Gregg Vanourek en la
entrada de su blog del pasado 17 de mayo plantea que muchos de nosotros hemos
caído en la trampa de no ser realistas y ser excesivamente optimistas,
minusvalorando las dificultades con las que nos vamos a encontrar seguramente.
Cuando nos somos
realistas nos exponemos al fracaso, la frustración y a la autocrítica. Nuestra
capacidad de ser felices disminuye, tensionamos nuestras relaciones y termina
surgiendo el resentimiento. También tendemos a tomar malas decisiones y nos
sentimos más estresados e inconvenientes si no alcanzamos nuestras metas.
En su libro “Good to great”, Jim Collins narra la historia del almirante Stockdale que fue el
militar de mayor rango en el campo de prisioneros conocido como “Hanoi –
Hilton”, durante 7 años, en la guerra de Vietnam. En ese tiempo fue torturado
en más de 20 ocasiones, no tenía ningún derecho y no sabía si iba a sobrevivir.
Cuando Collins le preguntó cómo logró sobrevivir a condiciones tan horrendas el
contestó que nunca perdió la fe en que todo terminaría en algún momento y en
que la experiencia vivida sería un momento definitorio de su existencia. Lo que
así fue. Los compañeros que no sobrevivieron fueron los que confiaban en ser
liberados en una fecha concreta, que murieron con el corazón roto. Stockdale
mantiene, lo que Collins llama la paradoja de Stockdale. y que consiste en que
nunca debemos confundir la fe en que vamos a superar la situación al final, que
no debemos perder nunca, con la
disciplina para enfrentarnos a las circunstancias, por muy brutales que sean,
de nuestra realidad actual.
La clave, pues parece
estar no en la fe ciega o en el optimismo o la resignación, sino en el
reconocimiento disciplinado de la realidad, acompañado de la fe y convicción
últimas, junto al compromiso de superar y soportar. Sin un realismo
disciplinado sobre el estado actual de los hechos nos perdemos en las falsas
esperanzas.
Desgraciadamente lograr
este equilibrio es complicado debido a la forma en que nuestras mentes están programadas.
Investigaciones, entre otras de Daniel Kahneman y Amos Tversky, han mostrado
que los humanos tenemos muchos sesgos cognitivos o errores sistemáticos en
nuestro pensamiento que nos llevan a tomar decisiones que nos conducen a
percepciones distorsionadas y juicios erróneos. Entre los relacionados con
falta de realismo tenemos, por ejemplo:
a).- Sesgo del
optimismo o la tendencia a sobrestimar la posibilidad de experimentar
situaciones favorables y de subestimar la de los desfavorables.
b).- Sesgo del exceso
de confianza o la tendencia a sobrestimar nuestras capacidades.
c).- Ilusión de control
que nos lleva a creer que tenemos una mayor capacidad de controlar los hechos
de la que tenemos en realidad.
Los investigadores han
encontrado que el optimismo es muy beneficioso, por ejemplo, para la salud, la motivación o la
perseverancia pero Shawn Anchor destaca que se convierte en un fenómeno de mala
adaptación cuando nos conduce a sobrestimar en exceso nuestras habilidades
actuales., por lo que el optimismo realista es mejor que el optimismo ciego.
Tenemos que aprender a ser razonablemente optimistas sin caer en la tierra de
la fantasía e ingenuidad y para ello el autor recomienda:
1.- Aclarar nuestras
expectativas y su procedencia.
2.- Evaluar si nuestras
expectativas son apropiadas.
3.- Inventariar el
tiempo, recursos, energía y motivación que tenemos a nuestra disposición.
Valorar nuestros límites, siendo conscientes de que no contamos con recursos
ilimitados.
4.- Recordar que
siempre existen factores externos fuera de nuestro control. Mantenernos
centrados en las cosas que podemos controlar y tener en cuenta que las cosas
pueden cambiar.
5.- Equilibrar nuestras
altas expectativas con el reconocimiento de los riesgos y contratiempos
potenciales. Definir no solo el mejor escenario, sino, también el escenario
base y el peor para que tengamos una imagen más completa de la variedad de los
posibles resultados.
6.- Ir ajustando las
expectativas con el tiempo, si es necesario basándonos en nueva información.
7.- Documentar los
hechos que ocurren en realidad y compararlos con las expectativas iniciales
para ver si hemos sido poco realistas hasta el momento. Esto nos puede servir
para calibrar nuestras expectativas al seguir avanzando.
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