Deepak Malhotra y Max H. Bazerman en el “Negociador genial”, dentro de la caja de herramientas del
negociador, que estamos analizando y para finalizar el apartado de cómo reclamar valor en la negociación, plantean
estrategias de regateo eficaces ya que consideran que no es suficiente que las
partes discutan las opciones que existen dentro de la zona de posible acuerdo,
sino que para llegar a un acuerdo negociado específico deben coordinar y
ratificar un acuerdo final aceptable. Normalmente ninguna de las dos partes
quiere ceder más que la otra, por lo que tienden a hacer concesiones lentamente
y en general sólo como respuesta a las que haga la otra parte.
Los autores proponen
las siguientes estrategias:
1.-
Centrarse en la mejor alternativa posible y en el valor de reserva de la otra
parte. Al hacerlo se están preguntando qué puede hacer la
otra parte sin ellos y prestan atención a la suma de valor que aportan a la
otra parte. Estos negociadores tienden a fijarse unas aspiraciones más altas y
capturan más valor en los acuerdos que negocian.
2.-
Evitar hacer concesiones unilaterales. Los negociadores
geniales están dispuestos a ser flexibles y hacer concesiones pero también
exigen reciprocidad.
3.-
Aceptar el silencio. Muchas
personas se sienten incómodas con el silencio y hablan cuando no deberían
hacerlo. Un momento especialmente peligroso para hablar es después de haber
hecho nuestra oferta cuando la otra parte la está considerando. Si parece que
ésta se está tomando mucho tiempo para responder, es frecuente que nos pongamos
nerviosos y empecemos a regatear contra nosotros mismos, antes de que la parte
contraria haya expresado su opinión o alguna queja y sintamos la tentación de
retirar nuestra oferta o hacer más concesiones.
Los negociadores
experimentados pueden utilizar el silencio de esta manera y en lugar, por
ejemplo, de reaccionar negativamente ante una oferta se limitan a esperar,
hasta que, con frecuencia, la otra parte comience a moderar su ofertas o a hacer
más concesiones.
4.-
Identificar nuestras concesiones. No sólo debemos
limitarnos a moderar nuestras demandas o a hacer concesiones, sino que
también debemos dejar claro que lo que
estamos ofreciendo es costoso para nosotros, ya que según la norma de
reciprocidad los negociadores deben responder con reciprocidad a las concesiones
hechas por otros.
5.-
Definir qué esperamos a cambio de nuestras concesiones. La
reciprocidad es más frecuente que se produzca si especificamos lo que nos
gustaría obtener como resultado. De esta forma eliminamos la posibilidad de
que, aunque la otra parte reconozca la concesión que hemos hecho, responda
correspondiendo con algo de poco valor.
6.-
Hacer concesiones contingentes. Éstas vinculan lo que
concedemos a unas acciones específicas de la otra parte. De esta manera dejamos
claro que sólo las haremos si la otra parte hace lo que le pedimos a cambio.
Por ejemplo, pagar un precio más alto a cambio de la entrega inmediata.
Deben utilizarse cuando
sean necesarias sin abusar de ellas ya que cuantas más condiciones pongamos a
nuestras concesiones y a nuestra disposición a colaborar, más difícil puede
resultar establecer una relación de confianza.
7.-
Ser consciente de los efectos de un nivel decreciente de concesiones. En
la mayor parte de las negociaciones el ritmo de las concesiones sigue un
patrón: las primeras son mayores que las posteriores, ya que conforme un
negociador se va acercando a su precio de reserva tendrá menos espacio para
grandes concesiones. Como resultado podemos pensar que nos estamos aproximando
al precio de reserva de la otra parte. Pero, ésta puede utilizar esta creencia
estratégicamente y aunque esté lejos de su precio de reserva sugerir que se
está quedando sin margen ofreciendo concesiones cada vez menos importantes.
Otro aspecto
fundamental en una negociación es GESTIONAR
LA RELACIÓN con la otra parte. Los negociadores geniales no sólo gestionan
sus propios resultados, sino también la satisfacción de la parte contraria. Las
personas con quienes negociamos se sentirán satisfechas en la medida en la que
crean que han obtenido un buen acuerdo, se sientan respetadas y piensen que el
acuerdo ha sido equitativo. Esto significa que nuestra reputación como
negociadores va a depender de nuestra habilidad para manejar con honestidad lo
que la otra parte perciba, ya que debemos recordar siempre que en una
negociación existen dos metas distintas: conseguir un buen acuerdo y fortalecer
la relación.
Los autores, desde esta
perspectiva, proponen distintos planteamientos para reaccionar ante ofertas que
nos pueden encantar:
1.- La parte contraria
ha hecho una primera oferta que encontramos sorprendentemente atractiva y ante
esta situación podemos aceptar con demasiada rapidez y entusiasmo y al hacerlo
podemos ofender a la otra parte. Para evitarlo y conseguir que aumente la
satisfacción por el acuerdo, podemos
dedicar algún tiempo a sopesar la oferta y aceptarla sin mostrar mucho
entusiasmo. De esta forma es posible que la otra parte piense que ha hecho un
trato estupendo y se sientan más satisfechos.
2.- Otra posibilidad es
hacer una contraoferta y pedir concesiones adicionales (que sean razonables).
Puede darse el caso de que, aunque la parte contraria tenga que hacer algunas
concesiones nominales estarán más contentos que si aceptamos su primera oferta.
Este sorprendente hecho ilustra la disociación que existe en una negociación entre
resultados y satisfacción: ésta se va a derivar totalmente de lo bien que
creemos que lo hemos hecho y, con frecuencia, tiene poco que ver con lo bien
que lo hayamos hecho en la realidad.
3.- En ocasiones la
respuesta más inteligente a una oferta que nos gusta es dar algo a cambio. Si
nos han dado la oportunidad de fortalecer la relación o mejorar nuestra
reputación y lo único que tenemos que hacer es corresponder de la misma manera
a una oferta inicial generosa ( no agresiva), la opción inteligente es hacerlo.
4.- Si la oferta
inicial parece darnos todo lo que podíamos esperar y en ocasiones aún más es
fundamental que nos detengamos y nos preguntemos: “¿Qué saben ellos que yo no
sé?” Podemos responder que vamos a posponer nuestra respuesta y contraoferta
hasta estar seguros de cómo están las cosas.
Reclamar valor es sólo
una parte del proceso de negociación. Un aspecto mucho más crucial es:
II.-
CREAR VALOR EN UNA NEGOCIACIÓN.
Los negociadores
eficaces tienen que prepararse para llevar a cabo negociaciones complejas, que
presentan aspectos múltiples, análisis complicados y una considerable
incertidumbre.
Las negociaciones donde
sólo se dirime un aspecto, en el cual ambas partes tienen intereses
directamente opuestos, son de suma cero (cuando una parte gana algo, la otra
pierde una cantidad equivalente).- Las negociaciones con múltiples aspectos
pueden ser negociaciones en que la suma no es cero, ya que con frecuencia es
posible que una parte consiga ganancias sin perjudicar a la otra parte.
Negociar cuestiones múltiples permite la creación de valor.
Los negociadores
geniales buscan oportunidades para añadir valor haciendo intercambios en
múltiples cuestiones. El acto de negociar diversos aspectos recibe el nombre de
“logrolling”(sistema de concesiones mutuas). Esta práctica exige no sólo que
sepamos cuáles son nuestras propias prioridades, sino que, también,
averigüemos cuáles son las de la otra parte. Si la parte contraria valora
algo más que nosotros, deberíamos concedérselo a cambio de la reciprocidad en
otros aspectos que tienen una prioridad más alta para nosotros.
Añadir otros asuntos a
una negociación es una táctica importante para la creación de valor. Cuantos
más aspectos se barajen resulta más fácil encontrar posibilidades para el
intercambio de concesiones. No hay que olvidar que la meta de una negociación
no es conseguir el mejor resultado en un único asunto, sino negociar el mejor
acuerdo conjunto teniendo en cuenta todos los asuntos posibles.
En ocasiones ni
siquiera el deseo de contentar a la otra parte es suficiente para ayudar a
maximizar la creación de valor. Con frecuencia los miembros de una relación
estrecha (una pareja, por ejemplo) negocian resultados peores que personas a
las que les importa menos la otra parte porque los primeros tienen más
tendencia a ceder todo para evitar ser considerados como egoístas o codiciosos
y como resultado, a menudo pasan por alto las oportunidades para las
concesiones mutuas (logrolling) y,
en cambio destruyen valor en lugar de crearlo. Los buenos negociadores dominan
la capacidad de comunicarse francamente y de compartir información sobre sus
necesidades y prioridades reales. Al hacerlo, identifican todos los aspectos
potencialmente importantes y cooperan para crear el máximo valor.
Añadir otros asuntos a
una negociación puede ser crucial cuando el trato se centra en un aspecto
divisivo y nadie está dispuesto a ceder. Un ejemplo en las negociaciones de
negocios es cuando el precio es el aspecto divisivo. Cuando una parte parece
que se centra por entero en el precio se pueden introducir otros factores como:
fecha de entrega, financiación, calidad, cláusulas de exclusividad,… Cuantos
más aspectos se consideren más probable es que cada parte obtenga lo que más
valora y esté más dispuesta a ceder en cuestiones que tienen una importancia
relativamente menor.
A los cambios
introducidos en un trato que hacen que por lo menos una parte se beneficie sin
que nadie salga beneficiado se le llama “Mejora
de Pareto”. Ésta crea valor en la negociación. Una de nuestras metas en
todas las negociaciones debería ser buscar, constantemente, este tipo de
mejoras hasta alcanzar un acuerdo que sea eficiente en el sentido de Pareto: es
decir hasta que no encontremos medio alguno de que una parte mejore sin
perjudicar a la otra. El problema es que no hay una forma clara de saber si lo
hemos alcanzado, pero una buen prueba consiste en considerar lo bien que hemos
llegado a comprender los intereses de la otra parte. Si abandonamos la mesa de
negociaciones sin saber mucho sobre sus intereses y prioridades, probablemente
no hemos conseguido crear todo el valor posible.
No debemos olvidar que
lograr la eficiencia de Pareto no tiene que ser nuestra única meta, ya que nos
debemos esforzar, también, capturar para nosotros tanto porcentaje de valor
como sea posible.
Otra forma, ya
mencionada, de crear valor es por medio del contrato de contingencias. Éste nos va a permitir evitar los gastos
de recoger más datos, las molestias de tratar de convencer a la otra parte de
que tenemos razón y también de la posibilidad de capitular ante los deseos de
una parte en la que no confiamos, ya que facilita que los negociadores eviten
discutir sobre la probabilidad de un suceso futuro y esperen a ver qué pasa
realmente.
Otro beneficio de este
contrato es que pueden crear valor permitiendo que los negociadores dejen de
discutir sobre sus diferentes opiniones y, en cambio, saquen partido de sus
diferencias mediante apuestas que ambas partes esperan ganar (por ejemplo: un abogado
cobra si su defendido gana su juicio y nada si pierde ).
Aunque los contratos de
contingencias sean un medio poderoso de crear valor y motivar el rendimiento,
no siempre son aconsejables, hay que considerar que:
1.- Son peligrosos si
la otra parte está mejor informada que nosotros.
2.- Son útiles sólo si
la incertidumbre que plantean se resuelve de una manera que se pueda medir
objetivamente ( por ejemplo si contratamos a un profesional y ofrecemos la posibilidad de promoción si
tiene un buen rendimiento, tenemos que aclarar cuáles van a ser los indicadores
de medición de éste).
3.- Implican la
necesidad de cerciorarse previamente de
su compatibilidad con los incentivos. La cláusula que negociemos debe ofrecer
incentivos a la otra parte para que actúe de manera que sea compatible con el
espíritu del acuerdo.
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