Amit Bhattacharjee en INSEAD Knowledge del pasado 16 de mayo plantea que instintivamente consideramos a las
personas con mayor autocontrol como más virtuosas y capaces de alcanzar metas
buenas.
Todos experimentamos momentos
de debilidad en los que comemos comida basura o compramos en exceso cosas que
no necesitamos, por ejemplo, pensando que no están mal ya que solo nos hacemos
daño a nosotros mismos. Pero una serie de experimentos realizados por el autor
y por Phyliss Jia Gai muestran que las personas que muestran un mayor
autocontrol en situaciones moralmente irrelevantes, como elegir hacer ejercicio
en lugar de comer un helado, son percibidas como moralmente superiores.
Aunque los filósofos expertos
en moralidad han considerado frecuentemente a ésta como algo ajeno a la
competencia y solo como un asunto relacionado con las intenciones, los
responsables de las investigaciones mencionadas han pensado que las personas podemos
creer que la fuerza de voluntad es una forma especial de competencia necesaria
para que nuestras buenas intenciones se cumplan. Específicamente esperaban que
las personas interpreten que la bondad requiere tanto buenas intenciones como
la habilidad de actuar para conseguirlas, pero que, por el contrario, la maldad
se atribuyese exclusivamente a las malas intenciones y, si esto es así, el
fuerte autocontrol indicaría virtud moral, pero el débil autocontrol no tendría
por qué implicar malas intenciones.
A esta asimetría potencial la
llaman Bhattacharjee y Jia la hipótesis de la habilidad moral y difiere de otras
dos hipótesis encontradas en investigaciones pasadas sobre el tema. Una de
ellas mantiene que la fuerza de voluntad es percibida por las personas como algo
distinto de la moralidad, mientras la otra sugiere que la fuerza de voluntad es
tan esencial para la moralidad como su ausencia para la inmoralidad.
Diversos experimentos,
descritos en “Willpower as moral ability” apoyan la hipótesis de los autores.
En un primer experimento, los
participantes: estadounidenses reclutados online, leían 4 viñetas sobre dos
hombres y dos mujeres enfrentados a distintos dilemas de autocontrol,
relacionados con la salud, la procrastinación, la utilización de su dinero y la
paciencia. Una de ellas, por ejemplo, hacía referencia a un estudiante que aunque
podía contemplar un partido de fútbol elegía terminar sus deberes.
Los participantes valoraban a
los individuos que mostraban mayor autocontrol como personas más capaces de
obtener buenos resultados y mejor carácter moral, pero no consideraban a aquellos
que fracasaban en el autocontrol como malos moralmente, revelando la asimetría
esperada.
En el segundo experimento
utilizaba las mismas viñetas pero añadían versiones en las que los personajes
no experimentaban conflictos de autocontrol y escogían simplemente aquello que
preferían. En este caso los resultados
fueron similares valorando mejor a los que mostraban más autocontrol. También encontraron
que los participantes que creían fuertemente en el libre albedrío y que, por
tanto, las acciones son causadas por las intenciones, tendían a considerar la
habilidad de una persona para superar los conflictos de autocontrol como una señal
reflexiva de carácter moral. Este patrón apoya la idea de que el autocontrol es
visto como una capacidad moral para actuar sobre buenas intenciones.
Otro experimento valoraba si
las personas se comportan de forma diferente con los demás con distintos
niveles de autocontrol. Los participantes, residentes en Estados Unidos y
reclutados online también, cumplimentaban una encuesta sobre su propio
autocontrol ( por ejemplo “soy malo a la hora de resistir tentaciones”), así
como sobre su autocontrol “moral” en situaciones que pueden afectar a los demás
( Por ejemplo” pierdo el control demasiado fácilmente”). Luego se les decía que
iban a jugar a un juego de confianza con dos parejas , una de las cuales
mostraría gran autocontrol, mientras la otra se mostraba menos restrictiva,
pero ambas con las mismas valoraciones de autocontrol moral. Las decisiones de los participantes y los
beneficios económicos en este juego dependían del grado en que confiasen en que
su pareja hiciese lo correcto y les devolviese el dinero. Se les pedía que
valorasen el carácter moral de cada pareja, decidiesen la cantidad de dinero
que les iban a dar y estimar lo que esperaban que les devolviese.
Los hallazgos fueron similares
a los de los otros experimentos, dando más dinero al que pensaban que tenía más
carácter moral y esperando que devolviese más en comparación con los de fuerza
de voluntad más débil.
Superman, para hacer una
analogía, de acuerdo con estos resultados, no es un superhéroe porque tenga
mejores intenciones que los demás. Es un modelo de virtud por su capacidad de actuar
en su mundo contribuyendo a buenos resultados de forma más efectiva que el
resto de las personas, pero afortunadamente nuestras habilidades más débiles no
se vuelven contra nosotros ya que la pobre fuerza de voluntad no se considera,
por si sola, como responsable de la realización de malas acciones o de un mal
carácter moral.
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