Graham Ward en INSEAD Knowledge del pasado 8 de noviembre plantea que si nuestro jefe está actuando
como si fuese un gurú, debemos tomar el control reafirmándonos y estableciendo
límites.
En el entorno laboral,
con frecuencia, tenemos un estado semidependiente. Buscamos la aprobación y
guía de nuestros compañeros y superiores, mientras escondemos nuestras más
íntimas vulnerabilidades. Nuestras inseguridades nos llevan a buscar la
validación externa, lo que va a modelar nuestras acciones y decisiones. En
esencia mostramos lo que el psicólogo Robert Kegan llama “una mente socializada”,
por la que nos sentimos incapaces de liberarnos de las expectativas de los
demás o tomar decisiones alineadas con nuestro verdadero yo.
Para algunos
profesionales puede ser una bendición entrar en la órbita de un líder
omnisciente y muy seguro de sí mismo. Su efecto puede ser irresistible,
llevándonos a establecer un pacto fáustico, por el que nos volvemos poco
críticos de sus palabras y actos. Si muchas personas caen en dicha órbita, un
gurú va a nacer y el peligro surge.
Los líderes sucumben
ante el complejo del gurú cuando solo confían en sí mismos y dejan de escuchar
a los demás, rodeándose de personas débiles e inseguras. Con frecuencia
inconscientemente, posteriormente, van adquiriendo y mostrando tendencias
autoritarias.
Los gurús adoptan
varias formas. Adam Grant los clasifica en tres categoría, principalmente:
a).- Predicadores:
defienden sus creencias y convencen a sus seguidores,
b).- Fiscales:
defienden con fuerza sus posiciones e intentan demostrar que los demás están
equivocados.
c).- Políticos:
mantienen ideas preconcebidas de lo que está bien y buscan obtener la
aprobación de los que les rodean.
La interdependencia
entre estos líderes y sus acólitos es lógica ya que muchos de nosotros son sentimos
atraídos por personas poderosas, carismáticas y que parecen protectoras, como
en muchos casos son los padres. Si
nuestro desarrollo fue sano, como adolescentes vamos a cuestionar los juicios de
nuestros padres y ser conscientes de que pueden estar equivocados y, por tanto,
los podemos rechazar. Si nuestros padres
tienen equilibrio psicológico fomentarán este proceso y eventualmente nos
liberaremos, convirtiéndonos en adultos libres e independientes.
En algunos casos, si las
relaciones con los padres carecieron del adecuado apoyo y cuidado durante la
infancia , se pueden desarrollar conexiones emocionales inseguras y, como
resultado, esos individuos pueden buscar un reemplazo de esas figuras paternas
y maternas en distintos entornos, como el laboral que con frecuencia les ofrece
una plataforma para buscar las experiencias nutritivas de las que han carecido
durante la infancia.
Para evitar caer bajo
el influjo de un gurú, si vemos que nuestro jefe empieza a monopolizar todas
las reuniones y que nadie le lleva la contraria, disiente o le cuestiona ni plantea nuevas ideas,
puede ser el momento de actuar. También, si se da el caso de que ciertos individuos
son excluidos mientras otros forman un grupo especial.
Los sistemas de
evaluación pueden ser un método válido para poner de manifiesto la conducta
inapropiada de los líderes “desviados”, pero con frecuencia no se utilizan por
el temor de los profesionales críticos a ser identificados como voces disonantes.
Ward recomienda:
1.-
Abrazar nuestro guerrero interno. Si vemos que nos
callamos en lugar de decir nuestra opinión y sentimos que no podemos ser fieles
a nosotros mismos y tememos perder el afecto de nuestro jefe, debemos analizar
cómo nos comunicamos y aprender a hacerlo de forma asertiva.
Tenemos que comenzar por
preguntarnos por qué nos resulta más importante callarnos que expresar nuestras
opiniones y reflexionar sobre los sentimientos que experimentamos cuando pensamos
en mantener una conversación valiente con nuestro jefe y sobre las emociones
que surgen si nos imaginamos escribiendo una evaluación sincera y sin filtros
sobre ellos.
2.-
Renegociar la alianza de poder. Aprender a negociar y
a navegar por nuestros propios límites. Por ejemplo si el jefe nos dice lo que
tenemos que hacer, en lugar de consultarnos, podemos pedir mantener una reunión
privada con él para discutir nuestras relaciones de trabajo, para
comentarle cómo nos sentimos en esta situación y expresar nuestra preocupación
por la destrucción de valor que ese tipo de liderazgo crea. Hacerlo con la clara
intención de ayudar a nuestro jefe a mejorar sin ninguna condición. Debemos ser
claros sobre nuestros límites y sobre lo que no funciona para nosotros.
Esencialmente, se trata de intentar llegar a un acuerdo sobre cómo poder trabajar juntos en
adelante.
3.-
Aprender cuándo debemos retroceder. Fijar unos plazos en
nuestra mente para que la situación mejore. Responsabilizarnos de éstos y si
las cosas no progresan empezar a imaginar un futuro en un departamento
diferente o en otro trabajo,
Los líderes que han
caído en el complejo de gurú rara vez cambian, ya que su comportamiento
normalmente empeora cuando van acumulando poder. Los resultados de las
organizaciones típicamente van a ir en declive al tiempo que se va inflando el
ego de los líderes, pero el problema es que pueden pasar muchos años hasta que
esto ocurra.
Si queremos crear
sistemas sanos y prosociales debemos evitar la génesis de gurús desde el
principio. Permitir que crezcan es negativo no solo para los gurús, sino para
los que dependen de ellos y para la organización en su conjunto. Es de hecho un
acto compasivo ayudarles a descender de sus torres de marfil para que revelen
sus vulnerabilidades y conecten con los demás de una forma más equilibrada y
sean conscientes de que nadie sabe todo
y que las ideas de los demás pueden ser interesantes.
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