Jim Clifton y Jim Harter
en “It´s the manager” analizan las conclusiones extraídas del mayor estudio
global, realizado por Gallup, hasta la
fecha sobre el futuro del trabajo, para
mostrar a los líderes como adaptar sus organizaciones a los cambios rápidos,
por ejemplo los requeridos por las nuevas demandas derivadas de la inteligencia
artificial o de la gestión de empleados remotos.
Mientras el entorno del
trabajo ha venido experimentando enormes cambios la práctica del management se
ha quedado atascada en el tiempo en los últimos 30 años y no tiene en cuenta
cómo trabajan, bien y quieren experimentar sus vidas las personas, por lo que
debe adaptarse para evitar la pérdida continúa de productividad.
El nuevo propósito de las
organizaciones y el futuro del trabajo deben incluir la maximización del
potencial humano, ya que si los profesionales a todos los niveles no se están
desarrollando tampoco lo harán sus organizaciones.
El problema surge porque
sólo el 15% de los trabajadores en el mundo se sienten comprometidos con su
trabajo, el 85% o no lo está o refieren que odian a su trabajo, a sus jefes o a
sus organizaciones, porque, entre otras razones, consideran que su trabajo no
tiene un sentido. Por ejemplo en Japón el 94% de los japoneses no se sienten
comprometidos o están activamente descomprometidos. La situación es tan seria
que el gobierno japonés ha dictado nuevas leyes y políticas para reconocer y
afrontar el estrés y el burnout en el trabajo que está ocasionando tasas
altas de suicidios.
El factor que en los
distintos estudios realizados por Gallup interviene con más peso ( el 70%) en
el compromiso de los equipos y personas es la incompetencia de los líderes.
La mayor parte de los
millennials y la generación Z se están incorporando al trabajo con gran entusiasmo
pero las formas antiguas de management que aún imperan en muchas organizaciones
les están arrebatando la ilusión. Es, por tanto, imprescindible cambiar la
cultura ya que los millennials y la generación Z :
1.- No trabajan solo por
un salario, necesitan un propósito y esperan que su organización tenga una
misión, lo más trascendente posible.
2.- No persiguen tanto la
satisfacción en el trabajo como su desarrollo en el mismo.
3.- No desean jefes
quieren tener coaches. El rol del jefe antiguo era el de ordeno y mando pero las nuevas generaciones quieren contar
con líderes de equipos que les sirvan de coaches, que les valoren como
individuos y profesionales y que les ayuden a identificar y construir sus
fortalezas.
4.- No quieren
evaluaciones anuales sino conversaciones continuas. Están acostumbrados a la
comunicación constante e inmediata y por tanto al feedback permanente.
5.- Quieren tener jefes
que no se centren exclusivamente en sus debilidades. Las investigaciones de
Gallup revelan que las debilidades nunca se convierten en fortalezas mientras
que éstas se pueden desarrollar infinitamente. No hay que ignorar las
debilidades pero sí se deben comprender y maximizar las fortalezas.
6.- Se plantean si la
organización valora sus fortalezas y contribuciones y si les da la oportunidad
de hacer lo que saben hacer mejor todos los días y de desarrollarse.
Los cambios culturales y
la adaptación a las nuevas formas de gestionar, especialmente a las personas,
no se producirán sin el liderazgo de los altos directivos. El problema es que
sólo el 22% de los profesionales consideran que sus líderes tienen una
dirección clara.
Gallup ha estudiado a
líderes de todos los niveles, desde
altos ejecutivos a mandos
intermedios y supervisores de primera línea y ha encontrado que, aunque los
mensajes inspiradores son importantes no se producirá el impacto suficiente si
no tiene una estrategia sobre cómo:
a).- Unir a múltiples
equipos bajo un objetivo común, que puede ir redefiniéndose continuamente de
acuerdo con la estrategia cambiante de la organización. Los directivos
encontrarán que es más fácil inspirar la cooperación entre equipos si ellos
están comprometidos con la misma.
b).- Tomar decisiones. Las
organizaciones tienen éxito o fracasan en función de las decisiones que tomen
sus altos directivos. Tomar las decisiones correctas constituye una ciencia en
sí misma. Más allá de la suerte que se atribuye
a algunas decisiones adecuadas
existen tres claves que permiten acertar con mayor frecuencia. Éstas son:
a).- Conocer nuestros
límites. Los líderes deben ser conscientes de sus fortalezas y debilidades a la
hora de tomar decisiones.
b).- Utilizar el
pensamiento crítico para analizar si la decisión tiene sentido y cuál es su
lógica. Para tomar buenas decisiones los líderes deben abordar profundas reflexiones críticas con
sus colaboradores para identificar los posibles puntos ciegos de alto riesgo. La
mayor parte de lo líderes suelen caer en el sesgo de la confirmación al
rodearse de personas que piensan como ellos y que están conscientemente o no
motivados para estar de acuerdo con ellos. En muchos casos como líderes debemos
luchar e ir en contra del pensamiento grupal y tomar decisiones que lo
cuestionen.
Otro aspecto que debemos
considerar antes de tener en cuenta es la comprobación de que nuestro proceso
de decisión no ha estado comprometido por alguna fortaleza o debilidad y para verificar que no estamos rodeados de
personas que van a decir sí a todo lo que propongamos podemos pedir a cada
miembro del equipo que presente una idea que disienta de la “línea oficial” y
que analice las probables consecuencias a corto y largo plazo de la misma.
c).- Utilizar evidencia
basada en datos. La gran ventaja de las decisiones basadas en hechos y datos es
que vencen a la jerarquía, la política y los prejuicios.
Cuando una gran capacidad
de tomar buenas decisiones se combina con equipos que trabajan unidos la
organización va a tener las mejores opciones para construir una cultura que es
verdaderamente ágil para dar respuesta a las demandas de las fuerzas laborales
del futuro.
Los estudios de Gallup
muestran que los profesionales y los equipos que están alineados con la cultura
de la organización tienen un mejor desempeño que aquellos que no la comparten.
En ocasiones las
organizaciones no son capaces de detectar los problemas que surgen relacionados
con la cultura. Algunas de las señales de aviso de que la cultura puede estar
afectada son:
1.- La incapacidad de
atraer a profesionales de alto rendimiento.
2.- Las dificultades para
maximizar el crecimiento orgánico basado en las interacciones empleado –
cliente.
3.- La existencia de iniciativas de liderazgo que no conducen a ninguna
parte.
4.- La falta de agilidad
en la respuesta a las necesidades de los clientes.
5.- La pérdida de los
mejores profesionales que emigran a otras empresas.
Para cambiar la cultura Clifton
y Harter sugieren:
a).- Identificar el
propósito y la imagen de marca de la organización. La alta dirección debe
describir con claridad cuál es la razón y el propósito de la misma y cómo
queremos que nuestros profesionales, clientes, grupos de interés y
sociedad perciban la organización. El
propósito y la marca sientan las bases de todo lo demás. Por ejemplo la
experiencia del empleado comienza con la primera impresión de los que aspiran a
trabajar en la organización, esto es cómo perciben su cultura y marca y en cómo
su camino como empleados valida dichas impresiones. Los altos directivos deben estar alineados y
comprometidos con el propósito y la reputación de marca, ya que constituye el
punto de partida para unir a los distintos equipos y para una toma de
decisiones eficaz.
b).- Auditar todos los
programas y procesos de comunicación, incluyendo las prácticas de capital
humano, la gestión del desempeño, los valores, rituales y estructuras de los
equipos, para alinearlos con el propósito y la marca de la organización. Gallup
ha comprobado que éste puede ser un proceso muy rápido y recomienda realizar
una auditoría anual.
c).- Transformar los
directivos en coaches. Sólo los mejores directivos pueden implementar la
cultura que queremos. Una gran cultura es de las pocas cosas que una
organización no puede comprar. Los directivos a todos los niveles son los que
van a hacer que una cultura cambie o se hunda. Los profesionales actuales
quieren un coach y no un jefe.
La imagen de marca es
otro aspecto que destacan los autores que es muy importante no solo en relación
con los clientes sino para captar profesionales con talento. La experiencia del
cliente comienza con la atracción y contratación de los mejores para luego
lograr su compromiso mediante el logro de sus expectativas y su desarrollo
profesional finalizando con una experiencia de salida positiva.
En la primera etapa de
este proceso, la selección, debemos evitar caer en los siguientes sesgos,
fundamentalmente:
1.- Aspectos
superficiales. En ocasiones los seleccionadores dan un peso desproporcionado a
características que aparecen en la superficie durante la entrevista tales como
la apariencia del candidato o cómo viste o se presenta.
2.- La falacia de la
experiencia. Si los seleccionadores tienen un candidato que procede de una
empresa que tiene mucho éxito pueden
pensar que todo el que venga de la misma va a tener éxito.
3.- El sesgo de la
confirmación. Los seleccionadores pueden formarse una impresión muy clara de un
candidato basándose principalmente en el lugar donde ha cursado sus estudios o
si pertenece a un determinado club y todos los comentarios que escuche
confirmarán sus creencias sobre esa persona.
4.- El sesgo del exceso
de confianza. En ocasiones los directivos que seleccionan creen que tienen una
habilidad especial para juzgar a los candidatos apoyándose en su intuición y no
consideran otro tipo de información.
5.- El sesgo de la
similitud. Los seleccionadores escogen y contratan a profesionales que son
similares a ellos.
6.- El sesgo de los
estereotipos. Se presenta cuando los seleccionadores tienen estereotipos
inconscientes ligados al género, raza, orientación sexual, edad, etc.
7.- El sesgo de la disponibilidad.
Los seleccionadores se apoyan en sus recuerdos de una entrevista y toman la
decisión centrándose en unos pocos aspectos en lugar de procurar tener una
visión más integral.
8.- El compromiso de la
inversión. Los directivos que seleccionan se sienten presionados para elegir un
candidato porque ya han invertido mucho tiempo o energía en el proceso.
En un metaanálisis publicado en Psychological Bulletin losinvestigadores Nalini Ambadi y Robert Rosenthal acuñaron el término ”pequeñas rodajas” de
comportamiento basándose hecho de que las personas con frecuencia emitimos
juicios como resultado de mínimas
interacciones con alguien, como ocurre por ejemplo en el caso de las primeras
impresiones.
En algunos casos estas “pequeñas
rodajas” nos facilitan percepciones válidas pero en otros pueden revelar
prejuicios inconscientes como los mencionados anteriormente que pueden
ocasionar juicios apresurados y erróneos, malas decisiones y resultados
fallidos.
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