Manfred Kets De Vries
en INSEAD Knowledge del pasado 4 de noviembre plantea que la competencia sana
es natural pero que cuando se llevan al extremo
se puede transformar en una peligrosa obsesión. Las personas centradas
en ser siempre las mejores con frecuencia se encuentran dominadas por una
insaciable ambición y envidia, percibiendo el mundo como un campo de batalla en
el que solo existen vencedores y perdedores.
Un ejemplo claro de
esta tendencia destructiva la tenemos en el caso del general romano Craso, con
frecuencia aclamado como el hombre más rico de Roma, que aunque poseía una
inmensa fortuna y poder, estaba consumido por una insaciable sed de tener más.
Esta ambición le llevó a intentar conquistar el imperio de los Partos en el año
53 AC, campaña que le costó la vida. La leyenda cuenta que al ser ejecutado los
partos vertieron oro fundido en su boca, para burlarse simbólicamente de su sed
perpetua de riqueza.
La combinación de
avaricia y envidia, dos de los siete pecados capitales, con frecuencia conduce
a resultados catastróficos. La avaricia
o el constante deseo de aventajar y acumular a toda costa está con
frecuencia ligada a un sentimiento de derecho y se llega a convertir en un saco
sin fondo. Los individuos muy avariciosos pueden sentirse temporalmente
satisfechos con sus últimos logros, pero pronto retornan a sentirse
insatisfechos y vacíos. Este inacabable círculo vicioso implica que nunca
van a gozar del sentimiento de disfrute y
plenitud que buscan.
La envidia, por otro
lado, se caracteriza por el descontento y resentimiento hacia aquellos que
poseen lo que el envidioso desea. Estos individuos se comparan constantemente
con otros y envidian su éxito, belleza, fortuna o riqueza. Perciben cualquier
amenaza a su estatus o logros como una afrenta a su narcisismo. No tener lo que
otros tienen amplifica sus sentimientos de baja autoestima, con frecuencia
desembocando en comportamientos dirigidos a desautorizar a aquellos a los que
envidian.
La avaricia y la
envidia son como dos gemelos idénticos de muchas formas. Ambas son emociones
complejas humanas que ocasionan efectos
psicológicos negativos severos. También están íntimamente ligadas al deseo de
adquirir ya sea riqueza, posesiones, estatus o reconocimiento. Ambas, también,
surgen de comparaciones sociales. La avaricia emerge cuando las personas se
comparan con otras que tienen más, conduciendo a un deseo de igualar o superar a
éstas. La envidia aparece cuando los individuos se comparan con aquellos que
poseen lo que desean, ocasionando sentimientos de inadecuación y resentimiento.
Desde un enfoque
psicológico la avaricia con frecuencia se origina por un trauma emocional o de
necesidades no cubiertas, utilizando los objetos y posesiones como un sustituto
de su vacío. Similarmente este vacío y sentimiento de inadecuación con
frecuencia subyace en el corazón de la envidia. Los individuos movidos por la
avaricia o la envidia con frecuencia carecen de hábitos que les hagan sentirse
satisfechos por lo que se sienten perpetuamente insatisfechos, cegados por sus
deseos.
Con moderación el deseo
de riqueza, poder y estatus puede movilizar ambiciones positivas y empujar a las personas hacia sus metas. Pero si es
exagerado llevan a acciones dañinas y despiadadas. En el mundo actual,
capitalista y materialista estas tendencias pueden entorpecer el logro de una
vida plena y con sentido.
Para
vencer a la ambición y envidia el autor recomienda seguir 6 pasos:
1.-
Comprender las raíces de nuestras emociones y aceptar su presencia.
De esta forma podremos dedicar tiempo a la introspección y a explorar qué es lo
que está desencadenado los sentimientos de ambición y envidia.
Debemos reflexionar
sobre nuestra verdadera identidad, sobre los valores que guían nuestras
acciones y sobre las creencias que moldean nuestras perspectivas. Descubrir
nuestras motivaciones y deseos, tanto los visibles como los ocultos nos ayudará
a entender lo que está alimentando estas emociones negativas.
2.-
Centrarnos en lo que importa, identificando lo que
nos hace sentir bien sobre nosotros mismos. También, tener un propósito claro
nos ayudará a centrarnos en lo que de verdad importa y evitar deseos
innecesarios. Sobre todo debemos reconocer que acumular posesiones o
compararnos con los demás no nos va a traer la satisfacción que ansiamos, ya
que esa necesidad de tener más solo va a servir para intensificar los
sentimientos de inadecuación.
3.-
Concentrarnos en el progreso y crecimiento personal.
Cada vez que surjan sentimientos negativos debemos reflexionar sobre cuál es el
desencadenante, ya que entender nuestras motivaciones nos va a permitir tomar decisiones
más conscientes.
Debemos trasladar
nuestro foco de la ambición y la envidia hacia nuestro propio progreso y
crecimiento personal, así como reconocer nuestras cualidades positivas y logros
en lugar de quedar atascados en lo que nos falta o está mal.
4.-
Practicar la gratitud y humildad. Intentar apreciar las
cosas buenas que ya tenemos, cultivando un sentimiento de gratitud por todos
los aspectos positivos de nuestras vidas, tanto grandes como pequeños. Como
dijo Epicuro” Aquel que no se contenta con poco, no estará satisfecho con nada”.
Desarrollar verdadera empatía hacia los demás e intentar entender sus
expectativas y experiencias puede ayudar a desviar el foco de los deseos
egoístas y la excesiva competitividad hacia el crecimiento y mejora personales-
La humildad es otra vía
de atemperar los sentimientos de grandiosidad y de necesidad constante de tener
más. Mostrar empatía y generosidad hacia aquellos que son menos afortunados que
nosotros nos proporcionará mayor satisfacción.
5.-
Alcanzar la plenitud ayudando a los demás. Dedicar tiempo
a actividades más centradas en la comunidad, como el voluntariado, desvía
nuestra atención de los sentimientos de avaricia y envidia. Pasar tiempo con
personas que son menos ambiciosas y envidiosas puede ofrecernos un refuerzo
positivo para distintos tipos de comportamiento.
También podemos sentir
satisfacción por los logros de los demás y al compartir nuestros recursos y
apoyar a los demás podemos experimentar un sentimiento vicario de gratificación
y plenitud.
6.-
Pedir ayuda. Si intentar gestionar la avaricia y
envidia nos resulta una tarea demasiado abrumadora podemos pedir ayuda a terapeutas,
coaches o grupos de apoyo. Compartir los negros sentimientos con personas de
confianza puede ofrecernos perspectiva y ayuda a la hora de gestionar nuestros
deseos. No olvidar que abordar estos sentimientos tiene que ser un proceso
mantenido ya que cambiar hábitos y patrones mentales muy arraigados lleva su
tiempo.
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