Shane Parrish en Farnam Street del pasado 17 de
octubre plantea que nuestra mente utiliza dos formas de pensamiento para
abordar cualquier tarea amplia: centrado y difuso. Las dos son igual de
importantes pero sirven a distintos propósitos. Para realizar bien nuestro
trabajo debemos dominar ambas.
Barbara Oakley, en “A mind for numbers” habla del concepto
de las formas difusa y centrada de pensamiento y de cómo pasamos de uno al otro
a lo largo del día. Estamos constantemente persiguiendo los verdaderos momentos
de “foco”: trabajo profundo, estados de flujo y sesiones altamente productivas
en las que podemos ver resultados tangibles. Gran parte del proceso de
aprendizaje tiene lugar durante el modo centrado de pensamiento.
Cuando nuestras mentes se sienten libres para
divagar estamos en un modo de pensamiento difuso, que se considera como nuestra
forma natural o el modo “soñar despierto”. Es el momento en el que establecemos
conexiones y reflexionamos inconscientemente sobre los problemas. En ocasiones
es un fenómeno momentáneo en el que por ejemplo miramos fijamente a la
distancia antes de regresar al trabajo.
Oakley explica que los vertebrados necesitamos
ambos modos para sobrevivir. El centrado es útil para tareas vitales tales como
la búsqueda de alimentos o el cuidado de los descendientes y el difuso lo es por
ejemplo para detectar amenazas. Ambos son igualmente valiosos pero lo
verdaderamente importante es la armonía entre ellos. No podemos mantener el
esfuerzo del modo centrado durante mucho tiempo, en algún momento necesitamos
relajarnos y pasar al difuso. El aprendizaje de una habilidad compleja, un
idioma, un instrumento musical, ajedrez, etc, requiere que ambos modos trabajen
juntos ya que dominaremos los detalles a través del modo centrado pero
comprenderemos cómo todo encaja junto gracias al difuso. Se trata de combianr
la creatividad con la ejecución.
En “The Middle Way: Finding the Balance between Mindfulness andMind-Wandering” los autores escriben que la consciencia actúa como
una ola expandiéndose externamente y luego retrocediendo internamente. Este
ritmo perenne de la mente que primero extrae información del mundo externo y
luego la mete hacia el interior para que aflore posteriormente refleja la vida
mental. Esta oscilación mental es importante ya que si nos mantenemos en modo
centrado mucho tiempo obtendremos menos retornos y nuestro pensamiento se
anquilosa. Dejamos de tener nuevas ideas y podemos caer en un efecto de “túnel”
cognitivo, caemos en el cansancio y nos volvemos menos productivos. También pueden
darse las condiciones para que seamos víctimas de prejuicios cognitivos contraproducentes
y para que perdamos la visión del contexto real.
Einstein, por ejemplo,
imaginó la relatividad durante una discusión con un amigo y dedicó décadas
refinando y aclarando sus ideas para publicarlas, trabajando hasta el día
anterior a su fallecimiento. Muchos de los libros de Stephen King comienzan
como frases aisladas escritas en un cuaderno o en una servilleta después de un
paseo o de otra actividad. Para convertir esas ideas en libros se ajusta a una
agenda fija escribiendo 2000 palabras cada mañana. Tanto Thomas Edison como
Salvador Dalí aprovechaban “microsiestas” que duraban menos de un segundo para
generar ideas.
Estudios que exploran
el pensamiento creativo han apoyado la idea de que necesitamos ambos tipos de
pensamiento. En “The Richness of Inner Experience:
Relating Styles of Daydreaming to Creative Processes,” los autores Claire Zedelius y Jonathan Schooler plantean que las
investigaciones han encontrado que hacer un descanso cuando se está trabajando
en un problema creativo y dedicar el tiempo a una tarea no relacionada
incrementa la creatividad debido a un fenómeno conocido como de “incubación”. Por tanto, si queremos encajar los dos modos
podemos dedicarnos a trabajar durante
espacios de tiempo muy centrados e intensos y cuando observemos
que las ideas dejan de fluir hacer algo que permita “volar el pensamiento” como
hacer ejercicio, leer, bailar o escuchar música. El problema es que las
actividades que fomentan el pensamiento difuso nos hacen sentir culpable y
perezosos, por lo que optamos por sustitutos más mediocres como las redes
sociales, que conceden un descanso a nuestra mente pero no permiten una
verdadera desconexión y que el pensamiento vague.
Nuestras mentes
siempre van a terminar buscando estar en modo difuso independientemente de lo
mucho que intentemos mantenerlas centradas. Entrar en modo difuso requiere
dejar de hacer algo para hacer algo que idealmente es físicamente absorbente y
mentalmente liberador. Puede parecer que supone hacer un descanso o perder el
tiempo pero es una parte importante de la creación de algo valioso.
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