Christina Bradley,
Lindy Greer y Jeffrey Sanchez Burks en la edición de julio – agosto de Harvard
Business Review plantean que abordar las emociones negativas de un empleado no
es fácil, pero que saber lo que hay que decir o hacer puede marcar una enorme
diferencia en su bienestar, en la calidad de las relaciones y en el desempeño
del equipo.
Saber actuar
cuidadosamente ante las emociones negativas del empleado es una habilidad de
liderazgo fundamental, pero difícil. Los autores, en sus investigaciones sobre
las emociones en el entorno laboral y en su trabajo con numerosas compañías
globales (como Oracle o General Motors) han identificado cómo los líderes
pueden responder ante las emociones de los demás de forma que mantengan la
salud de los trabajadores y la cultura y efectividad de sus organizaciones.
Los mejores líderes
prestan mucha atención a las metas que los empleados tienen en el trabajo, como
sentirse valorados, tener un propósito
que tenga un significado y poder realizar bien su trabajo, y reaccionan ante
las emociones de sus profesionales de forma que apoyen esas metas. También,
saben cuándo simplemente reconocer los sentimientos de los empleados, cuándo dar consejos y cuándo
ofrecer a los profesionales el espacio y el tiempo para gestionar sus emociones
en privado.
Las elecciones que efectúen los líderes en este
sentido son importantes. Por ejemplo, en una revisión de 220
estudios sobre los efectos de la forma
en la que las personas responden a las emociones de otras en un trabajo,
publicado en 2024, los autores han encontrado evidencias claras de que lo que
los líderes hacen o dicen cuando ven que sus empleados están molestos,
frustrados o agobiados puede tener enormes consecuencias.
Independientemente, en
un estudio realizado en 2018, los autores analizaron si las reacciones de los
líderes ante las emociones de los miembros de sus equipos influían en el
desempeño de éstos. Reunieron 190 equipos y les asignaron una compleja tarea de
toma de decisiones. En la mitad de los equipos se instruyó a los líderes para
que reconociesen los sentimientos de sus empleados durante las discusiones en
equipo y se les ofreció numerosas sugerencias sobre cómo hacerlo. Por ejemplo,
si observaban que algún miembro no parecía muy feliz podían decirle: “ Me
parece que no estás muy bien” o ¿Qué opinas sobre esa decisión? En el resto de
los equipos se pidió a los líderes que no reconociesen las emociones de los
miembros de sus equipos. El resultado fue que aquellos equipos en los que los
líderes habían reconocido las emociones de sus miembros tuvieron un desempeño
mucho mejor que en aquellos en los que no lo hicieron.
En relación con las
emociones en el trabajo existen, principalmente, tres ideas equivocadas:
PRIMERA:
DISCUTIR SOBRE EMOCIONES EN EL TRABAJO ES POCO PROFESIONAL
Muchos líderes creen
que hablar sobre las emociones en el trabajo puede incrementar las tensiones o
distraer a los empleados. Pero, aunque puedan existir beneficios ocasionales al
no abordar las emociones de los demás, con mayor frecuencia, existen grandes
ventajas. Distintos estudios han mostrado que reconocer los sentimientos de los compañeros ayuda a generar confianza y
obtener mejores resultados que cuando no se hace.
SEGUNDA:
IMPLICARSE EN ASUNTOS PERSONALES ES EXCESIVAMENTE PELIGROSO
Los líderes con
frecuencia sienten reticencia a implicarse en los sentimientos de los miembros
de sus equipos porque piensan que no tienen ningún derecho a intervenir en la
vida personal de sus profesionales. También pueden sentirse preocupados ante la
posibilidad de no saber cómo responder apropiadamente o de hacer o decir algo
incorrecto.
Las emociones son
puentes que conectan a las personas por lo que procurar demostrar a los
empleados que a sus líderes les preocupa
cómo se sienten, les demuestra que no están solos en sus experiencias y que se interesan
por ellos. Esto puede ser tan sencillo como hacer saber a un profesional que
está pasando por una mala racha que el líder está dispuesto a hablar con él si
lo desea o hacerle un cumplido o tener un pequeño detalle con él.
TERCERA:
LAS PERSONAS QUE COMPARTEN SUS EMOCIONES QUIEREN QUE LES SOLUCIONEN SUS
PROBLEMAS
Puesto que se espera
que los líderes solucionen cosas en el trabajo, se puede asumir que es su
responsabilidad, también, abordar los problemas que preocupan a los empleados.,
por lo que deben inmediatamente ofrecer primero consejo, en lugar de escuchar y
comprender lo que realmente buscan sus empleados. Investigaciones de los
autores muestran que en aproximadamente el 80% de estas situaciones los líderes
intentan que las emociones de los otros cambien en lugar de aceptarlas.
Aunque, en ocasiones,
los empleados pueden querer , realmente, la ayuda de su líder en un asunto,
existen circunstancias en las que solo desean informar a sus líderes sobre lo
que están experimentando y ser escuchados y comprendidos. Es crucial que los
líderes reconozcan esta tendencia hacia buscar soluciones y escuchen
cuidadosamente lo que los empleados necesitan cuando éstos comparten con ellos
cómo se sienten.
Los autores proponen un
marco para efectuar respuestas eficaces que se centra en que al reconocer las
emociones del profesional comiencen por hacerse dos preguntas
interrelacionadas:
a).- ¿Parece que el
empleado está sobrellevando y superando la situación?
b).- ¿Está el empleado
centrándose en un objetivo delicado en el trabajo?
Las respuestas a estas
preguntas determinarán el tipo de enfoque más adecuado:
Contexto
A: el empleado parece estar superando la situación y el objetivo no es sensible
a un plazo ajustado
En estos casos el mejor
enfoque puede ser el escucharle y demostrar que le entendemos pero no correr a
ofrecer consejo. Podemos validar sus
emociones comentándole que son normales diciendo, por ejemplo: “Tiene
sentido que te sientas así. Ha sido algo duro”. También, podemos mostrar
curiosidad por la fuente de su desánimo preguntándole: “Desde tu perspectiva
qué ha pasado para que te sientas así? o reconocer la situación que ha
producido la emoción manifestando: “Ha sido un día duro ¿Verdad? Creo que todos
están un poco bajos de moral”. Aunque parezca que no hacemos mucho el validar
las emociones de los demás puede ser mejor que intentar ayudarles a encontrar
una solución a su malestar, ya que en muchas ocasiones las personas se
desahogan con nosotros sin pretender recibir nuestros consejos. Pueden querer
solo sentirse conectados, vistos y oídos por un compañero.
Contexto
B: el empleado parece estar centrado en un trabajo con unos plazos determinados
pero parece que está gestionando las cosas emocionalmente
En estas ocasiones
debemos evitar hacer afirmaciones del tipo: “Pareces nervioso” o “No te
preocupes, no es un asunto tan importante” o preguntas como: “¿Te sientes bien?”
Es mejor esperar a tener la oportunidad, una vez que la tarea crucial se ha
completado, para intervenir y transmitir que nos preocupa y que estamos para
ayudar si es necesario.
Contexto
C:
el empleado parece estar centrado en un
trabajo con unos plazos determinados pero parece que no está gestionando bien las
cosas emocionalmente
En estos casos si el
empleado ha pedido ayuda o claramente la necesita tenemos que intervenir.
Cuando la presión es alta y las personas necesitan ayuda inmediata para
gestionar una emoción para que se puedan concentrar en la tarea crítica existen
varias tácticas que se pueden aplicar: una de ellas consiste en decir algo
positivo, un cumplido o broma, por ejemplo para sacarles de la espiral negativa
que puede arruinarles a ellos , a sus equipos y a su misión.
En ocasiones, para
detectar que el empleado necesita en estos casos nuestra ayuda tenemos que
fijarnos en sus expresiones faciales, su tono de voz, postura, patrón de
respiración o incapacidad para centrarse.
Una vez que la tarea se
ha completado los líderes deben hacer un seguimiento, ya que cuando ayudamos a
las personas a gestionar sus emociones podemos inadvertidamente sugerir que lo
que estaban sintiendo no estaba justificado o que realmente no nos preocupamos por
ellos. Por tanto hay que hacer un seguimiento para que expliquen por qué actuaron como
lo hicieron y transmitirles que se valora cómo se sienten.
Contexto
D: el empleado parece no estar superando
la situación y el objetivo no es sensible a un plazo ajustado
Reconocer y aceptar los
sentimientos del empleado antes de ofrecer ayuda es la mejor respuesta en esta
situación. Las personas que se sienten comprendidas se muestran más receptivas
a aceptar considerar sugerencias y sienten mayor gratitud por la ayuda
recibida. Comenzar validando con un comentario tipo: “realmente es demasiado,
yo también me sentiría agobiado”. Una vez que se siente escuchado podemos
continuar con un consejo diciendo algo parecido a ¿Te parece bien que comparta
contigo algunas de las formas en que gestiono mi tiempo o algunas estrategias
que te puedan ayudar? O podemos ofrecer ayuda para priorizar sus proyectos y a
encontrar formas para delegar algunas de las tareas menos importantes.
Cuando el tiempo lo permite,
poder abordar los dos pasos: aceptar la emoción y ayudar a cambiar el estado de
ánimo, es la estrategia más impactante que un líder puede utilizar para ayudar
a un empleado.
Los autores recomiendan
tres formas para que los líderes desarrollen
sus habilidades para apoyar a las emociones de sus profesionales:
1.-
Identificar el comportamiento predeterminado
Es muy común que nos
atasquemos en el hábito de actuar de la misma forma siempre con todos. Para
combatir esta tendencia debemos intentar ser conscientes de lo que hacemos en los
diferentes contextos y ver si nuestra respuesta se ajusta a lo que es necesario
en cada situación.
2.- Prestar a tención a
nuestras reacciones y a las de los demás
Comprobar si nuestros
empleados están agradecidos por nuestras preocupaciones, si ofrecieron algún
feedback que nos ayude a responder mejor en otras ocasiones, o cuál es su
reacción cuando nos cuentan sus necesidades. Debemos mostrar curiosidad.
También podemos aprender de los demás cuáles son nuestras respuestas a nuestras
emociones, como por ejemplo cómo nos sentimos cuando alguien nos dice que nos animemos
en tiempos difíciles cuando lo único que buscamos es reconocimiento de que lo
son o cuando alguien reconoce nuestras emociones y nos pregunta cómo nos
sentimos.
3.-
Ampliar nuestro repertorio
Saber abordar las
emociones de los empleados de forma que encaje en cada contexto requiere que
tengamos una variedad de respuestas entre las que elegir. Podemos ampliarlo
observando cómo otras personas responden ante las emociones de los demás y
cuando detectemos nuevos y mejores enfoques debemos procurar experimentar con
ellos para poder estar preparados para cuando sea necesario emplearlos.
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