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domingo, 14 de septiembre de 2025

LAS LEYES DE LA CONEXIÓN. ESTRATEGIAS SOCIALES PARA TRANSFORMAR NUESTRAS VIDAS



David Robson en “The laws of connection. 13 social strategies that will transform your life”, plantea que existe un factor clave que afecta a nuestra salud y bienestar que es el más importante de todos y que es el de las conexiones sociales.

El anhelo de conectar es una experiencia universal. En la actualidad sabemos que, según múltiples estudios, una fuerte sensación de conexión está ligada de forma consistente a mejor salud y mayor longevidad. Las actividades sociales reducen el malestar psicológico, nos protegen de las infecciones y rebajan el riesgo de padecer Alzheimer y enfermedades cardiacas. Cuando las personas sienten que tienen un fuerte apoyo social tienen un mejor desempeño en pruebas de resolución de problemas y creatividad y disfrutan de un mayor éxito profesional.

Hasta pequeños recuerdos de nuestros seres queridos, como puede ser una foto, pueden reducir nuestras respuestas de alarma y suavizar memorias incómodas.

Pero investigaciones diversas manifiestan que, por ejemplo,  de un 50% a un 60% de los   ciudadanos estadounidenses confiesan que sienten desconexión social en intervalos regulares de sus vidas. Una de las causas de esta realidad es que los cambios en la estructura de las sociedades modernas han hecho que resulte más difícil el mantener un contacto presencial con los demás.

Una de las explicaciones para esta situación es que los cambios en la estructura de la sociedad actual han hecho que sea más complicado conocer gente. También tendemos a vivir más lejos de nuestros familiares y la tecnología digital nos está alejando de las reuniones cara a cara presenciales. Esta no es la única razón porque la soledad históricamente ha sido motivo de una gran preocupación durante décadas. Y las personas que pertenecen a familias extensas o son invitadas a grandes fiestas a pesar de ello pueden sentirse solas y poco apreciadas. Para la mayor parte de las personas es la ausencia de una relación emocional cercana con aquellos que nos rodean lo que hace que nos sintamos desconectados y aislados, más que la sola falta de oportunidades sociales.

El tamaño de nuestra red social y la frecuencia de las interacciones importa, pero lo fundamental es la calidad de las relaciones, que pueden ser comprensivas y de apoyo, de rechazo (en el caso de las personas que preferimos evitar o mantener cualquier tipo de contacto con ellas, salvo que no tengamos más remedio), indiferentes (como puede ser el caso de un vecino)  o ambivalentes. Las primeras son las más beneficiosas, mientras las ambivalentes son las más dañinas.

La ambivalencia puede presentarse de muchas maneras: puede ser en forma de ausencia de interés en nuestra vida , en lugar de evidente falta de respeto o una falta de fiabilidad y confianza que implica que no están disponibles frecuentemente cuando esperamos que nos estén apoyando (puede ser el caso si nuestra pareja se muestra ambivalente y un día nos adora y el día siguiente adopta una actitud totalmente crítica hacia nosotros, dejándonos con una gran inseguridad sobre cuáles son sus verdaderos sentimientos,  con respecto a nosotros).

Estudios realizados por  Julianne Holt- Lunstad y su equipo han mostrado que la tensión arterial de las personas es más elevada cuando se encuentran ante personas con las que mantienen una relación ambivalente, que cuando están ante alguien que sienten que les apoya. Sorprendentemente la  reacción sigue siendo más fuerte que cuando se encuentran con alguien ante por quien sienten rechazo. Parece ser que la razón tiene que ver con la incertidumbre que provoca la interacción ambivalente, por no saber si la persona se va a mostrar amigable o nos va a atacar, lo que la convierte en más estresante que una relación de evitación o rechazo.

Investigaciones recientes plantean que un profundo sentido de conexión viene de construir una “realidad compartida” con otra persona, que consiste en el conocimiento de que la otra persona piensa, siente e interpreta los hechos en general de la misma manera que nosotros, que nos entienden y sienten de forma parecida y que experimentan el mundo de la misma manera que nosotros. Cuando una realidad compartida se establece entre dos personas su actividad neuronal comienza a sincronizarse, sus interacciones fluyen más suavemente, sienten una mayor confianza y afecto y sus niveles de estrés se desploman. Cuando nos falta una realidad compartida con las personas que nos rodean, en cambio, nos sentimos alienados, como si estuviésemos hablando en un idioma distinto.

Cada vez que interactuamos con otra persona tomamos decisiones que ocasionaran un mayor entendimiento y afecto o un distanciamiento y aislamiento. Como resultado de nuestros prejuicios mentales con frecuencia escogemos el camino de la soledad, saboteando, así, accidentalmente las oportunidades para construir una realidad compartida.

Un fenómeno recientemente descubierto es el de  la "brecha del agrado" (liking gap) que nos lleva a ignorar el potencial que tenemos para conectar, aunque lo tengamos delante de los ojos. .Este término se refiere a la tendencia a subestimar cuánto le gustamos a los demás después de una interacción social  En otras palabras, es esa sensación de pensar que no hemos caído  bien a alguien, cuando en realidad sí hemos gustado. Como consecuencia perdemos la fe en la realidad compartida creada en ese primer encuentro y nuestras dudas debilitan la posible conexión que se había creado.

Este fenómeno es la causa por la que podemos intercambiar nuestro número de teléfono y correos con un nuevo conocido, pero nunca mandar un mensaje o llamar después.

En los últimos años los psicólogos sociales han estudiado y escrito sobre los numerosos errores de juicio que evitan que conectemos con otras personas y sobre la forma de evitarlos. Los nuevos hallazgos cubren un campo  que va desde el miedo a establecer nuevas relaciones a las complejidades de navegar a través de los desacuerdos y el conflicto.

Por ejemplo, sobrestimamos en exceso lo incómodo que resulta hablar con alguien a quien no conocemos, pero las persona suelen agradecer, generalmente, el mantener una conversación con un extraño, lo que produce grandes beneficios para todos los implicados. Y, cuando tenemos la ocasión de conectar, evitamos discutir temas profundos, favoreciendo la charla superficial, cuando son precisamente las conversaciones profundas las que promueven la creación de una realidad compartida. Asimismo, nuestro temor a parecer muy dependientes o incompetentes hace que no pidamos ayuda, cunado una simple petición de asistencia puede incrementar nuestra posición en los ojos de los demás. Está demostrado que pedir un favor es una de las mejores formas de sintonizar con alguien, incrementando nuestro bienestar y el de la otra persona, fenómeno conocido como de Benjamin Franklin.

Las trece leyes de la conexión que nos ayudan a establecer y mantener relaciones más fuertes son:

1.- Ser constante y consistente en la forma de tratar a los demás. Evitar convertirnos en una amigo falso estresante.

2.- Procurar crear un entendimiento mutuo al conocer a las personas. Ignorar las similitudes superficiales y centrarnos, en su lugar, en nuestro mundo interno y en las formas peculiares en las que nuestros pensamientos y sentimientos coinciden.

3.- Confiar en que  vamos a gustar a los demás en el mismo grado que los demás nos van a gustar a nosotros y estar preparados para practicar nuestras habilidades sociales para lograr tener confianza social.

4.- Comprobar y revisar nuestras creencias y presunciones. Centrarnos en mantener la perspectiva para evitar el pensamiento egocéntrico y los malentendidos.

5.- Durante las conversaciones demostrar una atención activa, sinceridad y vulnerabilidad, evitar caer en la trampa de las novedades y procurar crear un entendimiento mutuo, contribuyendo a la unión de las mentes.

6.- Alabar a las personas con generosidad pero ser muy específico en nuestras palabras de apreciación.

7.- Mostrarnos abiertos en relación a nuestras vulnerabilidades y valorar la honestidad sobre la amabilidad ( pero practicar las dos, si es posible).

8.- No temer a la envidia. Revelar nuestros éxitos pero ser exactos en nuestras afirmaciones, evitando compararnos con otros.

9.- Pedir ayuda cuando la necesitemos, confiando en que nuestras peticiones de apoyo puedan ayudar a generar una conexión a más largo plazo.

10.- Ofrecer apoyo emocional a aquellos que lo necesiten, pero no imponer nuestra ayuda. Validar sus sentimientos mientras les ofrecemos una perspectiva alternativa para sus problemas.

11.- Mostrarnos civilizados y curiosos ante los desacuerdos, interesándonos por la opinión de la otra parte, compartiendo experiencias personales y trasladando nuestras opiniones a su lenguaje ético.

12.- Por nuestro bienestar elegir el perdón sobre el rencor y resentimiento. En los argumentos buscar la visión más amplia de la situación. Si tenemos que disculparnos, asegurarnos de que nuestras disculpas se refieren a la ofensa, aceptan la responsabilidad por nuestros actos y expresan arrepentimiento.

Confiar en que las personas pueden cambiar para mejor.

13.- Buscar a las personas que echamos en falta en nuestras vidas, al ir perdiendo el contacto con ellas, para que sepan que siguen siendo parte de nuestros pensamientos.

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