Simon Sinek, en su
libro “Leaders eat last”, que estamos comentando, tras analizar la influencia
que sobre el comportamiento y la vida en las organizaciones tienen las 2 sustancias que él considera egoístas y las 2 altruistas, pasa a
analizar el efecto del cortisol. Esta hormona nos alerta ante los peligros y
nos ayuda a tomar medidas para protegernos y que aumenten nuestras
posibilidades de supervivencia. Está, también detrás de los sentimientos de
ansiedad, malestar y estrés que experimentamos en el trabajo.
Aunque el riesgo no sea
real el estrés que sentimos si lo es. Nuestro cuerpo reacciona con una descarga
de cortisol ante las posibles amenazas
para prepararnos a lo que pueda acontecer. Nuestro cerebro reptiliano no
intenta comprender cuál es el peligro que nos acecha, lo que intenta es aumentar
nuestras posibilidades de supervivencia. Nuestros cuerpos no se plantean que
trabajamos en oficinas y no en la sabana y que por tanto las amenazas a las que
nos enfrentamos rara vez van a poner en peligro nuestras vidas, por lo que en
un esfuerzo por proteger nuestros intereses, reaccionan como si existiese el
riesgo real.
Como somos animales
sociales sentimos estrés cuando creemos que nadie nos apoya. Percibimos el malestar subconsciente de que somos
responsables de nosotros mismos y de que nadie nos va a ayudar, de que las
personas con las que trabajamos piensan sobre todo en ellas mismas y nos
asustamos. El problema suele radicar, en estos casos, más en el entorno de trabajo
que en los compañeros. Desgraciadamente en muchas ocasiones tenemos que trabajar
en ambientes en los que los miembros de los grupos no se preocupan por la
suerte de los demás, con lo que información valiosa como la referente a
peligros inminentes se mantiene oculta. El resultado es que los lazos de
confianza entre los profesionales o entre estos y sus líderes son débiles o
inexistentes. No nos dejan más opciones que pensar en nosotros primero. Si nos
asusta la posibilidad de no gustar a nuestros jefes, si constantemente estamos
preocupados por si cometemos algún fallo, si pensamos que algún compañero va a intentar
recibir las alabanzas por algo que hemos hecho o va a “apuñalarnos por la
espalda” no sentiremos que estamos en un “círculo de seguridad”, no nos
comprometeremos con el trabajo y el
cortisol empezará a actuar.
Surge, entonces, un
problema serio ya que el cortisol inhibe la producción de oxitocina, que como
hemos visto, es la hormona responsable de la empatía, lo que implica que si el
círculo de seguridad es muy débil y los profesionales deben dedicar mucho
tiempo y energía para protegerse de las políticas de la organización y de otros
riesgos internos nos volveremos cada vez más egoístas y no nos preocuparemos
por los compañeros, ni por la organización.
El trabajar en culturas
poco equilibradas y saludables es similar, en muchos aspectos, a escalar el
Everest. Nos tenemos que adaptar a lo que nos rodea. Aunque las condiciones
sean peligrosas los escaladores pasan un tiempo en el campamento base para
adaptarse. Con el tiempo sus cuerpos se terminan acostumbrando a las circunstancias
duras. Lo mismo ocurre en este tipo de culturas en las que las condiciones son
más sutiles y factores como la política de la organización o de los grupos, el
oportunismo, la falta de confianza entre los compañeros,…., no se presentan con
extrema violencia, con lo cual nos vamos adaptando. Como si nos encontrásemos
en el campamento base creemos que nos encontramos bien y que podemos asumir la
situación. Pero en realidad aunque pensemos que estamos cómodos los efectos de
ese entorno pasan factura. El hecho de que nos hayamos acostumbrado o de que
una situación se haya convertido en normal no quiere decir que sea aceptable.
Aunque logremos convivir con el estrés y con niveles bajos pero mantenidos de
cortisol en nuestros cuerpos no debemos hacerlo. Un flujo constante de cortisol
no sólo es malo para las organizaciones, sino también para la salud de los
profesionales que en ellas trabajan, ya que si el entorno se caracteriza por la
falta de confianza, las relaciones débiles, superficiales o transaccionales,
por considerar el estrés y la ansiedad normales éstos muestran una mayor
vulnerabilidad a las enfermedades.
Por el contrario si
trabajamos en un entorno en el que los líderes son sinceros y en el que los
sistemas de incentivación no buscan la competitividad entre compañeros el
resultado, gracias a los niveles incrementados de serotonina y oxitocina, será
la confianza y la colaboración. Esto es lo que para Sinek significa el
equilibrio entre vida personal y profesional y no tiene nada que ver, según él,
con las horas que trabajamos o con el estrés que padecemos, sino con el
sentimiento de sentirnos seguros. Si en casa percibimos la sensación de
seguridad, pero no en el trabajo sufriremos un desequilibrio, que no se va a
producir si mantenemos relaciones estrechas en ambos entornos, que nos permiten
sentirnos integrados y protegidos. Al existir un sentimiento de confianza
estamos dispuestos a hacer cosas por los demás, a preocuparnos, cuidar y
sacrificarnos por ellos, lo que aumenta nuestra sensación de seguridad al estar
dentro del círculo de seguridad y nos sentimos cómodos en el trabajo al no
tener la percepción de que nuestro bienestar está amenazado.
En definitiva, no es la
naturaleza del trabajo que realizamos ni el número de horas que le dediquemos
lo que va a tener mayor influencia en la reducción del estrés y en la obtención
de una vida equilibrada, sino los niveles elevados de serotonina y oxitocina.
La primera aumenta nuestra autoestima y nos inspira para ayudar a los
profesionales que trabajan con nosotros y a que nuestros jefes se sientan
orgullosos de nosotros. La segunda, como hemos visto, reduce el estrés,
incrementa nuestro interés por el trabajo y mejora nuestras habilidades
cognitivas, aumentando nuestra capacidad
de resolver problemas complejos y de trabajar en equipo.
Una cultura en la que
las “sustancias altruistas” puedan circular libremente va a conseguir una mayor
estabilidad a nivel de la organización y un desempeño de mayor nivel a largo
plazo. Lo único que se necesita es que los líderes estén convencidos de que
tienen que ayudar a su creación, porque sean conscientes de que ellos tienen el
poder de generar un entorno en el que las personas puedan desarrollar todas sus
competencias y mejorar los resultados de la organización. Una vez la cultura y
los valores están definidos claramente, se convierte en una responsabilidad de
todos los profesionales, sean líderes formales o no, el actuar como líderes
para garantizar el mantenimiento de un círculo de seguridad fuerte.
¿POR
QUÉ TENEMOS LÍDERES?
Las organizaciones son
las tribus modernas y como cualquier tribu tienen tradiciones, símbolos y
lenguaje específicos. La cultura de una compañía es como la de una tribu. En
algunos casos es fuerte y en otras es débil y los profesionales que pertenecen
a ella se pueden sentir más o menos identificados con ella y con sus
compañeros. Todas las tribus, como las organizaciones coinciden en un aspecto:
todas tienen líderes. Casi todo lo que tiene que ver con el ser humano tiene el
propósito de aumentar nuestras posibilidades de supervivencia y de tener éxito
y nuestra necesidad de contar con líderes no es una excepción. Por mucho que
defendamos, según Sinek, la idea de la igualdad el hecho es que no lo somos.
Sin un orden establecido cuando los cazadores volvían con lo cazado todos se
apresurarían a comer y el más fuerte lo conseguiría quedando los demás
relegados. Este no es un buen sistema si se quiere mantener la especie, ya que
los marginados no estarían muy dispuestos a confiar o a trabajar con alguien
que les ha tratado mal. Para solucionar este problema nos convertimos en
animales jerárquicos.
Cuando percibimos a
alguien como dominante, en lugar de pelearnos con él por la comida, nos
retiramos voluntariamente y dejamos que coma primero. Gracias a la serotonina
aquellos a los que hemos mostrado deferencia sienten que su estatus aumenta en
el grupo, que les considera como los “alfas”. Posteriormente el grupo se va a
repartir los restos de la comida sin tener que luchar por ellos.
Hasta el momento actual
aceptamos sin problemas que los “alfas” de nuestra sociedad tengan algunos
privilegios y en las organizaciones, por ejemplo, ganen más o tengan mejores despachos. Se puede considerar
un honor hacer cosas para ayudar a nuestros líderes. Por todas las ventajas que
un “alfa” obtiene es por lo que siempre estamos intentando subir en el
escalafón jerárquico. Nuestro objetivo es ser considerados fuertes y capaces y
merecedores de las ventajas de los “alfas” con lo que obtendríamos el respeto
de los demás y aumentaría nuestro estatus en nuestra comunidad.
Esta es la idea que
está detrás de los símbolos de estatus, que por la acción de la serotonina
realmente incrementan nuestra percepción del mismo. Es la razón por la que los
logos son visibles en los objetos más caros. Como símbolos de nuestra fuerza y
capacidad que indican a los demás que nos va bien económicamente, pueden
aumentar el respeto que los demás sienten hacia nosotros y nuestra posición en
la jerarquía.
Un estudio realizado en
2010 por Francesca Gino, Michael Norton y Dan Ariely,"The Counterfeit Self.The Deceptive Costs of Faking It", demostró que las personas
que utilizan falsificaciones se sienten menos
orgullosas que los que usan los objetos originales. Sienten que están
engañando. El estatus es una respuesta biológica y debemos sentir que hemos
hecho algo para merecerlo. El mismo estudio concluía que aquellos que estaban
más dispuestos a hacer trampas con la biología estaban más predispuestos a
hacerlas en otras facetas de su vida. Aunque podamos pensar que aumentamos nuestro estatus con bienes
materiales, el sentimiento es efímero ya que no existe una relación social
asociada con la descarga de serotonina.
El estatus de liderazgo
no sólo lo reservamos para los individuos, también lo ofrecemos a las tribus en
su totalidad e igual que trabajamos para elevar nuestro estatus dentro de una
organización, las compañías están constantemente intentando elevar su estatus
en sus respectivos sectores. La razón por la que nos gustan los rankings es
porque somos animales jerárquicos.
Pero no debemos olvidar
que las ventajas asociadas al liderazgo no son gratis, sino que tienen un
precio elevado. Es esta parte de la ecuación la que se olvida con frecuencia actualmente en nuestras organizaciones y consiste en la
obligación del líder de defender y proteger a los demás y de ser el primero en
enfrentarse al peligro para conseguirlo. Si nuestros líderes están disfrutando
de una serie de privilegios por su posición en la jerarquía esperamos que nos
ofrezcan protección. El problema surge
cuando muchos de los líderes que en los últimos tiempos han estado percibiendo
retribuciones desorbitadas no han ofrecido esa protección a sus profesionales y
en muchas ocasiones los han sacrificado incluso para proteger sus intereses
propios. Sólo se les acusa de avidez y codicia cuando se percibe que han
violado la esencia del liderazgo.
Si queremos ser
reconocidos como “material alfa” y ganar nuestro puesto en la jerarquía debemos
estar dispuestos voluntariamente a hacer sacrificios personales para obtener
beneficios para los demás. Fingir no sirve, pues ocurre como cuando utilizamos
falsificaciones y nos vamos a sentir inseguros de merecer el lugar que ocupamos
en el escalafón o tenemos que trabajar duramente para compensar o para
demostrar a los demás y a nosotros mismos que merecemos todos los privilegios
que estamos disfrutando. Como ejemplos el autor menciona el caso de los famosos
que colaboran con organizaciones no lucrativas para mejorar su imagen o el de
los políticos y las promesas que hacen al electorado antes de unas elecciones
que luego incumplen, tanto si ganan como si pierden.
El liderazgo implica la
elección de servir a los demás, independientemente del rango formal. Existen
personas con autoridad formal que no son líderes y otras en la base que lo son
de forma natural y tienen autoridad moral. Los líderes son aquellos que están
dispuestos a sacrificar su confort por el nuestro aunque no estén de acuerdo
con nosotros. La confianza no implica sólo compartir opiniones, sino que es una
reacción biológica a la creencia que alguien desea de corazón nuestro
bienestar. Los líderes son aquellos que están dispuestos a dar algo suyo por
nosotros, sea su tiempo, su energía, su dinero y hasta puede darse el caso que
la comida. Cuando es importante los líderes comen los últimos.
Desde estándares
objetivos de liderazgo aquellos que aspiran a elevar su estatus personal
simplemente para disfrutar de las ventajas del liderazgo sin aceptar las
responsabilidades que éste conlleva son líderes débiles y aunque posean el
talento y las fortalezas necesarias para alcanzar el estatus “alfa” sólo se convertirán
en líderes si aceptan el deber de proteger a los que están a su cargo.
Sinek refiere la
anécdota de un antiguo Subsecretario de Defensa norteamericano que
se presentó a dar una conferencia ante
un auditorio portando un vaso de cartón con café y comenzó hablando de la
historia de la taza de cerámica. El año anterior él acudió al mismo evento y
como estaba ocupando el cargo de subsecretario voló en clase business, al
llegar al aeropuerto le estaban esperando
para llevarle al hotel y le acompañaron a su habitación. A la mañana
siguiente le recogieron y le llevaron a la sala de conferencias donde le
obsequiaron con café en una preciosa taza de cerámica. En cambio relató que el
día anterior voló en clase turista, al llegar cogió un taxi hasta el hotel
donde nadie le esperaba y por la mañana había volvió a coger otro taxi, llegó
al auditorio, buscó por sus medios dónde se encontraba la sala y cuando
preguntó dónde podía conseguir un café le señalaron una máquina de café. La
reflexión que hizo, tras contar esta historia,
era que seguramente la taza de cerámica que recibió el año pasado no era
para él, sino para el cargo que desempeñaba y que realmente lo que él merecía
era la taza de cartón y que, por tanto, la lección más importante que podía
transmitir era que todas las ventajas y privilegios que se puedan recibir por
el rango o posición que se ocupe no están dirigidas a las personas, sino al rol
que desempeñan, por lo que al abandonar el cargo la taza de cerámica será para
el que les sustituya, porque lo que verdaderamente merecemos todos es el vaso
de cartón.
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