Bill Taylor en hbr.org
del pasado 15 de octubre se pregunta la razón por la que si como en el Wall
Street Journal se publicó recientemente un artículo con el título” Los mejores
jefes son los jefes humildes”, en el que se destacaba el hecho de que éstos
inspiran el trabajo en equipo, el aprendizaje y el alto rendimiento en sus
equipos y se informaba que algunas empresas están empezando a introducir “assessments”
que incluyen la identificación de rasgos de personalidad como la sinceridad,
modestia, justicia, sinceridad y sencillez que forman parte de lo que algunos
psicólogos llaman “el factor H” (una combinación de honestidad y humildad), la
realidad nos muestra que la cultura de nuestras organizaciones favorece la
existencia de líderes arrogantes.
El autor ofrece algunas
respuestas que explican estas aparentes dificultades que manifiestan los
líderes y directivos para aparcar sus egos antes de entrar en sus trabajos. Entre
ellas tenemos:
1.-
Muchos líderes piensan que no pueden ser humildes y ambiciosos al tiempo. Uno
de los grandes beneficios de ser un alto directivo de una empresa, el jefe de
una unidad de negocio o el líder de un equipo es que finalmente eres
responsable de hacer que pasen cosas y de obtener resultados. Edgar Schein,
experto en liderazgo y cultura, un día preguntó a sus alumnos lo que
significaba para ellos el ser promocionados al rango de manager y contestaron,
sin dudar, que así podían decir a los demás lo que tenían que hacer. Estas son
las raíces del estilo de liderazgo “yo lo sé todo” , que se ve acompañado por
la creencia de que la vida en todas sus facetas es una competición, lo que
supone la existencia de un patrón mental que no reconoce ni valora las virtudes
de la humildad.
En la realidad, por el
contrario, la humildad al servicio de la ambición es el patrón mental más
eficaz para los líderes que aspiran a hacer grandes cosas en un mundo lleno de
grandes incógnitas. Hace unos años, por ejemplo, un grupo de profesionales de
recursos humanos que trabajaban en IBM acuñaron un término que se adaptase a
ese patrón mental: “humbición” que definieron como una parte de humildad y otra
de ambición, ya que habían observado que la mayor parte de las personas que
eran capaces de cambiar el mundo eran humildes ya que se centraban en el
trabajo y no en ellos mismos, buscando el éxito, pero manifestándose humildes
cuando éste llegaba, sintiéndose afortunados y no poderosos.
2.-
La humildad se puede interpretar como una señal de debilidad en momentos
complicados, al hacer que los líderes parezcan
vulnerables cuando las personas están pidiendo respuestas y seguridad.
Precisamente esa es una de las principales virtudes de la humildad: la
capacidad de no pretender tener todas las respuestas y, por tanto, entender que
una parte importante de su labor es obtener las mejores ideas de las personas adecuadas,
estén donde estén.
Schein, en su libro “Humble Inquiry” ( que hemos comentado en entradas anteriores), identifica tres formas
diferentes de humildad:
a).- La que
experimentamos cuando estamos con nuestros mayores o con dignatarios.
Constituye una parte básica de nuestra vida social.
b).- La que sentimos en
presencia de aquellos que nos asombran con sus logros. Es una parte estándar de
nuestra vida profesional.
c).- La humildad “aquí y
ahora” y que es la más relevante para
los líderes que verdaderamente quieren alcanzar grandes logros. Consiste en el
sentimiento que experimentamos cuando somos conscientes de que dependemos para
algo de alguien: “mi estatus es inferior al tuyo en este momento porque sabes
algo o sabes cómo hacer algo que yo necesito para alcanzar un objetivo, por lo
que tengo que mostrarme humilde porque temporalmente dependo de ti”.
Vivimos en un mundo en el
que el ego atrae la atención pero la modestia obtiene los resultados, donde la
arrogancia capta los titulares pero la humildad marca la diferencia, lo que
implica que todos nosotros, líderes o aspirantes a serlo, debemos hacer frente
a preguntas cómo: “¿ Tengo la suficiente seguridad en mí mismo para mostrarme y
mentenerme humilde? O ¿Tengo la suficiente fortaleza para reconocer que no
tengo todas las respuestas?
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