Serenity Gibbons en hbr.org
del pasado 2 de diciembre plantea que nadie quiere ser un mal directivo o
supervisor pero el rol hace que, en ocasiones los líderes con más talento se
conviertan en “microgestores”. En algunos de estos casos los directivos no se
dan cuentan de que están desviándose hacia malos hábitos hasta que empiezan a
perder personas, productividad y poder.
La autora recomienda seguir los siguientes pasos para
demostrar a nuestros profesionales que hemos abandonado este hábito nocivo.
1.- DEJAR DE CONTROLAR CONTINUAMENTE
Podemos pensar que estamos ayudando cuando revisamos
constantemente la evolución de un proyecto, pero, con frecuencia, nuestros
profesionales no opinan lo mismo. Tenemos que admitir que lo que estamos
haciendo es estar encima de ellos. Una estrategia mejor consiste en que acudan
a nosotros para comentar el proyecto en reuniones establecidas previamente con
regularidad. De esta forma los empleados saben cuándo se va a producir la
actualización y les permite centrarse en los resultados y no en los pequeños detalles
que conlleva cualquier tarea o proyecto.
2.- CONFIAR EN NUESTROS EXPERTOS
Los miembros de nuestro equipo tienen que tener
autonomía para realizar su trabajo. Podemos sentirnos tentados a racionalizar
que tenemos que microgestionar porque nosotros como directivos tenemos que
tener todas las respuestas, pero como el jefe es nuestro trabajo identificar
las mejores ideas pero no deben necesariamente surgir de nosotros.
Debemos recordar las razones por las que se seleccionó
al profesional que normalmente es debido a su experiencia y conocimientos. Como
directivo tenemos la obligación de utilizar nuestro conocimiento general sobre
cada tarea para colocar a la persona más adecuada para cada puesto. Después, la
clave para dirigir a nuestros expertos consistirá en comunicarles lo que
necesitamos, facilitarles el apoyo y
recursos necesarios para realizar sus tareas y confiar en ellos, sabiendo que
pueden realizar correctamente su trabajo.
3.- DELEGAR, DELEGAR, DELEGAR,…
Como ejecutivos existen varias metas que cumplir por
lo que existe el riesgo de pensar que cuando surge una tarea crítica pensemos
que si queremos que algo se haga es mejor hacerlo nosotros. Nos convencemos de
que los demás van a aprender mejor si ven cómo lo hacemos que asumiendo ellos
mismos la responsabilidad. Pero este enfoque no es muy positivo para el futuro
de nuestro equipo y hará que tengamos fama de microgestores.
Es mejor dejar
que nuestros colaboradores se enfrenten a nuevos retos. Una investigación de
Gallup ha mostrado que delegar más en los miembros del equipo tiene resultados
positivos y que los líderes que tienen un talento para delegar obtienen un
mayor crecimiento y éxito para sus organizaciones que los que se fijan en los
detalles minúsculos y no facilitan la autonomía de sus profesionales.
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