Dan Heath, en “Upstream.How to solve problems before they happen”, plantea que cuando llevamos años
respondiendo ante los problemas podemos obviar el hecho de que podíamos actuar para
prevenirlos y evitar que surjan.
Mark Okerstrom mantiene
que: “Cuando creamos organizaciones, con frecuencia, lo hacemos dando a las
personas la licencia para actuar con miopía. Les decimos: este es vuestro
problema y tenéis que definir una misión y establecer una estrategia y alinear
vuestros recursos para solucionar ese problema. Esto es lo que ocurre
frecuentemente en nuestras vidas ya que nos quedamos atascados en un bucle de
respuestas que nos lleva a actuar apagando fuegos, gestionando emergencias,
reaccionando ante los sucesivos problemas sin dedicar tiempo a solucionar las
causas que originaron dichos problemas. Nuestros esfuerzos son reactivos en
lugar de preventivos.
Tendemos a actuar de
esta forma porque la reacción es más tangible, es más fácil de ver y de medir. Por
ejemplo si una familia se salva de tener un accidente de coche porque la
presencia de un oficial de policía hace que sean más cautos ni la familia ni el
policía son conscientes de lo que no ha llegado a pasar. Con el tiempo lo que
se puede llegar a visualizar es que, en general, han disminuido los accidentes
si existe un control policial.
El autor a las
actuaciones preventivas las llama “trabajo a contracorriente” y una de sus
señales distintivas es que involucra al pensamiento sistémico. Por ejemplo al
ser conscientes las autoridades del riesgo de ahogamiento establecen la
obligación de contar con socorristas y de material de salvamento. Por el
contrario un padre sumergiéndose rápidamente en una piscina para ayudar a su
hijo que se está ahogando es una acción reactiva.
Por tanto, Heath
defiende la idea de debemos dejar de dedicar nuestros esfuerzos a gestionar los
síntomas de los problemas una y otra vez y comenzar a solucionarlos, al tiempo
que tenemos que estar alertas ante los retos que estos cambios implican. Por ejemplo
en Mexico DF en 1989 las autoridades prohibieron a la población en general que
sacasen el coche un día a la semana basándose en el último dígito de sus
matrículas. El objetivo era fomentar el uso del transporte público y disminuir
la contaminación atmosférica. Era un esfuerzo para mejorar la calidad del aire.
No funciono ya que muchos mejicanos compraron un segundo coche, con frecuencia
muy viejo y en mal estado, para poder conducir todos los días con lo que la
calidad del aire no mejoró. Por tanto tenemos que ser conscientes de que las
buenas intenciones no garantizan nada.
Los líderes que quieren
adoptar una actitud preventiva ante los problemas deben hacerse las siguientes
preguntas.
a).- ¿Cómo podemos
detectar los problemas antes de que se presenten?
b).- ¿Cómo se puede
medir el éxito si éste se define por cosas que no pasan?
c).- ¿Quién va a
financiar el evitar que las cosas pasen?
Heath describe tres BARRERAS que interfieren y dificultan
este pensamiento “preventivo a contracorriente”. Éstas son:
I.-
LA CEGUERA ANTE LOS PROBLEMAS
Cuando no podemos ver un
problema no podremos resolverlo. Esta ceguera puede generar pasividad hasta
cuando nos enfrentamos a daños enormes. Un ejemplo de esta ceguera se
manifiesta cuando decimos que las cosas son así y por tanto no debemos cuestionarlas.
Para triunfar los
líderes proactivos deben ser capaces de detectar tempranamente los problemas,
encontrar formas adecuadas para medir el éxito, fomentar nuevas formas de
trabajar juntos y para ello lo primero que tienen que hacer es ser conscientes
de la ceguera ante los problemas ya que no podemos solucionar algo que no
vemos.
Esta ceguera se produce
en ocasiones porque somos víctimas del fenómeno conocido como de la “ceguera
por falta de atención o descuido” que se produce porque al estar muy centrados
en una tarea nos perdemos informaciones muy interesantes que no están
relacionadas con la misma. Conduce a una falta de visión periférica y si se une
con presiones de tiempo puede conducir a falta de curiosidad ( “tengo que
mantenerme centrado en lo que estoy haciendo”). Un ejemplo famoso es el del
gorila que se pasea por una cancha de baloncesto entre los jugadores y la
mayoría de las personas no lo detectamos porque nos han dicho que nos fijemos
en el número de canastas encestadas.
Otro fenómeno que
conduce a la ceguera es el de la “Habituación”. Nos acostumbramos a estímulos
que son consistentes, como por ejemplo entramos en una habitación e
inmediatamente percibimos el ruido causado por el aire acondicionado, pero
cuando llevamos cinco minutos ya no nos molesta porque se ha convertido en algo
normal.
En nuestras vidas, las
personas, participamos en una negociación perpetua sobre lo que vamos a
considerar como un problema. Este debate es importante porque una vez que
codificamos algo como problema nos obliga a buscar una solución, lo que genera
una obligación implícita. En ocasiones estas negociaciones son con nosotros
mismos como en el caso del bebedor que
niega que tenga un problema y otras con las personas con las que nos
relacionamos.
Escapar de la ceguera
ante los problemas suele pasar por una serie de pasos:
1.- Ser conscientes y
aceptar la dura realidad de que hemos estado considerando lo anormal como
normal.
2.- Buscar una
comunidad: “¿Otras personas piensan como yo?” El reconocimiento de que un
determinado hecho es un problema y que otras personas lo consideran también así
nos da fuerza.
II.-
LA FALTA DE UN SENTIMIENTO DE
RESPONSABILIDAD
El trabajo preventivo o
proactivo con frecuencia es opcional. En los enfoques reactivos las respuestas nos son
demandadas, mientras que en los “contracorriente” elegimos responsabilizarnos aunque no nos lo
demanden. Un corolario de este hecho es que si nadie escoge realizar ese
trabajo el problema que subyace no será resuelto.
Cuando se presenta esta
segunda barrera el problema no consiste en no haber identificado y saber que
existe sino en que las personas que podrían gestionarlo dicen que no es su
responsabilidad hacerlo.
Las causas por las que
determinados problemas carecen de “propietarios” pueden ser diversas. Entre
ellas tenemos:
a).- Una actitud
interesada. Por ejemplo las tabacaleras podrían evitar muchas muertes causadas
por sus productos pero ello iría en contra de sus intereses económicos.
b).- Responsabilidades fragmentadas o divididas. Muchos
grupos pueden estar involucrados en el problema pero ninguno se siente
responsable de gestionar la solución.
c).- El sentimiento de
que no debemos ser nosotros los que debemos solucionarlo porque no estamos
legitimados para hacerlo. En este sentido los investigadores de la Universidad
de Stanford Daniel Effron y Sonia Zak, en relación con esta reticencia han escrito
que: "Lo que con frecuencia previene que las personas protesten no es su
falta de motivación para hacerlo sino su sentimiento de que no están
legitimados para hacerlo”.
Es similar a lo que
ocurre en el mundo legal: no podemos presentar un caso ante la justicia
simplemente porque algo ha ofendido a nuestra sensibilidad, tenemos que
demostrar que realmente nos ha afectado. Solo la evidencia de que hemos sido
dañados nos da la justificación para presentar un caso.
Por ejemplo en un
estudio realizado por Dale T. Miller y Rebecca K. Ratner se les presentaba a
los participantes, estudiantes de Princeton una propuesta que se llamaba
Proposición 174, dirigida a ofender su sentido de la justicia. Proponía reasignar
fondos gubernamentales de una causa justa a una que no merecía la pena. A
algunos de los estudiantes se les dijo que la propuesta perjudicaría a las
mujeres y a otros que a los hombres.
Tanto los hombres como
las mujeres participantes se oponían fuertemente a la propuesta pero lo que
interesaba a los investigadores es si les motivaba a actuar. Para ello se les
ofrecía la posibilidad de firmar una petición contra la propuesta. Vieron que
cuando los estudiantes tenían un interés especial en el resultado, esto es si a
los estudiantes masculinos se les decía que iba a perjudicar a los hombres o a
las estudiantes femeninas que lo iba a hacer a las mujeres el 94% la firmaban y
hasta en un 50% redactaban un escrito en el que manifestaban su oposición. Pero
estas cifras descendían a un 78% y a un 22% respectivamente cuando no se
sentían directamente afectados. Los investigadores achacaron este descenso no a
una actitud egoísta sino a que los hombres no se sentían cómodos luchando por
un tema de “mujeres” y viceversa.
La postura a adoptar
para evitar esta barrera es decirnos a nosotros mismos que: “ Elijo solucionar
este problema no porque me lo demande nadie sino porque puedo hacerlo y merece
la pena hacerlo”.
III.-
EL EFECTO “TÚNEL”
Diversos investigadores
han encontrado que cuando las personas experimentamos escasez, sea de dinero,
de tiempo o de “ancho de banda” mental, el efecto negativo que se produce no es
que los grandes problemas dejen fuera a los pequeños sino que éstos últimos se
ponen por delante de los grandes. A este efecto los psicólogos Eldar Shafir y
Sendhil Mullainathan en su libro “Scarcity” lo llaman “efecto túnel o tunelar”.
Consiste en que cuando las personas se enfrentan a muchos problemas a la vez
dejan de intentar solucionarlos todos y adoptan una visión de túnel, no
realizando planes a largo plazo ni una priorización estratégica de los
problemas. Nos confina al pensamiento reactivo y a corto plazo.
Las personas que se
encuentran en esta situación no pueden utilizar el pensamiento sistémico, no
pueden prevenir los problemas, solo reaccionar ante ellos. Con frecuencia nos
lleva a apartar las cosas importantes pero no urgentes, pensando en abordarlas
cuando no exista ninguna urgencia pero siempre nos vamos a encontrar con cosas
urgentes, con lo que nos vemos inmersos en un ciclo interminable de reacción.
No solo es un efecto que se perpetua sino que puede ser emocionalmente
gratificante ya que con frecuencia nos sentimos bien después de que hemos
resuelto un problema en el último segundo, como por ejemplo cuando nos quedamos
despiertos toda la noche trabajando para cumplir el plazo de entrega de un
proyecto.
La forma de vencer esta
barrera consiste en reservar tiempo o recursos para dedicarlos a resolver
problemas. Escapar al túnel puede ser difícil porque la estructura de las
organizaciones se resiste a hacerlo. Si el énfasis es siempre el ir hacia
delante sin parar no nos detenemos a preguntarnos si lo estamos haciendo en la
dirección correcta.
Daniel Gilbert
argumenta que el foco en lo inmediato y urgente es una característica estándar
de nuestro pensamiento. Parece ser que solo existen dos áreas de preocupaciones
que nos despiertan espontáneamente nuestros instintos de prevención y son
nuestros hijos y nuestra dentadura. En relación con nuestros hijos somos
capaces de pensar con anticipación y plantearnos si tienen una dieta saludable
o si serán capaces de ingresar en una buena facultad universitaria, por
ejemplo.
Existe una paradoja
inherente a los esfuerzos preventivos y es que tenemos que crear una demanda
urgente para solucionar un problema que puede que no aparezca hasta dentro de
un tiempo. Esta creación de una urgencia supone la utilización del efecto túnel
para un buen fin, ya que en lugar de intentar escapar dicho efecto podemos utilizar
para nuestro provecho la profundidad de concentración que produce. Por ejemplo
quién no ha sido muy productivo y no se ha sentido muy motivado cuando se
enfrenta al límite de un plazo. Una fecha límite proporciona una urgencia
artificial a una tarea.
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