Ron A. Carrucci en “Tobe honest. Lead with the power of truth, justice and purpose”, ofrece a los
líderes una guía para ayudar a crear organizaciones con culturas sanas y que
tengan un propósito significativo. Como hemos comentado en una entrada anterior
uno de los 4 factores claves es:
I.-
IDENTIDAD CLARA: SER QUIENES DECIMOS QUE SOMOS Y QUE NUESTRAS ACCIONES Y
PALABRAS CONCUERDEN
Las investigaciones del
autor han puesto de manifiesto que cuando una organización se muestra
estratégicamente clara sobre quién es y hacia dónde se dirige y cuando sus
acciones concuerdan con sus palabras, sus profesionales estarán más
predispuestos a decir la verdad, actuar con justicia y trabajar con un sentido.
Implica, también que éstos son considerados responsables de incorporar los
valores establecidos y que los objetivos marcados los incorpora cada trabajador
en su tarea. Si esto no ocurre se está creando el marco para que la
deshonestidad crezca.
Cuando, por ejemplo, un
líder dice que quiere que su equipo sea un ejemplo de la gran importancia que
para la compañía tiene la innovación pero luego rechazar las ideas que le
planteen los miembros de su equipo está transmitiendo que sus intenciones no
son genuinas ni sinceras. Diariamente las organizaciones anuncian nuevas “prioridades
estratégicas” que nadie cree que sean posibles, con lo que los líderes y los
profesionales se ven obligados a colaborar en un pacto de silencio por el que
aceptan que dicen una cosa pero van a hacer otra.
Si las organizaciones
fracasan en hacer el trabajo requerido para llegar a ser quien dicen que son
las declaraciones de misión y valores se interpretan como eslóganes y nada más.
Lo que es peor es que se normaliza la duplicidad ya que todos los que trabajan
en ellas deben pretender que lo que no es real es verdad aunque las evidencias
sugieran lo contrario. Por ejemplo, en un estudio realizado en 2014 en
Australia por Leading Teams entre más de 500 profesionales se vió que sólo un
20% de ellos opinaban que sus misiones y valores eran inspiradoras y más de la
mitad los desconocían.
Muchas empresas están
procurando ser fieles a sus compromisos y para ello se están convirtiendo en organizaciones
“B Corp” tras pasar un riguroso proceso de evaluación que requiere que la
organización demuestre su compromiso con su propósito a través de cumplir unos
estándares verificados de desempeño en relación con la creación de valor para
todos su grupos de interés: comunidad, empleados, clientes, proveedores y el
entorno.
En un mundo complejo y
ruidoso, en el que los cambios disruptivos son cotidianos, mostrar consistencia
es muy importante y lograr generar confianza es complicado, pero necesario, ya
que los empleados cada vez la demandan con más intensidad. Según el Barómetro de Confianza de Edelman, comentado
en la entrada anterior, el 74% de los encuestados, trabajadores de distintos
países y profesiones, consideraban fundamental que la organización en la que
prestan sus servicios les incluya en los procesos de planificación estratégica,
les conceda voz en las decisiones clave y promueva culturas que sean inclusivas
y consistentes con los valores establecidos. Cuando las organizaciones responden
a estas expectativas los empleados confían en ellas y en el 83% de los casos se
comprometen a realizar un gran trabajo, un 74% sienten lealtad hacia la
organización y un 78% la defienden activamente. Por el contrario si no confían
en ella solo el 52% se siente comprometido para realizar un gran trabajo, 36%
siente lealtad hacia ella y un 39% la defenderá.
Cuando una organización
define su identidad: lo que aspira a hacer, a quién pretende servir y cómo
tiene intención de operar, sin hacer todo lo posible para que sus acciones
concuerden con sus palabras los resultados pueden ser desastrosos. Las personas
esperan que la misión y valores de su organización sean sacrosantos. Y si no lo
son la conclusión lógica a la que llegan es que la organización no es sincera
con lo que dice por lo que es perfectamente aceptable actuar en contra de la
misión o de los valores.
Carucci recomienda que
para ser fieles a las palabras las organizaciones y sus profesionales:
1.-
Reconozcan sus fallos con humildad sincera y se comprometan a
cambiar para conciliar las palabras con los hechos.
2.-
Verifiquen que están cumpliendo sus promesas. Para ello se
deben diseccionar todas las afirmaciones de la organización en relación con la
misión, visión, valores, marca, propósito e identificar qué promesas implican a
nivel personal, de los compañeros, clientes y empleados. Para ello a nivel
individual el líder debe contestar para cada una de dichas afirmaciones (
misión, propósito, etc) las siguientes preguntas:
a).- ¿Qué significa
para mí esa afirmación?
b).- ¿Cómo intento ser
fiel a ella en mi trabajo cotidiano o en mi liderazgo?
c).- ¿Cómo intenta mi
equipo respetarla en nuestro trabajo cotidiano? Otra forma de pensar en ello es
¿Con qué frecuencia hablamos sobre el tema?
d).- ¿En qué hemos
destacado al mantenernos fieles a esta afirmación?
e).- ¿En qué y dónde
hemos fallado y no hemos sido fieles?
f).- ¿Qué podemos hacer
de forma más consistente para reforzar esa declaración?
3.-
Incorporen sus compromisos a sus prácticas diarias.
Utilizar esas afirmaciones para crear el marco básico para establecer
prioridades, invertir los recursos y gestionar las crisis. Deben reservar
tiempo para hablar con sus equipos y compañeros sobre cuándo están siendo
fieles a esos compromisos y sobre cuándo tendrían que mejorar. Los líderes
deben, también, aprovechar la lista de promesas identificadas para revisar su
calendario y comprobar si le están dedicando suficiente tiempo para asegurarse
de que las promesas se cumplen. Tienen que cerciorarse de que los que trabajan
cerca de ellos los ven como ejemplos de cumplimiento de los compromisos
adquiridos, basando sus conclusiones en hechos concretos.
4.-
Trasladen los compromisos a toda la organización. Para
asegurarse de que todos los empleados sean conscientes y comprendan cómo
contribuye su trabajo al logro de los objetivos más importantes de la
organización, éstos deben ser transmitidos cuidadosamente y con claridad a
todos los niveles y a todos los profesionales de forma sistemática. Cada meta
individual y de equipo debe ser directamente relevante para la más amplia
estrategia organizacional a la que debe servir. Si esta relación no se puede
establecer de forma clara se tienen que cambiar las metas siempre que sea
posible.
5.-
Busquen feedback. Es aconsejable utilizar una encuesta
básica de feedback para que el líder pida a los que le rodean que valoren el
grado en que consideran que el líder, su equipo o toda la organización operan
garantizando las declaraciones de identidad suscritas. Se pueden empelar
herramientas sencillas como Survey Monkey o Qualtrics para convertir las
promesas identificadas en acciones valorables que otros en la organización
puedan evaluar. Por ejemplo, si una de las promesas consiste en “reconocer la
creatividad” se puede comprobar pidiendo a los encuestados que valoren en una
escala una afirmación del tipo: “Mi organización/líder apoya las nuevas ideas
que provienen de distintos puntos”.
6.-
Se responsabilicen de los “olvidos”. Si el líder identifica
aquellos aspectos en los que no se ha mantenido fiel a lo que defendía o su
organización no lo ha hecho es posible que otros hayan sufrido las
consecuencias de esta situación. Por ejemplo si la misión o el propósito
establece el servicio a un determinado grupo de interés ( pacientes, familias,
mujeres, niños, etc) pero el líder nunca habla de cómo su trabajo impacta en
estos colectivos debe procurar mantenerse en contacto con ellos o pedirles que
cuenten sus experiencias.
7.-
Mantengan las conversaciones “duras y difíciles”.
Ninguna organización es perfecta y las valoraciones sinceras revelan
inevitablemente áreas problemáticas, algunas de las cuales pueden estar fuera
del control del líder. Éste, ante estas situaciones puede decidir que sólo
puede controlar lo que puede o puede reunir el coraje para mantener con otros
ejecutivos o con líderes más senior que él conversaciones complicadas sobre las
contradicciones e hipocresías que ellos pueden estar percibiendo también. Al
hacerlo no debe ser crítico, sino procurar demostrar empatía y curiosidad, asumiendo que nadie está
queriendo ser hipócrita de forma intencionada. El valor de, al menos, comenzar una conversación sobre un tema que
seguramente está en la mente de todos pero que todos evitan puede ser el
catalizador que movilice los cambios.
8.-
Identifiquen un propósito trascendente al que servir.
Si la organización no ha declarado formalmente una causa de alguna
trascendencia para incluirla como parte de la misión eso no quiere decir que el
líder no pueda hacerlo para su equipo. Independientemente del tipo de trabajo a
realizar siempre se pueden identificar razones que hagan que los profesionales sientan
que están marcando una diferencia, enriqueciendo la vida de otros.
9.-
Sueñen “a lo grande”. El líder debe pensar en lo que
ocurriría si todos los miembros de la organización realmente creyeran que las declaraciones
que hacen sobre la misma fuesen sagradas y ciertas. Y que, por tanto, acudieran
a su trabajo diariamente apasionados ante el reto de asumir esas afirmaciones. Debe
reflexionar sobre lo que esto significaría y sobre lo que sería diferente de la
realidad actual, así como lo que supondría trabajar en un lugar así y cómo nos
sentimos al no hacerlo.
En relación con tener
una identidad clara el autor considera claves, entre otras, las siguientes ideas:
a).- No es suficiente
para una organización tener definida su misión, visión y valores, aunque estén
muy bien escritos. El propósito debe ser fácilmente observable en las acciones
cotidianas de sus empleados.
b).- Los profesionales
no van a confiar en el propósito de la organización hasta que éste no se plasme
en acciones.
c).- El mercado y los
trabajadores cada vez se muestran más intolerantes ante la hipocresía. Cuando
las palabras y las acciones no coinciden el desempeño y el compromiso sufren.
d).- Un “lavado de cara”
del propósito no produce resultados y puede exacerbar los problemas existentes.
Un nuevo compromiso con el propósito debe apoyarse en cambios estructurales
como abordar nuevos programas de incentivos, nuevos procesos de selección o nuevos
criterios de evaluación del desempeño, por ejemplo.
e).- Las pequeñas
mejoras pueden conducir a mayores niveles de honestidad.
f).- Alinear palabras y
acciones creando rituales y prácticas en las que el líder y sus equipos puedan
hablar directamente sobre cómo mejorar, sobre qué se está haciendo bien y qué
se está haciendo mal.
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