Chip y Dan Heath, en “Decisive. How to make betterchoices in life and in work”, que hemos empezado a comentar en una entrada anterior, proponen las siguientes estrategias para vencer al “2º villano” de la
toma de decisiones, que como recordamos es la confirmación de nuestros
prejuicios:
II.-
COMPROBAR NUESTRAS CONJETURAS.
Los autores destacan
estas técnicas para validar nuestras
suposiciones:
1.-
CONSIDERAR LO OPUESTO. Para tomar buenas decisiones
necesitamos coraje para buscar discrepancias
y alternativas contrarias a lo que pensamos inicialmente. Un meta-análisis
recientemente realizado ilustra la tendencia que tenemos a confirmar nuestros
prejuicios buscando y seleccionando inconscientemente sólo información que los
apoye. Al revisar más de 91 estudios con más de 8.000 participantes los
investigadores comprobaron que estamos dispuestos a leer el doble de
informaciones que ratifiquen nuestras opiniones. Encontraron, también que este
efecto se producía con mayor frecuencia en temas que pueden llevar
asociados una fuerte carga emocional, como
la política o religión, así como cuando las personas habían invertido mucho
tiempo y esfuerzos en un asunto determinado.
Es necesario buscar
personas que ejerzan la labor de “abogados
del diablo” para que se muestren en desacuerdo y ofrezcan críticas constructivas a nuestras
ideas. La lección más importante que podemos aprender de esta figura no es la
necesidad de que exista una posición formal contraria, sino de interpretar la
existencia de posturas críticas como una
función noble y útil.
En algunas
organizaciones ante decisiones complicadas se constituyen equipos formales cuya
misión es buscar todas las pegas que puede tener la propuesta o idea original y
de este modo los miembros del equipo están asumiendo el rol de “protectores” de
su organización. Otra alternativa es buscar la disidencia existente en lugar de
crearla artificialmente. Si no encontramos ninguna oposición a nuestras ideas
lo más probable es que no hayamos buscado en profundidad.
Roger Martin, decano de
Rothman School of Business y autor de “The opposable mind” entre otros libros de
gestión, comenta que una complicación de esta estrategia que puede aparecer es
que los participantes en las reuniones tomen posiciones contrarias y no se
lleguen a acuerdos. Propone la siguiente técnica: En lugar de discutir sobre
quién tiene razón, lo que tenemos que hacer es coger cada opción y hacernos la
siguiente pregunta: “¿Qué tiene que ser
verdad de esta opción para que sea la respuesta adecuada?”. De esta forma
nos obligamos a imaginar un conjunto de evidencias que pueden llegar a
persuadirnos para que cambiemos de idea, dejamos de discutir y pasamos a
analizar y a contemplar las bases lógicas de cada opción. Nos permite
plantearnos que la opción que menos preferimos en un inicio puede ser la
mejor y cuáles son los datos que nos pueden llegar a convencer de ello. Es una
técnica muy eficaz porque facilita que las personas disientan sin llegar a ser
desagradables. Va más allá de enfrentarnos a evidencias que no confirman
nuestras ideas, ya que nos fuerza a imaginar una serie de condiciones ante las
que voluntariamente estaríamos dispuestos a cambiar de idea sin sentir que
hemos “perdido” el debate.
Otra técnica consiste
en hacer preguntas duras e inquisitivas que no busquen confirmar
nuestras ideas. Los autores ponen como ejemplo el interesante artículo, "On being a happy , healthy and ethical member of an unhappy, unhealthy and unethical profession", del juez Patrick J. Shiltz, publicado en el
año 1999, en el que recomendaba a los
recién licenciados que hiciesen una serie de preguntas "molestas" a
las grandes firmas de abogados antes de aceptar un trabajo, del tipo de cuántas
veces sus profesionales pueden cenar a lo largo de la semana con sus familias y
a qué hora, si tenían que trabajar después de esas cenas, cuál es la última
película que han visto o que programas de televisión prefieren, cómo podemos
contactar con los abogados que han abandonado el bufete en los últimos años,
cuántos asociados han sido contratados en los últimos cinco años y cuántos de
ellos ya se han marchado, etc...Preguntas que se apartan de lo cómodo y
convencional y que nos pueden ofrecer información de gran calidad de cara a la
toma de decisiones.
Chip y Dan Heath corroboran estas sugerencias
mencionando el estudio "There is such a thing as a stupid question"de tres investigadores de la Universidad de Wharton: Julie A. Minson, Nicole E.Ruedy y Maurice E. Schweitzer. En él los autores muestran que las preguntas
inquisitivas demuestran al interlocutor que el que las hace tiene experiencia y que quiere conocer la verdad, no respuestas
"maquilladas". No se deben emplear si el que pregunta es claramente
un experto, como en el caso de la relación médico paciente, en la que el
primero debe hacer preguntas abiertas si quiere recabar información fiable del
paciente.
Si tenemos dudas sobre
el tipo de preguntas que debemos hacer, abiertas o inquisitivas, ante una
situación determinada podemos plantearnos la siguiente pregunta:"¿Cuál es
el modo más seguro de que me equivoque al recoger la información adecuada para
resolver esta situación?"
Los autores proponen,
también, otra técnica más extrema, que consiste en forzarnos a considerar lo
contrario de lo que nos dicen nuestra intuición e instintos e intentar asumir
una intención positiva en los actos de los demás, aunque no lo sintamos.
De esta forma podremos intentar
interpretar las acciones y palabras de los demás desde un enfoque más positivo.
2.-
ZOOM HACIA FUERA, ZOOM HACIA DENTRO. Los psicólogos distinguen entre la
"visión interna" y la "visión externa" de una situación. La
interna obtiene la información que está en nuestro foco de atención mientras
consideramos una decisión, nuestras impresiones y estimaciones de la situación
en la que nos encontramos. La externa, por el contrario ignora las
particularidades y analiza, en cambio, el entorno del que ésta forma parte. Un
ejemplo lo podemos tener cuando tenemos la duda de si reservar en un
determinado hotel o no hacerlo. La visión “interna” se apoya en la propia
valoración o estimación y nos haríamos la siguiente pregunta:”¿Será este un
hotel en el que yo puedo disfrutar?”, mientras que la visión “externa” nos
llevaría a consultar, por ejemplo las recomendaciones recogidas en TripAdvisor
de clientes previos del hotel y la
pregunta sería:”¿Cuánto disfrutaron, en general, los clientes durante su
estancia en el hotel?”. Esta última visión es más exacta, ya que es un
compendio de experiencias reales, en lugar de la impresión de una sola persona,
pero normalmente nos sentimos más atraídos por la visión “interna”,
posiblemente porque no ignora todos los factores que pueden hacer que una
situación determinada pueda ser especial.
Los autores recomiendan
en este punto que cuando queramos obtener información de calidad y valorar
realmente nuestras ideas debemos hablar con un experto, considerando como tal
a alguien que tiene más experiencia que
nosotros, no siendo necesario que sea
una autoridad en el tema. Al hacerlo
tenemos que tener cuidado en lo que les preguntamos. Los expertos no tienen por
qué ser buenos para hacer predicciones, pero son muy útiles para transmitir
información sobre el presente y sobre
hechos pasados.
Al analizar distintas
opciones vemos que es fundamental contemplar la visión “externa”, pero podemos reaccionar:
a).- Aceptando inmediatamente su necesidad.
b).- Con desconfianza
al pensar que por qué tenemos que dar más valor a un conjunto de datos que a
nuestra propia intuición. “¿No estaremos deshumanizando las decisiones?”, “¿No
estaremos siendo excesivamente analíticos?”
La recomendación de
aceptar las cifras y datos está motivada por la humildad. No podemos perder de
vista lo que los números representan. Muchas personas como nosotros han
dedicado su tiempo, seguramente, a tratar de hacer cosas como las que nosotros
queremos hacer. Ignorar su experiencia, si podemos contar con ella, es
presuntuoso. Parece que queremos decir:”Somos diferentes. Somos mejores, por lo
tanto nos apartamos de los demás”.
El enfoque humilde, por
el contrario sería hacer la siguiente pregunta: “¿Qué puedo esperar de manera
razonable que ocurra si selecciono esta opción?” y si confiamos en la
respuesta, aceptarla y actuar en consecuencia.
Chip y Dan Heath sugieren
que no nos conformemos exclusivamente con el "zoom" hacia fuera, para
aprender, como hemos visto, experiencias de otras personas que han tenido
que tomar decisiones similares a las que tenemos que afrontar nosotros, debemos
hacer un "zoom" hacia dentro y mirar de cerca la situación , buscando
los aspectos singulares que pueden tener un peso a la hora de decidir. Como
ejemplo proponen ir al "genba" que es un término japonés que
significa "el lugar donde la acción está pasando". En una fábrica
implica que si el problema ocurre en algún paso del proceso de fabricación los
directivos deben ir al lugar donde se está produciendo, ver lo que está pasando
y hablar directamente con los implicados
que son los que pueden explicar mejor las causas de la situación y sugerir
soluciones.
3.-
TESTAR NUESTRAS HIPÓTESIS. Para ello podemos diseñar y
realizar pequeños experimentos y realizar "pruebas piloto", en lugar
de lanzarnos completamente desde el principio, al tiempo que introducimos una
experiencia de la vida real en nuestra decisión. En el campo del diseño lo
llaman hacer prototipos, por ejemplo. Algunas universidades americanas están pidiendo a los futuros estudiantes de
ciertas disciplinas que antes de iniciar una carrera hayan tenido alguna
experiencia práctica sobre el trabajo que van a tener que desarrollar al
finalizarla ( asistir a juicios, a intervenciones quirúrgicas,....), para
evitar frustraciones y abandonos posteriores.
Normalmente es una
técnica que no queremos emplear porque, debido a un exceso de confianza,
creemos que somos capaces de predecir el futuro y la forma en que las cosas se
van a desarrollar.
Es recomendable en
situaciones en las que necesitamos contar con mucha información, pero no se
debe utilizar como un medio para retrasar la toma de decisiones que demanden un
alto nivel de compromiso. Puede ser muy útil, por ejemplo, en un proceso de
selección para un trabajo. se ha demostrado que es más fiable que las
entrevistas exclusivamente. Tras un periodo de prueba en el trabajo sabremos si
el profesional es idóneo o no para el puesto.
Significa que nos
estamos preguntando: "¿Por qué predecir algo que podemos probar?",
"¿Por qué intentar acertar sobre algo sobre lo que tenemos los mecanismos de conocer con
certeza?".
Los autores plantean
que con estas tres estrategias mencionadas hemos podido valorar nuestras
conjeturas, contrastarlas con la realidad y contar con mejor información para poder
tomar una decisión.
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