Amy Gallo, editora de Harvard Business Review en HBR Blog Network del pasado 3 de junio planteaba lo que tenemos
que hacer cuando un colaborador llora en el trabajo. En el trabajo pasamos
muchas horas por lo que es inevitable que los profesionales en ocasiones
reaccionemos de forma emocional, tanto ante problemas personales como laborales.
Como directivos debemos aprender a manejar estas situaciones. Con
frecuencia interpretamos que para demostrar profesionalidad debemos ignorar,
tanto nuestras emociones como las de aquellos que nos rodean. Esta es la norma
en la mayoría de los ambientes de trabajo estadounidenses según las
investigaciones de Jeffrey Sanchez-Burks, profesor asociado de management
y organización en la Universidad de Michigan lo que choca con la realidad que
es que difícilmente podemos estar a la altura de este estándar ya que no
podemos abandonar nuestros sentimientos
en la puerta de nuestros trabajos.
Gallo, por lo tanto propone que en
lugar de ignorar las lágrimas de nuestros colaboradores debemos reaccionar de forma adecuada siguiendo las siguientes
recomendaciones:
1.- Actuar
tal como somos. Sanchez-Burks aconseja abordar a la persona como si
perteneciese a nuestro círculo social externo al trabajo para conseguir que las
lágrimas fluyan en lugar de hacer como si nada pasase o reaccionar juzgando al
profesional. La forma de hacerlo tiene que depender, también, de la cultura de
la organización, de la relación que tengamos con ella y del tiempo que llevemos
trabajando juntos.
2.-
Averiguar qué ocurre en realidad. En ocasiones aunque la causa de las
lágrimas parezca clara, puede ser que no lo sea tanto. Una vez que logramos que
se liberen las emociones debemos llegar a la causa raíz para poder encontrar la
forma de ayudar. Tenemos que demostrar nuestra disponibilidad mientras
respetamos los límites que quieran marcar nuestros colaboradores. No tomarlo
como algo personal si no están dispuestos a confiar plenamente en nosotros y
vigilar la situación a distancia o pedir a otro profesional que esté más
cercano que esté pendiente y compruebe que todo va bien.
3.- Ofrecer consejos sencillos si hemos identificado el
problema como personal.
Decir por ejemplo: "Lo siento", "Es una situación
complicada", en lugar de "Todo va a ir bien" o "Lo que
tienes que hacer es sacar fuerzas y seguir adelante". Siempre resistir la
tentación de contar una historia sobre cómo hemos superado situaciones
similares.
4.- Ayudar a
resolver los problemas si son de índole laboral. Buscar cómo se pueden ir solucionando los
aspectos específicos que han influido y planificar líneas de actuación y el
seguimiento periódico de su desarrollo.
5.- No
ejercer de psiquiatras. Pueden
presentarse situaciones que no seamos capaces de manejar como la existencia de
enfermedades mentales o drogadicciones. En estos casos, tras comprobar que son
realmente la causa de los problemas, habrá que dirigir al colaborador para que
busque la ayuda experta recomendable para cada caso.
6.- Estar
atento y no esperar a que
surjan las crisis emocionales. Facilitar el que los profesionales puedan
expresar sus emociones y lo que les está afectando en sus vidas. Buscar
momentos y lugares para poder hacerlo y para que puedan plantear sus dudas y problemas
y poder ayudarles a solucionarlos antes de que aparezcan de forma explosiva.
Los principios a recordar serían:
a).- Actuar como lo haríamos
en una situación social: se solícito y cálido.
b).- Mantener nuestras
respuestas simples y centradas en el profesional.
c).- Proponer un plan para
evitar que la situación se mantenga o progrese.
d).- No juzgar a los
colaboradores que muestran sus emosiones en el trabajo. No es poco profesional
llorar, es humano.
e).- No intentar que el profesional deje de llorar. Darle un pañuelo y dejar
que el llanto fluya.
f).- No presionar a las
personas para que nos cuenten lo que les pasa si ellos prefieren no hacerlo.
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