Jeff Haden, en “The motivation myth. How high achievers set themselves to win”, plantea que la motivación no es algo que tenemos sino que es algo que obtenemos automáticamente al sentirnos bien por alcanzar pequeños triunfos. Por tanto, la motivación realmente se alimenta de la satisfacción de ver que vamos progresando. Si esperamos que la motivación surja de forma espontánea nunca tendremos la suficiente energía para comenzar a hacer cosas. Si nos golpea repentinamente el problema es que horas o minutos después habrá cedido el entusiasmo, perderemos interés y al final, nos sentiremos peor.
Solo, según el autor,
existe una forma de obtener y mantener la motivación y es tener éxito,
específicamente los “chutes” de dopamina que experimentamos cuando vemos que
estamos haciendo progresos. No triunfos que nos cambien la vida, ya que estos
son muy infrecuentes o inexistentes, sino disfrutar con la consecución de pequeños éxitos, aunque
parezcan menores, de forma regular. Los pequeños triunfos son divertidos y
motivadores.
El éxito es un proceso,
es predecible y repetible y tiene menos que ver con la esperanza y la
estrategia que con actuar diligentemente (evidentemente después de un breve
tiempo dedicado a buscar estrategias), haciendo las cosas correctas, de la
forma correcta una y otra vez.
El mito de la motivación
nos hace infelices porque una persona
que se autoidentifica como un fracaso y que normalmente abandona antes de
terminar los proyectos se va a sentir crónicamente infeliz y porque no disfrutamos
el ver cómo lentamente vamos fortaleciéndonos o siendo más habilidosos o
sabios.
El camino hacia una meta
está lleno de innumerables horas de trabajo, determinación y sacrificios y de
numerosas oportunidades de sentirnos bien por lo que hemos alcanzado a lo largo
del día en el sendero. Una porción de satisfacción, plenitud y felicidad puede
encontrarse en el logro, pero la verdadera fuente de felicidad consistente y
duradera se encuentra en el proceso.
Las personas que tienen
más éxito se marcan una meta y luego centran toda su atención en el proceso
necesario para alcanzarla. Se preocupan, sobre todo, de lo que tienen que hacer
diariamente y cuando lo consiguen se sienten bien y felices por lo realizado
cada día. Esta sensación de logro les da toda la motivación que van a necesitar
para abordar las tareas del día siguiente, porque el éxito, aunque sea mínimo,
es la mejor herramienta de motivación.
Si somos capaces de
saborear estas pequeñas victorias nos sentiremos bien con nosotros mismos todos
los días porque no sentiremos que estamos obligados a comparar la distancia entre nuestra meta y
lo realizado. No tenemos que esperar a
que “algún” día nos sintamos bien con nosotros mismos al alcanzar la
gran meta, sino que si logramos lo planificado para el día nos sentiremos
triunfadores diariamente.
La mayor parte de las
personas piensan que la motivación es una chispa que automáticamente nos
desencadena el ansia duradera de trabajar duro. Pero, realmente, Haden sostiene
que en realidad la motivación es el orgullo que sentimos por el trabajo que ya
hemos hecho que nos despierta las ganas de hacer más.
En la mayor parte de las
definiciones de motivación se contempla ésta como una chispa, una condición previa
o prerrequisito que tiene que existir para que actuemos. Si no estamos motivados no podemos empezar a hacer algo. Pero
la motivación no es pasiva, es activa y surge verdaderamente una vez hemos
empezado a actuar. Nos sentimos motivados porque hemos conseguido empezar y es
más fácil continuar.
Si no estamos alcanzando
nuestras metas la falta de motivación no es el problema, sino que es la vía
para solucionarlo. Cuando aceptamos nuestras debilidades e imperfecciones
podremos motivarnos para introducir cambios para mejorar. Si nos escondemos de
nuestras debilidades siempre seremos débiles. Si, por el contrario, las
aceptamos y trabajamos para superarlas seremos más fuertes y estaremos más
motivados para seguir mejorando.
La confianza surge de la
preparación. Las dudas, ansiedades y miedos proceden de la falta de preparación.
Una vez que somos conscientes de que podemos conseguir aprender y dominar
aquello que tenemos que hacer para alcanzar nuestras metas iremos sintiendo más
confianza al ir estando más preparados.
El autor propone una
serie de recomendaciones si queremos tener éxito:
1.- Cuánto mayor sea la
meta menos oportunidades tendremos de alcanzarla. En ocasiones hemos conseguido
comenzar pero somos incapaces de seguir adelante. Esto puede ocurrir porque:
a).- Nuestro proceso es
defectuoso. Seguir un proceso del que no
obtenemos resultados a corto plazo y
mucho menos a largo plazo es increíblemente desmotivador.
b).- Hemos caído presas
del mito del “foco” que dice que la única forma de ser un triunfador consiste
en regularmente recordarnos, coaccionarnos
y torturarnos para mantener el esfuerzo. El poder de la rutina es, en estos
casos, muy importante. Cuando hemos creado una rutina, la incorporamos y vemos sus resultados dejamos de negociar con
nosotros mismos. Vemos la rutina como una tarea que no elegimos hacer sino que
tenemos que hacer y de esta forma no tenemos que hacer elecciones que no apoyen
nuestras metas.
El principal problema de
marcarse una meta enorme es la distancia
que existe desde el inicio hasta dónde queremos llegar, que puede hacer que nos
desmoralicemos y la abandonemos.
La clave se encuentra en
establecer una meta y utilizarla como referencia para crear un plan para
alcanzarla y luego olvidarnos de ella y centrarnos en el proceso. De esta forma
nos encontraremos inmersos en un ciclo de éxito-motivación- más éxito – más motivación-
más éxito.
2.- Nuestra meta debe
elegir siempre nuestro proceso. Para crear un proceso exitoso Haden recomienda
seguir los siguientes pasos, utilizando el ejemplo de correr un maratón:
a).- Definir la meta. En
el caso que analizamos sería: correr un maratón.
b).- Dejar de lado una
decisión que nos provoque ansiedad y elegir una rutina razonablemente
prometedora. En nuestro ejemplo supone seleccionar un proceso que se adecue a
nuestro estado físico actual, sin preocuparnos de qué tipo de entrenamiento se
puede considerar como el mejor, sobre todo porque normalmente no tendremos
medios de saber cuál es el mejor para nosotros.
c).- Si es necesario
customizar nuestro proceso para que sea extremadamente específico. Por ejemplo
decidir correr tres días a la semana y escribirlo no significa que tengamos un
proceso pues no hemos determinado que implica, ni qué días vamos a correr, ni
cuántos kilómetros o por dónde lo vamos a hacer. Nuestro proceso podría ser:
Lunes: correr 2 km.
Martes: hacer ejercicios
de estiramiento durante 20 minutos (definiendo en qué van a consistir los
distintos ejercicios).
Miércoles: correr 2,5 km.
Jueves: caminar 45
minutos a un ritmo de 3,5 km /hora.
Viernes: ……
Un buen proceso nos va
diciendo lo que tenemos que alcanzar en cada paso del camino. De esta forma
sabremos exactamente qué tenemos que hacer y cuándo conseguiremos realizar lo
que tenemos que hacer. Determinar un objetivo específico para el esfuerzo
diario automáticamente nos sirve de feedback ya que podremos ver claramente si
hemos hecho lo planeado o no.
d).- Revisar nuestro
programa. En nuestro ejemplo el entrenar para correr un maratón implica correr
mucho, especialmente cuando vamos consiguiendo la forma física necesaria y la
fortaleza para resistir y alcanzar nuestra meta. También será necesario
realizar regularmente ejercicios para fortalecer los músculos y de
flexibilidad. Todo este entrenamiento requiere su tiempo lo que significa que
debemos adecuar nuestras actividades y modificar rutinas para reservar el
tiempo necesario para realizarlo, ya que si no lo hacemos nunca lograremos
tener éxito.
e).- Definir el planning
semanal. Consiste en recoger en un calendario el proceso, en nuestro ejemplo el
plan de entrenamiento, indicando las actividades a realizar diariamente.
f).- Acometer el proceso.
Puede ser, en nuestro caso, que nuestra primera salida de 4 km resulte muy dura
y tengamos que andar parte del recorrido. No pasa nada de lo único que tenemos
que asegurarnos es de que completamos los 4 km. Es importante, en estas
primeras fases, especialmente, que no nos comparemos con nadie, lo fundamental
es que podamos sentir que hemos alcanzado nuestro objetivo diario. No tenemos
que olvidar que el hecho de que nos hayamos marcado unas metas específicas no
implica que las tengamos que cumplirlas pase lo que pase. Si por ejemplo, hemos
planificado correr 4 km y a mitad del camino nos da un calambre no tenemos que
forzar y seguir corriendo con dolor. Aunque siempre nos encontraremos con
contratiempos lo importante es seguir manteniendo nuestro programa.
g).- Ajustar los
problemas en nuestro planning. Independientemente de nuestros intentos de
predecir el futuro nuestro plan revisado probablemente no funcione siempre en
la práctica, lo que frecuentemente implica que lo abandonamos. En lugar de
rendirnos lo que tenemos que hacer es ver cómo podemos reformularlo para que
sea factible.
h).- No evaluar el proceso hasta que no tengamos
resultados reales. No realizar cambios porque nos sintamos cansados, aburridos
o por pereza. Hacerlo porque los cambios impliquen que tenemos más
posibilidades de triunfar.
El éxito inevitable es el
mejor éxito de todos y ocurre cuando hemos marcado una meta, nos hemos olvidado
de ella y nos centramos en el proceso, siempre que, evidentemente, el proceso que
hemos definido sea realista y no un sueño.
Si queremos mantenernos
fieles al proceso y no desviarnos tenemos que tener en cuenta que cambiar nuestro comportamiento, especialmente
cuando supone realizar algo distinto (correr habitualmente, hacer una dieta,
por ejemplo) básicamente implica decir no a algo que normalmente hacíamos lo
cual puede resultar muy duro. Decirnos “no” a nosotros mismos es una de las partes más complicadas de seguir un
proceso o de crear un nuevo hábito o simplemente de hacer algo nuevo o
complicado.
La mejor forma de decirnos
“no” es dejar de decir “no puedo” y empezar a decir simplemente “no”, porque
distintas investigaciones han hallado que decir “no” tiene mayor poder que
decir “no puedo” porque el primero refleja un mayor nivel de convicción. Es más
útil porque:
1.- Impide que nos
pongamos excusas. Por ejemplo no comer comida basura. Si decimos no puedo
automáticamente empezaremos a buscar excusas y razones por las que sí podemos
hacerlo. Si por el contrario utilizamos las palabras “yo no como comida basura”
de forma automática buscaremos maneras de garantizar que no lo hacemos puesto
que nos hemos convertido en una persona que no come este tipo de comida.
Debemos utilizar el poder
del lenguaje para ayudarnos a convertirnos en la persona que queremos ser, para
labrarnos una nueva y mejor identidad.
2.- Refuerza nuestra
seguridad y confianza en nosotros mismos. Debemos utilizar para asegurarnos de
que lo que no es negociable no es negociable.
3.- Evita que los demás
intenten que flaqueen nuestras resoluciones.
me encantó, gracias!
ResponderEliminarSuper recomendable leerlo...
ResponderEliminarExcelente
Me encanto
muchas gracias, me sirvió mucho
ResponderEliminarMuchas gracias, está genial
ResponderEliminarSabes si el libro se puede conseguir en español??
Gracias