Hugh Mc Leod, CEO del Instituto Canadiense de Seguridad del Paciente y Michael Kirby, antiguo senador canadiense y presidente de la Comisión de Salud Mental en dicho país, en el boletín de
Longswood del pasado 8 de enero planteaban que el coraje es una competencia
importante, pero en muchas ocasiones escasa, que debe tener un líder,
especialmente en el sector sanitario canadiense. Sus reflexiones son de utilidad en nuestro
entorno sanitario.
Los líderes con coraje, son para los autores, aquellos
que son capaces de mirar las situaciones complejas, entenderlas con claridad y
actuar. Están preparados para encabezar los cambios, no esperan a que ocurran.
No piden a los demás que hagan lo que ellos no están dispuestos a hacer.
Lideran con el ejemplo. Inspiran a sus equipos y consiguen el compromiso libre
con sus ideas. Son capaces de crear cambios duraderos. Marcan
la diferencia. Sus
características clave son: percepción clara, iniciativa, influencia, impacto
sobre los demás e integridad, reforzadas por unos valores y principios que van
a guiar sus acciones.
En el ámbito sanitario en Canada Mc Leod y Kirby
plantean que para que el sistema sanitario sea eficiente el foco se tiene que
centrar en los resultados en salud, más que en los inputs económicos y que
aunque existe un amplio consenso sobre lo que se tiene que hacer, no existe, en
cambio en cómo hacerlo. Mantienen que aunque no faltan las ideas, iniciativas,
influencia, capacidad de impacto e integridad, lo que falta es la voluntad de
actuar. Todas las partes del sistema están esperando a que las otras partes
propongan los cambios. Cuando las propuestas llegan critican a aquellos que les
piden que empiecen a actuar de forma diferente. Las políticas internas que
existen en el sistema sanitario impiden que se produzcan cambios. En muchas
ocasiones parece que los líderes están más preocupados en mantener sus propios intereses, su territorio y el “status quo” que en la
atención al paciente.
Los líderes
deben reflexionar sobre su sentido de responsabilidad, honestidad y propósitos y
para ello los autores proponen que se hagan a sí mismos varias preguntas entre
las que pueden estar:
¿Qué es lo
que te gustaría crear y cómo te gustaría contribuir dentro del sistema sanitario,
a nivel individual, como integrante de un equipo y como parte de una
organización?
¿Qué es para
ti logro?
¿Cómo
reconoces el logro?
¿Qué tiene
que hacer para conseguir alcanzar esos objetivos?
¿Qué es lo que
te impide que actúes? ¿Qué tiene miedo de perder?
¿Qué puedes
ganar si haces algo de forma diferente?
Mc Leod y
Kirby señalan que si se consideran los retos a los que se enfrenta la
transformación de la asistencia sanitaria visualizan cuatro puntos de anclaje:
1.- Los
proveedores de servicio en primera línea. La calidad está realmente en las
manos de los que prestan la asistencia. Ésta va a depender de sus
conocimientos, habilidades y actitudes, del sentido del papel que juegan en la
prestación de un servicio de calidad y de sus percepciones del “status quo”.
Depende, también de cómo se definen ellos mismos como profesionales (sus
valores, aspiraciones, su sentido de responsabilidad con respecto a los
recursos que maneja, su interés por el aprendizaje y sus niveles de confort.
2.- Órganos
de gobierno: el comportamiento de las organizaciones está estrechamente
influenciado por cómo son gobernadas. Con sus prioridades, informaciones que
reciben y las decisiones que toman los órganos de gobierno van indicando el
grado de seriedad con que se toman los temas relacionados con la calidad y qué
es lo que están dispuestos a hacer para asegurar que la calidad es un valor
central en la organización de los servicios que se prestan en los centros.
Deben preguntarse si están recalcando que una de las expectativas centrales es
la adopción de medidas de mejora de los servicios y si promueven que las
mejoras vayan más allá de los requerimientos de la ley y de las entidades
acreditadoras.
3.- Directivos
líderes. Como hemos visto los profesionales de primera línea son los
responsables de prestar la asistencia y los órganos de gobierno de marcar las
políticas y exigir a los directivos que las lleven a cabo. Los líderes deben,
por tanto, establecer las prioridades para diseñar los procesos teniendo en
cuenta los requisitos de claridad, estableciendo los mecanismos de evaluación,
facilitando coaching y apoyando y reconociendo la excelencia.
4.- Gobierno
local, regional y central: los líderes políticos y servidores públicos deben
mostrar pasión por la mejora de la calidad. Ésta requiere no sólo el compromiso
y las actuaciones de los profesionales a pie
del terreno sino directrices de arriba abajo y que los distintos
gobiernos a sus respectivos niveles se responsabilicen de su garantía.
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