Derek Deasy y Enoch Li
en INSEAD Knowledge del pasado 21 de agosto plantean que los buenos líderes
deben construir una cultura de curiosidad abierta para poder conocer a las
personas. El reto está en que los humanos, al actuar como humanos, nuestras
reacciones no siempre siguen un patrón o fórmulas predeterminadas.
Si los líderes quieren
liderar de forma eficaz e implementar cambios con éxito en sus organizaciones
deben indagar para conocer los verdaderos sentimientos de su equipo y de los miembros que lo integran, si no quieren
permanecer todos en sus burbujas particulares sin llegar a conocerse.
Como Jack Welch,
antiguo CEO de General Electric, dijo en una ocasión: “Lo líderes son
retribuidos por su discernimiento”, por lo que al tomar decisiones deben
comprender el juego de dinámicas entre ellos, otros y el contexto, y, para
descubrir esto deben indagar.
La capacidad de indagar
facilita la posibilidad de interpretar una situación de múltiples formas, para
poder llegar a conocer la manera en la que los demás la abordan y de ser
conscientes de lo que hemos podido ignorar.
Un aspecto clave de la
recogida de información consiste en entender e interpretar las fuentes de ansiedad
de un equipo. La ansiedad con frecuencia está relacionada con el futuro, ya que
éste es desconocido y puede despertar sentimientos de preocupación e inquietud.
La mayor parte de los miembros pueden sentir un cierto grado de ansiedad en
relación con sus trayectorias profesionales, relaciones personales y sobre si
el futuro será el que desean o temen.
Pero, no todo es malo,
la ansiedad puede significar que nos preocupamos por lo que hacemos y por el
resultado de nuestros esfuerzos y por los demás y por nuestras relaciones con
ellos.
Si el rol de un líder
está interconectado funcionalmente con su equipo, el líder sentirá la ansiedad
del mismo, además de la suya propia. En lugar de contemplar la ansiedad como
algo que solucionar, los líderes deben tratarla como un dato más. Las emociones
son una fuente de datos para el líder, una forma de aprender sobre el grupo en
su contexto y de localizar el origen de la ansiedad. Esto sirve para que
afloren ansiedades escondidas e inconscientes y así poder ser discutidas,
pudiendo el líder utilizar esta información al tomar decisiones y al
seleccionar la mejor vía de actuación. Para conseguir esto debe ser capaz de
mantener un diálogo interno con él mismo y una conversación externa con los
miembros del equipo en relación con las emociones que están sintiendo y
manifestando.
El autoconocimiento del
líder es importante para diagnosticar la situación en su totalidad. La capacidad
de implicarse en un diálogo interno es una habilidad de autoconocimiento que
permite evitar respuesta con el “piloto automático” activado y ofrece espacio
para la reflexión. Los líderes deben reflexionar sobre sus propias reacciones y
ansiedades, las experimenten como emociones o sensaciones físicas. Deben utilizar
estas reflexiones para ayudar a identificar las causas de ansiedad en los demás
y si la ansiedad tiene su origen en él mismo debe autogestionarse y mostrar
resiliencia.
La indagación requiere
utilizar el pensamiento sistémico. Si el líder piensa que la ansiedad procede
del equipo, entonces motivar a sus miembros para que trabajen para alcanzar las
metas no es suficiente. En este caso los líderes deben considerar cómo ofrecer
estructura y contención para que la ansiedad se transforme en energía creativa.
Los líderes deben
mantener conversaciones profundas con los miembros de su equipo para entender
las creencias y perspectivas individuales de éstos. Por ejemplo, los líderes,
con frecuencia, invitan a las personas implicadas en un problema a una reunión
para alinear y mejorar la comunicación. La reunión puede ser cordial, pero
tensa, y todos dicen lo correcto para preservar la impresión de armonía, pero
nada cambia. Para tener un impacto real, los líderes deben comprender cómo se
sienten los miembros del equipo en relación a la situación y a cada uno de
ellos. El líder, en este caso, puede preguntar: ¿Qué es lo que te pasa, he
visto que no has hablado mucho en la reunión? Quizás la impresión desinteresada
del miembro del equipo no era una señal de su deseo de no cooperar sino de
temor a que su sugerencia fuese ridiculizada o puede que cruzase los brazos no
como una actitud defensiva, sino para afrontar un estrés percibido o
simplemente porque se le había caído un botón de la camisa. Por tanto, debemos
ser cuidadosos y no hacer interpretaciones de las posibles señales procedentes
del lenguaje corporal y creer que son la única verdad.
El liderazgo tiene
éxito cuando los niveles de ansiedad en un grupo pueden ser gestionados de
forma que el equipo pueda operar, crear
y colaborar de forma eficaz. Los equipos que comparten sus experiencias
personales libremente pueden reducir narrativas ocultas y permitir que los
demás sientan empatía por su situación.
Las posibilidades de malinterpretarse unos a otros se reducen cuando la
indagación incrementa la comprensión y se crea un sentimiento más fuerte de
pertenencia al tener el equipo un lenguaje y una actitud abierta para poder
procesar la ansiedad colectiva.
Articular las
emociones, incluyendo aquellas que puedan resultar desagradables, no solo es
bueno para nuestro propio bienestar, sino que es una ventana para que los demás
comprendan quiénes somos como líderes. Verbalizar nuestras emociones transmite
a nuestras mentes la señal de que tenemos autonomía, lo que reduce su modo
alerta instintivo y previene acciones impulsivas, mientras nos permite ampliar
nuestra comprensión de los demás y de nosotros mismos.
Los equipos que temen
articular sus emociones están eliminando la oportunidad de crear relaciones de
confianza. Sus miembros se toleran hasta que no aguantan más y abandonan el
equipo, ya que las relaciones se han reducido a las transaccionales.
La disposición a
ofrecer algo de nosotros mismos permite que los demás aprendan algo sobre
nosotros y puedan relacionarse con
nosotros como líderes. Si existe un interés genuino en construir relaciones los
equipos deben asumir riesgos y hablar sobre cómo se sienten unos con otros.
Los líderes deben
ejercitar su perspicacia, reconocer sus propios prejuicios y utilizar sus
emociones para intentar comprender las realidades subjetivas de los demás si
quieren tomar mejores decisiones de acuerdo con el contexto del equipo en cada
momento.
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