Susan David, en su libro “Emotional Agility”, plantea que el proceso de alcanzar agilidad emocional presenta cuatro pasos esenciales. El primero: MOSTRAR, que hemos comenzado a analizar en una entrada anterior, implica contemplar nuestros pensamientos, emociones y comportamientos con curiosidad y cariño.
Entre las emociones básicas la ira, la tristeza, el miedo,
la indiferencia y la repugnancia o desdén, reflejan la parte oscura de la
experiencia humana, pero tienen una finalidad por lo que no deberíamos
evitarlas sino aceptar que pueden jugar un papel útil, aunque incómodo en
nuestras vidas.
El problema surge porque aprender a aceptar y a vivir con
todas nuestras emociones, sean positivas o negativas, no es lo que la mayor
parte de nosotros hacemos, sino que utilizamos comportamientos que esperamos
nos ayuden a esconder nuestros sentimientos negativos para no tener que
hacerles frente o nos asentamos en ellos luchando por superarlos o intentamos
abordar las emociones difíciles a través del cinismo o la ironía o procuramos
ignorarlos con la esperanza de librarnos de ellos. Con esta conducta la víctima
real termina siendo nuestro bienestar.
David clasifica a las personas según sus reacciones ante
las emociones negativas como:
1.-
“Embotelladoras”. Tratan de liberarse
apartando las emociones a un lado y siguiendo adelante con su vida. Procuran
aislar estos sentimientos porque les resultan incómodos o les distraen o porque
creen que si no se muestran siempre positivos estarán demostrando debilidad y
conseguirán alienar a los que les rodean. Si por ejemplo pertenecemos a este
grupo y odiamos el trabajo que tenemos que hacer intentaremos racionalizar
nuestros sentimientos negativos diciéndonos a nosotros mismos que a l menos
tenemos un trabajo.
El problema al “embotellar” nuestras emociones es que al
ignorar aquellas que nos resultan inquietantes no procuramos llegar a la raíz
de lo que las está ocasionando y por tanto la causa se va a mantener.
Otro aspecto de este comportamiento es que al tratar de
pensar de forma positiva para expulsar a los pensamientos negativos de nuestra
cabeza lo único que estamos consiguiendo es amplificarlos, como demuestran
numerosas investigaciones. Las emociones suprimidas van a aflorar de forma
inesperada, como por ejemplo, si estamos enfadados con un familiar pero
intentamos eliminar este sentimiento, es posible que en cualquier reunión
familiar, tras una copa de vino, dejemos escapar un comentario desagradable
sobre él y ocasionemos un drama familiar. Por tanto, puede tener un efecto
negativo en las relaciones: “Acabamos de tener una gran discusión y se va al
trabajo como si nada hubiese pasado. No le importa nada” puede ser el
comentario de la atribulada pareja de un “embotellador”.
2.- “Rumiadoras”. Cuando se enfrentan a
sentimientos incómodos se enganchan en su miseria, dándole vueltas
constantemente, obsesionándose con cualquier percepción de daño, fallo, defecto
o ansiedad. Se puede considerar como un fenómeno muy relacionado con la
preocupación. Los dos son comportamientos egocéntricos pero mientras la
preocupación mira hacia delante, “rumiar” mira hacia atrás y hace que se pierda
la perspectiva llegando a convertir pequeños inconvenientes en montañas y
desaires sin importancia en crímenes capitales.
Los “rumiadores” tienen una ventaja sobre los
“embotelladores” y es que al menos en sus intentos de resolver sus problemas se
muestran conscientes de sus emociones. El riesgo es que éstas se desborden y
les ahoguen. Comparten con los segundos el tener normalmente buenas intenciones
con su comportamiento. Al rumiar sobre los sentimientos conflictivos
experimentamos una falsa sensación de esfuerzo consciente y de que realmente
queremos gestionar nuestra infelicidad o aprender a manejar situaciones
complicadas por lo que debemos pensar sobre ellas una y otra vez y finalizamos
sin solucionar el problema origen de nuestro malestar.
Otro efecto negativo es que hace que tengamos una mayor
tendencia a culparnos a nosotros mismos haciéndonos preguntas del tipo: ¿Por
qué reacciono siempre así? o ¿Por qué no puedo manejar esta situación mejor?,
lo que determina que utilicemos una enorme cantidad de energía intelectual, lo
que resulta agotador e improductivo.
No es con frecuencia una actividad solitaria ya que con
frecuencia compartimos nuestras quejas con las personas más cercanas, por lo
que pueden terminar volcando todas sus emociones sobre ellas y al centrarse
exclusivamente en ellos mismos los “rumiadores” pueden terminar solos y
frustrados por agotamiento de los que
les rodean.
También, corren el riesgo de caer en la trampa de la
ansiedad sobre sus “miserias” y terminar preocupándose porque se están
preocupando. En psicología al igual que existe un Sistema 1 y un Sistema 2 de
pensamiento existen pensamientos que podemos describir como del:
a).- Tipo 1.
Corresponden a las ansiedades normales que surgen al enfrentarnos a los
obstáculos cotidianos normales que nos encontramos en nuestro camino: un
proyecto complicado en el trabajo, problemas con los hijos,….Se expresan con
facilidad y son directos: “Estoy preocupado por ….”, “Me encuentro triste por…..”
b).- Tipo 2. Los
pensamientos de este tipo comienzan cuando entramos en la casa mental de los
espejos y empezamos a detenernos en pensamientos que no nos ayudan sobre
nuestros pensamientos: “Me preocupa que me preocupo demasiado” o “Estoy
estresado por la posibilidad de estar estresado”, por ejemplo. A estas
emociones inquietantes les unimos el sentimiento de culpa por sentirlas: “No
sólo estoy preocupado por…. o triste por …..sino que pienso que no tengo
derecho a estarlo”. Nos enfadamos ante nuestro enfado, nos preocupamos ante
nuestras preocupaciones y nos sentimos infelices ante nuestra infelicidad.
Ninguna de las dos estrategias mencionadas nos facilitan
sentirnos sanos o felices ya que no van directamente a la raíz de nuestras
complicadas emociones, pero pueden ser útiles utilizadas en algunas ocasiones,
por ejemplo si surge un problema sentimental el día antes de un examen es mejor
apartar las emociones para poder concentrarnos en el estudio.
“Embotellar” y “rumiar” no son las únicas formas
improductivas que utilizamos para hacer frente a las dificultades. Otra
estrategia común consiste en la creencia en que todo irá bien si somos capaces
de seguir sonriendo. Entre los efectos no beneficiosos de mantener esta
idea tenemos:
a).- Las personas con altos niveles de felicidad en
ocasiones exhiben un comportamiento más rígido porque nuestro estado de ánimo
influye en la manera en que el cerebro procesa la información y cuando sentimos
que la vida es maravillosa y el entorno es seguro y familiar tendemos a no
pensar demasiado sobre nada que resulte retador. Este hecho ayuda a explicar la
razón por la que las personas muy
positivas pueden llegar a ser menos creativas que aquellas que tienen un nivel
más moderado de emociones positivas.
b).- Las personas que se encuentran en este estado de
felicidad en el que todo es maravillosos suelen llegar a conclusiones rápidas y
a recurrir a estereotipos con más frecuencia. Los “felices” con frecuencia conceden un énfasis
desproporcionado a la primera información que reciben y desechan o minimizan
los detalles posteriores, lo que les puede conducir a caer en el “efecto halo”
por el que por ejemplo decidimos una persona mayor que viste con un traje y
corbata es más fiable que una más joven que viste informalmente.
c).- Las personas con un estado de ánimo no tan ”feliz”
suelen ser más escépticas y menos confiadas con lo que se sienten menos
dispuestas a aceptar las respuestas fáciles y las falsas sonrisas.
La paradoja de la felicidad es que su búsqueda deliberada
es fundamentalmente incompatible con la naturaleza de la felicidad en sí. La verdadera
felicidad surge cuando realizamos actividades que nos enganchan por ellas mismas
y no por una motivación extrínseca. Esforzarnos por ser felices genera una
expectación que en ocasiones no se cumple como ocurre en ocasiones con
vacaciones muy esperadas, por ejemplo.
La autora plantea que aunque estar con un estado de ánimo
malo no es divertido y que no resulta saludable recrearnos constantemente con emociones negativas, éstas si se presentan con
moderación, pueden llegar a tener estos efectos positivos:
1.- Ayudarnos a
formar argumentos. En estas situaciones es
más usual que procuremos utilizar información concreta y tangible y caigamos en
menos errores de juicio y distorsiones.
2.- Mejorar
nuestra memoria. Se ha podido observar en distintos estudios que
cuando no estamos en un estado de ánimo muy positivo tendemos a no dejar que
nuestra memoria se corrompa por la incorporación de información que pueda
conducir a error o que nos fijamos más y recordamos más cosas de una tienda, por
ejemplo, en los días fríos y nublados que en los soleados y cálidos en los que
nuestro estado de ánimo suele estar más elevado.
3.- Fomentar la
perseverancia. Si nos encontramos bien no
solemos tener la necesidad de esforzarnos más. Se ha comprobado que en pruebas
académicas los individuos que tienen un estado de ánimo más sombrío intentarán
responder a más preguntas y a hacerlo correctamente que los que se encuentran
más alegres y con más seguridad en sí mismos.
4.- Hacer que
seamos más educados y atentos. Cuando las
personas se encuentran en momentos poco “exuberantes” se muestran más cautos y
considerados y es más frecuente que se impliquen en una imitación social no
consciente por la que reflejamos y adoptamos los gestos y el habla de la otra
parte sin saberlo. Este comportamiento incrementa la posibilidad de establecer
lazos con los demás. Por el contrario cuando nos sentimos muy bien somos mucho
más asertivos lo que con frecuencia supone que nos centramos más en nosotros y
podemos ignorar lo que los demás nos pueden ofrecer o están padeciendo.
5.- Considerar la
justicia. Las personas que se encuentran
en un estado de ánimo negativo con frecuencia prestan más atención a la equidad
y justicia y se encuentran en una
situación más propicia para rechazar ofrecimientos injustos.
6.- Dificultar
que caigamos en el prejuicio de la confirmación. Parece ser que cuando estamos enfadados caemos en una
mentalidad de acorralar a la oposición que fomenta el que exploremos la
perspectiva del contrario para poder aplastarla e irónicamente de esta forma
dejamos la puerta abierta a ser persuadidos ya que podemos encontrar que la
parte contraria puede tener razón.
Pretender ser más felices de lo que nos sentimos es inútil ya
que:
a).- Plantea expectativas imposibles de alcanzar.
b).- Nuestras falsas sonrisas y ansía de aferrarnos a los
supuestos placeres evitan que experimentemos los beneficios de nuestras
emociones negativas.
Frecuentemente es cuando nos sentimos noqueados que afloran
los detalles más sutiles pero importantes en nuestras vidas. Por ejemplo la
tristeza puede ser una señal de que algo
va mal y de que debemos encontrar otros medios de salir adelante que pueden
pasar por recibir ayuda de los demás. las señales externas de tristeza pueden
indicar a los que nos rodean que necesitamos su ayuda.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy interesante , en estos momentos en que somos bombardeados constantemente con ser feliz , sonríe ....etc etc ..
ResponderEliminarAbogar por ver el lado bueno de la tristeza , es algo que sorprende . Veo como símil el dolor físico , si no tuviéramos dolor , no nos daríamos cuenta de que estamos en peligro.... y moriríamos .
Gracias!!