Jason Harris en “The soulful art of persuasión. The 11 habits that will make anyone a masterinfluencer” plantea una idea radical: la persuasión no se apoya en los hechos y
en los argumentos sino en el carácter de la persona que quiere persuadir.
En la actualidad es
difícil saber en quién confiar, el
exceso de información no contrastada hace que sea complicado detectar la verdad
de la falsedad y la confianza en los políticos y en los medios de información
está en unos niveles mínimos.
Por tanto, cómo podemos
persuadir a las personas en un entorno en el que nadie tiene razones para
confiar en nosotros. El autor propone la idea de que el que alguien nos
persuada o no va a tener que ver menos con las palabras que utilicen o las
acciones que tomen, sino en el tipo de persona que sea.
Las personas persuasivas
no son aquellas que confunden a sus
audiencia o buscan decirle aquello que piensan que quiere escuchar sino son los
individuos con los que queremos estar de acuerdo, ya que tienen cualidades que
nos atraen y hacen que queramos estar de su lado y confiar en ellos. Su
capacidad de persuasión procede de su interior, de cómo son verdaderamente.
El resultado es una forma
de influencia que es mucho más poderosa que la razón exclusivamente. Los argumentos
lógicos nos fuerzan a aceptar una cierta conclusión nos gusten o no, pero una
persuasión sincera nos atrae hacia una posición. La persuasión genuina se apoya
en comprometer más que en insistir.
El carácter está formado por
una serie de rasgos, disposiciones y virtudes que la persona muestra de forma
consistente en sus pensamientos, respuestas emocionales y acciones que van a
reflejar quienes somos. Desarrollar un carácter persuasivo implica adquirir los
rasgos de carácter, hábitos mentales y actuaciones personales que una vez
interiorizadas nos convertirán en personas más influyentes.
Las disposiciones
personales que facilitan el que seamos personas con mayor capacidad de
persuadir se pueden agrupar en cuatro categorías:
La primera es que las personas
persuasivas son originales. Cuando hablan tenemos la sensación de que lo hacen
con honestidad y autenticidad y que estamos viendo una versión real de cómo son
y no una versión preparada para contentarnos. Para las personas que poseen esta
característica sus pensamientos y acciones están motivados por un profundo
conocimiento de quiénes son, de ser siempre fieles a sí mismos y del deseo de
construir compromisos profundos y a largo plazo que no estén motivados por la
búsqueda de ganancias a corto plazo.
Las personas persuasivas,
como segunda tendencia son generosas. Suelen dar sin esperar recibir
habitualmente nada a cambio. Lo son no solo en términos de regalos físicos o
dinero sino con su consejo, respeto, oportunidades, presentaciones e introducción a otras personas y positividad
emocional. Nunca dan la impresión de estar mirando por sus propios intereses.
Tercera, las personas
persuasivas son capaces de sentir empatía. Muestran una curiosidad genuina por
otras personas y buscan mantener
conversaciones comprometidas que vayan más allá de los temas banales y se
centren en aquellos que verdaderamente importan a los demás. Este tipo de
personas son unas hábiles colaboradoras y tienden a resaltar no las diferencias
sino lo que une.
Por último, las personas
persuasivas tienen unos estándares personales y éticos elevados e intentan
siempre ser mejores y motivar a los demás para ir más allá de sus límites
normales. Son fuente de inspiración para aquellos que les rodean y como
resultado poseen una autoridad personal que hace que ejerzan una influencia
natural.
El término persuasión no
es exactamente uno que nos inspire un exceso de confianza. Ya que la mayor
parte de las personas pueden llegar a asociarlo con engaño, manipulación o con alguna forma de coacción. Pero puede
tener las connotaciones positivas derivadas del matiz positivo que viene de las
personas con las características mencionadas, en las que la autora profundiza a lo largo del libro:
PRINCIPIO
1: SER UNO MISMO
Cuando una persona es
verdaderamente persuasiva nunca dudamos de que lo que dice viene de un lugar
real. Aunque no estemos de acuerdo con ella reconocemos que defienden sus ideas
y que no tienen miedo de mostrarnos quiénes son y qué valoran. Son el tipo de
personas que se preocupan más por ser fieles a sí mismas que en conseguir
llegar a un sí por haber convencido a los demás de lo buenos que son o por
haber impresionado al jefe.
Ser genuinamente nosotros
mismos es muy importante para persuadir. Por definición es algo que no podemos
fingir y si nos presentamos tal como somos los demás estarán más dispuestos a escucharnos,
creer en nosotros y apoyarnos en situaciones controvertidas, ya que les
inspiramos mayor lealtad.
La persuasión se basa,
como estamos viendo en el carácter personal más que en hechos o argumentos. Los
métodos más eficaces de persuasión no tienen mucho que ver con evidencias,
argumentos o la lógica. De hecho, con frecuencia lo que persuade a las personas
no es el contenido de lo que se dice sino la persona que lo dice ya que en la
mayor parte de los temas no poseemos ni el conocimiento, ni la experiencia ni
el tiempo para elegir por nosotros mismos la opción adecuada. Por ejemplo
confiamos en nuestro médico cuando nos recomienda un tratamiento si percibimos que
esa persona tiene unos rasgos personales que hacen que confiemos en ella.
Carácter, para el autor,
coincidiendo con las ideas de Aristóteles, no es sólo el conjunto de reglas
éticas que tratamos de seguir ni nuestras creencias personales. Nuestro
carácter está formado, también, por los hábitos y comportamientos que mostramos
espontáneamente, sin pensar.
El primer paso para
desarrollar un “carácter persuasivo” consiste en aprender a ser nosotros
mismos, no tratando de esconder las partes de nosotros mismos que pensamos que
la otra persona no va a apreciar, con lo que hacemos y decimos aquello que
pensamos nos va a hacer más atractivos para nuestra audiencia, sonreímos más de
lo normal y fingimos interés por algo que no nos importa, empleando un lenguaje
más formal que el que utilizamos normalmente.
El problema es que los
demás van a detectar que estamos fingiendo y no van a responder como nosotros
queremos. La naturalidad a la hora de persuadir, en cambio, funciona
principalmente por dos razones:
a).- Una persona natural
con sus preferencias y aversiones, intereses y sorprendentes obsesiones es
alguien en el que los demás se pueden reconocer y con quien se pueden
relacionar, se identifiquen o no totalmente con esa persona.
b).- Es casi completamente
imposible anticipar con qué partes de nuestra identidad se pueden sentir atraídos
los demás.
Harris recomienda seguir tres pasos para aprender a ser más
naturales. Éstos son:
1.-
Ser conscientes. En este caso implica escuchar realmente a
lo que decimos y prestar más atención a cada interacción que hagamos con el fin
de detectar posibles ocasiones en las que estemos diciendo o haciendo algo que
no refleja lo que realmente estamos sintiendo ( reír por un comentario que no
nos parece graciosos, no compartir algo por no saber cómo puede reaccionar la
otra persona, …). La mayor parte de las personas hacemos esto de forma
automática y en muchos casos inocente, y nos podemos decir a nosotros mismos que lo que
pretendemos es intentar ser simplemente
educados o evitar confrontaciones, por ejemplo. Pero todos estos pequeños
momentos de insinceridad pueden sumarse y terminar por mostrar una imagen no
real de nosotros.
Momentos de este tipo
toman formas diferentes en cada persona, pero una vez que sabemos qué estamos
buscando, difícilmente nos van a pasar desapercibidos.
2.-
Analizar. Igual que un atleta revisa las grabaciones de sus
competiciones para corregir posibles defectos y mejorar sus competencias es
conveniente realizar un análisis posterior de nuestras interacciones con los
demás para ver si podemos intentar ser más nosotros mismos. Por ejemplo,
después de cada conversación que mantengamos podemos hacernos las siguientes
preguntas:
a).- ¿En qué momento de
la conversación me estaba mostrando más como soy verdaderamente?
b).- ¿En qué momento de la
conversación me mostré menos sincero o reteniendo información?
Después de tener las
respuestas deberemos hacernos la siguiente pregunta:
c).- ¿Qué puedo hacer
para generar más momentos en los que mostrarme genuinamente como soy?
d).- ¿Qué podría haber
dicho o hecho si hubiese sido honesto, si no hubiese estado tan preocupado por
cómo me podía ver la otra persona o si me hubiese mostrado tal como soy?
e).- ¿Cómo habría actuado
si hubiese estado hablando con mi mejor amigo, aquel que me conoce mejor que yo
mismo?
3.-
Adaptar. Independientemente de cómo contestemos a las
preguntas anteriores debemos convertir ese conocimiento en acción. Podemos recoger
por escrito cuáles son nuestras fortalezas y debilidades. El simple hecho de
escribirlas nos ayudara a interiorizar lo aprendido y nos servirá para detectar
cuándo no estamos siendo naturales, para, con el tiempo, detectemos
automáticamente las posibles desviaciones y las corrijamos antes de que se
produzcan.
Otros
métodos para evitar la insinceridad son, según el autor, los
siguientes:
1.-
Hablar y actuar transmitiendo seguridad.
El estar cómodos con nosotros mismos juega un papel muy importante para proyectar
confianza, pero existen distintas
estrategias específicas para comunicar con seguridad entre las que destaca el decir la verdad con autoridad. Si queremos
decir algo lo podemos hacer pero sin transmitir incertidumbre y para ello debemos
dejar de utilizar palabras y frases como: quizás, probablemente, puede ser, yo
pienso que, puedo estar equivocado, esta puede ser una idea estúpida pero…..
Debemos descartarlas, así
como comentarios introductorios del tipo: ¿Puedo hacerte una pregunta? o “ deja
que saque una idea de ti”. Todas estas expresiones conforman los que los
investigadores en temas de comunicación llaman “lenguaje sin poder” ya que
cuando los empleamos estamos radiando nuestra inseguridad a la audiencia y
damos la impresión de que lo que estamos diciendo no merece ser tomado en serio
y podemos olvidarnos de tener alguna influencia sobre ella.
Se puede objetar que esta
estrategia supone un tipo de engaño ya que puede ser considerado deshonesto
pretender tener más confianza en lo que planteamos que la que realmente
sentimos, pero lo que intenta no es pretender algo que no sentimos sino cambiar
la forma en que expresamos las cosas en las que creemos. Si nos esforzamos en
utilizar un lenguaje más asertivo y poderoso terminará afectando la forma en la
que pensamos y seremos capaces de formular nuestros pensamientos en forma de
afirmaciones claras y seguras.
2.-
Seguir nuestros valores principales. Cuando defendemos algo
debemos estar seguros de que lo hacemos por las razones adecuadas y que
responden a algo en lo que creemos, con lo que estaremos transmitiendo
sinceridad.
El objetivo de todas
estas estrategias es conseguir que lo que hacemos y decimos refleje quiénes
somos realmente y de esta forma ir
desarrollando un carácter persuasivo.
Seguridad
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