El International Journal of Quality in Health Care en su volumen 24, número I de 2012 publica un artículo en el que explica cómo los líderes hospitalarios australianos han logrado que en sus centros se implante el protocolo de cirugía segura de la OMS.
Diversos estudios demuestran que la utilización de la lista de chequeo quirúrgica ha producido un descenso de la mortalidad y de las complicaciones en los centros. Judith Mary Healy, autora del artículo, analiza la experiencia australiana en la que han utilizado una versión reducida de la lista de chequeo, a la que han llamado “el protocolo de las 3 C”: paciente correcto, lugar correcto y procedimiento correcto. El protocolo lo han dividido, las autoridades sanitarias australianas en 5 pasos:
1.- Comprobar que existe el consentimiento informado del paciente.
2.- Marcar el lugar dónde se va a realizar el procedimiento.
3.- Confirmar la identificación del paciente.
4.- Dedicar tiempo para que el equipo quirúrgico se asegure verbalmente de que la preparación es correcta y de que se dispone de todos los medios necesarios antes de iniciar el procedimiento.
5.- Comprobar las imágenes diagnósticas.
Los líderes de los 20 centros estudiados emplearon estrategias similares para su implantación, comenzando por metodologías en las que se partía de la idea de que los profesionales adaptarían voluntariamente estas prácticas seguras para ir endureciendo los procedimientos en caso de incumplimiento.
Estas estrategias fueron:
I.- Informar de forma directa a los profesionales, aportando datos y cifras que avalaban la necesidad de la adopción de prácticas seguras.
II.- Contar con la ayuda de los líderes clínicos para que difundiesen el protocolo en sus especialidades.
III.- Formar a los profesionales. El protocolo se explicaba en sesiones y se incluía en distintos cursos de formación continuada y en los programas de acogida. Las actividades formativas se repetían con regularidad, para que llegasen a todos los profesionales e incluían simulaciones.
IV.- Recordar a los profesionales reacios, de forma individual, periódicamente la necesidad y obligación de seguir estos procedimientos. Normalmente en esta tarea implicaron a los profesionales de más prestigio del centro para que la llevasen a cabo.
V.- Adaptar el procedimiento a las situaciones específicas de los centros para garantizar su cumplimiento.
VI.- Rediseñar los procesos, para facilitar y recordar la necesidad de su seguimiento. Organizar las actividades de forma que, con ayudas tecnológicas en caso necesario, no se pudiese avanzar en los procedimientos si no se habían completado todos los pasos. Supuso la inversión en tecnologías de apoyo y de identificación de pacientes.
VII.- Recompensar y reconocer el seguimiento procurando no utilizar incentivos económicos.
En los casos en los que el seguimiento era variable se utilizaron una serie de medidas sancionadoras, que en orden de severidad fueron:
1.- Comenzar por establecer recomendaciones que en caso de incumplimiento se convertían en órdenes directas a los profesionales en las que se fijaban las directrices sobre cómo tenían éstos que actuar con respecto a las listas de chequeo.
2.- Asignar responsabilidades a los profesionales. Cada paso tenía que tener un responsable de su cumplimiento.
3.- Monitorizar los efectos adversos e informar sobre los mismos a los implicados y realizar auditorías de seguimiento, efectuando comparaciones entre servicios.
4.- Notificar a nivel nacional los eventos centinela incluyendo aquellos relativos a procedimientos que implicasen la identificación errónea de pacientes o partes del cuerpo. Posteriormente se informaba de ellos con carácter general a los profesionales de todos los centros para aumentar la concienciación sobre la magnitud del problema.
5.- Sancionar, comenzando por llamar la atención a los profesionales incumplidores, llegando a la realización de expedientes disciplinarios si se producía un efecto adverso por el incumplimiento de la normativa.
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