Curt Steinhorst y Jonathan Mc Kee en su libro “Can I have your attention? plantean que la forma en la que
estamos trabajando no funciona ya que estamos distraídos por la tecnología,
sobrepasados por las oficinas abiertas, aislados en cubículos o aparcados en
una “isla” remota y se espera de nosotros que estemos disponibles 24 horas
durante los 7 días de la semana. La consecuencia es que perdemos la
concentración y producimos un trabajo de baja calidad.
Las personas se sienten
saturadas y agobiadas, pero ese no es el problema. Éste radica en que
confundimos estar ocupados y realizando muchas actividades con trabajar
realmente por lo que lo que parece saturación por exceso de trabajo es en
realidad la sensación de estar agobiados por las muchas cosas que hacemos. Por
ejemplo en la bandeja de entrada del correo podemos ver que tenemos más de 20
correos por leer en un momento determinado, pero si los analizamos tenemos que
sólo un porcentaje pequeño realmente están relacionados con nuestro trabajo
directamente y el resto de propaganda o contactos a los que no es urgente ni
responder o siquiera visualizar el mensaje.
La mayor parte de los
profesionales, con frecuencia, piensan que las pequeñas distracciones, como las
que hemos visto derivadas del correo, no afectan a la productividad y que a
pesar de ellas hacen todo lo que tienen que hacer. Pocas personas son honestas
a la hora de reconocer el coste que tiene en sus vidas y casi ninguna va a
tener una estrategia realista para
evitarlas ya que piensan que están trabajando más eficientemente y más duro
que nunca, pero los datos muestran que están trabajando menos que nunca.
Desde 2007 (curiosamente
el año en el que el iPhone fue puesto a la venta) el declive de la
productividad ha sido asombroso. Un experto en eficiencia, por ejemplo mantiene
que podemos perder más de 6 horas al día debido a interrupciones.
Si consideramos la
situación de estar distraídos como aquella en la que somos incapaces de
concentrarnos porque nuestra atención se desvía por algo que nos divierte o
entretiene tenemos que nuestros dispositivos tecnológicos y la posibilidad de
conexión constante que nos facilitan nos mantienen en un estado de permanente
distracción. Nuestra atención nunca se ha visto más demandada y
correspondientemente agotada. Estamos tan acostumbrados a ser entretenidos por
mensajes y vídeos, como por ejemplo de gatos o perros haciendo monerías, que nos
cuesta implicarnos de forma prolongada con pensamientos más profundos que son
los que se requieren para nuestro trabajo y para innovar en él.
En este contexto lo
líderes tienden a favorecer al profesional independiente que realiza muchas
tareas a la vez y que por tanto tiene dificultades para centrarse en cada una
de ellas o en el que está tan centrado que ignora otras prioridades. Lo que se
necesita es un modelo realista de atención “centrada”. Herbert Simon,, por
ejemplo, dice que: “Lo que la
información consume es evidente: consume la atención de sus receptores. Por tanto una riqueza de
información va a crear una pobreza de atención”.
Si consideramos la
atención como una moneda entonces una de las labores del líder sería ayudar a
que sus profesionales se enriquezcan. La atención “compra” satisfacción tanto
intrínseca como extrínseca y nuestro éxito como líderes podría, por tanto, ser
medido por lo bien que nuestros colaboradores son capaces de gastar sus bien
merecidas ganancias.
En la actualidad en un mundo
laboral que está constantemente conectado la atención se dispersa en cientos de
requerimientos, ofrecimientos y atractivas indagaciones de carácter
insignificante. Independientemente de dónde estemos las personas con las que
nos relacionamos demandan continuamente nuestra atención.
La maldición del que está
perpetuamente conectado no tiene que ver con la debilidad o la falta de fuerza
de voluntad. Esos correos, textos o notificaciones pueden elevar la producción
de oxitocina y dopamina de la misma forma en que lo hace la adicción a una
droga con el resultado de profesionales distraídos que están presentes pero
realmente no están centrados en su trabajo.
Steinhorst afirma que
muchos líderes se equivocan al diagnosticar el problema porque:
1.- La tecnología no es
el problema. Por ejemplo el exceso de correos en el buzón de entrada es un
síntoma, no la causa y nos tendremos que preguntar cuáles son las razones por
las que recibimos tantos correos.
2.- Los millennials no
son el problema. La conectividad constante está afectando a todas las
generaciones. Según un informe de Nielsen, por ejemplo, la generación X dedica
6 horas y 58 minutos a la semana a las redes sociales (un 10% más que los
millennials).
3.- La baja productividad
no es el problema ya que la conectividad constante está afectando a todas las
facetas de nuestra vida personal, profesional y organizacional. Entre sus
síntomas tenemos:
a).- A muchas reuniones
les falta estar centradas y tener objetivos con un significado claro.
b).- Nunca había existido
tanto contacto entre jefe y colaboradores y tan poca sincronía. Falta el
profundo sentimiento de comunicación debido a la escasez de contactos
personales presenciales.
c).- La empatía y las
habilidades personales han disminuido y existen mayores dificultades para
gestionar el conflicto y las conversaciones complicadas, especialmente cara a
cara.
d).- Las barreras
organizativas se han difuminado.
e).- Nuestros mensajes
bien preparados no consiguen la resonancia adecuada por la disminución de la
capacidad de atención. La conexión real con la audiencia cada vez es más
elusiva.
La verdad es que nunca
nos sentiremos motivados para actuar hasta que comprendamos claramente el coste
que supone la conectividad constante (de la que muchos no somos conscientes). Estos
costes están relacionados con:
1.- Nuestro tiempo y dedicación.
2.- La calidad del
trabajo realizado.
3.- La creatividad. Debido
a la sobrecarga de información no conseguimos almacenar las nuevas ideas en la
memoria a largo plazo lo que implica menos material para futuras conexiones y
menos pensamiento creativo y crítico.
El propósito. Los
profesionales necesitamos contar con tiempo para considerar el significado de
nuestro trabajo. El compromiso surge de los momentos que nos permiten entender
el “por qué” de nuestras tareas y esfuerzos. Pero no existe tiempo para estas
reflexiones si saltamos del correo a reuniones y de éstas a actualizaciones de
noticias, por ejemplo, con lo que el coste último es un profesional infeliz, “quemado”
que se refugia cada vez más en sus dispositivos para escapar.
El problema real está en
que hemos perdido el control de nuestra capacidad para escoger dónde ponemos
nuestra atención y nos hemos convertido en esclavos de la distracción. Para empezar
a abordar el problema el autor recomienda que repensemos las siguientes áreas:
A).-
COMUNICACIÓN
Debemos considerar la forma en que pueden
acceder a nosotros y las interrupciones que resultan como consecuencia y
hacernos estas preguntas:
a).- ¿Es el correo la
única forma de comunicarnos?
b).- ¿Podemos reducir el
exceso de correos en la bandeja de entrada?
c).- ¿El estar
constantemente enviando y recibiendo correos y mensajes nos ayuda o está
interfiriendo en nuestro trabajo?
d).- ¿Reuniones más breves
serían más eficientes?
e).- ¿Deberíamos dejar a
un lado los móviles y ordenadores o mantenerlos siempre conectados?
f).- ¿Pueden gestionarse
los conflictos virtualmente o siempre se deben afrontar cara a cara?
B).-
TECNOLOGÍA
Entre las preguntas que
nos tenemos que hacer en relación con esta área son:
a).- ¿Estamos facilitando
a nuestros profesionales tecnología útil o distracciones innecesarias?
b).- ¿Pueden acceder nuestros
profesionales a la información clave para su trabajo o ésta se pierde en el
revoltijo de datos?
C).-
DISEÑO DE ESPACIOS Y LOCALIZACIÓN
Las cuestiones fundamentales
que debemos plantearnos en relación con este aspecto son:
a).- ¿El entorno de
trabajo favorece el trabajo o las distracciones?
b).- ¿Podemos crear
sinergias en equipos en el que exista una separación física entre los trabajadores
como es el caso de los teletrabajadores.
D).-
PLANIFICACIÓN, ESTRATEGIA Y LIDERAZGO
Es importante que
consideremos cuáles son las respuestas a las siguientes preguntas:
a).- ¿Conocen los
profesionales cuál es la misión y la visión de la organización y su papel
dentro de ella? ¿Son capaces de articularlos?
b).- ¿Los directivos
saben establecer bien las prioridades?
c).-.¿Los directivos
conocen la diferencia entre delegación y “empowerment”? ¿Son capaces de
hacerlo?
d).- ¿Los líderes
facilitan el desarrollo de nuevos líderes?
e).- ¿Cómo motivan los
líderes a sus profesionales teniendo en cuenta que diversos estudios muestran
que más del 84% de la fuerza laboral no se encuentra comprometida?
f).- ¿Cómo cambia la
autoridad en la organización cuando todos tienen acceso a información
interminable?
g).- ¿Qué cambios tiene
que abordar el líder en su forma de actuar para liderar los cambios necesarios
en la organización?
h).- ¿Cómo se promoción a
los profesionales en la organización? ¿ Está ligada a la conectividad social?
i).- ¿El equilibrio vida
personal y profesional es un cliché o una prioridad?
La responsabilidad de los
líderes como vemos es inmensa ya que es su trabajo facilitar las herramientas,
formación e incentivos para ayudar a sus profesionales a centrarse en lo
correcto en el tiempo correcto. Las organizaciones se sabotean a sí mismas con
frecuencia al recompensar a aquellos que roban la atención y la desvían, a los
que programan reuniones innecesarias o inoportunas, a los que demandan una
disponibilidad 24 horas los 7 días de la semana y el tráfico y el acceso
ilimitado e ininterrumpido de información.
En otras palabras los
líderes deben convertirse en parte de la solución y para ello deben comenzar
por definir aquello en lo que se tienen que centrar en la organización.
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