Sydney Finkelstein, como hemos visto en una entrada anterior, plantea, en su libro”Superbosses. How exceptional leaders master the flow of talent”, que los “superjefes tienen la capacidad de: rodearse de los mejores y de motivar a personas excepcionales para alcanzar lo “imposible”. Otras características que los definen son:
III.-
MANTENER UNA ACTITUD ABIERTA A LA INNOVACIÓN
Los “superjefes” buscan
siempre al talento más creativo disponible. Quieren sentirse sorprendidos y deleitados por lo que sus “protegidos” son
capaces de llegar a hacer. Les estimulan a que busquen nuevas oportunidades y a
que, si es necesario, sean capaces de cambiar de dirección rápidamente. Es esta
mezcla aparentemente imposible de visión sólida y apertura al cambio la que
permite a los “superjefes” liberar un torrente de nuevas ideas entre sus
profesionales y en el proceso lograr grandes éxitos para su organización.
La pregunta que el
autor plantea es cómo pueden actuar los “superjefes” ante este hecho aparentemente contradictorio.
En algunos ambientes de trabajo nos encontramos con jefes que están abiertos a
probar las sugerencias de sus colaboradores. Pero en la mayor parte de los
entornos profesionales nos encontramos exactamente lo contrario: jefes que no
están en disposición de aceptar nuevas ideas. Pueden hablar de innovación y de
la necesidad de adaptación pero en realidad sólo desean que sus profesionales
hagan las cosas de la forma en que se les dicen, con reglas, instrucciones,
límites y metas claras y sin excusas. En el mejor de los casos los jefes
relegan implícitamente la innovación a un segundo plano detrás del imperativo
de hacer el trabajo. En lugar de incorporar la innovación en todos los niveles
de la organización la contienen y restringen creando comités y equipos de
proyecto dedicados exclusivamente al cambio.
Los “superjefes” actúan
como hemos visto porque ellos son los primeros innovadores. Sus visiones no son
recetas para mantener la inercia o para realizar mínimas modificaciones del
estatus quo. Son capaces de romper las
reglas que imperan en sus sectores llegando a definir nuevas industrias o
procesos. Cuando contratan a sus profesionales implícitamente les están
invitando a que formen parte de una revolución y esperan que éstos sean tan
visionarios como ellos.
La combinación de
claridad en la visión junto a la innovación constante permite a las
organizaciones dirigidas por “superjefes” mantener la innovación durante largos
periodos de tiempo. Los profesionales se sienten libres para ser creativos y
modificar los procesos relacionados con sus trabajos específicos.
En muchas
organizaciones, por el contrario, nos encontramos con una marcada división entre los ejecutivos “senior” que se
ocupan de la estrategia y los directivos de nivel intermedio que se supone se
tienen que ocupar de la “ejecución”. Los estrategas (pensadores) son los que
tienen que ser innovadores, mientras que
la amplia masas de los ejecutores se supone que lo que tienen que hacer es
seguir las órdenes de los primeros. Los “superjefes” no están dispuestos a
aceptar esta situación y esperan que todos los profesionales en todos los
niveles piensen. En cualquier tarea, por mínima que parezca, se pueden
introducir mejoras, por lo que todos los miembros de la organización son
responsables de trabajar para conseguir un mejor futuro para la misma.
Los “superjefes”
defienden la idea de que hay que defender la razón de ser o el por qué de su
organización, pero que tienen que estar preparados para mejorar el cómo se
obtiene esa visión.
La innovación se encuentra
en el DNA de los “superjefes”. Existen tres tipos de acciones distintas que
éstos emprenden para impulsar la innovación y la actitud abierta en sus
colaboradores. Éstas son las siguientes:
1.- Fomentan
constantemente la ruptura de las reglas y normas y la asunción de riesgos. Para
ello son un ejemplo a la hora de trastocar las prácticas establecidas y de
cuestionarse sus propias creencias.
2.- Eliminan las
posibles fuentes de ansiedad a las que
se enfrentan los profesionales al hacer cosas nuevas. Consideran los fracasos
como oportunidades escondidas y no sienten miedo de ellos ya que piensan que
forman parte de los pasos que hay que dar en la ruta hacia el éxito.
Neutralizan, también, el miedo al crear entornos de trabajo en los que la
creatividad y la innovación puedan florecer.
Otra forma en la que
los “superjefes” pueden ayudar a vencer las reticencias de sus colaboradores a
innovar es mediante la creación de nuevas oportunidades en las que éstos puedan
contribuir.
3.- Transmiten la idea
a sus profesionales de que nunca hay que “dormirse en los laureles”. Los
“superjefes” están siempre al acecho y la caza de nuevas ideas, productos,
servicios,… Si sienten temor ante algo es a dejar de innovar y volverse
complacientes con el estatus quo. Procuran, por tanto, enseñar a sus
colaboradores a avanzar y a que inyecten creatividad en sus actividades
cotidianas.
Los “superjefes”
comienzan contratando personas con talentos inusuales y destacables, que en
ocasiones pueden estar mejor dotados intelectualmente que ellos o que son
sencillamente diferentes. Liberan, posteriormente su talento al inspirarles con
una visión, alimentando su motivación y empujándoles al límite, mientras les
facilitan la confianza y seguridad necesarias para destacar y por si esto no
fuese suficiente les dicen: “Ahora debes repensar todo y cambiar el mundo”. Al
final consiguen que sus profesionales cambien el mundo con sus aportaciones.
Lo que los “superjefes”
nos ofrecen es una fórmula para crear organizaciones dinámicas, que nunca dejan
de evolucionar, que se adaptan constantemente a las nuevas circunstancias y que
son capaces de proyectarse hacia el futuro.
Finkelstein recomienda
que para abrir nuestras organizaciones al cambio invitemos a nuestros
profesionales a abordar conversaciones acerca de temas que parece que no se
pueden cuestionar, a recompensar a aquellos que se atrevan a plantear los temas
y problemas complicados, que realicemos una auditoría sobre cuál es nuestra
actitud y nuestra forma de comunicar como directivos. No debemos temer lo que
es nuevo. Debemos abrirnos, teniendo la seguridad de que nos mantenemos fieles
a nuestros valores.
IV.-
SER “MAESTROS”
Los “superjefes”
utilizan una manera informal de enseñanza que recuerda al sistema empleado por
los maestros y aprendices en la edad media. La mayor parte de los buenos jefes
actuales dedican tiempo a enseñar y hacer de mentores de sus profesionales.
Mantienen los circuitos de comunicación abiertos, hacen preguntas dirigidas a
impartir sabiduría, acompañan a sus colaboradores en sus tareas cotidianas,
visitan a los que ejercen sus funciones en la primera línea y ofrecen consejos
valiosos. Los “superjefes” van aún más allá y se responsabilizan profundamente
del crecimiento y desarrollo de sus profesionales, procurando prestarles su
atención y enseñanzas diariamente.
Éstas son las prácticas más importantes que subyacen en
el modelo de “aprendiz-maestro”: el estar con los profesionales para conocerles
y estar disponible para aclarar sus dudas. Mientras la mayoría de las
organizaciones actuales se centran en acercarse al cliente, los “superjefes”
procuran que en las suyas se produzca, también, el acercamiento a los colaboradores
y miembros de los equipos.
Los directivos
tradicionales hablan de la importancia del coaching para sus subordinados, pero
no dedican tiempo a ello. Esto ocurre porque piensan que las relaciones
laborales tienen para ellos un matiz
puramente transaccional, ya que los profesionales reciben un dinero por hacer
un trabajo. Si existe el coaching en sus organizaciones lo realizan
especialistas contratados para unos objetivos concretos como por ejemplo ayudar
a que los miembros de un equipo se lleven bien o preparar a un ejecutivo novel
para un ascenso. No creen que sea una parte esencial de su trabajo. Los
“superjefes”, por el contrario, no dudan en unirse a sus profesionales para
realizar el trabajo, siendo ejemplo de cómo tienen que hacerlo y guiándoles en
el proceso. Pueden hacerlo porque, no hay que olvidar, que son expertos
extraordinarios en la materia y por tanto tienen lecciones muy útiles que
enseñar. También, porque para la mayoría las jerarquías no son fundamentales y
pueden llegar a pensar que son contraproducentes. Están tan centrados en
interaccionar con sus colaboradores que pueden desechar todo aquello que pueda
crear distancia física o emocional.
Una organización con
una estructura relativamente plana y una cultura sin pretensiones facilita el
que los “superjefes” mantengan ese contacto lo más directo posible con todos
los profesionales, a todos los niveles, independientemente de la edad o
experiencia.
Finkelstein tras
analizar los métodos de enseñanza empleados por los “superjefes” llega a la
conclusión de que no existe uno que predomine, sino que existen diversas metodologías:
dedicar tiempo determinado para la enseñanza en grupos, trabajar
independientemente con los profesionales, contar historias o actuar como ejemplo.
Los “superjefes” transmiten
varios sus lecciones a varios niveles:
a).- Conocimientos
técnicos.
b).- Consejos sobre
cómo liderar las organizaciones. Dan mucha importancia al talento, a la
necesidad de buscarlo y de desarrollarlo.
c).- “Lecciones de
vida”. Un aspecto que consideran fundamental es la disciplina: la importancia de
trabajar duro para perfeccionar nuestras competencias y tareas y de mantenerse
fieles a las creencias, valores y visión.
Adoptar el modelo de
enseñanza de “aprendiz-maestro” puede parecer en la actualidad una idea loca.
En nuestra economía del siglo XXI puede parecer que no es realista volver al
siglo XV cuando nos enfrentamos a algo tan vital como el talento. Pero nos
encontramos que en las organizaciones en las que los “superjefes” adoptan este
enfoque los profesionales se benefician realmente de la interacción con sus
directivos y el compromiso es mayor.
Estimada maestra, estoy decidida a participar en tu misma revolución, puedes contar conmigo.
ResponderEliminarGracias por ser, estar y compartir