Alan Barker, experto en
comunicación, en la segunda edición de su libro “How to manage meetings”, propone
las siguientes recomendaciones para
lograr mantener conversaciones eficaces:
a).-
Limitar el número de participantes, como ya hemos
comentado en una entrada anterior. El número ideal no debería superar las 4 personas y el máximo puede llegar a 7.
b).-
Mejorar nuestras habilidades de escucha. La calidad de
una conversación va a depender de nuestra calidad como oyentes. Escuchar supone
no sólo no hablar, sino también ser conscientes de la influencia que tenemos
sobre el comportamiento del orador con nuestras conductas: mantener o no el
contacto visual, tomar notas, hacer gestos afirmativos con la cabeza,….. No hay
que olvidar, también, que cuando hablamos estamos demostrando la calidad de
nuestra escucha, por ejemplo si interrumpimos estamos demostrando que hemos
dejado de escuchar, que no estamos interesados en seguir haciéndolo, lo que
afectará la respuesta de nuestro interlocutor.
El primer paso para
mejorar nuestras habilidades de escucha consiste en ser conscientes de los
obstáculos y de que algunos los podemos controlar y otros no. Cualquier
conversación consiste, para cada participante, en dos tipos de conversación: la
externa y la interna que tiene lugar dentro de nuestras cabezas. Debemos
escuchar a ambas. Mientras tomamos parte en la externa podemos estar utilizando
la interna para:
1.- Buscar respuestas a
los problemas.
2.- Encontrar
soluciones.
4.- Juzgar lo que el
orador dice.
En ocasiones podemos
interrumpir esta conversación y dedicarnos a escuchar realmente lo que nuestro
interlocutor dice, lo que no dice, cómo lo dice y cómo no lo dice. Otras veces
podemos controlar la conversación interior y para ello podemos:
2.- Hacer que forme
parte de nuestra conversación exterior verbalizando nuestros pensamientos.
3.- Hacer pausas antes
de hablar para permitir que la conversación interior tenga lugar sin
distorsionar nuestra escucha.
c).-
Estructurar nuestro pensamiento. En una conversación
debemos tener dos tipos de pensamientos:
1.- En una primera
etapa deben estar enfocados a pensar en el problema y analizarlo.
2.- En la segunda fase
tienen que estar centrados en buscar soluciones.
Muchas reuniones
fracasan porque dedicamos poco tiempo a pensar sobre el problema y pasamos
directamente a intentar encontrar soluciones.
d).-
Controlar el tiempo adecuadamente. Generalmente una
conversación eficiente comienza con un ritmo tranquilo para irse volviendo más
rápido con el progreso de la misma. Pero no existen reglas sobre lo que es
correcto. Percibimos que una conversación va demasiado rápida cuando existen
muchas interrupciones, se producen conversaciones paralelas y las personas empiezan
a mostrar signos de que han dejado de escuchar y de incomodidad con la
situación. En el caso contrario, sabemos que se está enlenteciendo en demasía
cuando un orador domina la conversación, no se plantean preguntas, surgen
pausas frecuentes y el nivel de energía de la conversación desciende y
languidece, mostrando los participantes signos de cansancio.
e).-
Encontrar territorios comunes. Las conversaciones son
un medio para hallar terrenos comunes. Solemos comenzar una conversación en
nuestro terreno privado y debemos buscar utilizar la misma para encontrar cómo
cruzar al territorio de nuestro interlocutor. Para ello podemos: hacer un
comentario vacilante, exploratorio (“quizás podríamos,…”, “Creo que pienso…..,”
“Es posible que….”) o hacer una pausa antes de hablar.
No debemos seguir
adelante hasta que la otra persona nos haya dado permiso. Éste puede ser
explícito: “Di lo que quieras” o “Me agradaría recibir tu sincera opinión” o
mediante el lenguaje corporal o la conducta: sonreír, asentir,….
f).-
Ir más allá de los argumentos. Una habilidad esencial
para mejorar nuestras conversaciones en el curso de una reunión consiste en
romper el círculo del conflicto. Barker destaca que la “Escalera de
inferencias” es una buena herramienta para conseguirlo. El modelo fue
desarrollado inicialmente por Chris Argyris y describe la forma en que pensamos
en el transcurso de una conversación como una escalera. En los escalones bajos
se encuentra la observación y en lo alto de la misma la acción. Desde la
observación subimos al primer peldaño seleccionando datos (escogemos aquello en
lo que nos queremos fijar). En el segundo escalón inferimos significados desde
nuestra experiencia con datos semejantes, en el tercero generalizamos estos
significados y los transformamos en presunciones, para en el cuarto construir
modelos mentales o creencias a partir de esas presunciones. Finalmente actuamos
basándonos en nuestros modelos mentales.
Viajamos de arriba
debajo de la escalera cada vez que mantenemos una conversación. Somos mucho
mejores ascendiendo que descendiendo. Esta escalera nos va a permitir bajar de
nuestras creencias y opiniones
individuales para ascender hacia valores y creencias compartidas.
La clave para
utilizarla correctamente está en hacer preguntas para encontrar: las genuinas
diferencias en nuestros modos de pensar, las similitudes y las formas de llegar
a un entendimiento. Por ejemplo podemos preguntar:
“¿Qué datos subyacen a
lo que estás diciendo?”.
“¿Estamos de acuerdo en
los datos?”
“¿Me puedes aclarar tu
razonamiento?”
“¿Cuándo has dicho……,
querías decir ……..?”
Si alguien, por
ejemplo, sugiere una línea de acción, el otro puede descender cuidadosamente
por la escalera al preguntar:
“¿Por qué piensas que
………puede funcionar?”, “¿Qué es lo que hace que sea un buen plan?”
“¿Has considerado ……?”,
“¿Cómo puede afectar a
…..?”, “¿Esto quiere decir que…..?”
“¿Puedes ponerme un ejemplo?”,
“¿Qué te ha hecho pensar en esto?”
La escalera de
inferencia, también, puede servirnos para ofrecer nuestras ideas a nuestro
interlocutor para que las examine. Si estamos sugiriendo un plan de acción
podemos preguntar:
“¿Observas algún punto
débil en mi pensamiento?”
“¿En circunstancias
diferentes esto se vería de manera distinta?”
“¿Son válidas mis
presunciones e ideas?”
“¿He olvidado algo?”
La ventaja de este
modelo es que no necesita de un entrenamiento previo. Se puede utilizar
inmediatamente como una forma sencilla de intervenir en conversaciones que
corren el riesgo de convertirse en argumentos.
g).-
Sintetizar con frecuencia. El tener la capacidad de resumir
una conversación es una de las habilidades más importantes que debemos
desarrollar. Es importante porque:
3.- Evita perder el tiempo, al acabar con las
digresiones.
4.- Facilita encontrar un terreno común. Al resumir
lo que la otra persona está diciendo con nuestras palabras estamos encontrando
un modo de entrar en su territorio.
Al comienzo de una
conversación podemos sintetizar nuestro principal objetivo. Al avanzar la misma
ir resumiendo lo que pensamos que estamos alcanzando y verificar que nuestro
interlocutor está de acuerdo. Al finalizar hacer una síntesis de lo logrado y de
las acciones que ambas partes se comprometen a acometer.
Sintetizar no significa
repetir lo que la otra persona acaba de decir. Implica reinterpretar sus ideas
con nuestras palabras, por lo que debemos:
1.- Destacar los puntos
específicos en los que han hecho hincapié.
3.- Entender las
creencias que sustentan su postura.
Reconocer lo que otra
persona dice no quiere decir que estemos de acuerdo, sino que vamos a tener en
cuenta lo que nos dicen.
h).-
Apoyarnos en elementos visuales. Aparentemente
recordamos el 20% de lo que oímos y el 80% de lo que vemos. A pesar de eso
muchas de nuestras conversaciones, especialmente en reuniones, carecen de este
crucial elemento. Si la comunicación consiste en el proceso de mostrar nuestras
ideas, nuestras conversaciones se beneficiarían si pudiésemos conseguir que los
demás visualizasen nuestras ideas.
Evidentemente existen
muchas formas de hacer nuestras ideas visibles en una conversación:
gesticulamos o modelamos con nuestras manos o expresamos nuestros sentimientos
con las contorsiones de nuestros músculos faciales, escribimos en pizarras,
utilizamos metáforas, analogías,….
Gracias Isabel por compartir artículos tan interesantes..
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Hoy en día hemos dejado de ser especialistas en algo (que es lo que se nos enseña en la universidad) para pasar a ser gestores de equipos y esto te obliga a saber manejar reuniones.
ResponderEliminarGracias Isabel por el artículo.