Marissa King en “Social chemistry. Decoding
the patterns of human connection”, plantea que el patrón del conjunto de
nuestras relaciones importa mucho más que el tamaño de las mismas.
La estructura de la red
de conexiones personales se puede considerar como un mapa de lo que la vida ha
sido hasta el momento para dicha persona y hacia dónde se encamina. La conexión
social más sencilla es la diada o relación uno a uno que se establece con un
solo individuo. Las redes son grupos de personas interconectadas, en algún caso
de personas que ya se conocen entre sí y en otros de personas que no tienen
miembros en común.
La mayor parte de las
redes se pueden clasificar dentro de tres estructuras:
En los mapas de
relaciones de los expansionistas, “brokers” y coordinadores cada círculo
representa una persona. La red pertenece a la persona representada con un
círculo negro en el medio y las líneas representan las relaciones entre ellos y
sus amigos. En todas las imágenes hay el mismo número de personas pero lo que
varía es el la cantidad de energía y el
esfuerzo empleado para crear y mantener esos lazos. Los “brokers”, por ejemplo
están directamente ligados a solo 7 personas pero tienen acceso indirecto a 12
diferentes puntos de vista, experiencias y fuentes de información y al ser, con
más frecuencia, los amigos de los
coordinadores amigos entre sí, los coordinadores necesitan 9 relaciones para
obtener la misma información.
El mismo conjunto de
relaciones sociales, compuestos por las mismas personas pero en distintas
configuraciones, dan origen a distintos fines. Por ejemplo si imaginamos dos
equipos compuestos por las mismas personas y en un caso todas trabajan juntas y
colaboran entre sí. En el otro caso las personas siguen siendo las mismas pero
el equipo trabaja en subequipos especializados con un nexo entre ellos. Aunque
el equipo tenga los mismos miembros su fortaleza será distinta. Lo mismo ocurre
con las redes personales.
En un contexto de redes
los expansionistas, “brokers” y coordinadores tienen distintas ventajas e
inconvenientes:
a).- Los expansionistas
tienen redes muy amplias, son bien conocidos y tienen grandes habilidades para
enganchar en una reunión. Pero suelen tener problemas para mantener los lazos
sociales y para equilibrarlos para crear valor para sí mismos y para los demás.
b).- Los “brokers”
generan valor juntando a personas normalmente desconectadas de distintos
ámbitos sociales. Sus redes obtienen enormes beneficios desde el punto de vista
de la información y son muy innovadoras ya que la mayoría de las nuevas ideas
proceden de la recombinación.
c).- Los coordinadores
construyen densas redes en las que los amigos son también amigos entre sí. Este
tipo tiene beneficios por su reputación.
Las características y
la estructura de nuestra red personal están determinadas parcialmente por el
contexto en el que vivimos. Por ejemplo por el tipo de trabajo que realizamos,
si nuestro despacho está situado cerca del ascensor, si realizamos trabajos de
voluntariado, vamos a la iglesia o nos unimos a clubs. Las elecciones que
realizamos todas tienen un fuerte efecto en nuestra red.
De las características
de nuestra personalidad que más influyen el comportamiento del camaleón es el
que se ha mostrado mejor predictor del
estilo de red que desarrollaremos, Los “brokers” tienden a ser camaleones y se
adaptan rápidamente a nuevas situaciones sociales. Intuitivamente saben cuándo
tienen que mantenerse callados para no desentonar en una reunión formal o reír con
mayor fuerza.
Los científicos sociales
han dedicado las últimas cuatro décadas a estudiar los antecedentes y
consecuencias de la estructura de las
redes sociales. La forma en la que esté diseñada (conscientemente o no)
nuestra red social va a tener enormes implicaciones en una serie de resultados
personales y profesionales. La fuerza y calidad de nuestras conexiones sociales
va a afectar profundamente nuestra experiencia del mundo, nuestras emociones y
nuestro éxito a nivel personal y profesional.
Hace más de 40 años, el
sociólogo y profesor de la universidad de Stanford, Mark Granovetter examinó
cómo había encontrado sus trabajos los profesionales que trabajaban en Newton,
Massachusetts. De los cientos entrevistados que habían cambiado de trabajo recientemente,
más del 56% manifestaron que habían encontrado el trabajo a través de contactos
personales. Entre los individuos en las categorías de ingresos más altos, aquellos
que tenían los trabajos mejor pagados y más prestigiosos, tres de cada cuatro
habían encontrado el trabajo a través de sus redes sociales.
Para sorpresa de
Granovetter estos entrevistados mantenían que no había sido gracias a la intervención
de amigos sino solo de conocidos, por lo que en su artículo “The strength of weak ties” fue el primero que desafió las nociones convencionales sobre cómo
funcionan las redes sociales.
Entender por qué es más
frecuente que tengamos noticias de trabajos gracias a conocidos o “lazos
débiles” o por qué las redes sociales son más eficaces para buscar trabajo que
sus alternativas online requiere entender bien cuál es el funcionamiento de las
redes. Normalmente se ha pensado y se dice que es el tamaño de nuestra red lo
que importa y esta creencia subyace en la mayor parte de las plataformas sociales,
por lo que se anima a que nos mezclemos
y expandamos nuestras conexiones en LinkedIn y que asistamos a eventos de networking, a los que usualmente asistirán personas similares a nosotros.
Existe la creencia de
que simplemente el hecho de conocer a más personas se va a trasladar
mágicamente a la obtención de valor. Pero conocer a más personas,
particularmente aquellas muy similares a nosotros no va a crear más valor para
nosotros sino más trabajo. Décadas de investigaciones han mostrado que el
enfoque miope en el tamaño de la red está equivocado. La calidad y no la
cantidad de nuestras conexiones sociales van a ser el predictor más importante
de nuestro funcionamiento cognitivo, de nuestra resiliencia en el trabajo y de
nuestro compromiso con el mismo.
Más allá del entorno
laboral nuestras conexiones sociales tienen un profundo efecto en nuestra salud
y bienestar. Por ejemplo diversos estudios muestran que la soledad incrementa
las posibilidades de una muerte prematura en un 26%. Según John Cacioppo,
experto en el campo de la neurociencia social, casi el 80% de los jóvenes y el
40% de los adultos mayores experimentan soledad, que no solo deteriora la salud
física sino que conduce a depresión, desórdenes de la personalidad, psicosis e incluso
al suicidio. Uno de cada cinco estadounidenses se sienten solos.
Esta situación presenta
una paradoja. Este profundo sentimiento de aislamiento surge en un momento en
el que estamos más conectados que nunca, pero en el que, por ejemplo, en los
últimos quince años ha disminuido ( en un 40%) el número de adolescentes que
ven a sus amigos diariamente. Cuando nos encontramos cara a cara con amigos
tenemos una visión más fiel de quién somos realmente, no de la imagen que
proyectamos en las redes sociales vía internet. Las interacciones sociales
positivas como mantener contacto visual, escucharnos unos a otros, poner una
mano en el hombro del otro, etc, pueden activar respuestas físicas en nuestro
cuerpo que alivian el estrés. Las imágenes de “plástico” proyectadas en las
redes sociales, por otro lado, invitan a la comparación social. Por esta razón
las ratios de depresión, ansiedad y suicidio entre los adolescentes se han
incrementado de forma llamativa.
Joseph Stokes, en una
serie de estudios, ha examinado los diversos factores que podemos pensar que
ayudan a predecir la soledad: el tamaño de la red social, número de amigos
íntimos, la relación con los familiares y el grado de conexión de los contactos
entre sí. De todos ellos el grado en el que las redes de las personas se
parecían a las de los coordinadores era el factor que más protegía contra la soledad.
Los coordinadores son también los que se muestran más felices y satisfechos con
sus vidas. Pero esta misma estructura no es la que nos hace más felices en el
trabajo. En el entorno laboral las relaciones son más complicadas. Los “brokers”
se sienten más satisfechos con los aspectos
instrumentales de sus trabajos, mientras los coordinadores lo son de los
aspectos sociales de sus vidas profesionales.
Un problema que se
presenta con frecuencia es que cuando pensamos en establecer nuevos contactos
es que podemos pensar que existe un
elemento de interés que nos hace sentir mal. Las elaciones con nuestros
familiares, queridos amigos, mentores o
compañeros cercanos son íntimamente personales y muy valiosas y no deben ser
mercantilizadas. Pensar con determinados intereses en mente en nuestras
relaciones puede ser moralmente desconcertante ya que nuestras relaciones con
los demás son sagradas moralmente y subconscientemente la idea de aprovecharnos
de ellas nos parece un tabú y, como consecuencia, sentimientos de repulsión
pueden llevar a la falta de compromiso en las personas que los experimentan.
Otro aspecto a
considerar a la hora de establecer nuevos contactos es que conectar es
complicado. Sentimientos de ansiedad o falta de autenticidad son frecuentes
cuando hablamos con extraños. Para ser más auténticos primero debemos comenzar
por ser más conscientes de nosotros mismos y para ello podemos empezar a pensar
en cómo nos sentimos en diferentes interacciones sociales, con quién nos
sentimos más cómodos, cuándo se aceleran nuestros latidos, cuándo sentimos
deseos de escapar o cuándo sentimos la necesidad de forzar una sonrisa o de reprimir
un comentario. Desde esta consciencia podemos empezar a avanzar hacia la
aceptación y cuestionar si realmente hay algo que temer.
Las personas no somos
auténticas o falsas. Todos, en ocasiones, tenemos que adoptar una de ellas ya
que muchas situaciones sociales
requieren que nos adaptemos a las circunstancias. Por ejemplo, un jefe tiene
que ocultar su posible mal humor para ayudar a los que le necesiten, ya que
éstos no tienen por qué ver o padecer los malos humores de su superior.
Una forma de superar el
sentimiento de falta de autenticidad en una relación consiste en pensar en lo
que podemos ofrecer a la otra persona, como, por ejemplo sabios consejos,
mentoría u otros recursos nos sentimos menos egoístas y realizar networking nos
cuesta menos.
La base fundamental de
la construcción de relaciones sociales es la reciprocidad. Es la moneda de
intercambio social. Si comenzamos una relación pensando en lo que podemos
obtener de ella en lugar de lo que podemos ofrecer nos estamos equivocando.
Adam Grant, en su libro “Give and take” escribe en relación con las redes
sociales: “las personas que dan tienen la capacidad de crear y desarrollar
redes muy ricas. Por la forma en que interactúan con otras personas van
generando normas que aportan valor, expandiendo los beneficios para todos los
implicados”. Dar es una buena estrategia a largo plazo porque conduce a una red
empapada de valores y de reciprocidad.
A corto plazo dar puede
ser una forma efectiva de vencer la resistencia hacia la construcción de una
red porque invoca sentimientos morales positivos.
Por tanto, si dedicamos
tiempo a comprender mejor la naturaleza de nuestras relaciones y contactos,
tendremos el poder de cambiarla para que sea potencialmente más beneficiosa para
nosotros, para las personas con las que nos relacionamos y para las personas
que están conectadas con ellas también.
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