En el blog de
Farnam Street correspondiente al 19 de junio su autor comenta la historia de Gengis Khan y cómo su
actitud abierta al aprendizaje fue la base de su éxito, tal como se recoge en
el nuevo libro de Ryan Holiday “Ego is the enemy”.
La leyenda de Gengis
Khan se ha transmitido a lo largo del tiempo: un conquistador bárbaro, sediento
de sangre que aterrorizó al mundo civilizado. La imagen que tenemos es la de él
y su horda de mongoles viajando a través de Asia y Europa, insaciables, arrasando
todo lo que encontraban a su paso y eliminando no sólo a las personas sino a
las culturas y que desaparecieron de la historia porque no fueron capaces de
construir nada que se mantuviese a lo largo del tiempo.
Este enfoque no
responde a la realidad ya que no sólo Gengis Khan fue una de las mayores mentes
militares que han existido, sino que era un estudiante perpetuo cuyas
asombrosas victorias fueron, con frecuencia, resultado de su habilidad de
absorber las mejores tecnologías, prácticas e innovaciones de cada cultura con
la que entraban en contacto.
Bajo su liderazgo los
mongoles se mostraron tan despiadados en absorber y apropiarse lo mejor de cada cultura con la que se
encontraban como en la conquista en sí. Gengis Khan no nació siendo un genio,
sino que como uno de sus biógrafos decía su éxito se debió a “un pragmático
ciclo persistente de aprendizaje, adaptación a través de la experimentación y
revisión constante impulsado por una fuerza de voluntad extraordinariamente
disciplinada y centrada”.
Fue uno de los más
grandes conquistadores porque estaba más abierto al aprendizaje que cualquier
otro conquistador a lo largo de la historia. Sus primeras victorias destacables
se originaron al reorganizar a sus unidades militares en grupos de diez. Esta
idea la adquirió de las tribus turcas vecinas y de esta forma, sin
proponérselo, introdujo a los mongoles en el sistema decimal. Posteriormente su
imperio en expansión les llevó a entrar en contacto con otra “tecnología” con
la que no se habían encontrado hasta entonces: las ciudades amuralladas. En los
asedios al imperio Tangut Khan aprendió a luchar contra ciudades fortificadas y
las estrategias críticas para el asedio de las mismas. Más tarde con la ayuda
de ingenieros chinos enseñó a sus soldados a construir catapultas para derrumbar las murallas. En
sus campañas contra los Jurched aprendió la importancia de ganarse los
corazones y las mentes. Al trabajar con los sabios y con la familia real de las
tierras que conquistaba fue capaz de dirigir y mantener el control de muchos
territorios. En cada país o ciudad que conquistaba llamaba a sus mejores
astrólogos, escribas, pensadores, doctores y consejeros para que ayudasen a sus
tropas y a sus esfuerzos.
El imperio Mongol destacó por la libertad religiosa y por su
amor a las nuevas ideas y a las convergencias entre culturas. Llevó los limones a China y los noodles
chinos a Occidente, extendió el uso de alfombras persas, la tecnología minera
alemana, la forma de trabajar el metal de los franceses y el Islam, por
ejemplo.
En nuestro trabajo nos
encontramos siempre con nuevas situaciones y problemas. El físico John Wheeler
que ayudó a desarrollar la bomba de hidrógeno en una ocasión observó: “Al
crecer la isla de nuestros conocimientos también lo hace la orilla de nuestra
ignorancia”. En otras palabras si lo aplicamos al caso de Gengis Khan cada
victoria y avance que le hacía más inteligente también le exponía a situaciones
con las que no se había encontrado nunca.
Se necesita humildad para ser consciente de que sabemos menos cuando
cada vez estamos aprendiendo más. Consiste en recordar a Sócrates cuya
sabiduría se apoyaba en el hecho de que sabía que no sabía casi nada. Cada
logro, con frecuencia, viene acompañado
de la presión creciente para pretender que sabemos más de lo que
sabemos.
No importa lo que
hayamos logrado hasta el momento actual debemos seguir siendo estudiantes. Si
no estamos todavía aprendiendo estaremos muriendo. No es suficiente con
aprender al principio de nuestras vidas, debemos hacerlo a lo largo de nuestra
vida. Debemos aprender de todos y de todo.
Con demasiada
frecuencia, convencidos de nuestra propia inteligencia, nos mantenemos en zonas
de confort que nos asegura que no nos sintamos estúpidos y que no tengamos que
reconsiderar lo que sabemos. También nos lleva a ocultar nuestra percepción de
las debilidades de nuestro entendimiento hasta que podemos encontrarnos con que
es demasiado tarde para cambiar.
Todos nos enfrentamos a
una amenaza cuando nos vamos perfeccionando en distintas materias. Es el ego
que puede hacer que sintamos que todo lo sabemos y que no tenemos que seguir
aprendiendo siempre. La solución para no caer no es cómoda y consiste en
ponernos en situaciones en las que podemos ser la persona que menos sabe de un
tema o en aquellas que se van a cuestionar nuestros conocimientos por personas
expertas.
Peter Drucker mantenía
que no es suficiente simplemente con querer aprender. Al progresar las personas
deben entender los mecanismos que les llevan a hacerlo y diseñar procesos que
les faciliten la formación continua. Si no lo hacemos caeremos en la ignorancia
autoimpuesta.
Muy buen blog
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