David Kessler en la edición de julio – agosto de
Harvard Business Review plantea que las personas cuando estamos en estado de
shock, como recuerda él de la experiencia que vivió al producirse un terremoto
en Los Ángeles mientras estaba en un
teatro, reaccionamos de tres formas:
a).- Nos sentimos dominados por el pánico y actuamos
de forma caótica, sin saber ni a dónde ir ni qué hacer.
b).- Mantenemos la calma y seguimos las
instrucciones que se nos faciliten.
c).- No hacemos nada y pedimos a los demás que
mantengan la calma y actúen como si nada pasase.
Al ir recuperando las organizaciones su vida normal
y rutinas ordinarias al ir superando la actual crisis generada por la pandemia
del covid-19 los directivos deben entender y reconocer que los trabajadores van
a necesitar distintos tipos de ayuda y ayudar a cada individuo a gestionar su
aflicción. Al volver los profesionales al trabajo o al comenzar a interaccionar
los que continuaron trabajando con los que se incorporan muchos estarán todavía
experimentando algún tipo de aflicción ( no todos tienen que estar en el mismo
estadio descrito por Elizabeth Kúbler – Ross: negación, ira, negociación,
depresión, aceptación) y por ejemplo, si las personas parece que están muy
enfadadas deberemos darles espacio para que lo manifiesten y tener paciencia.
Lo más importante es permitir que se expresen las
distintas fases. Una peculiaridad de la vida moderna es que tenemos
sentimientos sobre nuestros sentimientos: Podemos sentir tristeza y decirnos a
nosotros que no debemos sentirla puesto que otros han sufrido más que
nosotros. Lo hacemos con muchas
emociones pero al final no funciona. Debemos permitirnos experimentar las
distintas etapas de la aflicción para dejar que nuestros sentimientos alcancen
la quinta fase la de aceptación que es en la que reside el poder ya que en ella
recobramos el control porque ya no estamos negando la realidad: lo que temíamos
ha ocurrido y debemos pensar en qué hacer.
Los líderes deben pensar en tres grupos de personas que
tienen que trabajar juntos:
1.-
Los “preocupados sanos”: tienen
salud, no han experimentado la enfermedad alrededor de ellos pero están
preocupados. Pueden sentir aflicción por la pérdida del trabajo, de la
normalidad, de oportunidades o de actividades como vacaciones, bodas, viajes,
etc. Son
pérdidas legítimas que causan dolor.
También están experimentando aflicción
anticipatoria, que consiste en una profunda ansiedad en la que nuestra mente
imagina futuras pérdidas y posibles efectos en los seres queridos. Dentro de
este grupo tenemos a los minimizadores y a los maximizadores. Los primeros
afrontan la situación negando su severidad o esperando intranquilos que ocurra
lo mejor. Los segundos piensan que el cielo se está derrumbando sobre ellos. La
verdad está en algún punto entre ambas perspectivas y el trabajo ayuda a que
cada grupo equilibre su mente.
2.-
Los” afectados”: han estado enfermos o
conocen a alguien que lo ha estado pero se ha recuperado. No solo se han
imaginado el trauma, lo han experimentado. Algunos pueden necesitar “counseling”
u otras metodologías de apoyo.
3.- Los “desconsolados”: han perdido a un ser querido y estarán experimentando
alguna etapa de la aflicción y muchos de ellos estarán todavía lejos de llegar
a la de aceptación.
Sólo el hecho de identificar y reconocer a los tres
grupos y de establecer intervenciones dirigidas específicamente para cada uno
de ellos va a ayudar a los profesionales a superar la situación. Hacer que sean
conscientes de la existencia de los tres grupos resulta también de utilidad
pues puede sensibilizarles a las diferentes experiencias que pueden estar
viviendo los demás.
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