Chris Voss, responsable de las negociaciones internacionales en casos de rehenes del FBI, en su libro “Never Split the difference. Negotiating as if your life depended on it”, que estamos comentando, destaca la importancia de saber decir no en el desarrollo de una negociación. Plantea que para los buenos negociadores “no” es oro puro ya que facilita una gran oportunidad a ambas partes para aclarar lo que realmente quieren eliminando lo que no desean.
Tenemos que considerar
“no” como el comienzo de una negociación y no el final. Nos han condicionado
para temer a la palabra “no” pero normalmente es una declaración de una
percepción y no un hecho. En pocas ocasiones va a significar: “He considerado
todos los hechos y he hecho una elección racional”. Por el contrario con más
frecuencia supone una decisión que suele ser temporal para mantener el estatus
quo. El cambio puede resultarnos alarmante y el “no” nos puede dar la sensación
que nos protege de probables riesgos.
Jim Camp, en su libro
“Start with NO”, aconseja al lector a dar a su adversario (término que utiliza
para referirse a la parte contraria) permiso para decir “no” desde el comienzo
de la negociación. Lo llama “el derecho
al veto”. Se basa en su observación de que las personas somos capaces de luchar
hasta la muerte para preservar nuestro derecho a decir “no”, por lo que es
mejor conceder ese derecho y el entorno de la negociación, casi
inmediatamente, se volverá más
constructivo y colaborativo.
El autor apoya esta
idea ya que en sus años como negociador en casos de secuestros ha podido
aprender que la forma más rápida de solucionar la situación consistía en
intentar convencer a los secuestradores de que abandonasen sus postura en lugar
de demandar su rendición, ya que esta última exigencia conducía con frecuencia
a la muerte del rehén.
La razón de este hecho
lo podemos encontrar en la profunda necesidad que sienten los seres humanos de
tener autonomía. Las personas necesitan sentir que controlan. Cuando
preservamos la autonomía de la persona concediendo permiso para decir “no” a
nuestras ideas las emociones se serenan, aumenta la efectividad de las
decisiones y la otra parte siente que puede analizar nuestra propuesta y
proponer modificaciones, al tiempo que nos concede tiempo para convencer a la
parte contraria que los cambios que proponemos son ventajosos.
Tenemos que estar
preparados, pues, para recibir un “no” y para ello debemos repensar la palabra
teniendo en cuenta sus distintos posibles significados reales:
a).- Todavía no estoy
preparado para llegar a un acuerdo.
b).- Estás logrando que
me sienta incómodo.
c).- No entiendo.
d).- No creo que pueda
pagarlo.
e).- Necesito algo
distinto.
f).- Necesito más
información.
g).- Deseo hablar de la
propuesta con otra persona.
Posteriormente debemos
hacer preguntas que busquen soluciones a
la otra parte o que simplemente describan la situación del tipo: ¿Qué es lo que
no te gusta de esta propuesta?, ¿Qué sería necesario hacer para que la
encuentres válida? o ¿Parece que hay algo que te preocupa?
Las personas necesitan
decir “no” en ocasiones por lo que es bueno que lo puedan decir lo antes
posible. Un falso “sí” supone que la
parte contraria piensa decir “no” realmente pero siente que el “sí” es una vía
de escape más sencilla o que de esta manera puede conseguir más información. Un
“sí” que confirma generalmente es una respuesta inocente y reflexiva a una
respuesta de tipo “blanco o negro” y en ocasiones se utiliza para montar una
trampa pero con más frecuencia es una simple afirmación sin ninguna promesa de
acción. Un “Sí” con compromiso es el acuerdo real y es el que deberemos
obtener, pero tenemos que estar precavidos porque los tres suenan prácticamente
igual por lo que debemos aprender a reconocerlos.
Los buenos negociadores
buscan conseguir el compromiso por lo que deben guiar suavemente a la parte
contraria a descubrir que sus metas son las mismas que las de ellos. Persuaden
desde la perspectiva de los otros no desde la suya. Para ello comienzan con sus
necesidades más básicas. En cada negociación el resultado viene de la decisión
de alguien y si pensamos que podemos controlar o gestionar las decisiones de
los demás exclusivamente a través de la lógica o el compromiso estaremos
perdiendo oportunidades. Pero, aunque no podamos controlar las decisiones de
los otros podemos influir en ellas conociendo su mundo y viendo y escuchando
exactamente qué es lo que realmente quieren.
Aunque la intensidad
puede diferir de persona a persona podemos estar seguros que todas las personas
con las que nos encontremos experimentan dos motivaciones primarias:
a).- La necesidad de
sentirse a salvo y seguras.
b).- La necesidad de
sentir que tienen el control.
Si logramos
satisfacerlas tendremos oportunidades de llegar a compromisos. Las necesidades
primarias suelen ser urgentes y frecuentemente ilógicas por lo que intentar
argumentar o forzar una respuesta sólo va a conseguir que nuestro interlocutor
escape con un “sí” falso. Intentar ser “majo” y fingir simpatía suele fallar.
Vivimos en un mundo en el que se nos pide ser agradables y respetar los
sentimientos de los demás siempre y en todas las situaciones. Pero serlo en el
contexto de una negociación puede ser un arma de dos filos y se puede volver en
nuestra contra. Ya que utilizar el ser agradable como una treta es una actitud
manipuladora para conseguir un “sí” que a la larga no va a ser real cuando
descubran nuestras verdaderas intenciones. Es mejor buscar un “no” inicial que
nos va a permitir comenzar las conversaciones y crear un entorno de seguridad
que puede conducir a un “sí” final comprometido.
Si se utiliza de forma
estratégica es una reafirmación de autonomía y no es un acto de rechazo, sino
que en casi todas las ocasiones lo que pretende es abrir una discusión. Tiene
una serie de ventajas:
a).- Permite que los
verdaderos problemas e intereses afloren.
b).- Protege a las
personas al impedirles decisiones ineficaces y posibilitar su corrección.
c).- Enlentece el
proceso de negociación dando tiempo para que las personas libremente acepten
las decisiones y acuerdos a los que se comprometen.
d).- Facilita el que
las personas se sientan a salvo, seguras, emocionalmente cómodas y sientan que
controlan sus decisiones.
e).- Permite que los
esfuerzos de todos avancen al favorecer que las conversaciones se tornen más
sinceras.
LECCIONES CLAVE:
Hemos instrumentalizado
la amabilidad y ser agradables como una forma de suavizar las relaciones, somos
educados y no mostramos nuestro desacuerdo para deslizarnos a través de nuestra
vida cotidiana con el menor grado de fricción. Pero al utilizar la amabilidad como
lubricante hemos pervertido y anulado su significado. Una sonrisa y un gesto de
reconocimiento puede significar tato “sácame de aquí” como “me alegro de
conocerte”.
Esto supone la muerte
para un buen negociador que obtiene su poder de comprender la situación de la
parte contraria y de extraer información sobre sus deseos y necesidades.
Extraer la información implica el conseguir que la otra parte se sienta segura
y con control y, aunque parezca contradictorio, la forma de hacerlo pasa por
lograr que muestren su desacuerdo, que marquen sus límites y que definan sus
deseos en función de lo que realmente no quieren. Para ello tenemos que
recordar que:
1.- Debemos vencer nuestro
hábito de intentar que la parte contraria diga “sí” desde el principio de la
negociación. Forzar un “sí” hace que las personas se pongan a la defensiva.
2.- Un “no” no
significa que hemos fracasado. Con frecuencia significa: “espera” o “no me
siento cómodo con esa propuesta”. Tenemos que aprender a escucharlo con
serenidad ya que no tiene que ser considerado como el final de la negociación
sino que puede ser el principio de la negociación verdadera.
3.- Conseguir un “sí”
es la meta final de una negociación pero no tenemos por qué intentar obtenerlo
desde el principio.
4.- Decir “no” hace que
el negociador se sienta seguro y que tiene el control por lo que debemos
intentar que aflore. Exponiendo lo que no quiere la parte contraria está
definiendo su espacio y gana confianza, sintiéndose cómodo y dispuesto a
escucharnos. Esta es la razón por la que
es mejor plantear: “¿Es ahora un mal momento para hablar?” en lugar de “¿Tienes
unos minutos para hablar?”.
5.- En ocasiones la
única forma de conseguir que la otra parte escuche y se interese es forzando
que digan un “no”. Esto significa que debemos intencionadamente malinterpretar
una de sus emociones o deseos o hacer una pregunta ridícula. Por ejemplo:
¿Parece que quieres que el proyecto falle?” , que sólo puede ser respondida de
forma negativa.
6.- Tenemos que
negociar en su mundo. Persuadir no es demostrar lo brillantes o poderosos que
somos. Significa que hemos logrado convencer a la otra parte que la solución
que nosotros queremos ha sido realmente su idea. Por lo que no debemos
avasallar con nuestra lógica o fuerza bruta, sino que tenemos que hacerles
preguntas que vayan abriendo rutas hacia nuestras metas.
7.- Si nos están
ignorando plantear preguntas concisas y claras orientadas al “no”, que sugieren
que estamos dispuestos a abandonar la negociación como, por ejemplo: “¿No
tienes interés y no quieres seguir con el proyecto?”.
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