve a cabo.
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