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miércoles, 14 de noviembre de 2018

CUANDO LOS VALORES CULTURALES CONDUCEN AL PENSAMIENTO GRUPAL LA ORGANIZACIÓN PIERDE


Maud Lindley, Jeffrey Schwartz y Malcolm Thompson en strategy+business del pasado 12 de noviembre plantean que las organizaciones públicas y también las privadas cada vez con más frecuencia tienen que tomar partido en cuestiones que pueden ser controvertidas como la política medioambiental o la diversidad y otras de carácter más operacional como la elección de un emplazamiento, los permisos por motivos familiares o sobre qué vacaciones seleccionar. Por ejemplo una empresa puede elegir no hacer negocios en países que no apoyen la libertad de expresión.
Pero no se puede creer que todos sus profesionales estén de acuerdo con estas decisiones. Las personas percibimos los valores de forma distinta y este choque de actitudes puede permanecer bajo la superficie y sin resolver con muchos de ellos pensando que sus perspectivas son ignoradas. Hasta valores que pueden parecer inocuos como coraje y excelencia pueden tener este efecto. El valor coraje puede desmoralizar a personas que valoran la estabilidad y templanza y la perfección de la excelencia puede ser interpretada como el fomento del perfeccionismo lo que puede entorpecer la agilidad y la ligereza.

La clave de comprometer a todos los profesionales se debe centrar por parte de los líderes en la autenticidad. Deben ser capaces de crear un contexto de diálogo en la organización en el que los líderes y sus profesionales puedan hablar libremente sobre los valores de la misma y sobre las razones por las que están de acuerdo o en desacuerdo con éstos. Si esto no ocurre se puede dar el fenómeno de pensamiento grupal con los conflictos internos que puede ocasionar.

El pensamiento grupal puede ser peligroso porque puede generar problemas a largo plazo. Por ejemplo una empresa innovadora necesita contar con personas que sientan que pueden contribuir libremente y ser ellos mismos en el trabajo. Además cuando los profesionales sienten que no pueden mostrar su desacuerdo públicamente con los valores imperantes van a procurar abandonar la compañía o no integrarse en ella con lo que la capacidad de la misma para atraer y seleccionar una diversidad de talento se va a perder.

Un síntoma del pensamiento grupal en una organización es la aparición del fenómeno que se conoce como “señalización de virtudes”, acuñado en 2015 por James Bartholomew que se refiere al hábito de declarar una opinión sin actuar para apoyarla para parecer más virtuosos de lo que somos y que en las organizaciones se considera como una respuesta natural ante las presiones a las que son sometidos sus trabajadores para mostrar su conformidad, adaptación  y apoyo a los valores de las mismas. Por ejemplo si se resalta la importancia de la orientación al cliente en las presentaciones y reuniones de equipo los empleados defenderán ardientemente su preocupación por éste. El resultado suele ser que aunque aparentemente están encantados y apoyan los valores el compromiso disminuye.

Los autores han encontrado tres competencias que ayudan a los líderes a gestionar diversas perspectivas y evitan caer en el pensamiento grupal. Éstas son:

1.- Agilidad mental. Consiste en la capacidad de reconocer distintas perspectivas y las razones por las que las personas las mantienen. Los que la poseen en un nivel alto invitan de forma consistente a los demás a ofrecer sus opiniones, perspectivas y experiencias aunque puedan cuestionar las propias. Lo hacen mientras permanecen fieles a sus propios principios. Un buen indicador de agilidad mental es la habilidad para debatir un tema desde un punto de vista opuesto, tratarlo como si fuese propio y utilizarlo para considerar los matices de nuestra propia perspectiva.

2.- Humildad cognitiva. Es la capacidad de reconocer nuestras asociaciones inconscientes  y de corregir los errores de juicio que ocasionan. Por ejemplo si estamos en un entorno en el que la mayoría de los directivos son hombres podemos no reconocer el potencial de las mujeres como líderes.

Para practicar la humildad cognitiva tenemos que considerar la perspectiva de una tercera persona a nuestra propia experiencia para ver que la nuestra es incompleta. Los directivos que la poseen en un alto nivel son capaces de reflexionar aún en los momentos más conflictivos para considerar su visión y la de los que le rodean.

3.- La capacidad de fomentar la seguridad psicológica. Consiste en la habilidad para crear contextos en los que todos se sientan escuchados y valorados. En ellos las personas se sienten seguras y sienten que pueden contribuir con sus perspectivas aunque difieran mucho de los valores aceptados y dominantes. Se consigue tratando a todos por igual y con respeto, invitándoles a participar, siendo ejemplo de desacuerdos constructivos con el estatus quo. Apoyando a las personas cuando muestran vulnerabilidad y mostrando ésta cuando resulta apropiado.

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