Marc le Menestrer en
INSEADKnowledge del pasado 8 de abril
plantea que los ejecutivos se encuentran atrapados en un círculo de reacción,
sus mentes confundidas por el rechazo, racionalización y un sentido de
indefensión, construyendo muros para evitar la incomodidad y aislándose de los
problemas derivados de las cicatrices en el entorno que van dejando sus
organizaciones, con el fin de ignorar la cruda realidad.
Pero esta ignorancia
protectora puede servir para originar un futuro peor del que anticipamos, por
lo que necesitamos recurrir al pensamiento utópico, ya que visualizar un mundo
ideal revela un enfoque más inspirador y nos permite ver la distancia entre la
realidad y nuestros sueños como una oportunidad y no como un obstáculo.
El autor, durante 15
años, ha guiado a los líderes a través de sesiones sobre esta visualización “soñadora”.
Éstas están estructuradas en una serie de ejercicios de conexión con el pasado,
soñar el futuro, identificar valores importantes y construir una visión con
acciones concretas y valientes. En estas ha podido observar la aparición de un
tema recurrente: la mayor parte de los líderes sueñan con una vida que
satisfaga necesidades cruciales, que giran alrededor del amor y la pertenencia,
un equilibrio armoniosos entre la vida personal y profesional y el formar parte
de una comunidad donde sus valores personales resuenen con los de los que les rodean.
El trabajo lo encuadran dentro de la búsqueda de un propósito elevado,
utilizando el dinero como una herramienta para propulsar esa misión más elevada,
en lugar de como un objetivo primario.
Construir una utopía no
es solo un ejercicio de pensamiento esperanzador, sino que libera a los líderes
de prejuicios limitantes. Este enfoque es una combinación de agilidad mental,
madurez emocional y generosidad del alma e implica abrazar las contradicciones
y perspectivas múltiples, gestionar y equilibrar las emociones y supone actuar
con empatía y compasión, inspirados por una visión.
Esta forma holística de
pensar, sentir y soñar fortalece nuestra capacidad de navegar por un mundo
complejo, especialmente al enfrentarnos a decisiones críticas. El pensamiento
utópico no demanda un mundo rígido y perfecto, incorpora las “zonas grises” o
dilemas y reconoce la tensión útil y natural que se produce entre fuerzas que
entran en competencia. Un ejemplo puede ser una compañía de energía multinacional que reciba muchas críticas por
contribuir a la destrucción medioambiental y dañar las vidas de las comunidades
locales, por lo que a sus líderes se les puede considerar como “villanos” y
éstos responden negando cualquier responsabilidad, tensionando aún más las
relaciones con los líderes locales. En estos casos el autor, en lugar de
centrarse exclusivamente en el control de daños, anima,
a los líderes participantes en las sesiones, a visualizar la solución ideal para esos
conflictos. Este proceso genera una curiosidad por lo desconocido y los
participantes comienzan a imaginar formas de equilibrar los recursos de sus
compañías y de influir para crear valores compartidos con las comunidades
locales.
Asimismo, se vuelven
más conscientes de los inconvenientes de una estrategia de confrontación. Los líderes
pueden cultivar una forma más armoniosa y respetuosa de interactuar con
diferentes grupos de interés y una visión global en la que el poder no se
ejerce con dominancia, sino de una manera más equilibrada y colaborativa.
El pensamiento utópico
constituye una experiencia poderosa fácilmente accesible para cualquier organización,
comunidad o persona que busque soluciones innovadoras a problemas desafiantes.
En lugar de recurrir a métodos tradicionales de resolución de problemas podemos
invitar a distintos stakeholders a este experimento mental: visualizar la
solución más deseable, aunque parezca imposible. Este ejercicio no debe evitar las
paradojas o las perspectivas diferentes, debe animar a que los participantes
abracen las complejidades del asunto, reconociendo las buenas intenciones y los
valores diversos que mantienen los distintos grupos. Lo que surgirá de este
ejercicio colaborativo es un cambio profundo en la perspectiva, acompañado de soluciones
creativas.
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