Annette Kramer en strategy+business del pasado 5 de diciembre plantea que para que un líder tenga impacto uno de los mayores retos a
los que se enfrenta es inspirar y motivar a los demás para que puedan realizar
las acciones correctas para ellos y para su equipo. Por tanto, deben buscar
tener una presencia sólida no solo en sus apariciones públicas sino, también en
cualquier interacción, ya que cualquier aspecto de la misma, incluyendo la
presencia física, nuestro intelecto, voz y emociones está íntimamente ligado a
nuestro mensaje.
Muchas
personas en puestos de autoridad luchan por tener una presencia adecuada y
adoptan la personalidad que asumen que un líder tienen que tener como por
ejemplo, un lenguaje corporal firme y autoritario, una informalidad estudiada y
al hablar en público una presentación cuidadosamente preparada. Esto lleva a
que estas personas se parezcan a todo el mundo, porque las modas en relación
con la apariencia que tiene que tener un líder rápidamente se convierten en
clichés y en la mayor parte de las ocasiones estos comportamientos se reconocen
e identifican como ficticios, con lo que a la persona que los utiliza se la va
a considerar como poco auténtica y sus mensajes serán interpretados de la misma
forma y no parecerán sinceros.
Una
alternativa es adoptar los métodos y principios del arte dramático e
integrarlos a nuestro enfoque de liderazgo. Podemos ganar la confianza e
influir expresando nuestro verdadero propósito y compromiso a los demás de una
forma genuina. Muchas personas confunden la actuación y las asocian con
artificio, pero una buena interpretación, aunque sea en un drama de ficción, va
a depender de la autenticidad. Por otro lado, ser un líder auténtico no
significa decir lo que sentimos en cada momento. Lleva tiempo, experiencia y
práctica el aprender a transformar nuestros impulsos en reflexiones y en
articularlas y actuar acorde a ellas de una forma que satisfaga nuestro
propósito y construya las relaciones que necesitamos.
El valor
que se le concede a este tipo de liderazgo caracterizado por la capacidad para
comunicar lo que es necesario decir de forma que inspire a las personas a
seguirnos se ha elevado mucho en los últimos años. La confianza cada vez más se
considera una ventaja competitiva clave y si somos capaces de sentirnos cómodos
con nosotros mismos y de proyectar un mensaje sincero y valioso las personas
tenderán a concedernos a nosotros y a
nuestra organización su confianza.
La autora
propone 10 principios para ayudar a establecer y mantener una presencia de
liderazgo única y auténtica. Éstos son:
I.- MOSTRARNOS COMO UNA PERSONA COMPLETA
Podemos
haber crecido pensando que nuestro intelecto, emociones y cuerpo son entidades
independientes y haber descuidado algunos aspectos de nosotros mismos, por
falta de hábito pero cuando hablamos los demás nos perciben en nuestra
totalidad. Las personas no solo se fijan en el significado literal de lo que
decimos y en las imágenes que mostramos, sino que, continuamente están
evaluando nuestra integridad y veracidad al contemplar nuestro tono, postura,
voz y estado de ánimo, mezclándose en la mente de nuestros oyentes dejando una
impresión global de nosotros y de nuestro mensaje.
Por
tanto, es importante desarrollar la capacidad de comunicarnos considerando
todos los aspectos de nuestra persona. Conceptos tales como la inteligencia
emocional ayudan a reconocer nuestros sesgos y a evitar ceder a nuestros
impulsos. Pero no es suficiente poder gestionar nuestros sentimientos sino,
también, reconocer las discrepancias que pueden existir entre nuestra lógica,
nuestros sentimientos y nuestros movimientos para que se sintonicen y trabajen
juntos para mejorar nuestro impacto.
Sólo el
hecho de reconocer las conexiones entre nuestras emociones, razonamientos y
acciones puede conducir a una mayor honestidad y autenticidad. Para lograrlo
debemos recurrir a un tipo diferente de introspección del que estamos
acostumbrados y para ello puede ser que necesitemos contar con un coach.
Nuestra meta es ser conscientes de todos los elementos de nuestra persona,
nuestro cuerpo físico, nuestra relación con los demás y con lo que queremos
conseguir, practicar y ver lo que
sentimos al integrarlos.
II.- LIDERAR CON AQUELLO QUE NOS IMPORTA
Los
comunicadores más eficaces son aquellos que hablan de lo que es importante para
ellos, en el contexto de lo que quieren alcanzar y de lo que importa a la
audiencia. Para ello debemos pensar sobre qué es lo que nos importa y por qué y
su conexión con nuestro propósito y el de nuestros oyentes y, posteriormente,
comprometernos con ello completamente. Sólo entonces podremos trasladar clara y
sinceramente a los demás nuestras convicciones y nuestra disposición para dedicar
nuestro tiempo y otros recursos para que los demás lo entiendan como nosotros lo hacemos. Nuestra capacidad
para expresar nuestro compromiso mejorará continuamente con la práctica.
III.- COMENZAR UNA CONVERSACIÓN QUE OTROS
QUIERAN CONTINUAR
El
verdadero liderazgo es relacional y engendra compromiso genuino y confianza. Por
tanto, debemos utilizar cualquier oportunidad para relacionarnos directamente
con las personas en lugar de hablar solo ante grandes audiencias. Con esta
orientación no nos percibirán nunca como un líder aislado y distanciado de los
demás.
Existen muchas
formas de transformar una actuación en
una conversación. Nuestro discurso debe ser conciso y utilizar los
puntos que recalcamos para invitar a una respuesta para, después, prestar
atención a la conversación que surja. Hasta aquellos que no participen se
sentirán más cómodos con nosotros y más receptivos a mantener una relación
productiva con nosotros porque han visto que estamos abiertos al diálogo.
IV.- DAR IMPORTANCIA A LA COMUNICACIÓN NO
VERBAL
Es difícil
valorar el grado en que nuestra actitud física interviene en la forma en que
nos perciben como líderes. La manera en la que nos movemos afecta la forma en
la que nos sentimos y cómo nos sentimos tiene repercusión en cómo nos movemos y
todo ello cambia la manera en que pensamos y nos comunicamos.
Si nos
sentimos cómodos con nuestro cuerpo en general estamos en una situación
ventajosa frente a los que no lo están. Podemos fascinar a una audiencia sin
decir una palabra. No tenemos que ser atletas pero hasta un nivel moderado de
vitalidad física energiza y apoya nuestras convicciones y autoridad. Nuestra
audiencia lo interpretará como una forma de autenticidad y estará más dispuesta
a responder con compromiso y confianza.
Una
relación positiva con nuestro cuerpo no se consigue de la noche la mañana. Implica
refinar nuestra forma de respirar, nuestros gestos y movimientos para que estén
en sincronía con nosotros mismos física, emocional e intelectualmente. Esto lo
podemos lograr de muchas maneras, como por ejemplo a través de sesiones de
coaching o clases de movimiento en una serie de disciplinas. El trabajar
nuestra respiración es muy útil para aliviar el estrés y regular nuestros
estados de ánimo.
Cuando somos
conscientes de nuestro cuerpo, éste lidera y el intelecto sigue.
V.- CULTIVAR UNA CURIOSIDAD SOSTENIDA
Al tener
siempre mucho que hacer y poco tiempo las personas en posiciones de autoridad
tienden a evitar distracciones y a operar de forma eficiente. Esto, con
frecuencia, conduce a que se aíslan y se cierran ante otras personas y sus
ideas. Pero los líderes con una fuerte presencia están abiertos al mundo y
cultivan de forma permanente su curiosidad sintiendo la atracción de lo
inesperado y poco familiar.
En
algunas organizaciones la curiosidad es considerada como un talento
especializado que deben poseer solo unos pocos innovadores creativos. Pero la
curiosidad es un elemento inherente a nuestra naturaleza humana. Podemos demostrarla,
o su carencia, en la forma en la que interactuamos con las personas.
Interrumpir a alguien cuando habla, por ejemplo, manda una señal de que no
estamos interesados en lo que nos están diciendo y la mayor parte de las
personas responden perdiendo el interés por nuestro mensaje. Si lo hacemos
debemos asegurarnos de que lo hacemos por el interés del grupo y aclarando los
motivos ( “solo nos quedan 15 minutos y quiero asegurarme de que todos puedan hablar
si lo desean”).
Si
creemos que no somos naturalmente curiosos por nuestra falta de interés en
relación con determinados aspectos de nuestro trabajo una estrategia consiste
en recordar actividades o experiencias que despertaron nuestra curiosidad en el
pasado y qué nos gustaba de ellas, por ejemplo si corríamos y disfrutábamos al
sentir que descubríamos una vista espectacular al final de un camino. Una vez
que hemos identificado lo que hacía que sintiésemos curiosidad en esa situación
podemos buscar oportunidades para utilizar la misma actitud en el trabajo.
VI.- COMENZAR POR MANTENERNOS QUIETOS
Muchos
líderes se sienten expuestos delante de una audiencia, sobre todo si no existe
una mesa o atril para sentarse o esconderse detrás. Al mantenerse de pie y
quietos al comienzo de una intervención podremos centrarnos en respirar
profundamente lo que nos ayuda a controlar nuestro pensamiento. Después empezar
a hablar mostrando quienes somos, alegres, resolutivos, serios, optimistas,
apasionados, analíticos o cualquier combinación de cualidades que surgirán con
mayor facilidad.
El
mantenerse sin moverse es importante no solo por el efecto que tiene sobre
nosotros sino por la impresión que deja en los demás.
VII.- ENCONTRAR UNA HISTORIA EN TODO
Aunque
los niños son conscientes de que adoran las historias, contarlas y escucharlas,
muchos adultos, especialmente en el mundo de los negocios olvidan que contar
con una narrativa convincente y absorbente es una herramienta poderosa. Las historias
crean relaciones entre los oyentes y los líderes a través de la empatía que
surge con los personajes y por la conexión con su experiencia personal. Facilitan
la estructura que hace que nuestras ideas sean evidentes, comprensibles y
concretas.
Con demasiada
frecuencia los líderes ignoran las historias que tienen que contar y en su
lugar recogen datos y los resumen en forma de listados pensando que así apoyan
su mensaje. Pero nadie se siente persuadido por datos exclusivamente, las
personas son persuadidas por la forma en que se sienten en relación con esos
datos y sin una historia explícita que les dé sentido los datos son mucho
menos significativos.
Por esta
razón las presentaciones con power point con frecuencia enmascaran la autoridad
del orador ya que la atención de la audiencia se divide entre los datos y lo
que cuenta la voz. Podemos ser más eficaces si las imágenes apoyan en lugar de
repetir o distraer de nuestra historia.
Existen muchas
formas de encontrar y articular una historia atractiva. Una buena forma de
comenzar consiste en preguntar “¿Cuándo empezamos a preocuparnos por esto?” y
seguir con “¿Qué pasó después y a qué condujo” continuando con “¿Por qué nos
preocupa ahora?” Las respuestas pueden constituir bloques para nuestra
narrativa. No debemos preocuparnos por hacer que nuestra historia sea literal o
por si tiene personajes o un conflicto. Simplemente
debemos juntar y secuenciar los elementos que son importantes para nosotros y
para nuestra audiencia.
Debemos utilizar
un lenguaje sencillo y natural. La jerga, incluyendo muchas de las palabras que
los líderes y directivos emplean habitualmente, puede ser percibida como lo que
es: un vehículo para protegernos haciendo que lo expuesto sea menos personal.
Al final solo existe una regla universal para contar buenas historias: lo que
decimos debe hacer que las personas sientan interés por seguir escuchando lo
que vamos a decir a continuación.
VIII. GUARDAR ALGO SIN DECIR
Los
líderes auténticos no buscan demostrar siempre que tiene la última palabra,
sino que reconocen que su trabajo consiste en obtener lo mejor de los demás, lo
que requiere mostrar respeto a sus compañeros, no sólo como profesionales sino,
también, como seres humanos.
Comunicamos
ese respeto de muchas formas no verbales. Una de esas maneras consiste en hacer
un hábito de dejar sin decir algunos de nuestros pensamientos y opiniones para
dejar espacio para la participación de todos. Esto tiene el beneficio adicional
de facilitarnos oportunidades para aprender. Al hacerlo, también, disminuimos
la presión sobre nuestros oyentes ya que les muestra que tenemos el deseo de
construir una relación independientemente de cualquier transacción particular y
si hoy no cerramos un acuerdo, por ejemplo, seguramente existirán otras
oportunidades porque la relación establecida es de confianza.
IX.- INVESTIGAR NUESTRO IMPACTO
El
liderazgo es intangible pero siempre existen maneras de analizar sus efectos,
en nosotros mismos y en los demás, en el momento y a lo largo del tiempo. Se requiere,
para ello, que elevemos nuestra consciencia a través de una variedad de medios:
nuestras propias conversaciones, encuestas independientes realizadas por otros
o métricas basadas en el desempeño que reflejen las respuestas ante lo que
decimos y hacemos. La tecnología ha permitido utilizar nuevos métodos como el
análisis de la red social para identificar las relaciones importantes. Pero todos
estos métodos analíticos no ofrecen una imagen completa, por lo que el líder
debe mantenerse alerta para procurar
mirar más allá de sus prejuicios y limitada información para tomar las
decisiones correctas, por ejemplo.
X.- CONSTRUIR NUESTRO "MÚSCULO DE LA MEMORIA"
El líder
tiene la capacidad de hacer y decir lo adecuado en el momento correcto no por
casualidad sino por su experiencia, formación y reflexión. Aunque parezca que
para ser líderes auténticos tienen que improvisar sin una experiencia y
conocimientos previos. La autora utiliza el concepto “músculo de la memoria” para
referirse a la cualidad que cultiva un líder experimentado que le permite
improvisar de forma acertada. Es análogo a una clase especial de resiliencia
que poseen los atletas profesionales por la que si se lesionan y deben
descansar unos meses se recuperan mucho antes que un deportista amateur de sus
lesiones porque saben cómo y dónde deben centrar su fuerza y destreza. Nuestra
presencia como líderes puede apoyarse en un patrón mental y emocional similar y
con la suficiente práctica puede convertirse en algo natural el dirigirnos a un
grupo o a una audiencia de una forma auténtica y con autoridad. Construir este
tipo de presencia nos ayudará a ser resiliente y en una crisis nos facilitará el
centrarnos en lo que ocurre en el momento, responder adecuadamente y
recuperarnos más efectivamente.
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